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El Hombre

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No recuerdo exactamente que día fue pero fue al terminar las clases. Estudiaba en el turno de la tarde. El segundo año de preparatoria, en la escuela "Mixcoac del Valle". Siempre salía a las diez de la noche y me tomaba unos minutos en despedirme de los amigos y amigas. No podía perder mucho tiempo ya que tenia que tomar a tiempo tres transportes públicos para llegar alrededor de las 11:10 pm a casa. Eso si no me toca trafico estaría llegando a media noche. Empece a caminar rumbo a la parada del autobús, sobre avenida Rio Mixcoac para llegar a la avenida Insurgentes, una avenida muy larga que cruza de sur a norte. La avenida insurgentes es muy elegante en la mayoría del trayecto. Podemos encontrar tiendas elegantes, parques, teatros, restaurantes, arboles, oficinas, monumentos así como museos. En esta ciudad el trafico no para y menos en avenidas importantes. Masas de personas y todo tipo de transporte publico como privado llenan las avenidas y calles de la ciudad de Mexico. Mi autobús llego a tiempo, subí, como siempre venia lleno de personas que salía de trabajar, de estudiar. Todos con la intención de llegar a sus casas para descansar. Como pude me moví hacia la parte de a tras del autobús, muy cerca de la puerta de salida. A estas horas de la noche es muy difícil encontrar un asiento vacío, todos están ocupados. Los autobuses tienen dos asientos a cada lado y un pasillo en medio, muy cerca del motor tienen un asiento largo para 4 personas. En pocos segundos sentí una mirada sobre mis espaldas, voltee discretamente y vi a mi alrededor.

Regrese a la posición que estaba, observaba el panorama sobre la avenida insurgentes. Sentí otra vez la mirada, mi cuerpo se sentía incomodo, no quería voltear pero lo hice. En el asiento para 4 personas se encontraba sentado un hombre a la orilla casi junto a la puerta de salida. Un hombre entre los 30 y 35 años de edad, de tez blanca, cara limpia, no había marca alguna que fuera un hombre con bigote u barba, con poco cabello diría yo, casi calvo, ojos grandes, y labios finos. Me estaba viendo, de el venia la mirada que sentía. Sonrío y me saluda levantando su mano derecha. No lo tome en cuenta y voltee a mi posición que tenia desde que me subí al autobús. Al pasar los minutos seguía sintiendo su mirada, la sentía muy pesada, como una loza de una tonelada. Mire de reojo, me volvió a sonreír y a saludar. No me quitaba la mirada. Estaba sintiéndome incomodo, no sabia que hacer, deseaba llegar a mi destino. Una persona que estaba sentado a un lado de este hombre extraño se paro para bajar del autobús. Los pasajeros que estábamos cerca de la salida nos movimos un poco hacia adentro del autobús para dejar espacio a esta persona y que pudiera bajar. El hombre casi calvo, de tez blanca, y cara limpia, entre 30 y 35 años de edad me volvió a mirar con curiosidad, me volvió a sonreír, con su mirada me ofreció sentarme en el asiento que se había desocupado unos segundos antes. Moví mi cabeza diciéndole que no, le indique a la señora que tenia a mi lado izquierdo que había un lugar desocupado. Aproveche para moverme un poco mas hacia el centro del autobús, estaba realmente incomodo con la mirada de este hombre. Faltando unas calles para llegar a mi destino el hombre de tez blanca, de ojos grandes, cara limpia, entre 30 y 35 años y casi calvo según mi perspectiva. Decidió bajar del autobús haciendo jalar la palanca para que el chofer de la unidad supiera que bajaría en la siguiente parada.

Desde que se paro de su asiento no dejaba de verme y de sonreír; la sonrisa de el no era maléfica o burlona, si no de alegría, este hombre se veía feliz, estaba contento. Bajo y las puertas del autobús cerraron; el empezó a caminar hacia adelante. El camión empezó andar lento por el trafico que estaba en ese momento. Por las ventanas seguía observando a este hombre, que seguía viéndome, seguía sonriendo, me saludaba en vez en cuando con su mano derecha. No sabia que pensar, era un adolescente, estaba confundido, no tenia la menor idea porque tenia esta actitud conmigo.

Al fin llegué a mi segundo destino, San Angel, baje de prisa, empece a caminar por la calle Monasterio rumbo a la avenida Revolución, ahí tomaba otro transporte popular, las llamadas “van”. La calle monasterio a estas horas de la noche se encuentra sola y oscura, con un poste de luz en medio de la calle, que casi no alumbra. Es corta, muy corta la calle. Me imagino que por lo oscuro de la calle nadie camina a estas horas ya que por la mañana y tardes es una calle muy concurrida. Al llegar a la mitad sentí que alguien venia bajando del otro lado de la acera, seguí mi camino, en eso oí una voz que gritaba algo, voltee por instinto a mi derecha, vi a una persona que bajaba por la calle monasterio, no entendí que dijo pero fue suficiente para que volteara para verlo. Al momento se me hizo conocido pero había poco luz, pero lo extraño fue que levanto su mano derecha para saludarme. No correspondí al saludo y seguí mi camino. Llegue a la van, solamente había un pasajero en el asiento de adelante junto al chofer así que me introduje en los asientos de en medio. Son dos asientos para 4 personas. Tardo unos minutos en salir ya que el chofer tiene que esperar que la unidad se llene de pasajeros. llevaba buen tiempo para alcanzar el ultimo transporte que me llevara a casa. En esos minutos pensé en el hombre de la calle monasterio.

Me preguntaba:

¿Quien era?,

¿Que grito?

....mmmmm se parecía al hombre del autobús, que raro, pero no podía ser, el se bajo cuatro calles antes de llegar a San Angel, no, no, estoy exagerando - me decía - imposible.

La van salió tomando la avenida revolución después de unos minutos bajo por una calle muy pequeña y volvió a tomar la avenida insurgentes. Al pasar los minutos y estar viendo el paisaje de la avenida había olvidado por completo al hombre de tez blanca, de cara limpia, casi calvo según yo; entre 30 y 35 años de edad, de ojos grandes. Llegamos al cruce con la avenida San Fernando, la van bajo por esta. Una avenida con muchas casas de la colonia. Pasamos por el Colegio Libertadores de America, por la tienda Oxxo, pasamos la calle 11 Mártires, después el Centro Artístico Ignacio Lopez Tarso así como la Facultad Mexicana de Medicina, cada vez estaba mas cerca de la calzada de Tlalpan, pasamos la Casa Hogar Para Ancianos, el Multiforo Tlalpan, al llegar al Centro Cultural y Social la van doblo a la izquierda para tomar la calzada de Tlalpan, estaba cerca de mi segundo destino. Pasamos el monumento a Pancho Villa, héroe nacional, no para los americanos, estábamos a punto de pasar el monumento a Francisco I. Madero, otro héroe nacional, al pasar anillo periférico estaba a minutos de mi destino. Llegamos a la glorieta Huipilco, baje de la van y empece a caminar por la acera de la derecha no si antes de cruzar algunas calles que se juntan en la glorieta así como a la manada de carros que conducen por ahí. A mi derecha estaban las famosas tortas del "Monje Loco", me dio hambre solamente de ver el local, seguí caminando rumbo a la calzada Acoxpa.

Ahí tomaba mi ultimo transporte publico que me llevaba a casa. No si antes pasar por la Clínica 7, donde siempre me llegaban los recuerdos. El cruzar por enfrente de esta clínica del IMSS (instituto mexicano del seguro social); Ahí empezaron mis calvarios con los Doctores y Doctoras que trabajaban en esta clínica familiar. Desde inyecciones de todo tipo así como infinidad de recetas de pastillas. Mucha penicilina en mis trasero por varios años, creo que por eso no me gustan los hospitales. Inyecciones para el oido, para las reumas, por inquieto, y para lo que se le ocurriera a los doctores, estaba a su disposición. Pareciera que fuera un niño enfermizo...creo que si tuve algunas dificultades al crecer, pero parecía un niño normal para todos. Aunque la opinión cambiaba cuando les contaba de mis experiencias con otros seres, ahí si pensaba que algo andaba mal en mi cabeza. Esa era una de la razones porque mi madre siempre se preocupaba mas por mi, ya que desde pequeño tuve cuidado especiales. Un día jugando con mi hermana, que es un año menor, me partí casi por completo la lengua; cuando caí, mi boca golpeo la punta de una mesa que teníamos en el centro de la sala. La lengua me quedo colgando de una orilla, por suerte se sostuvo de un lado. Después de muchos años supe que esa noche que me quede en el hospital, tuve el primer contacto con estos seres, posiblemente "Angeles". Ellos cerraron mi herida para sorpresa de los Doctores. Después de unos años tuve otros problemas para pronunciar la doble "rr", así como la "ñ".

Antes de entrar a la primaria fue otra preocupación mas para mama ya que la directora de la escuela no quería recibirme si no pronunciaba bien las palabras que llevaran doble “rr” y “ñ”. Tenia tiempo para el examen, una maestra le comento a mi mama que me pusiera a leer en voz alta, así que todo lo que veía lo leía en voz alta; comerciales en la televisión, anuncios publicitarios en la calle, especialmente palabras con esas dobles consonantes. Ahí nació mi amor por la lectura que hasta la fecha sigue. Después vinieron los dolores de oido, reumas, y otras cosas mas. Como podía olvidarme de esta clínica que fue parte de mi niñez y siempre pasaba a un lado de ella todas las noches.

Faltaba poco para llegar a mi ultima parada, el Estadio Azteca, que por mucho tiempo fue donde jugaba mi equipo favorito el Atlante, aunque también jugaban otros 3 equipos mas de la capital; estaba ya a mi vista así como el puente de peatones que desemboca en los estacionamientos que están enfrentes de este coloso del futbol. Venia un poco distraído, normal en mi, siempre pensando, un grupo de personas caminaba rumbo a la glorieta Huipulco, en cualquier momento entraría en contacto con este grupo; los "con permisos" se oirían a montón así como los "gracias" y “de nada". Mi mayor sorpresa de esa noche venia en ese grupo, las sorpresas no habían terminado, al contrario esta iba a ser mayor que las otras dos que ya había olvidado por completo. No podía creerlo; el hombre de tez blanca, de ojos grandes, entre 30 y 35 años de edad, y casi calvo y con la cara limpia, venia en ese grupo. El hombre del autobús, el hombre de la calle monasterio paso a mi lado, codo con codo, el venia con la misma actitud, viéndome sin parpadear, sonriendo de oreja a oreja, al pasar a mi lado me saludo con su mano derecha, me miro intensamente. Sufrí un shock, mi cuerpo se paralizo totalmente por unos segundos. El paso muy campante, voltee de reojo y el hizo lo mismo, como si supiera que yo también lo iba a ser. El seguía sonriendo, acelere mi paso rumbo a la avenida Acoxpa, mire que mi camión estaba llegando a la parada, corrí y alcance a subir, el chofer se me quedo viendo con una cara de asombro. Encontré un asiento vacío, me senté, no dejaba de pensar en lo que me había pasado desde que salí de la escuela. En un momento sentí miedo, no sabia que seguía, cuando bajara del camión, todavía tenia que introducirme a la unidad para llegar a casa. No sabia lo que estaba experimentado, no tenia ni idea, era muy joven. Aunque confieso que fue la ultima vez que tuve miedo. Mi mayor preocupación era que me volviera aparecer este hombre cuando llegara a mi destino. Al bajar del camión no lo pensé dos veces cuando cruce la avenida Acoxpa hacia el otro lado de la acera. Corrí, corrí, con todas las fuerzas que tuve, no pare hasta llegar a casa. Entre agitado y mi mama se volvió a sorprender de mi llegada. No quise decir nada ya que nunca me creía y no quería que siguiera pensando que estaba usando drogas.

Años mas tarde supe que esta persona, que este hombre extraño, era mi "Angel de la Guarda", se había presentado ante mi de esa forma.

La Voz

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