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Introducción

Por lejos que nos remontemos en el pasado de la educación, ésta aparece como inherente a las sociedades humanas. Ha contribuido al destino de las sociedades humanas en todas las fases de su evolución; ella misma no ha cesado de desarrollarse; ha sido portadora de los ideales humanos más nobles.

Edgar Faure, Aprender a ser

Todas las sociedades humanas se esfuerzan, por diversos medios, en transmitir a las nuevas generaciones los conocimientos, los valores, las costumbres y las técnicas que han conquistado desde el fondo del pasado hasta su propio presente. Esta educación se ha practicado desde la prehistoria, bien sea por medio de la comunicación oral o por las prácticas compartidas con quienes tienen amplia experiencia en ellas. La escritura comenzó a usarse hace solo unos cuatro mil años, con los sumerios, y ello constituyó una revolución de largo alcance para la comunicación de conocimientos, técnicas y valores. Aun así, durante siglos la escritura fue privilegio de las clases dominantes.

Las técnicas y los conocimientos adquiridos o inventados por las comunidades humanas fueron pasando de generación en generación por la vía de la educación. De hecho, lo que denominamos cultura tiene como una de sus dimensiones esenciales el que cada nueva generación se beneficia de los conocimientos, las técnicas y los valores que ya la sociedad ha descubierto o inventado. En efecto, si una comunidad sabe encender el fuego y conservarlo, ese conocimiento no se pierde, sino que se comunica y así se perpetúa. Si ya sabemos cómo encender el fuego, no hay que volver a descubrirlo, basta aprender. El hombre prehistórico creó innumerables artefactos (objetos de madera, percutores, piedras y huesos tallados) en los cuales dejó su huella, que es la que nos permite conocer los fines para los que se utilizaban. En el paleolítico el hombre prehistórico aprende a utilizar la piedra y los huesos como percutores, en el mesolítico mejora la utilización de la piedra, fabrica cerámica y comienza a llevar una vida de cazador y recolector, y en el neolítico inventa la agricultura, practica la ganadería y comienza algunas formas de vida sedentaria. Este último periodo representa una verdadera revolución cultural, pues el humano desarrolló entonces cierto sentido de amor a la tierra, la tierra fecunda que le da vida y sustento. La vida sedentaria lo induce a mejorar la vivienda, y de ese modo la organización de la sociedad se hace más estable.

La escritura

Hablamos de historia solamente desde que existe la escritura (la prehistoria, como tal, carece de este adelanto). Detengámonos, pues, en el descubrimiento de este hecho fundamental. Sabemos que fue entre los sumerios donde apareció la escritura, y que ellos la usaron inicialmente sobre ladrillos. En algún momento se dieron cuenta de que la impresión que se hace sobre la arcilla blanda subsiste e incluso se vuelve permanente después de que el barro es cocido y se endurece. Hacia el 3100 a.C. se produjo un adelanto importante en la ciudad sumeria de Uruk: la impresión comenzó a hacerse con un sello cilíndrico, es decir, mediante un rodillo de piedra. En el rodillo se tallaba una escena en relieve negativo, y luego el rodillo se aplicaba a la arcilla para reproducir la escena; esta acción podía repetirse sucesivamente. Estos rodillos se fueron multiplicando a lo largo de Mesopotamia.

Este tipo de escritura se usó para llevar el registro de cuentas (por ejemplo, la cantidad de cereales que se guardaban en los templos para periodos de escasez); de este modo, las tablillas de barro se convirtieron en la forma de conservar los cálculos. Al principio se usó una escritura pictográfica, es decir, basada en figuras; una cabeza de toro indicaba, por ejemplo, que se trataba de una cuenta relacionada con el ganado, mientras que una espiga indicaba que el registro era de cebada. Posteriormente la escritura comenzó a ser ideográfica, es decir, escritura de ideas (por ejemplo, el Sol podía representarse mediante un círculo con rayos). Poco a poco los signos se hicieron más abstractos o esquemáticos, hasta llegar a un punto en que las figuras ya no se parecían a las cosas que representaban. Esta escritura se denominó cuneiforme (en forma de cuña), pues se usaban marcas en forma de triángulo que semejaban cuñas. Para el 2700 a.C. los sumerios ya tenían una escritura estable, bien elaborada, que se ha reconocido como la primera que se desarrolló en la historia del hombre. Las tablillas de barro cocido se desconocían porque estaban bajo tierra, y por ello el descubrimiento de la escritura se atribuía a los egipcios. El sumerio fue descifrado por un arqueólogo llamado Samuel Kramer apenas en 1930.

Pero en realidad los egipcios, quienes vivían a lo largo de las orillas del río Nilo, en el África noroccidental, se enteraron del procedimiento de escritura de los sumerios y le realizaron mejoras. Los egipcios usaron el papiro para la escritura, pues esta planta proliferaba en las orillas del río; hicieron láminas del tallo del papiro, que resultaban más fáciles de manejar, y sobre estas láminas escribieron sus símbolos. A la caña del papiro se le llamaba byblos, nombre tomado del puerto de Biblos, pues allí fue donde los egipcios encontraron estas cañas. De ahí viene nuestra expresión Biblia (el libro). Asimismo, la palabra “volumen” viene de volvere, que significa enrollar.

Las hojas se fabricaban entretejiendo las cañas aplastadas de manera que formaran una especie de estra cuya superficie, una vez mojada, golpeada, alisada y seca, era apropiada para escribir. Estas hojas se pegaban unas a otras para formar tiras largas utilizadas en un “volumen” portátil, fácil de guardar y relativamente duradero. Este fue el antepasado de nuestro libro.1

Los egipcios, cuyos documentos más antiguos datan del 3200 a.C., crearon símbolos más elaborados y atrayentes que los de los sumerios. También inscribieron sus símbolos en monumentos de piedra y en las paredes internas de sus edificios. Se debe a Jean-François Champollion los inicios de la comprensión de la escritura egipcia, pues él logró descifrar la piedra Rosetta.2

Tanto en Sumeria como en Egipto las personas que escribían (los escribas) eran sacerdotes; de ahí que una de las consecuencias que trajo la escritura fue aumentar el poder de la clase sacerdotal. Los ideogramas de los sumerios fueron ya bastante numerosos (llegaron a ser hasta mil quinientos) y por tanto no muy fáciles de memorizar, por lo que los sacerdotes eran quienes leían, mientras que el hombre común no lo hacía. Aún no había aparecido la escritura alfabética, que fue descubierta por los cananeos. Los reyes también acrecentaron su poder con la invención de la escritura, pues podían llevar registro de las riquezas de sus súbditos. Igualmente, los comerciantes aprendieron a llevar las cuentas de sus negocios.

Es en el momento en que comienza a establecerse el capitalismo agrario cuando aparece el medio de fijarlo en una contabilidad escrita, y es también el momento en que se afirma la jerarquización social cuando la escritura construye sus primeras genealogías.3

Leroi-Gourhan afirma:

La aparición de la escritura no es fortuita; después de milenios de maduración en los sistemas de representación mitográfica, emerge con el metal y el esclavo, la notación lineal del pensamiento. […] El desarrollo de las primeras ciudades no corresponde sólo a la aparición del técnico del fuego sino que la escritura nace al mismo tiempo que la metalurgia. Aquí tampoco se trata de una coincidencia.4

Para los reyes sumerios la invención de la escritura significó la extensión de sus dominios hacia las civilizaciones que no poseían el nuevo invento. Por su parte, la ciencia de la historia se benefició con la invención de la escritura, pues pudo comenzar a llevar el registro de la vida de los reyes, así como de batallas, conquistas, rebeliones y desastres de la naturaleza. La potencialidad de la escritura se hace infinita y abre la vía para el conocimiento minucioso del pasado, pues para hacerlo ya no dependemos de artefactos arqueológicos, sino de signos escritos. Antes del 2800 a.C. los registros de los sumerios estaban mal conservados. Pero quedan restos del poema épico Gilgamesh, en el que se narra la historia de un gran diluvio, modelo de la narración que luego aparecerá en el Génesis bíblico.

En la ciudad de Pérgamo, en Asia Menor, se creó el pergamino. Legendariamente se le atribuye al rey Euménes II (que reinó entre 197-159 a.C.), quien quería hacer de su ciudad un importante centro cultural griego. Dado que el faraón egipcio dejó de enviar papiros a Pérgamo, en esta ciudad se comenzó a recurrir al pergamino. Para ello se utilizó piel de oveja y de cabra, la cual se limpiaba, estiraba y alisaba. En esta piel así preparada se podía escribir por ambos lados. También se utilizó piel de vaca y de ternera, a la que se denominó “vitela” (de vitella: ternera), con la cual se producía un pergamino más fino. El pergamino, como escribe Boorstin, “fue el mayor avance en la tecnología del libro con anterioridad a la imprenta”.5

En el siglo ii a.C. se dejó atrás la técnica de unir las hojas del papiro en rollos, que eran demasiado largos y engorrosos, y se empezó a formar códices, es decir, a superponer una hoja tras otra y así formar un libro: un volumen de páginas encuadernadas. Esta técnica es más fácil de manejar. “El códice dio lugar a una hueste de dispositivos de referencia: portada, sumario, numeración de las páginas, índice”.6 Durante algún tiempo se transcribieron libros de los rollos de papiro a los códices en pergamino.

Los chinos llegaron a fabricar papel, aunque un tanto rudimentario. Lo hacían de trapos, restos de redes de pescar y hojas de morera. En fecha tan temprana como el año 105 d.C., el consejero imperial Ts’ai Lun hizo papel para el emperador. Luego, a través de prisioneros de guerra, esta técnica de fabricación de papel pasó a los árabes. En Bagdad, en el año 800, el califa Harun al-Rashid hacía que le fabricasen papel.7 Gracias a los árabes, este tipo de papel pasó a España y luego se difundió por toda Europa. En la América precolombina, los mayas tuvieron un sistema de escritura de tipo jeroglífico. La mayor parte de lo que se conoce de su escritura se relaciona con el calendario: en sus glifos aparecen números, registros de hechos astronómicos, cambios de estación y fases del tiempo. Por su parte, los incas utilizaron un sistema de nudos para trasmitir información.

Las redes del saber educacional

Consideremos el campo semántico relacionado con los siguientes términos: pedagogía, educación, filosofía y filosofía de la educación, e inicialmente abordemos el significado del término pedagogo, que viene del griego παίδαγογος (paidagogos).

La educación del niño griego en las letras, la música y en las habilidades físicas necesitaba normalmente viajes diarios entre la casa y los diferentes establecimientos de enseñanza, ya fuese la escuela, la palestra o el gimnasio. Para protegerlo del peligro, tanto físico como moral, era confiado al cuidado de un esclavo de confianza de la casa, que lo conducía de un lugar a otro, y que era conocido como el paidagogos.8

El trabajo del pedagogo se prolongaba hasta que el joven adquiría independencia. Así, por ejemplo, Zopyros fue el pedagogo de Alcibíades. Diógenes Laercio, en su Vida de los filósofos, indica que Diógenes el cínico fue pedagogo privado de los hijos de Xenias de Corinto, del cual era esclavo. El pedagogo no sólo acompañaba a los niños a la escuela, sino que además, con frecuencia, repetía en la casa la clase a la que había asistido el niño; “repetidor de los niños, era un esclavo, y a menudo extranjero”.9

En griego, al maestro se le denomina didaskalos, palabra derivada de didascalia, cuya mejor traducción posible es “asuntos relacionados con la instrucción”. En griego bizantino, el significado era el de “asuntos escolásticos”.10 Por otra parte, disciplina,

una palabra usada en el latín clásico como traducción de paideia (“educación” en griego) llegó a significar “corrección” o “guía”. Y doctrina, que había significado “cultura general”, se convirtió en “conocimiento superior”, “sabiduría”.11

La palabra educación se ha interpretado en dos sentidos, según su etimología: uno, del verbo latino educere, que significa “conducir desde... hacia” (llevar hacia afuera), y otro del verbo latino educare, que significa criar, alimentar, nutrir. Esta interpretación da a entender la educación como un proceso directivo de adaptación, mientras que la primera, educere, significaría más bien que es el propio educando el verdadero agente del proceso formativo. En un sentido más amplio, la educación general es la enciclopedia: “Cicerón fue el primero en designar con el nombre de ‘artes liberales’ al sistema pedagógico que el griego llamaba educación general u ordinaria (egkyklios paideia)”.12

En el orbe cristiano, Clemente de Alejandría escribe una obra denominada Paidagogos, palabra que “seguía empleándose en su acepción original y clásica del sirviente que esperaba al niño para acompañarlo a los distintos lugares de enseñanza”. Ahora Cristo es presentado como paidagogos: “el modelo en el que el hombre halla su ejemplo”.13

Ya en el siglo xviii, Kant denomina pedagogía (Pädagogik) a la “teoría de la educación”,14 y la divide en educación física, que se refiere a los cuidados que hemos de tener para con el niño, educación o instrucción escolástica y educación práctica o moral. Kant denomina didáctica a la parte de la pedagogía que se circunscribe a la instrucción, y en ella destaca el desarrollo de las habilidades. Posteriormente, y después de Herbart,

[…] la pedagogía ha sido la ciencia que se ha ocupado de la educación; sin embargo, las investigaciones de diferentes aspectos de la educación se han multiplicado [...] de acuerdo con diferentes necesidades e intereses y desde diferentes ángulos. La proliferación de esa investigación ha puesto en duda el uso del término “pedagogía”.15

Existen diferentes ramas del saber humano que de uno u otro modo contribuyen al estudio de la educación (y que conforman lo que se denomina “redes del saber educacional”): pedagogía, didáctica, psicología de la educación, sociología de la educación, historia de la educación, y filosofía de la educación, que es nuestro tema en este libro. Nótese, además, que no solo hay varias redes del saber humano que estudian la educación, sino que existe también un uso múltiple de los términos educación y pedagogía; ese uso múltiple depende de variaciones históricas, culturales e incluso individuales, pues puede cambiar de un autor a otro.

Esta pluralidad de saberes obedece al hecho fundamental de que la educación es una realidad compleja y, por tanto, de muchas dimensiones. La educación es un proceso y una institución social ligada a la cultura, que se transforma históricamente; pero es también un proceso individual en el que la persona se socializa y tiene la oportunidad de desarrollar sus potencialidades humanas. El término educación es mucho más amplio que el término pedagogía. A cada una de las dimensiones de esta realidad compleja que es la educación corresponde un saber determinado. Como institución social, la educación es estudiada por la sociología de la educación. Ya que la sociedad y la cultura cambian y se transforman, a veces radicalmente, entonces la educación es estudiada por la historia de la educación. Como la educación implica un proceso de aprendizaje, entonces la psicología de la educación nos enseña qué es el aprendizaje y cuáles son los mejores modos de aprender (véase la tabla 1). Es preciso notar que las ciencias y los saberes tienen cada uno un objeto bien delimitado y un método apropiado; no puede haber dos ciencias con el mismo objeto y con el mismo método. La pedagogía se delimita como objeto específico de investigación solamente en la modernidad; de hecho, “Dilthey afirma que de Comenio a Herbart (entre los siglos xviii y xix) se produjo el progreso de una didáctica científica a una pedagogía científica”.16 La pedagogía delimita su saber en el amplio campo de la educación, centrándose en la enseñanza; asimismo, se considera que es maestro quien posee una ciencia y un arte que le permiten saber enseñar bien.

La pedagogía [es entendida] como el discurso que posibilita al maestro el soporte de un saber específico, circunscrito a las prácticas que tienen lugar en las prácticas del saber, y como el lugar teórico que conceptualiza tanto acerca de la enseñanza como de las múltiples relaciones conceptuales y prácticas con las cuales entra en relación la enseñanza.17

Tabla 1. Realidad compleja de la educación y saberes que la estudian

Redes del saber educacional Objeto
Historia de la educaciónCambios y transformaciones de la educación
Sociología de la educaciónProceso de la educación e institución social
Psicología de la educaciónAprendizaje
PedagogíaEnseñanza
Filosofía de la educaciónFundamentos epistemológicos y axiológicos
Política de la educaciónMisión educativa del Estado

James Bowen, al inicio de su monumental Historia de la educación occidental, afirma que “la educación se ocupa de la preservación de una conciencia social y cultural, así como de la transmisión de una tradición informativa que constituye la base de la civilización”.18 Con esta definición el autor delimita el objeto de su investigación (la historia de la educación) como un proceso cultural y una institución social, tal como se señaló anteriormente. La dimensión personal de la educación como proceso formativo no se percibe en dicha definición porque este aspecto corresponde más a la psicología y a la filosofía.

Existe otra rama del saber que es cada vez más necesaria: la política de la educación, que tiene por objeto la gran misión educativa del Estado (tema sobre el cual Platón fue el primero en teorizar). El Estado tiene que valerse de los expertos en las redes de los saberes educacionales para programar e implementar una adecuada política educativa.

Podemos concluir que la educación es la formación de los seres humanos mediante la cual estos se benefician de la cultura de la sociedad y se ponen en situación de crear nueva cultura y transformar la sociedad. La pedagogía es una parte de la red de los saberes educacionales cuyo objeto propio es la enseñanza, sus métodos y estrategias. El término metafórico redes del saber educacional alude al hecho de la complejidad de la educación y, en consecuencia, a la necesaria complementación de estos saberes para el logro de los fines de la educación.

La filosofía

El término filosofía también es de origen griego (φιλοσοφία), y proviene de philia: amor y sophia: sabiduría, o sea, “amor a la sabiduría”. Sabio, dirá Platón, sólo es Dios; el ser humano sólo es “amante del saber”. Se atribuye a Pitágoras de Samos una frase en la que aparece por primera vez el término filósofo:

Comparaba la vida humana a un concurso festivo de todas las gentes, pues así como unos vienen a él a luchar, otros a comprar y vender, y otros, que son los mejores, a ver, también en la vida unos nacen esclavos de la gloria, otros, cazadores de haberes, y otros filósofos, amantes de la virtud.19

Aristóteles definió la filosofía como el saber de los primeros principios y las primeras causas de todas las cosas. Las ciencias se ocupan de las causas inmediatas de las cosas, y la filosofía de las primeras causas y los primeros principios. Existen principios que son comunes a todas las ciencias, como el principio lógico de no contradicción (hay contradicción cuando afirmamos de una misma proposición que es verdadera y falsa al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto). A la filosofía corresponde estudiar los principios que todas las ciencias usan pero que ellas mismas no elucidan. Aristóteles vio claro que los primeros principios no se demuestran sino que se ponen en evidencia. Si los principios primeros se demostrasen, necesitaríamos otro principio para demostrarlos, entonces ya no serían primeros principios, sino segundos. “Lo que se llama sabiduría se ocupa de las causas primeras y de los principios”.20

La filosofía es un saber que se vale principalmente de un lenguaje conceptual. La formulación de conceptos, la enunciación de proposiciones, la organización de argumentos son funciones de la lógica, y esta es la que le da una estructura conceptual al lenguaje filosófico. De ahí que Platón consideraba la filosofía como dialéctica, es decir, razonamiento. Este aspecto lingüístico es hoy de considerable importancia en el modo de entender la filosofía, como se puede apreciar en esta definición de la actividad filosófica: “La filosofía es el intento de expresar, mediante un trabajo sobre el lenguaje, el sentido que el hombre da a su experiencia, a su condición, a su historia, a este ‘mundo’ en que vive y a las relaciones que mantiene con él”.21

La filosofía no estudia solo los principios del conocimiento (epistemología) sino además los valores fundamentales o principios éticos (ética). Hay, pues, distintas redes del saber filosófico. Descartes, en el siglo xvii, utiliza la metáfora del árbol del saber para explicitar la finalidad de la filosofía: el tronco del árbol del saber es la física, todas las grandes ramas son las ciencias, y las raíces son los principios a cuyo saber se dedica la filosofía; esta es entonces un saber radical, va a las raíces del saber humano. En el siglo xix los positivistas sostuvieron una posición agnóstica al decir que no hay principios del conocimiento humano y que la filosofía, si quería existir, debía ser filosofía científica. La filosofía quedaba así anulada o se convertía en ancilla scientiae, sierva de la ciencia. El saber humano tiene presupuestos que son comunes a las distintas ciencias. Así, todas las ciencias buscan verdades, pero ninguna se detiene a considerar qué es la verdad y cuáles son los criterios de la verdad. La filosofía es ciencia de la verdad y de sus criterios. De modo que no es tan fácil pretender anular la filosofía de un plumazo. Después de que los positivistas pretendieran anular la filosofía, esta resurgió vigorosa en movimientos tan importantes como el marxismo, la fenomenología de Husserl, la filosofía de la vida de Bergson, la filosofía de la existencia de Jaspers, Sartre o Heidegger, el pragmatismo de Charles S. Peirce, Dewey o Rorty, la filosofía lingüística de Wittgenstein, la filosofía latinoamericana de la liberación, o el pensamiento tardomoderno de Foucault, Derrida o Deleuze.

La filosofía de la educación investiga los principios epistemológicos, antropológicos y éticos que son necesarios para fundamentar la actividad educativa de los seres humanos. En otras palabras, las distintas ramas de la filosofía ayudan al esclarecimiento de los fundamentos de la educación. Dado que la educación implica una actividad cognoscitiva, la filosofía contribuye a elucidar los fundamentos de la educación analizando en qué consiste el conocimiento, cuál es el criterio de la verdad del conocer y cuáles son las mejores formas de comunicar ese conocimiento a los demás. La educación no implica sólo conocimiento, sino además formación y autoformación, los cuales, a su vez, implican valores. La rama de la filosofía que se ha denominado ética estudia los valores morales. y contribuye a esclarecer los fundamentos de la educación mostrando los principios éticos y los valores más importantes que deben hacer parte de la formación humana. La estética es una rama de la filosofía que estudia los valores artísticos. La sensibilidad estética es un valor esencial que la educación debe poder desarrollar. De este modo la filosofía contribuye con los fundamentos de la educación mostrando las bases o principios de la actividad artística, los criterios estéticos que utilizamos en la apreciación de las obras de arte y las maneras de comunicar ese legado artístico de la humanidad a las nuevas generaciones. Sobre todo, como decía a finales del Renacimiento Miguel de Montaigne, la educación forma hombres, seres humanos, y no meramente especialistas en tal o cual rama del saber. Por tanto, debemos saber qué tipo de ser humano queremos formar. La antropología filosófica estudia el ser y la condición del hombre, y de esta manera contribuye enormemente a esclarecer los fundamentos de la educación. Desde la visión filosófica del ser humano y de los valores cognoscitivos, éticos y estéticos, podemos otear el horizonte de ideales que la educación puede y debe promover.

Por todo lo anterior no es casual que los filósofos se hayan detenido en el estudio de los principios epistemológicos, lógicos, éticos y estéticos de la actividad educativa de los seres humanos. Así, Platón, en La República y Las leyes, presta gran atención al tema de la educación; Aristóteles se interesa en la comunicación de los principios éticos a las nuevas generaciones, como parte esencial de la vida ciudadana (la vida de la polis); Cicerón y Quintiliano en Roma se ocuparon de la educación del hombre elocuente, que para ellos era el ideal educativo; San Agustín, ya bajo el cristianismo, estudió cómo puede formarse al ser humano en los principios de la doctrina cristiana; los humanistas del Renacimiento dieron un impulso decisivo a la educación como autoformación, y así la lista de filósofos que se ocupan de la educación puede continuarse hasta el presente.

Con frecuencia, las filosofías de la educación de los grandes filósofos son aplicaciones cuasi-deductivas de los principios filosóficos que ellos sustentan; tal es el caso de Platón, Aristóteles, Agustín, Tomás de Aquino, Kant o Hegel. Esto, sin embargo, no necesariamente tiene que ser así. Herbart desarrolló toda su filosofía en función de la pedagogía. Dewey consideró que la filosofía es la filosofía de la educación, es decir, que toda la filosofía gira en torno a los problemas de la educación. Paulo Freire también dedica toda su reflexión y praxis a la educación.

No todos los problemas que en uno u otro momento de la historia de la filosofía de la educación se consideraron pertinentes siguen siéndolo para la filosofía. La principal razón es que muchos temas han pasado a formar parte de alguna ciencia determinada, y no hay razón para que la filosofía “llueva sobre mojado”. Así, el debate entre platónicos y aristotélicos acerca de si hay ideas innatas o no es un problema de la psicología. La teoría del aprendizaje se ha desarrollado mucho en la ciencia psicológica, y está de más que la filosofía vuelva sobre ello. Lo que sí puede suceder es que las dos posiciones (innatismo y empirismo) vuelvan a reflejarse en las teorías psicológicas, por científicas que ellas sean. Asimismo, el tema del desarrollo de la personalidad pertenece a la ciencia psicológica, y la filosofía puede dejar sus intuiciones para un desarrollo más sistemático en dicha ciencia. En cambio, la ética y la epistemología siguen siendo fortalezas de la filosofía.22

La presente obra elabora en forma histórica lo que ha sido y es la filosofía de la educación en el pensamiento occidental. Se centra exclusivamente en el pensamiento filosófico educativo, y no en las instituciones en las que han tomado cuerpo los procesos educativos. Esto último es más bien tarea de la historia de la educación, como lo muestra claramente esa excelente obra que constituyen los tres volúmenes de la Historia de la educación occidental de James Bowen. Mi libro se escribe desde una filosofía de la educación en la tardomodernidad porque, aunque cubre la historia occidental del pensamiento filosófico-educativo, esta historia viene iluminada desde los nuevos planteamientos que en la tardomodernidad se han hecho. Por ejemplo, he tenido muy en cuenta las filosofías de Michel Foucault, Pierre Bourdieu, Jacques Derrida, Lev Vigotski, Edgar Morin, etc. Estas teorías no solo iluminan el presente, sino que además permiten una mirada teórica hacia el pasado del pensamiento occidental y contribuyen a pensarlo de forma nueva. Otra característica de esta obra es su atención a los pensadores latinoamericanos de la educación: el venezolano Simón Rodríguez, el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el cubano José Martí, el brasilero Paulo Freire, etc. Finalmente, pero no menos importante, el hecho de que la exposición sea histórica no implica que no haya una toma de posición de parte mía acerca de los temas y problemas que en esta obra se tratan. La filosofía es siempre una toma de posición, todo lo racional y razonable que se quiera, pero el compromiso es ineludible.

1 Daniel Boorstin, Los descubridores, Barcelona, Crítica, 1987, p. 504.

2 “El 19 de julio de 1799, se descubre la llamada piedra de Rosetta. […] En ella se contiene el texto de un decreto de Ptolomeo V en tres versiones: jeroglífica, demótica y griega. Desde ese momento las investigaciones disponen por lo tanto de la lengua que estos textos, por entonces aún incomprensibles, transcriben”. Louis-Jean Calvet, Historia de la escritura. De Mesopotamia hasta nuestros días, Buenos Aires, 2007, p. 94.

3 André Leroi-Gourhan, Le geste et le parole, París, Albin Michel, 1964, p. 253.

4 Ibíd., pp. 252-253.

5 D. Boorstin, Óp. cit., p. 505.

6 Ibíd, p. 506.

7 Ibíd.

8 Stanley Bonner, La educación romana, Barcelona, Herder, 1984, p. 60.

9 Mario Alighiero Manacorda, Historia de la educación, México, Siglo XXI, 1987, vol. I, p. 75.

10 Iván Illich, En el viñedo del texto. Etología de la lectura: un comentario al Didascalicon, de Hugo de San Víctor, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 17.

11 Ibíd, pp. 25-26.

12 Esteban Tollinchi, La metamorfosis de Roma, Río Piedras, Editorial de la UPR, 1998, p. 177.

13 James Bowen, Historia de la educación occidental, 4.ª ed., Barcelona, Herder, 2001, vol. I, p. 338.

14 Immanuel Kant, Pedagogía, Madrid, Akal, 2003, p. 45.

15 Jacinto Ordóñez, Introducción a la pedagogía, San José de Costa Rica, Universidad Estatal a Distancia, 2004, p. 308.

16 Olga Lucía Zuluaga, Pedagogía e historia, Bogotá, Siglo del Hombre, 1999, p. 51.

17 Ibíd, p. 14.

18 J. Bowen, Óp. cit., p. 15.

19 Diógenes Laercio, Vida de los más ilustres filósofos griegos, Madrid, Orbis, 1987, p. 103.

20 Aristóteles, Metafísica, 981b.

21 André Noiray (ed.), La filosofía. De Hegel a Foucault. Diccionarios del saber moderno, Bilbao, Mensajero, 1976, p. 277.

22 Para una discusión actual del concepto de filosofía de la educación, véase Michel Fabre, “¿Qué es la filosofía de la educación?”, en: Jean Houssaye (comp.), Educación y filosofía. Enfoques contemporáneos, Buenos Aires, Eudeba, 2003. Para una problematización reciente de la historia de la educación, véase Manuel Ferraz Lorenzo (ed.), Repensar la historia de la educación. Nuevos desafíos, nuevas propuestas, Madrid, Biblioteca Nueva, 2005.

Filosofía de la educación

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