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La neutralidad afectiva de la vida en la deconstrucción de Discépolo por Lamborghini
ОглавлениеLa subjetividad discepoliana no se revela solamente en el llanto, sino también en la risa o, mejor dicho –y en esto veremos una de sus revelaciones decisivas–, presenta una tonalidad afectiva neutra en la que reír y llorar revelan su indiferencia e intercambiabilidad.
Nadie en la poesía argentina ha comprendido mejor esto que Leónidas Lamborghini. Al igual que Discépolo, es capaz de mostrar desde el llanto lo mismo que muestra desde la risa. Este cambio de tonalidad afectiva es no solo arbitrario, sino también irrelevante. Sendas poéticas revelan que la afectividad puede experimentarse tanto desde una como desde otra modalidad. De ahí que el faquir de Discépolo, reescrito por Lamborghini, termine “cachado por la risa” (Lamborghini, 1988d) merced a eso que, en otros textos, definió genialmente como el “horrorreír”.
No solo el faquir, sino que hasta el mismo Jesús es llevado a este terreno, en el que sueña “que es un / arlequín / que ríe y / llora”; “y / llora / sin dejar / de reír” (Lamborghini, 1988b). El “horrorreír”, entonces, sustenta una extraña teología profana en que la risa rabelaisiana y la transvaloración nietzscheana hacen su irrupción bajo el concepto de “la risa canalla (o la moral del bufón)”, que pone de relieve que no hay hechos, sino valoraciones, y que el vivir algo como tragedia o como parodia no está en lo vivido, sino en el viviente. Así, Lamborghini nos invita a mirar lo trágico desde el reír, sabiendo que “la tragedia que empieza termina en la parodia, / sigue en caricatura y da en grotesco”, hasta confundirse “en violento carnaval” (Lamborghini, 2008: 11).
La moral del bufón tiene, como dijimos, ribetes teológicos. Precisamente, en La experiencia de la vida, Lamborghini describe un imaginado culto al Dios Trinorriente en el que las fases evolutivas de esta moral del bufón ilustran su dogma fundamental:
Un Dios Trino: Padre Riente. Hijo Riente. Espíritu Santo Riente. Tres Personas Rientes, rientes en Persona, y un solo Dios Riente y Verdadero. Uno ríe del Otro y los tres de Sí Mismos y de los Otros Dos: en gradación de grados distorsivos. El Padre ríe paródico, el Hijo ríe caricaturesco, el Espíritu Santo ríe grotesco. Y esa risa está en todas partes: como lo está su Misericordia. (Lamborghini, 2003: 12)
Esta misericordia riente le permite a Lamborghini transformar el negro dramatismo discepoliano, que increpa a Dios desde su tambaleante fe, en una perspectiva distinta que ya no ve la “Tormenta”, sino “Una flor en la tormenta”. Es que tanto da una u otra modalidad: es eso lo que revelan el cinismo y la ironía discepoliano-lamborghinescos que, en su regodeo, experimentan el juego de lo “Neutro”, en cuyo “magma” no hay distinción significativa –es decir, donde la distinción se revela como insignificante–.
Esto es trabajado por Lamborghini (1988c) en sus reescrituras de Discépolo bajo la forma de la “distorsión”, que vuelve insignificante toda distinción. Así, juega con la cualidad in-expresiva de la letra h, argumentando: “hoy resulta que es lo mismo oyh o que ohy: en la / fragua del distorsionar. En lo mismo. Porque / tanto da como no da. Magma neutro / del da: del da lo mismo”.
El carácter de la indistinción discepoliano-lamborghinesca no siempre ha sido comprendido en su plenitud. Los tangos más paródicos y políticos de Discépolo suelen leerse como expresión de un nihilismo de época, en el cual los valores se han perdido y la “realidad social” se muestra fría y absurda. Eso es cierto, pero también superficial. Discépolo no permanece en el nihilismo porque advierte que, en el derrumbe el mundo, hay algo más bien que nada. Eso que nos queda cuando todo ha colapsado no es nada menos que la realidad –es decir: la subjetividad–.
Por eso, no es ninguna novedad saber que “el mundo fue y será una porquería”, que “¡Todo es igual! / ¡Nada es mejor!”, que “da lo mismo” (“Cambalache”). Reconociendo la insignificancia del mundo y el “atropello a la razón”, Discépolo nos insta: “¡No pienses más!” (“Cambalache”); “¡No embromés con tu conciencia!” (“Qué vachaché”). Así, en reducción fenomenológica, exclama: “No doy un paso más […] Pa’ qué seguir así […] si el mundo sigue igual…” (“Tres esperanzas”).
Tenemos, entonces, a un Discépolo en actitud cartesiana, que se propone –lo mismo que el autor de las Meditaciones Metafísicas– familiarizarse consigo mismo. Lo que surge entonces no es el nihilismo. Discépolo dirá, en una de sus páginas más dramáticas:
No tengo ni rencor,
ni veneno, ni maldad.
Son ganas de olvidar,
¡terror al porvenir!
Me he vuelto pa’ mirar
y el pasao me ha hecho reír…
¡Las cosas que he soñao,
me cache en dié, qué gil!
Plantate aquí nomás,
alma otaria que hay en mí. (“Tres esperanzas”)
El éxtasis temporal se detiene ante esta experiencia en la cual el alma se planta ante el mundo y siente a la temporalidad extática como ajena: el pasado se burla, el porvenir aterra, y el presente se inmoviliza. Por eso las “esperanzas” son tres: como las fases del flujo interior de la conciencia (según hemos visto a partir de la crítica henriana a Husserl). Lamborghini escoge detenerse en esta experiencia de la temporalidad, donde lo único que permanece –más allá de la constitución noemática, irreal, del tiempo fenomenológico– es el presente viviente –esto es, la única temporalidad real–. Por eso, al haber captado esta preeminencia del tiempo real por sobre el imaginario, Lamborghini puede escribir:
La risa de las cosas
que soñara el faquir en el pasado
mira al faquir.
El faquir se planta
para mirarla: a un paso.
–Plantarse aquí– (Lamborghini, 1988d)
Y luego agrega, también a propósito de las “Tres esperanzas”: “El que espera es sordo. Y / ciego…” (Lamborghini, 1988a). Fuera del tiempo, fuera del mundo y de la luz, llegamos al verso inaugural de Lamborghini en ese texto emblemático que es El solicitante descolocado: “Me detengo un momento” (Lamborghini, 2008: 13). La suya es, entonces, una poética de la detención como hecho lírico primigenio. Para escribir, preciso es detenerse; para sentir, para vivir, también. Ese mundo vertiginoso, “que gira en el girar” (Lamborghini, 1988a), ha de ser neutralizado en pos de la experiencia de la vida, de la poesía, tanto da.