Читать книгу La Chica Y El Elefante De Hannibal - Charley Brindley - Страница 20

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Esa noche esperé a que Yzebel durmiera profundamente antes de escabullirme.

Cuando llegué a la tienda de la esclava, el cesto de algodón y la rueca habían desaparecido. No sabía qué pensar, si bueno o malo, pero algo había pasado desde que pasé por allí con el pan antes del atardecer.

Me tomó un solo instante decidir qué hacer. Con la mano en el costado, corrí por el sendero que subía la ladera de Stonebreak Hill y entré en el bosque. Seguí el camino que Tin Tin Ban Sunia y yo habíamos tomado con la cesta de hilo y llegué a la cabaña solitaria donde vivía el gordo peludo.

La luz de la luna proyectaba sombras negras a lo largo del camino. Corrí hacia uno de los árboles y me apreté contra el tronco, escondiéndome tras él para ver la cabaña. Los únicos sonidos que se oían eran los ladridos de un perro en algún lugar del campamento principal y mi respiración jadeante. Nada se movía en ningún sitio. Corrí a otro árbol más cercano a la puerta principal y me quedé completamente quieta, escuchando. Nada, ni un sonido del interior.

Me agazapé al lado de la cabaña y me asomé a una ventana, pero estaba cerrada. Después, me dirigí a la parte de atrás y encontré otra ventana con los postigos abiertos. Me acerqué con cuidado al borde para mirar dentro, pero estaba muy oscuro. Pasé por debajo para mirar desde el otro lado, seguía sin ver nada. Me aplasté contra la pared y escuché. Percibí un sonido débil, como una respiración pesada, pero quizá era solo mi propia respiración entrecortada y el latido de mi corazón.

Si hubiera sido más valiente, me habría deslizado dentro y tratado de encontrar a Tin Tin Ban Sunia en la oscuridad, pero solo habría logrado que la golpearan de nuevo.

Corriendo de una sombra de árbol a otra, llegué al sendero y bajé al campamento completamente abatida.

La Chica Y El Elefante De Hannibal

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