Читать книгу Formas dignas de co-existencia - Carlos Enrique Corredor Jiménez - Страница 21
La emergencia de la dignidad como categoría social: formas dignas de co-existencia
ОглавлениеEs innegable que los discursos desarrollistas contemporáneos, que provienen de las corrientes emancipadoras del Sur —donde, en algunos casos, se enmarca el buen vivir—, han permitido fortalecer y contener en varios escenarios este tipo ideal, este deber ser del buen vivir. Estamos refiriéndonos a ese enfoque antipatriarcal, antiimperialista, anticolonial. Estas lógicas merecen ser revisitadas, merecen ser cuestionadas en el buen sentido, teniendo en cuenta que muchos de sus argumentos o de sus formas de legitimación dependen de la presencia de otro, el otro que se vuelve el culpable; sin ese culpable, la víctima no existe. Y si bien podríamos dar toda una disertación desde la teoría política sobre estas relaciones de poder, de tantas formas de prolongarlas —a veces, de manera inconsciente—, por ahora es más valioso tener en cuenta que el referente de las formas dignas de co-existencia no se liga, no se vincula, a este tipo de enfoques, no entra en ese juego de poder, de resistencia, por las cuales se adoptan dichos enfoques para validar y legitimar una lucha social o una postura política.
Las formas dignas de co-existencia resultan de la construcción colectiva entre organizaciones sociales y académicos, quienes a través de la Cátedra Unesco de Desarrollo Integral sostenible venimos trabajando y procurando generar vínculos de conectividad entre el campo y la ciudad, la comunidad y la ciencia. De estas discusiones surgen las formas dignas de co-existencia como categoría social, al indagar sobre el sentido que tienen en Colombia el discurso desarrollista y la narrativa del buen vivir, así como tiene sentido en Bolivia o en Ecuador, y su instrumentalización a través de sus cartas políticas.
En nuestro país, la discusión del sentido de la aplicabilidad de la idea del buen vivir es aún muy precaria. Eso responde a varios factores. Uno de ellos, podría decirse, es la escasa consolidación de la nación colombiana con principios orientadores claros y con un sistema ético de valores con la contundencia suficiente y fortalecido para que las ideas —como lo son las formas de vivir bien en un territorio compartido, de generar condiciones favorables para que cada ser en el territorio colombiano pueda gozar de un ambiente sano, de un buen trato y de una estructura de gobierno que se ocupe de garantizar la estabilidad y la flexibilidad necesarias— sean capaces de materializarse en pro de un Estado armonioso coherente y justo para todos.
Además, así como no se ha dado una discusión profunda y juiciosa sobre el discurso desarrollista convencional —ese que viene acompañado de un sistema neoliberal capitalista que responde a una aparente hegemonía establecida, sobre todo, en este continente americano—, tampoco se han dado discusiones sobre asuntos, al parecer mejor entendidos o más cercanos a lo que sería eso de vivir dignamente en la diversidad y la complejidad de los territorios colombianos.
Apartándonos de la dualidad constante entre lo bueno y lo malo, la primera invitación que se hace, a partir de esta categoría de las formas dignas de co-existencia, es, específicamente, romper con la necesidad de calificar alguna cosa como buena o mala. Este modo de vivir dignamente es el mínimo de requisitos para existir en un territorio compartido, y esa primera precisión responde a varios espacios de intercambio de saberes que se han venido generando desde 2015 en Colombia, y que desde una mirada crítica y reflexiva procuran —o, mejor, provocan— la indagación sobre las formas y las lógicas por las cuales tomamos decisiones, generamos ciertas transformaciones o no; de nuevo, con el propósito de existir de una manera digna allí donde cada quién quiere ser y quiere estar.
Para quienes desde su vida cotidiana viven mediante buenas prácticas y co-existencias, la importancia de indagar sobre estas formas dignas de co-existencia reside en visibilizar —y, por tanto, reconocer— que las alternativas prácticas al desarrollo no necesariamente surgen de los gobiernos, sino que cada vez más comunidades y colectivos de personas han reflexionado en torno al cuidado de sí mismos, del otro y de la tierra como estrategia idónea para transformar de forma positiva la relación con el territorio. Así, muchos procesos y comunidades identifican el buen vivir como un discurso desarrollista alternativo, y sus expresiones en la praxis cambian según cada comunidad que lo vive y lo experimenta, pero no existe claridad frente al concepto, debido a la mitificación narrativa y el abuso conceptual.
Arturo Escobar insiste en que los movimientos sociales y las luchas contra el desarrollo pueden contribuir a la formación de núcleos de relaciones sociales problematizadas en torno a las que pueden surgir novedosas producciones culturales “[…] vale decir, la aparición de nuevas reglas para la formación de afirmaciones y visibilidades […] ello puede implicar o no nuevos objetos y conceptos; puede estar marcado por la reaparición de conceptos y prácticas hace tiempo descartadas […]” puede ser un proceso lento, pero también puede ocurrir con relativa rapidez (Escobar, 2012)7.
Dentro de nuestras discusiones surgen dos variables que confluyen en la categoría que aquí proponemos como formas dignas de co-existencia: 1) la dignidad, como derecho inalienable y búsqueda final, como mínimo óptimo, y 2) la co-existencia, que define el desafío de vivir en medio de la realidad múltiple, desafiante, cambiante y compleja de Colombia.
A partir de esto, hemos definido las formas dignas de co-existencia como estrategias implementadas desde las comunidades de base para propiciar y mantener una vida digna y un ambiente sano en el territorio. Esta categoría también responde a la búsqueda de una mejor comprensión de los procesos territoriales y en procura de dar soluciones a diversas problemáticas ligadas a la sostenibilidad de los ambientes urbano-rurales. Nuestros principales enfoques investigativos como Cátedra Unesco e investigadoras provienen del marco socioambiental y de la agroecología, en los cuales confluyen la necesidad de acercarse al sistema ecológico y a la dimensión cultural (relación sociedad-naturaleza), para entender las interacciones entre ambas dimensiones e implementar prácticas acordes con ellas. Enfoques que, desde luego, permean esta categoría emergente, y que también propenden por ayudar al esclarecimiento de estas búsquedas y propuestas.
Deconstruimos, pues, el desarrollo para darles espacio a las formas dignas de co-existencia, que, creemos, han existido desde siempre y son las que nos permiten resistir y re-existir, pese a los desastres, las guerras y las injusticias que, en nombre del desarrollo, el progreso o el éxito, se han venido forjando en las sociedades.