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INTRODUCCIÓN 1. Caritón de Afrodisias, el primer novelista de Occidente

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De la literatura helenística se han transmitido hasta nosotros cinco obras que podemos, estrictamente, calificar como novelas, novelas de amor y aventuras. Con ellas se inaugura en Occidente este género literario, el último inventado por la tradición helénica. Los autores de estas cinco novelas nos son conocidos de un modo muy precario, tan sólo por sus obras (como es el caso de Caritón, Jenofonte de Éfeso, Longo) o por muy poco más (Aquiles Tacio y Heliodoro). La época en que vivieron, su cultura y sus intenciones literarias hemos de deducirlas de sus propios relatos en un género tardío y menospreciado de los doctos, que floreció en el anonimato y al margen de las preceptivas literarias de la Antigüedad.

Las cinco novelas que conservamos por entero son cinco muestras afortunadas de una producción romántica que, suponemos, fue bastante numerosa y que en su mayor parte se nos ha perdido. Además de ellas, un par de resúmenes del erudito patriarca Focio (siglo IX ) nos informan de otras dos (la de Antonio Diógenes y la de Jámblico), y los hallazgos papiráceos atestiguan, muy fragmentariamente, al menos una media docena más de títulos. Al margen de estas novelas típicas y dejando a un lado el problema de discutir si todos los «fragmentos novelescos» se refieren a un argumento romántico típico, nos encontramos con otros relatos que, de una manera más laxa, pueden calificarse de novelescos, como son, p. e., la Historia Verdadera de Luciano, la Vida de Apolonio de Tiana de Filóstrato, o la Vida y Hazañas de Alejandro del Pseudo Calístenes. Estos textos forman una especie de eslabón entre la novela romántica y la literatura historiográfica de la época helenística, con su propensión a las aventuras fabulosas y a los efectos dramáticos. Pero, por esa notoria conexión con ese otro género literario, conexión que puede ser paródica, como en el relato lucianesco, podemos considerarlos como ficciones paranovelescas.

A pesar de las enormes lagunas de la traducción textual y de las escasísimas referencias antiguas al desarrollo del género de la novela griega, su historia está bien estudiada en sus líneas esenciales gracias a la labor crítica de filólogos actuales 1 .

Entre los cinco novelistas griegos cuya obra conservamos Caritón de Afrodisias es, sin dudas, el más antiguo. La fecha en que compuso la historia de los amores de Quéreas y Calírroe es tema de discusión. Mientras que algunos estudiosos la fechan en la primera mitad del siglo I antes de J. C. (así lo hace Papanikolaou), la datación más generalmente aceptada la sitúa en el siglo I después de J. C. (p. e., así la datan Reardon, Plepelits, etc.). No tenemos para fecharla otros datos que los que se encuentran en el propio texto. El título original de la novela fue el de Calírroe . El que la novela recibiera el nombre de la protagonista no deja de ser significativo.

Por su posición cronológica, la novela de Caritón se halla, en cualquier caso, situada entre el texto novelesco más antiguo que conocemos fragmentariamente, por unos papiros, la llamada Novela de Nino y las Efesíacas de «Jenofonte de Éfeso» (el nombre es un pseudónimo, que subraya la filiación histórica en que se incluía este otro novelista), que pertenece ya al siglo II d. C. En cuanto a la Novela de Nino se suele datar hacia el año 100 antes de J. C. Con estas dos obras, y probablemente con los fragmentos de Metíoco y Parténope , Caritón nos ofrece el exponente más destacado de ese tipo de ficción romántica no influido por los artificios retóricos de la Segunda Sofística, cuya influencia es bien visible en las novelas posteriores. El decorado histórico de la ficción romántica (Calírroe es hija del famoso estratego siracusano que derrotó a los atenienses, Quéreas combatirá contra el rey persa Artajerjes II, etc.) ha permitido calificar de «novelas históricas» sui generis este tipo de relatos, como una última degeneración de la fabulosa historiografía helenística.

Por un extraño destino, la obra de Caritón ha gozado de un prestigio muy inferior al que merecía y se ha tenido que contentar con un injusto papel de «cenicienta» (como señala K. Plepelits) en el contexto de la literatura helenística. Los bizantinos apreciaron mucho menos las novelas de la época presofística que los relatos más barrocos y técnicamente más refinados del segundo período. Ningún autor antiguo ni bizantino se refiere a esta obra, de no ser en dos alusiones despectivas marginales de Persio y Filóstrato 2 . Por otro lado, el manuscrito único que nos transmite el texto (el códice Laurentianus Conventi Soppresi , núm. 627, del siglo XIV ) no fue conocido hasta su primera edición en el siglo XVIII (en 1750, hecha por J. P. D’Orville). Esta tardía recuperación de Caritón —que no influyó en la constitución de las novelas europeas del Barroco ni en las posteriores—, ha motivado que sea un autor poco conocido hoy, incluso entre los filólogos. El hecho de que la edición crítica más reciente de su obra siga siendo la de W. E. Blake, de Oxford, 1938, es una muestra más de ese mismo fenómeno. En compensación, la crítica especializada, en estos últimos años, viene reconociendo y prestando una gran atención al texto de este primer novelista. Que la obra tuvo en su época y en los siglos siguientes una interesante difusión lo atestiguan algunos fragmentos de papiro (núms. 241-244 Pack + POxy . 2948) y su influencia en los novelistas posteriores, especialmente en Jenofonte de Éfeso.

E. Rohde en el libro 3 , ya centenario, que incitó al estudio de las novelas griegas y que marcó una época por su enfoque filológico, consideraba a Caritón el último de los novelistas griegos en cuanto a su fecha aunque reconocía sus méritos atractivos como narrador. E. Rohde partía de la tesis de que la novela griega se había desarrollado sobre los cauces retóricos de la Segunda Sofística, y el notorio distanciamiento de Caritón lo explicaba situando su obra nada menos que en el siglo VI . El descubrimiento de fragmentos de la novela en papiros de los siglos II -III arruinó su teoría, y modificó sustancialmente la cronología propuesta para las diversas novelas. En el prólogo que W. Schmid (ed. 1914) antepuso al libro magistral de Rohde, ya se coloca a Caritón en el siglo I d. C. (datación que estudios pormenorizados como los de A. D. Papanikolaou pretenden anticipar); y en el prólogo (de 1960) a la tercera edición de la misma obra K. Kerényi califica a Caritón como un «clásico de la literatura novelesca griega».

A su fecha temprana y a su carácter pre-sofístico, se debe el que la novela de Caritón parezca, en comparación con las otras novelas, sencilla en su romanticismo ingenuo, con su clara arquitectura compositiva y su estilo directo. Sin embargo, la obra no carecía de pretensiones, y en un estudio pormenorizado se advierte la cultura literaria de su autor. Desde luego, conviene notar que la sencillez estilística de Caritón es muy diferente de la de la redacción más popular, y desmañada, de su émulo Jenofonte de Éfeso 4 .

Es justo no olvidar, por otra parte, que la novela romántica es un tipo de literatura de diversión, destinada a un público «burgués», con un carácter apolítico. Aunque tal vez sea exagerado considerar a sus lectores como «pobres de espíritu», como apuntó B. E. Perry, en cierto modo y salvando las distancias, se trata de una literatura con una nueva función popular, de algo que podría ser calificado como «literatura de consumo» 5 , y en eso la novela se revela como el más moderno de los géneros literarios, y el más ambiguo, por más que su autor pretenda enlazar con los antiguos géneros de mayor prestigio y ser considerado como un descendiente de los historiadores o un epígono épico 6 . Dentro de ese marco, hay que reconocer que la obra de Caritón de Afrodisias merece un lugar de honor por su calidad intrínseca y por su posición histórica en la creación de un prototipo novelesco.

Quéreas y Calírroe. Efesíacas. Fragmentos novelescos.

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