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Capítulo 2
ОглавлениеNacido en Ning Bo, China, en 1927, de padres adventistas, Chen había sido criado para servir a la iglesia. Las responsabilidades de su padre como evangelista misionero para la Iglesia Adventista en la provincia de Zhe Jiang habían mantenido a la familia siempre en movimiento. Esto dificultaba la vida de la familia de muchas maneras. Cuando Chen cursaba la primaria, no permanecía en una misma escuela más de tres o cuatro meses seguidos, por causa de los viajes de su padre. Su asistencia esporádica influyó en sus calificaciones, lo que le impidió acceder a la enseñanza media. Esa era una verdadera desventaja, y más adelante sufrió por ello.
Lamentablemente, sus desventuras con la escuela lo habían empujado demasiado temprano a una vida de trabajo, lo que él resentía. A los quince años, había abandonado definitivamente el estudio y se había ido a Shanghai, para trabajar como aprendiz de oficios. Todos los jóvenes que no estaban en la escuela hacían lo mismo. Para empeorar las cosas, había iniciado la Segunda Guerra Mundial, y todos tenían que trabajar horas extras en la fábrica para cumplir con las entregas que exigía el gobierno durante la guerra.
Los tiempos eran difíciles, y Chen trabajaba tan bien como podía, pero sabía que no se quedaría allí para siempre. Había nacido para más que solo un trabajo de fábrica. Dios tenía algo mejor para él; de eso estaba seguro. Y aunque todavía no tenía en claro qué podía ser eso, oraba para que Dios lo guiara en esa decisión tan importante.
Sus padres siempre habían querido que fuera un pastor, como su padre. Una vez, había oído que su padre hablaba con un amigo acerca de Chen, que era el primogénito y había sido dedicado al servicio de Dios siendo niño. Esto hizo que Chen, siendo aún pequeño, sintiera mucha presión, pues sabía que sus padres esperaban que él hiciera de su vida algo especial para Dios.
Chen amaba a su padre y a su madre, y los respetaba por los sacrificios que habían hecho para Dios y para la iglesia. Él quería complacerlos, pues el honor de la familia significa mucho en la cultura china. No obstante, Chen era muy cauteloso, porque sabía lo que el futuro probablemente tendría para él como pastor. No estaba seguro de que pudiera ser predicador como lo era su padre; y tampoco estaba seguro de que estuviera listo para las responsabilidades de un pastor. Sin embargo, parecía que él no podía decir nada al respecto, ya que esa era la costumbre en los hogares de las familias asiáticas. Como su padre había dicho muchas veces, su suerte era la vida de un pastor.
Pero ahora Chen tenía ante sí una nueva vida: un trabajo nuevo, que le permitía aprender y crecer espiritualmente. Él no era predicador; no era un pastor de iglesia. Chen estaba trabajando como instructor bíblico para la Iglesia Adventista de Shanghai, y lo disfrutaba más que cualquier otra cosa que le hubiese gustado en lo pasado. En este nuevo trabajo, se le pagaba para estudiar su Biblia y compartirla con otros, entre otras cosas. ¡Qué oportunidad! ¡Qué bendición!
Las semanas pasaron volando, y antes de mucho, Chen estaba experimentando toda clase de aventuras nuevas. Estaba vendiendo Biblias y otros libros religiosos que la iglesia lograba conseguir; eso era una bendición para todos, y ayudaba en el crecimiento de la iglesia. Sin embargo, un obstáculo para la misión de Chen era que los libros en idioma chino eran costosos, si es que se los podía encontrar. Y la iglesia tenía muy pocos libros de Elena de White, muchos menos de los que necesitaban, provenientes de los Estados Unidos. Para Chen, los libros de aquella autora eran los más inspiradores, después de la Biblia; después de todo, ella había sido inspirada mediante visiones y visitas reales de ángeles. Cuando Chen pensaba acerca de esto, su mente se estremecía con entusiasmo y más que nunca deseaba dedicar su vida a la obra de Dios, a través de la Biblia y de otros los libros.
Lo que necesitaban era encontrar una manera en que ellos mismos pudieran traducir algunos de los libros de Elena de White. De esa manera, podrían disminuir los costos e imprimir muchos ejemplares de forma independiente. Cuando mencionó esto al pastor Lin en la iglesia de Shanghai, el pastor quedó impresionado con esta idea.
Sin embargo, lo que más le gustaba a Chen era estudiar la Biblia con personas interesadas. Generalmente, encontraba a tales personas cuando estaba vendiendo Biblias y otros libros religiosos. Si podían adquirir algún libro, eso lo ayudaba a sostenerse económicamente; pero si no podían comprar, a menudo los invitaba a estudiar con él. Y si les gustaban los estudios, les preguntaba si querían asistir a la Iglesia Adventista del Séptimo Día con él, en Shanghai.
No ganaba mucho dinero como instructor bíblico, pero eso no le molestaba. Era joven, no tenía compromisos y necesitaba muy pocas posesiones terrenales. Aunque tenía una bicicleta que lo ayudaba a recorrer la ciudad, no tenía un reloj propio. Aquella era la totalidad de sus bienes terrenales, excepto unas pocas camisas buenas, que tenía que lavar y planchar él mismo casi cada día, pero pensaba que esa era una buena práctica para cuando quisiera conquistar a una señorita algún día.
“A una jovencita le gusta ver a su hombre bien vestido”, le había dicho su madre más de una vez, y él creía que tenía razón. Ciertamente, no hacía ningún daño; y estar bien vestido siempre lo ayudaba a entrar en los hogares cuando vendía libros. Eso era, en sí mismo, una ventaja.
Después de dedicarse dos años a esta tarea, ya era un vendedor excelente. Aunque tenía que admitir que, probablemente, regalaba tantos libros como los que vendía. “¿Cómo puedo salir del hogar de la gente sin darles algo para leer?”, le planteaba al pastor Lin.
También era un buen estudiante de la Biblia, y podía encontrar en ella cualquier texto o tema que necesitara, como si fuese un pastor. Él no lo sabía en ese entonces, pero el trabajo que estaba realizando como instructor bíblico en Shanghai, sin dudas, lo iba preparando para su vida futura de servicio más que cualquier otra cosa que pudiera hacer. Lo único que le interesaba era que compartía la verdad del amor de Jesús. No le importaba dónde lo hiciera o por cuáles pruebas Dios lo hiciese pasar. Si Dios quería que él escalara los montes del Everest, lo haría. Si compartir la historia de la salvación requería que surcara los siete mares, eso era lo que quería hacer. La vida, para Chen, era todo lo que tuviese que ver con el evangelismo y la aventura de hablar de Jesús, a cualquier precio.
Pero había otras aventuras que iban en dirección a Chen, cambios que darían forma a su futuro de maneras que él ni siquiera imaginaba. No siempre pudo leer lo que escribía aquella mano en la pared de su vida; sin embargo, en los años que vendrían, él desearía haber sido lo suficientemente sabio como para hacerlo. Su energía y entusiasmo eran sus dones mayores, pero a veces era joven e ingenuo en cuanto a las cosas de la vida, y Satanás encontraría maneras de explotar eso.
Mientras estuvo en Shanghai haciendo la obra de Dios, se encontró con la mujer de sus sueños. Y ¡qué niña era! Ruolan era diferente de cualquier señorita que Chen hubiese conocido alguna vez. Ella era entusiasta, divertida, y enamorada de la vida. Su nombre significaba “Orquídea”, nombre que su padre había insistido en darle. “Con un nombre como ese, siempre será hermosa”, había dicho él cuando Ruolan todavía era un bebé, y Chen tuvo que concordar en esto.