Читать книгу La Chica Y El Elefante De Hannibal - Charley Brindley - Страница 21

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En Elephant Row, encontré a Obolus comiendo heno a la luz de la luna.

—Hola, Obolus.

Parecía no registrarme, buscaba más heno. El hecho de que estuviera tranquilo teniéndome cerca era buena señal. Y yo sabía lo que le complacería.

—Vuelvo enseguida.

Miré a ambos lados del sendero para asegurarme de que no había nadie, y corrí por el camino para coger un enorme melón de rayas verdes. Era tan grande que apenas podía con él.

Cuando volví a Obolus, levantó la trompa y abrió la boca, pero el melón era demasiado pesado y no lo podía levantar tanto. Pensé en dejarlo caer al suelo para abrirlo de golpe y darle los pedazos, pero entonces se perderían los jugos que tanto le gustaban. Levanté el melón, y esta vez él lo enroscó en la trompa, y juntos se lo metimos en la boca. Inclinó la cabeza hacia atrás, aplastando el melón como un gran huevo. Una vez comido, me rozó con la trompa y casi me derriba.

—Obolus —dije, riendo—. Mejor no me empujes mucho.

Agarré su colmillo con ambas manos, tirando tan fuerte como pude. Subió la cabeza, levantándome del suelo. Me reí a gritos, y él me bajó suavemente al suelo.

—Desearía poder subirme a tu cabeza y montar en tu espalda como hacen los mahouts. —Le di una palmadita en la cara—. ¿Y por qué no estás durmiendo? Es muy tarde, ya lo sabes.

Cuando alcanzó más heno, fui al otro lado de su almiar y cogí un objeto con forma de ladrillo.

—¿Qué es esto, Obolus?

Lo levanté para que pudiera verlo. Era una especie de comprimido que contenía zanahorias, dátiles y aceitunas, junto con otras verduras verdes y amarillas.

Obolus dejó caer su heno y alcanzó el ladrillo. Se lo puso en la boca, lo mordió y se lo tragó.

—Bueno, espero que sea lo que se supone que debes comer.

Fuera lo que fuera ese ladrillo, aparentemente satisfizo su hambre porque se arrodilló sobre sus rodillas delanteras, bajó sus cuartos traseros hasta el suelo y se puso cuidadosamente de lado.

—Veo que finalmente vas a descansar un poco. —Agarré un montón de heno y lo dejé caer al suelo junto a su pecho, y él acercó la trompa—. ¡No! —Le aparté la trompa—. Es mi cama lo que te estás intentando comer.

Extendí el heno y me tumbé sobre él, apoyando la cabeza en su trompa enrollada. Dio un gran suspiro, y supe que pronto se dormiría. Me puse de costado y cerré los ojos.

Más tarde esa noche, me desperté sorprendida, ¡alguien se movió a mi lado!

La Chica Y El Elefante De Hannibal

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