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Capítulo 3

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Chen y Ruolan se encontraron en el hogar-iglesia donde Chen adoraba cada sábado. Ella había sido invitada por una amiga, y había quedado intrigada por el espíritu de comunidad que había encontrado allí. La iglesia se preocupaba mucho por los pobres y los enfermos, y parecía que siempre estaba lista para ayudar a los que estaban en dificultades. Cuando un miembro de la iglesia perdía su trabajo, otro miembro aparecía en su puerta con comida y ropa. Cuando alguien del grupo de la iglesia enfermaba, algún otro iba a su casa, para darle tratamientos con hierbas y otros remedios.

Y cuando Ruolan se unió al grupo de estudio de la Biblia que dirigía Chen, ella se dio cuenta de por qué los miembros eran tan bondadosos y amantes. Era porque estaban llenos de la paz y el amor de Dios. Jesús había muerto por ellos para salvarlos de este mundo lleno de tragedia. Si oraban a él, él los ayudaba con sus dificultades. Si embargo, lo más importante para Ruolan era la increíble noticia de que este Dios, llamado Jesús, vendría pronto para llevarlos al cielo.

Fue así que Ruolan aprendió acerca de las grandes verdades bíblicas. Ella era joven, con ojos brillantes e inteligente, y parecía saber exactamente lo que quería. Estaba entusiasmada con las ideas que escuchaba, y compartía su alegría por su recién encontrada fe durante los momentos de testimonio personal. No siempre entendía todo lo que escuchaba de la Biblia, pero se sentía atraída por ese mensaje, y por estas personas que le habían enseñado las buenas nuevas de la salvación.

Semana tras semana, Chen se encontró esperando los cultos del sábado. Semana tras semana, se encontraba más atraído hacia esta mujer, que llenaba de vida a su iglesia. Pasaron horas paseando juntos en bicicleta durante los fines de semana, caminando por los parques y cocinando sus platos favoritos.

No obstante, él no podía saber que estaba pisando terreno peligroso. Aunque veía el camino que se extendía por delante, no podía divisar la curva en el camino, y esta falta de previsión fue lo que sería su caída.

Una cosa que le molestaba a Chen más de lo que estaba dispuesto a admitir, era la falta de interés misionero en la vida de Ruolan. Parecía que a ella le gustaba el mensaje de esperanza que la iglesia adventista le había traído, pero que no sentía una necesidad real de compartirla con otros fuera del círculo de la iglesia. Reflexionando sobre esto mucho más tarde, Chen supo que, en lo que se refería a Ruolan, él había estado pensando con su corazón, y no con su cabeza. Pero en ese entonces Chen era joven, y no pudo prever las dificultades que esto pudiera generar en una relación.

Otras cosas que deberían haber alertado a Chen eran las fuertes conexiones políticas de Ruolan y un orgullo nacional que era casi obsesivo. Chen pensó que su gran devoción a China era un rasgo admirable, excepto en las ocasiones en que los llevó a discusiones que no tenían solución. Ruolan estaba a favor de un gobierno comunista más fuerte, y Chen no. Ella deseaba que hubiera menos influencia cultural de Occidente, y él estaba en favor de esa influencia. Ruolan sentía que el país estaría mejor en lo económico con una jornada laboral más larga, mientras que Chen recordaba sus largos días de trabajo en la fábrica e insistía en que esa no era la solución. “Permitir que la gente maneje sus propios negocios familiares pequeños es el camino a un futuro económico más brillante para China”, decía él.

Hubo personas que trataron de razonar con Chen acerca de Ruolan. Ella era joven y recién convertida. ¿Qué sabía realmente Chen acerca de ella, y de sus antecedentes? ¿No sería mejor dar más tiempo a esa relación, antes de entregarse tan completamente a los encantos de ella? ¿Y sus antecedentes políticos? ¿No era eso una preocupación para él?

Chen no quería admitir que estos problemas podrían estorbar su felicidad y la de Ruolan. Para él, la vida era un gran horizonte de cielo azul, y Ruolan era el centro de ese horizonte. Se encontraba irresistible e incontroladamente enamorado de esta hermosa mujer.

Su romance fue un torbellino, y antes de mucho, estaban casados. Ahora, la luz del sol iluminaba a Chen cada día, y para él la vida no podía ser mejor.

Sin embargo, lamentablemente, esto no habría de durar.

En 1949, el nuevo gobierno comunista, que Ruolan había deseado, llegó al poder. La llegada del revolucionario Mao Zedong (o Mao Tsé Tung) a la escena política produjo mucha alabanza entusiasta, especialmente de parte de aquellos que eran jóvenes de corazón.

Pero para los cristianos en toda China, no podría haber ocurrido un desastre mayor. Todas las iglesias tuvieron que ocultarse, reunirse en secreto, y eso hizo que fuera muy difícil para Chen y para Ruolan adorar con los demás creyentes. Tenían que ser muy cuidadosos acerca de cuándo adoraban y con quién. Generalmente, se reunían en lugares inesperados, lugares en que los espías del gobierno nunca pensarían en buscar, y esos sitios tenían que cambiarse cada semana. Pero aun así, algunas personas se infiltraban procurando hacer amigos entre los cristianos, buscando creyentes que no sospechaban nada, para luego poder atraparlos en un acto de adoración.

La fe de Chen prosperaba durante esos tiempos difíciles, por causa de la manera en que había sido criado. Aun bajo circunstancias difíciles, encontraba formas de ganar algún dinero para vivir y testificar en favor de Jesús. Conseguía preciosos ejemplares de la Biblia o de libros de Elena de White, y los vendía a personas que expresaban una necesidad de las cosas espirituales. Si la gente no podía adquirirlos, a menudo los regalaba. También trabajaba como tutor enseñando a los niños a leer, y luego daba estudios bíblicos a los padres tarde por la noche, después de terminar las lecciones. No ganaba mucho dinero con esas actividades misioneras, pero estaba ayudando a llevar el evangelio a quienes buscaban la verdad.

Para Ruolan, las cosas eran diferentes. Sus raíces cristianas no eran muy profundas. Había sido cristiana poco tiempo, y no sentía el deseo ni la responsabilidad de compartir el evangelio, como le sucedía a Chen. Ella no podía entender su gran deseo de testificar de Jesús, y cuando los fuegos de la persecución comenzaron a arder, su fe se debilitó. ¿Por qué pasaba Chen todo ese tiempo haciendo obra misionera?, le preguntaba. ¿Por qué no se conseguía un trabajo, como todos los demás, que le diera un salario regular?

Y cuando ella dio a luz a un hijo, Zian, su primer niño, las cosas se pusieron más difíciles; ya no podían subsistir con lo poco que Chen llevaba a la casa. Día tras día, Ruolan le rogaba a Chen que consiguiera un trabajo verdadero que pudiera sostenerlos, y al final él consintió.

Encontró trabajo en una línea de ensamblaje en una planta farmacéutica, y la paga era bastante buena, considerando lo que eran los salarios luego de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, el nuevo gobierno comunista había tomado todas las fábricas, y desde el comienzo Chen pudo ver que tendría conflictos. La fábrica requería una semana de seis días de trabajo, así que, se esperaba que los operarios trabajaran los sábados. Chen sabía que él nunca estaría dispuesto a hacerlo. ¿Cómo podría deshonrar a Dios, violando el santo día sábado?

Chen decidió pedir los sábados libres antes de que llegara el primer fin de semana. Daría a conocer sus deseos y descubriría dónde estaba parado su supervisor, o perdería su trabajo intentándolo. El supervisor se rehusó, pero sorprendió a Chen enviándolo a otra sección de esa fábrica. Esta decisión fue una suerte inesperada para Chen, y le dio esperanzas de que Dios tenía algo para él allí.

El administrador en esa nueva área descubrió que Chen era un hombre que trabajaba bien. Siempre llegaba temprano y, a menudo, se quedaba hasta tarde. Era organizado y eficiente, y se llevaba bien con los demás operarios. También era honrado, algo que el nuevo gobierno comunista valoraba altamente. Esto puso a Chen en una buena relación con su nuevo supervisor, y cuando Chen pidió el sábado libre, el administrador aceptó. Más sorprendente aún fue que Chen recibiera permiso para trabajar cinco días en lugar de seis, pero por el mismo salario.

Ese primer sábado, el testimonio personal de Chen en la iglesia fue de alabanza por las bendiciones increíbles que Dios le había otorgado en su nuevo lugar de trabajo. Todos se alegraron con él, y con Ruolan. Las cosas parecían ir mejor para la joven pareja, y esto fortaleció su fe en el cuidado de Dios por ellos.

Chen miró de reojo a Ruolan y al pequeño Zian, sentados junto a él en el hogar-iglesia, y agradeció a Dios por su bondad. Tener una esposa y un hijo amantes, y un buen trabajo donde pudiera ganar un sueldo aceptable y testificar de su fe, era más de lo que había esperado.

En 1953, la iglesia de Shanghai abrió un nuevo seminario para preparar instructores bíblicos. Las clases se daban de noche, para permitir que asistieran los hombres que trabajaban durante el día, y Chen era uno de ellos. Esto comenzó una nueva fase para Chen, que cambiaría su vida para siempre.

La escuela nocturna fue una bendición para todos, y Chen progresaba bien. En realidad, él mostró ser un alumno tan bueno que pronto le pidieron que ayudara a escribir las lecciones bíblicas que usaban cada noche.

Lamentablemente, después de casi un año de trabajar en la planta farmacéutica, comenzó a tener problemas. El administrador fue transferido y llegó un nuevo jefe. El Sr. Jiang era un hombre bajo, de contextura sólida, algo encorvado, y con un rostro esculpido en piedra. “No creo que haya sonreído una sola vez en su vida”, le dijo Chen a Ruolan ese primer día con el nuevo administrador.

El Sr. Jiang no sabía nada de los arreglos previos de Chen para tener los sábados libres; ni le importaba. Por supuesto, Chen no sabía esto, y suponía que se le permitiría mantener los privilegios del sábado libre como antes. Sin embargo, estaba equivocado.

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