Читать книгу Agility - Chiara De Martini - Страница 16

Educación básica
Perfil del buen educador

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Un libro como este, que aborda un solo tema, el agility, desde todos los puntos de vista posibles, no puede tratar a fondo los ejercicios básicos de obediencia. Por lo tanto, proponemos la lectura de un texto específico, dejando claro que, como en cualquier disciplina, una buena escuela canina y un buen instructor garantizan no caer en errores y acelerar el proceso de preparación. Mencionaremos brevemente los criterios de obediencia general indispensables para introducir al perro de forma gradual en cada uno de los obstáculos del agility con la motivación adecuada.

Antes de iniciar cualquier tipo de preparación del perro, necesitamos haber asimilado algunos preceptos que deberán regular siempre nuestro comportamiento, evitando caer en errores difícilmente superables. El poco espacio disponible nos obliga a dar una visión rápida, pero recomendamos una lectura atenta de las siguientes líneas hasta que se hayan convertido en un código de comportamiento con el animal.



Pasar la comida de boca a boca acentúa la posición de líder que ejerce el conductor


• Ser el líder de la manada. El perro es un animal social, que vive en manada, y esta necesita un líder. Debemos convertirnos en el líder querido de nuestra propia manada mediante una serie de iniciativas positivas y cautivadoras. Si el perro nos tiene estima, nos seguirá incluso cuando sus impulsos lo llevarían a manifestar otros comportamientos. En cada ocasión de contacto con él deberemos mostrarnos seguros, amistosos; le daremos las órdenes de modo claro y tendremos un comportamiento coherente. Además, todas sus iniciativas deberán contar con nuestra aprobación.

• Instaurar una buena relación. Ser un líder significa encargarse personalmente de satisfacer todas las necesidades del perro: alimentación, sueño, diversión, necesidades fisiológicas, bienestar físico. Por otro lado, el perro necesita contacto físico e intimidad con su dueño: caricias, palmaditas y juegos (si es posible, el perro debe estar en casa, sin sentirse excluido de la familia). También hay que hablarle: al principio no entenderá las órdenes, pero aprenderá a interpretar rápidamente el tono de voz, calmado y persuasivo, o duro y enojado. ¡Es fundamental jugar con nuestro amigo! Muchas fases del adiestramiento pasan por el juego, y, como ya hemos dicho, muchos perros tienen que aprender a jugar. El perro adquiere equilibrio y seguridad, lo cual sienta la base para establecer una comunicación positiva. Nada nos impide ser creativos, inventar nuevos juegos, sin olvidar los ya conocidos: tirarle la pelota para que la vaya a buscar, jugar al tira y afloja con el trapo, atar el trapo a una cuerda y convertirlo en una presa siempre en movimiento y difícil de alcanzar…

• Instaurar buenos hábitos diarios. El perro es muy rutinario; por esta razón, hay que instaurar rápidamente una serie de hábitos. Si ya ha adquirido algún comportamiento equivocado, habrá que corregirlo gradualmente. El dueño es quien debe fijar las normas de convivencia con el perro. Estas son las más importantes:

– controlar la relación del animal con la comida: debe respetar los horarios, teniendo el comedero a su disposición sólo unos minutos en cada comida. Se le debe enseñar a estar sentado, esperando la orden ¡come!, antes de empezar a comer. Debemos reñirle si come algo por la calle;

– hacerle salir y entrar siempre después de que lo hagamos nosotros, dejando que espere sentado junto a la puerta de casa. Haremos lo mismo cuando tengamos un invitado, haciendo esperar al perro sentado detrás de nosotros y no dejando que se acerque hasta que lo creamos oportuno;

– enseñarle a no tirar de la correa durante el paseo (no dudemos en consultar un texto especializado o a un buen instructor); el perro que no sabe caminar tranquilo de la correa en cada paseo causa situaciones de estrés.

• Hacerse respetar en la función de líder de la manada. Los ejercicios de buenos hábitos a los que nos hemos referido y otros parecidos son un instrumento valiosísimo para instaurar con el perro una relación de autoridad adecuada, de modo que cada vez obedezca y respete más al dueño. Comportándonos con mano firme, pero con amor, el perro no tardará en desear él mismo colaborar y obedecer. Conviene poner en práctica los ejercicios para reforzar el liderazgo cuanto antes. Si el perro no obedece, no significa forzosamente que quiera desafiarnos, sino que probablemente no habremos sido suficientemente claros en las órdenes. Si no obtenemos el resultado deseado, probaremos otras vías, pero no dejaremos nunca un ejercicio a medias, porque en ese momento el dueño estará perdiendo el papel de líder.

• Utilizar el adiestramiento dulce. Para obtener del perro la respuesta deseada se pueden utilizar refuerzos, positivos o negativos. El adiestramiento enfocado al agility sólo contempla el uso de refuerzos positivos. El aprendizaje basado en el método dulce consiste en hacer que el perro realice espontáneamente la acción deseada y premiarlo cuando se comporte de manera correcta. El perro sensible e inteligente entenderá rápidamente que el «no premio» representa para él una situación negativa.

• Comunicarse con el perro. Ya hemos dicho repetidamente que en agility la pareja vencedora es la que alcanza un mayor nivel de compenetración. Es evidente que cuanto más rápidamente un perro entienda una orden, más rápido la ejecutará, y es precisamente la suma de estas fracciones de segundo lo que al final del trazado marca la diferencia. De ahí la necesidad de desarrollar al máximo las vías de comunicación con el perro: la voz, el gesto, la mirada.


Las personas estamos acostumbradas a comunicarnos por medio de la palabra, pero el perro no entiende el significado de estas; por el contrario, reacciona a nuestros gestos y al tono de voz. Cuando obedece a una orden que le damos es porque ha aprendido a asociarla con una acción específica.

Para lograr un buen nivel de colaboración por parte del perro hay que aprender a hablarle «como a un perro», lo cual se consigue usando gestos y sonidos vocálicos que para él sean claramente comprensibles. Si aprendemos a utilizar la voz y los movimientos del cuerpo de modo claro también aumentará su confianza en nosotros.

Para ello debemos aprender a usar diferentes tonos de voz, duros o amables, en función de si queremos reñirlo o felicitarlo. La repetición de la palabra bien, o muy bien, con un tono de satisfacción, hará que el perro la relacione rápidamente con la felicitación. Del mismo modo, interpretará rápidamente el ¡no! pronunciado en tono seco y duro como la obligación de interrumpir la acción que está llevando a cabo.

Esto mismo es aplicable a la gestualidad. Con mucha paciencia enseñaremos al perro a que nos mire: lo sentaremos a nuestro lado, lo llamaremos por su nombre y lo premiaremos con un trocito de comida, que le daremos con una mano que se moverá desde el rostro, en cuanto nos mire; cada vez alargaremos un poco el tiempo antes de premiarlo, para que el perro aprenda a mirarnos a la cara. Cuando lo hayamos conseguido, podremos estar seguros de que toda su atención estará puesta en nuestra persona y de que estará predispuesto a interpretar nuestros movimientos y a recibir nuevas órdenes.

Recordemos siempre que:


• el perro reacciona inmediatamente a lo que ve u oye; por lo tanto, la aprobación o el disgusto deben estar siempre directamente ligados a lo que está haciendo en ese instante;

• cuando queramos comunicarnos con el perro, podremos hacerlo con la palabra, la mirada y los gestos, y es determinante que la voz, los ojos y el cuerpo expresen el mismo estado de ánimo; de lo contrario, el perro se encontraría en una situación contradictoria.



Es fundamental aprender a jugar con el perro

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