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Vaivén
ОглавлениеRegresar o ir: esta es la cuestión que gira en torno de las percepciones acerca de la infancia: retrotraer el lenguaje hacia una lengua ventral y visceral –lo que parece imposible– o desplegarlo en un presente siempre actualizado, con una invención incesante. La literatura de infancia bien podría ser esa narración que insiste en crear una brecha al interior del tiempo voraz y apresurado, lineal y mortal, para encontrar por dentro, al horadar el segundo que insiste en pasar, un instante de detención para indagar allí sobre lo mínimo, lo ínfimo, lo inútil, lo inadvertido o ignorado. Se trata, sobre todo, de señalar la distorsión de la experiencia del tiempo que los conceptos proverbiales de las disciplinas niegan o no encuentran –porque no buscan, porque no miran, porque no escuchan–; esa disonancia entre inocencia y astucia, entre tiempo libre y tiempo muerto, entre el mundo a los pies o el mundo demasiado ancho y lejano, la infancia que se hace y la que se deshace, la de los siglos incalculables, la del tiempo desmesurado o el tiempo desesperado. Porque no son las formas del ser –ni las del conocer o reconocer al ser– las que nos dirán qué hay en la infancia, sino tal vez las formas de estar y las formas del hacer las que nos abrirán las puertas a un pequeñísimo descubrimiento; no se trata de la dicha o la desdicha de ser o no ser niño. Es decir: la infancia no es la niñez –aunque a veces ambas compartan la oportunidad de un mismo tiempo cronológico–, sino una experiencia de la intensidad –y no de la duración– que puede o no acontecernos a lo largo de la vida.