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Segunda epístola a los santalucenses

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Hermanos:

Desde ese día en que Juanelí les contó a los feligreses cuál era mi sobrenombre, los clemencianos empezaron a llamarme Jacharrata. Al principio, lo confieso, me molestó, pero la paciencia clemenciana me dio humildad y me hizo entender que ese era mi destino. Les cuento esto para que ustedes, con mi ejemplo, aprendan. Así que Antonio, mi antiguo nombre, ya no vale. La historia me absolverá como el apóstol Jacharrata, el apóstol clemenciano que ha vuelto a Santalucía para anunciarle al mundo la verdad, la única y la última verdad.

Les escribo para que todos los santalucenses estén advertidos y se sientan orgullosos de pertenecer a la tierra donde predicó el Elegido. En verdad les digo, Santalucía es la tierra santa que vio nacer a la Profeta y a su santo nieto. En verdad lo digo. Lo repito, esta es la última y única verdad que existe. Más allá no hay más. Estos sermones de gozo que les entrego son palabras curanderas. Léanlos y dejen que sane aquello que les causa mal o que los tiene al borde de la muerte. Paren de sufrir.

Como ya les he dicho, me acusaron de un delito que no cometí. Es cierto, yo era el tesorero de la iglesia. Quizá, puede ser, haya cometido algún descuido matemático. Pero ¿quién no comete algún error en esto de las tablas de multiplicar? ¿Acaso es contra la ley cometer una equivocación numérica? Si fuera así, miles de estudiantes que reprueban matemática hoy estarían en la cárcel. No daré muchas explicaciones porque ya no tiene sentido retomar un asunto que caducó. Soy inocente y eso es lo que importa ahora. En ese entonces Juanelí me dio la mitad de las bendiciones monetarias de la santa iglesia y me dijo que saliera huyendo. Me exigió, eso sí, que no lo contactara por ningún motivo. Era lógica la petición. El Cocodrilo Leviatán es astuto. Si manteníamos comunicación la policía averiguaría en qué país estaba y eso debía ser un secreto.

Ha pasado el tiempo. Ya no existe el riesgo. Ya puedo buscar a Juanelí y ahora somos libres para juntarnos otra vez. Cuando la iglesia clemenciana haya sido reconstruida tendremos de nuevo bendiciones contantes y sonantes. Urge que así sea y urge que todos los santalucenses estén preparados. El tiempo está cerca. El Elegido también ha regresado. Vine a buscarlo y pronto lo encontraré.

Y ahora les dejo la gracia del segundo sermón que también será recordado por los siglos de los siglos.

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