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7 | El cerebro como objeto de estudio estratégico

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Uno de los programas de investigación científica de más largo alcance hoy es el estudio del cerebro. De un lado, por ejemplo, encontramos la Brain Initiative en Estados Unidos (http://www.braininitiative.org) y, de otra parte, en la Unión Europea, el Human Brain Project (https://www.humanbrainproject.eu/en/), dos proyectos equivalentes, cuyas diferencias son esencialmente políticas, a saber: hacer ciencia europea en un caso o bien hacer ciencia norteamericana. La ciencia está desde la modernidad hasta hoy fuertemente marcada por intereses de tipo nacional; estos intereses gatillan el avance del conocimiento y en otros, lo frenan. Ahora bien, mientras que esta es la norma en prácticamente todos los campos, es igualmente cierto que existen crecientemente magníficos programas de cooperación científica. La configuración de grandes bases de datos, el trabajo con estos y el desarrollo subsiguiente de la ciencia de grandes datos (big data science) ha sido, sin lugar a dudas, el factor que más ha determinado el trabajo cooperativo en ciencia en general.

Pues bien, muy recientemente se han formulado dos programas de investigación “nacionales” en torno al estudio del cerebro, con presupuestos específicos y regulares, y con fechas de cierre precisas. La psicología, las ciencias cognitivas, las ciencias del comportamiento, las neurociencias y las tecnologías aplicadas a estas son cinco áreas perfectamente entrecruzadas entre sí, y de una importancia estratégica, desde varios puntos de vista que confluyen y emergen a la vez del programa o de la iniciativa cerebro; Brain Initiative o Brain Proyect (Brain es el acrónimo que designa: Brain Research Through Advanced Innovative Technologies: “Investigación del cerebro a través de tecnologías avanzadas”). Otros programas de investigación dedicados al estudio del cerebro son el Blue Brain Proyect (http://bluebrain.epfl.ch) y The Human Connectome (http://www.humanconnectomeproject.org); y Connectome (http://www.humanconnectome.org).

El estudio del cerebro apunta a conocer su estructura y funcionamiento, algo sobre lo cual, si bien la ciencia ha ganado un amplio terreno, es demasiado lo que falta aún por conocer. Al fin y al cabo, la condición mínima a partir de la cual los seres humanos hacen algo o dejan de hacerlo es el conjunto de sus temores, ilusiones, deseos, fantasías, creencia, frustraciones, angustias y relaciones con el entorno y con el mundo circundante. Es en el cerebro donde se incuban todas estas instancias. Literalmente, el estudio del cerebro habrá de permitir comprender las creencias, ilusiones, temores, angustias, esperanzas y demás —dicho rápidamente, el mundo de la subjetividad, que verosímilmente nace en el cerebro— de los seres humanos, y así, predecir y actuar sobre esas mismas creencias. La importancia política del tema no escapa a una mirada sensible.

Pues bien, a partir de —y en relación con— las iniciativas y proyectos e investigación sobre el cerebro han emergido algunos campos singulares directamente vinculados o extensiones de las investigaciones en curso. Los más importantes de estos campos son los siguientes:

 Neuropsicología: estudia las relaciones entre los procesos mentales y los comportamentales, directamente vinculados con el conocimiento del cerebro. El neuropsicólogo elabora el diagnóstico y tratamiento de los problemas cognitivos, de comportamiento y emocionales que pueden ser el resultado de procesos en el cerebro.

 Neuroética: originariamente vinculada a la bioética y a las neurociencias, la neuroética consiste en el estudio de los valores, principios y comportamientos éticos y no éticos que tienen los individuos, de modo que puedan elaborarse diagnósticos y explicaciones acerca de por qué y cómo determinados individuos y colectividades actúan con base en tales criterios éticos, o bien en aquellos otros. No en última instancia se trata de conocer los valores éticos y morales que se anidan en el cerebro de grupos y sociedades.

 Neuroderecho: el sentido de una acción estaría anidado en el cerebro. Así, se trata de estudiar por qué existen patologías jurídicas, comportamientos ilegales, comportamientos antiéticos, y tendencias a subvertir la ley con una u otra justificación. El neuroderecho permite conocer y anticipar conductas delictivas, a partir del estudio del funcionamiento del cerebro en determinados ámbitos sociales, económicos, religiosos o militares.

 Neuromarketing: ¿por qué hay un tipo de consumidores y no otros? ¿Por qué hay ciertas preferencias, cómo y por qué cambian? ¿Cómo son los sentidos afectivos y emocionales que permiten el consumo o lo inhiben? ¿Cómo surgen y se mantiene los gustos de las personas? Estos son algunos de los ejes del neuromarketing. Todo a partir de determinados estímulos de mercadeo (combinados con propaganda, publicidad y diseño).

 Neurociencias sociales: es el conjunto de estudios dedicados a las estructuras, comportamientos y consecuencias sociales de creencias compartidas, de conflictos de creencias y de opacamiento así como del surgimiento de creencias en el marco de la sociedad y la cultura. Son relativamente numerosas las ciencias y disciplinas que confluyen y a la vez alimentan este campo, y no todas precisamente de las ciencias sociales y humanas. Sin la menor duda, esta constituye una de las aristas más importantes de la investigación científica y filosófica a futuro.

 Neuroeconomía: de entrada, este grupo de ciencias o enfoques se concentra en la interfaz entre el sistema biológico de los seres humanos y sus comportamientos, poniendo énfasis en las relaciones entre el sistema hormonal y el sistema neurológico. De esta suerte, el cruce entre afectos y emociones con procesos cognitivos y mentales se erige como base para la comprensión del mundo social. Más puntualmente, el interés radica en la forma como los comportamientos sociales están marcados o influidos por el sistema inmune, el sistema endocrino, los procesos de metabolización y los aspectos mentales e intelectuales.

 Neuroeducación: establecer por qué hay individuos y grupos que aprenden rápidamente y otros más lentamente es el objeto de base de las preocupaciones de la neuroeducación. De esta suerte el aprendizaje y la didáctica deben poder encontrar en las neurociencias (es decir el estudio del funcionamiento del cerebro) las razones mismas de la pedagogía. En ninguna área es tan evidente que el aprendizaje y el funcionamiento del cerebro forman un todo integrado que habrá de determinar las capacidades, las habilidades y las destrezas de los estudiantes o aprendices.

 Neuropolítica: Una de las áreas más sensibles de las aplicaciones de las ciencias neurológicas se refiere a la política en general; esto es, todos los gestos, gustos, comportamientos e ideas acerca del poder, las alianzas, las relaciones, la aceptación del statu quo, el rechazo de este, y otros aspectos concomitantes. En una palabra: quién es amigo del sistema y quién no lo es, tanto como quien podría no serlo. La ciencia de grandes bases de datos, el uso de las tecnologías sociales, internet y machine learning y deep learning, las redes sociales y las tecnologías de comunicación (celulares, etc.) resultan capitales en este plano. La idea aquí no es tanto diagnosticar comportamientos, como leer la mente de los usuarios y ciudadanos, y entonces anticipar comportamientos.

Existe, naturalmente, una muy fuerte imbricación entre los campos antes mencionados. Ahora bien, si en todas las áreas mencionadas el uso de las nuevas tecnologías es determinante, en ninguno lo es tanto como en la neuropolítica. En todos los casos el afán es finalmente uno solo: conocer el cerebro para controlar comportamientos; conocer el cerebro para predecir conductas, individuales y de mediano y largo alcance.

¿El cerebro? Una observación puntual se impone. En realidad, los seres humanos poseen tres cerebros ensamblados en una sola unidad. Estos tres cerebros son el reptiliano (emociones), el sistema límbico (sentimientos) y el neocórtex (ideas y conceptos). No es evidente que las grandes, las mejores y las más altas decisiones tengan lugar en el neocórtex. Las emociones —y valga mencionar el actual llamado a considerar la inteligencia emocional de cada quien y de las organizaciones— se concentra en el sistema límbico, específicamente en el hipotálamo lateral. Las emociones son eminente y distintivamente cerebrales; las pasiones, por el contrario, ese ámbito que fue desplazado a lugares muy secundarios en la ciencia, la educación y la cultura contemporáneas, no son tanto de carácter cerebral como corpóreo. El pensar puede involucrar —como es efectivamente el caso— las emociones, pero el pensar se enraíza fuertemente en las pasiones. Un capítulo que aún espera mejores y mayores espacios de estudio, hoy.

Vivimos una época que es verdaderamente una bisagra, y en ella, el estudio del cerebro resulta estratégico desde muchos puntos de vista. Asistimos apenas a los primeros atisbos de lo que se viene por delante. Relativamente al programa inmediatamente anterior, y aún vigente, de investigación que fue el Proyecto Genoma Humano, el proyecto o iniciativa Brain es, muy de lejos, bastante más importante estratégicamente, desde numerosos puntos de vista.

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