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Orígenes y filosofía del agility
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El agility nació en 1977 en Inglaterra. John Varley, miembro del comité organizador del Cruft’s de Londres, buscaba un espectáculo original que animara los intermedios del concurso principal, el Cruft’s Show, la gran manifestación cinófila organizada por el Kennel Club. Pensó en una actividad de este tipo, y para su puesta en práctica se puso en contacto con Peter Meanwell, con quien elaboró —para el Cruft’s del año siguiente— las modalidades de la primera demostración de agility.
El éxito obtenido llevó a repetir el espectáculo al año siguiente, y el Kennel Club decidió publicar un primer reglamento. El agility es una carrera de obstáculos inspirada en el concurso hípico. Los obstáculos (saltos, muro, mesa, pasarela, balancín, empalizada, slalom, túnel rígido, túnel ciego o flexible, neumático, salto de longitud) están dispuestos de manera que forman distintos trazados, con diferente grado de dificultad. El perro ha de completar el trazado en un tiempo fijado por el juez al inicio de la competición. Los errores (faltas, derribo de obstáculos, rehúses) y la superación del tiempo (Tiempo Recorrido Estándar – TRS) dan lugar a las penalizaciones. La pareja perro-guía que obtiene un mejor balance en precisión-velocidad es la ganadora.
El agility es un deporte espectacular que cuenta con importantes ingredientes técnicos y que consiguió ya desde sus inicios un nutrido grupo de aficionados, primero en los clubes caninos ingleses, luego en Europa y, más tarde, en el resto del mundo.
El término inglés agility está aceptado internacionalmente y destaca la cualidad básica de este deporte: la agilidad.
Esta nueva disciplina cinófila ha conservado las características iniciales y el espíritu que le dieron sus creadores: la espectacularidad propuesta por John Varley y el rigor y la técnica aportados por Peter Meanwell, prestigioso adiestrador y juez internacional.
Cruzando la línea de meta
Un yorkshire saltando la rueda
Principios generales
Empezaremos por destacar un aspecto muy importante: el tiempo dedicado a la etapa inicial, en la que se instaura una estrecha relación entre perro y conductor a través del adiestramiento. Este tiempo no sólo se recupera en el momento de empezar a abordar los obstáculos, sino que es el elemento que permite alcanzar un nivel alto, al que no se podría llegar de ningún otro modo.
Una visión superficial del agility se limita al lado espectacular y lúdico, pero olvida que esta disciplina cinófila comporta una preparación meticulosa y una técnica muy afinada.
Esto no quita que parte del éxito del agility, en términos de practicantes y de público, se deba al feliz maridaje entre técnica y espectacularidad, sin olvidar los muchos aspectos positivos de esta actividad en sí misma:
• el espíritu de colaboración, amistad y alegría que caracteriza a sus practicantes;
• la variedad de razas, puras o no, que pueden practicarla;
• la gran originalidad y la variedad de los trazados, que pueden realizarse gracias a la creatividad de jueces y organizadores;
• la posibilidad de ser practicada, con igualdad de condiciones, por hombres y mujeres de todas las edades.
El agility es una actividad cinófila-deportiva que exige la implicación física y emotiva de perro y conductor. Una de sus características más simpáticas es la participación de perros de raza y mestizos, de duros perros de defensa y dulces perros de compañía. El agility es un deporte y, al mismo tiempo, una diversión, una ocasión de ocio para el perro y para el hombre, que no deja espacio a la violencia y a la agresividad, porque se basa en el juego. En efecto, los perros adiestrados con métodos coercitivos nunca podrán destacar en esta especialidad.
El agility, tanto si se mira desde el punto de vista de la competición de alto nivel, como si se considera una disciplina útil para compensar la falta de actividad debida a una vida demasiado sedentaria y para perfeccionar la educación elemental, es un medio idóneo para proporcionar al animal el equilibrio indispensable que le permita madurar psíquicamente sin desarrollar agresividad.
Una última puntualización antes de pasar a la parte práctica: la primera vez que se asiste a un concurso de agility se tiene la impresión de que realizar un trazado con el perro, en el fondo, es bastante fácil. Pero esto no es cierto. Detrás de una prueba que dura segundos hay una preparación meticulosa que exige paciencia y trabajo por parte del perro y del conductor. El animal debe tener un alto nivel de obediencia, que se obtiene mediante un trabajo alegre y sin constricciones, y con continuos estímulos positivos.
El agility entendido como un juego, un deporte o una competición, tiene unas normas precisas que no cambian y que es necesario conocer. Aconsejamos, por lo tanto, la lectura del reglamento de agility de la Federación Española de Agility y Educación Canina (FEAEC) antes de empezar a trabajar con el perro.
El juez sigue atentamente la evolución del perro en la pasarela