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Educación básica
Las primeras etapas de la educación para la obediencia
ОглавлениеEn este apartado daremos una rápida visión de los ejercicios básicos indispensables para controlar al perro en cualquier situación y que deberían constituir la educación normal que todos los dueños dieran a sus perros para la vida de todos los días.
Recordemos que, antes de empezar esta etapa, es indispensable haber aplicado los principios del comportamiento del buen educador y que el perro deberá tener bien asimilado el significado de las palabras ¡bien! y ¡no!
Veamos algunos consejos más:
• empezaremos el adiestramiento dedicando tan sólo unos minutos al día, para que el animal no se estrese;
• el lugar elegido debe ser seguro, sin molestias y conocido por el perro;
• antes de empezar a trabajar, dejaremos que el perro se desahogue, para que luego esté más dispuesto a prestarnos atención;
• nos armaremos de paciencia: pensemos que el adiestramiento dulce, aunque requiera bastante más tiempo, hará que tengamos un perro feliz, que confiará en nosotros y tendrá ganas de colaborar;
• nos aseguraremos siempre de que el perro haya entendido qué queremos de él: si no obedece, no continuaremos repitiendo la orden esperando que la ejecute, sino que le proporcionaremos la ayuda necesaria para que pueda conseguirlo, inventando una nueva manera de explicárselo;
• trabajaremos todos los días con continuidad, de modo que mantengamos el nivel de preparación alcanzado;
• no hay que excederse en premiar; lo realmente importante es dar al perro la recompensa en el momento adecuado, para que tenga ganas de repetir el ejercicio que acaba de realizar correctamente;
• cambiaremos el lugar de trabajo dentro de lo posible;
• cuando consideremos que un ejercicio está bien asimilado, iremos a un lugar en donde haya elementos de distracción y lo repetiremos en condiciones más difíciles;
• la sesión de adiestramiento debe tener siempre un principio y un fin: empezaremos suscitando el interés del perro y acabaremos con una orden liberatoria y jugando con él;
• todos los ejercicios deben desarrollarse siguiendo la misma secuencia:
1. se capta la atención del perro;
2. se le da la orden (vocal, gestual o ambas);
3. se le da la ayuda y el estímulo necesarios para que la cumpla;
4. se premia el comportamiento correcto;
5. se repite el ejercicio para fijar el comportamiento deseado, pero sin exagerar.
Todos los ejercicios de obediencia empiezan buscando la atención del animal
La llamada
Una llamada segura y fiable es un requisito indispensable para cualquier perro, porque le permite liberarse del estrés de «vivir con la correa». Sin embargo, es difícil de obtener, porque debe funcionar en cualquier circunstancia ambiental, independientemente del estímulo que lo mantiene alejado de nosotros.
Existen varios modos de enseñar la llamada, por la sencilla razón de que todos los perros son diferentes. Los perros de pastor, por ejemplo, tienden a alejarse menos por su instinto innato de la manada, mientras que las razas de caza tienden a separarse más del dueño.
En este capítulo describiremos los métodos más usados y daremos algunos consejos básicos:
• el lugar que se elija para empezar debe ser tranquilo y seguro, y, si es posible, debe estar cercado;
• cuando llamemos al perro, debemos darle siempre la mejor recompensa posible;
• no nos contentaremos con el hecho de que haya venido, sino que, después de haberlo premiado, deberemos acariciarlo para crear un verdadero contacto físico con él;
• en los primeros intentos, cuando llamemos al perro, le daremos la espalda y nos alejaremos; nunca debemos ir detrás de él, pero cuando se acerque nos agacharemos para recibirlo dando unas palmadas;
• no gesticularemos ni gritaremos, porque para él son estímulos para no ir; debemos llamarlo con voz persuasiva y premiarlo cuando se acerque, aunque nos moleste su reticencia a obedecer (un comportamiento negativo por nuestra parte en ese momento sin duda nos hipotecaría en el futuro).
Veamos esquemáticamente el primer método de aprendizaje, para cuya aplicación se requiere siempre la colaboración de otra persona:
1. Suscitaremos el interés del perro con el estímulo que más efecto suele causarle (comida, pelota, etc.).
2. Un amigo, que lo llevará de la correa, se lo llevará a unos 20 m de distancia.
3. Llamaremos al perro por su nombre y la orden ¡ven!, animándolo con el premio.
4. Cuando estemos seguros de haber captado su atención, diremos a la otra persona que se acerque con el perro, al que debemos premiar en el momento de llegar a donde nos encontramos.
5. Repetiremos el ejercicio varias veces y, cuando creamos que el perro está en condiciones de obedecer por sí solo, al llamarlo el amigo lo dejará suelto; el perro debe ser felicitado efusivamente en cuanto llegue. Para más seguridad, podemos atar al collar una cuerda de unos 10 m, que el ayudante sujetará en caso de que el perro no venga hacia nosotros.
6. Aumentaremos progresivamente la distancia hasta estar seguros de que podemos trabajar con el perro suelto, sin la ayuda de otra persona.
7. Añadiremos alguna distracción (ruidos, otras personas, otros animales), pero sin exagerar, de modo que siempre obtengamos la obediencia del perro.
Si no podemos contar con la intervención de un ayudante, podemos aplicar el segundo método. Se motiva al perro como en el método anterior y se le deja ir, habiendo atado previamente una cuerda de 10 o 15 m al collar. Se llama al perro y, si no acude, se reduce progresivamente la distancia con la ayuda de la cuerda, siempre con mucha suavidad; cuando el perro llegue al lado del conductor, deberá ser premiado y animado efusivamente, como si hubiera ido espontáneamente.
La orden ¡quieto!
Lograr la inmovilidad total del perro, sentado o echado, es un objetivo realmente importante y útil, tanto en agility, como en la vida privada. En agility es determinante, porque el perro debe estar quieto en la línea de salida, mientras su conductor se coloca en un punto del trazado, y no debe moverse hasta recibir la orden, a pesar de su deseo de iniciar el recorrido.
Veamos esquemáticamente cómo debe plantearse este aprendizaje:
1. Colocamos al perro sentado a nuestro lado, captamos su atención y luego, con la mano izquierda en el collar, producimos una leve tracción hacia abajo, mientras le mostramos con la derecha un trocito de comida casi contra su nariz. Lentamente la mano derecha baja hasta el suelo y luego hacia delante, con un movimiento en forma de L. El perro querrá mantener el contacto con la comida y bajará el cuerpo hasta quedar en posición de «echado».
2. Cuando tengamos una cierta práctica en la ejecución de esta orden, pondremos al perro en esa posición y nos colocaremos de pie delante de él; seguidamente le daremos la orden ¡espera!, mientras extendemos los brazos hacia él, con las palmas abiertas.
3. Mantenemos el gesto inhibitorio de los brazos y retrocedemos lentamente unos pasos; felicitamos y animamos al perro desde esa posición, y luego volvemos hacia él para liberarlo de la orden. Si el animal se mueve durante la ejecución del ejercicio, lo detenemos con un ¡no! seco y lo colocamos de nuevo en la posición inicial.
4. Aumentaremos gradualmente la duración de la espera y la distancia entre el perro y nosotros (un buen resultado es dejar al perro echado durante tres o cuatro minutos a una distancia de 20 m).
5. Debemos acostumbrar al perro a que vea que nos acercamos a él sin que se mueva; lo acariciaremos y lo animaremos, y volveremos a separarnos.
6. Cuando el ejercicio se realice con seguridad, deberemos ponerlo en práctica en un lugar en donde se puedan producir distracciones.
Comunicación gestual para reforzar la orden ¡quieto!