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Sobre las interpretaciones existencialistas de la poética discepoliana
ОглавлениеSi concediéramos que, según el consenso establecido, Discépolo es un filósofo del tango, deberíamos preguntarnos qué tipo de filósofo es. Ante todo, responderíamos con la expresión de Tania (recogida por Dei, 2012: 24) de que se trata de una “filosofía en zapatillas”. Pues bien, ¿qué significa esto?
Para la mayoría de las interpretaciones filosóficas de la poética de Discépolo, esto quiere decir que estamos ante una forma autóctona de existencialismo.2 Así, por ejemplo, Gustavo Varela considera que “sus canciones son una especie de manual de filosofía existencialista escrita en tono popular” (Varela, 2005: 154) porque “expresa en un lenguaje cotidiano el fondo profundo de cualquier existencia (Varela, 2005: 155). También Héctor Daniel Dei considera que en sus versos hay un “proyecto existencial” (Dei, 2012: 37) que, en tangos como Yira… yira, describe la marginalidad del hombre (51). Por su parte, Teresita Lencina (2004: 8) encuentra, en la atención que Discépolo les dispensa a “las verdades concretas e históricas del hombre” y en su “descripción como un ser contingente”, las “premisas” de una filosofía existencialista, particularmente en lo que respecta a las temáticas del amor y el mundo circundante –que la autora relaciona con lo que para Sartre son “el ser para otros” y “el ser para sí” respectivamente– (Lencina, 2004: 6). Se trataría, entonces, de “categorías básicas de filosofía existencialista, sustentadas fundamentalmente en Sartre y Heidegger”, las cuales atienden a la subjetividad del hombre “en tanto que individuo concreto” (6). Así es que Lencina encuentra en Discépolo “un análisis existencial” que refiere, entre otras temáticas, a la libertad y la angustia –concepto, este último, que “resume” los demás rasgos del existencialismo– (6). De este modo, argumenta lo siguiente:
[…] la categoría que mejor conjuga del existencialismo en la obra discepoliana es la angustia, concepto categórico de este pensamiento, en tanto es propia de la condición humana y es aprehensión reflexiva de sí mismo. En alguna medida la angustia resume los otros rasgos que hemos mencionado anteriormente, pues ella emerge de todos ellos. […] Tan importante es el concepto de angustia en el existencialismo que el propio Sartre dice que el existencialista suele declarar que el hombre es angustia. (Lencina, 2004: 6-7; énfasis en el original)
No por reiteradas las interpretaciones existencialistas de Discépolo han sido unánimemente aceptadas. Por ejemplo, Néstor Cordero ha salido al cruce de estas lecturas negando, de la manera más rotunda posible, que Discépolo tenga algo de existencialista:
Un tanguero llama “filosofía” a la experiencia de vida. A veces se confunde todo esto con existencialismo, sobre todo en Discépolo. Y Discépolo no tiene nada de existencialista. Era un filósofo cínico, aunque él no tuviera la menor idea de eso. El símbolo del cínico es el perro, que aparece en Yira, yira. Y cuando habló por radio, el personaje antiperonista se llamaba Mordisquito. Hay un texto de Terencio que dice: “Hoy fui al mercado. Estaban mezclados ladrones y doctores, prostitutas y médicos”. ¡Es Cambalache! (Cordero, 2010)
Cierto es que, tal como apunta Cordero, la experiencia de vida ha sido considerada por muchos tangueros como si se tratase de una filosofía existencialista. A nuestro entender, ese tipo de definiciones son incorrectas, entre otros motivos por superficiales, ya que no llegan a comprender el sentido profundo de los tangos de Discépolo.
A fin de discernirlos con mayor perspicacia, propondremos que hay en Discépolo un cartesianismo que supera en mucho la mera descripción de la existencia sombría de personajes desgarrados por la angustia, y que este cartesianismo se nutre de la afectividad de un modo más radical que la mirada meramente exterior de cualquier retratista.
El cartesianismo de Discépolo, que llega a una subjetividad fuera de toda intencionalidad, no solo supera al existencialismo sartreano, sino que también anticipa descripciones más atentas que vendrán años después.3 En breve, quisiera mostrar un Discépolo cercano a Michel Henry, argumentando que es la filosofía de la vida aquella que mejor expresa la experiencia que se patentiza en su poética y que le da su “unidad tonal” (Henry, 2004a: 365). Es precisamente la “gran carga afectiva” (Henry, 2004a: 318), el “peso” y la “potencialidad patológica particular” (Henry, 2004a: 319) de su obra lo que hacen de Discépolo un poeta de la vida, en tanto logra expresar esta “carne sufriente” que nos habla de sí misma y que es “el lenguaje de la vida real” (Henry, 2004a: 338).