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La falsa lucha

Muchas veces libramos batallas que jamás tendrán un ganador o un ganador legítimo. Me refiero a aquellas que de antemano sabemos que tenemos ganadas, que apenas significan un esfuerzo o cambio, y a aquellas en las que es imposible ganar o perder, ya que no existe tal regla.

En nuestra vida, pareciera que muchas veces nos inventamos incomodidades, retos o aprendizajes a superar que no son más que objetivos a medida, que sabemos que son fácilmente alcanzables. Nos ponemos retos demasiado mediocres, tal vez por el miedo al fracaso o simplemente por ego, buscando un autorreconocimiento y un reconocimiento al alcanzarlos.

Esta lucha o este trabajo mediocre no produce en nosotros cambios significativos en nuestro aprendizaje y desarrollo porque no nos exige un verdadero trabajo interior. Por el contrario, este tipo de falso trabajo o esfuerzo lo que genera es una zona de confort aún más peligrosa, ya que pareciera que sí nos estamos moviendo, pero realmente se trata de un autosabotaje.

Es curioso que es común que las personas fijemos nuestros propósitos y objetivos sobre lo que queremos experimentar o tener, pero perdemos de vista que realmente estamos hablando de los efectos o correspondencias del hacer, del esfuerzo y del trabajo. Y este trabajo tiene correspondencia y efectos en nosotros mismos y está supeditado a lo que somos como personas y a nuestro proceso de desarrollo personal. Es decir, tenemos y experimentamos por lo que trabajamos, y trabajamos por lo que somos. Dime quién eres y te diré qué vives, pon atención en qué vives y sabrás quién eres.

Muchas veces con ese ego grandilocuente que tenemos nos sentimos con la autoridad suficiente para justificarnos racionalmente, aunque sigamos sin avanzar y atorados en el mismo laberinto. Y es que no se trata solo de generarnos luchas racionales y justificarlas en nuestro proceso, porque como diría Jung: «A menudo, las manos resolverán un misterio con el que el intelecto ha luchado en vano», porque en la vida es más importante moverse, realizar un esfuerzo y un trabajo real en nosotros mismos, ejercitar nuestras virtudes en detrimento de nuestros fallos, porque como también bien diría Carl Gustav Jung: «Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca».

Decisiones

Pareciera que al decidir siempre buscamos la certeza de si es lo más correcto, lo que más nos conviene o si es simplemente lo que más queremos. Parece una lucha recurrente de autoevaluación entre lo que suponemos que sabemos y lo que suponemos que hacemos.

Mal o bien. Realmente no es trascendente decidir una postura entre esas opciones; eso solo nos podría generar una neurosis. Pareciera que lo importante es buscar un equilibrio razonable antes de tomar una decisión. Un equilibrio entre lo que sabemos y pensamos, sentimos y decimos, y, con esto, elegir con diligencia. Es soltar nuestra arrogancia y caminar a la confianza del autodescubrimiento.

Es curioso que nos preocupe más estar mal o bien que decidir y actuar cuando ahí está la clave del movimiento. Se parece a ese reflejo, en la escuela, donde copiar al compañero era el atajo cómodo para evadir el esfuerzo. Muchas veces buscamos en nuestra autoexposición, copiar respuestas validadas y aceptadas por nuestro entorno y generamos un conflicto dentro de nosotros por creer que estamos decidiendo bien o mal.

Qué es correcto o incorrecto desde una postura totalitaria, nadie lo puede saber realmente, ya que solo serían aproximaciones a nuestra perspectiva de realidad y de verdad. Es un punto que se ha debatido duramente durante la existencia del hombre y de las sociedades. Quien cree que hace bien, cree tener la razón y la sostiene muchas veces desde una postura fascista y tiránica.

Pensar que siempre estamos bien, o siempre mal, no es virtuoso y es neurótico. Eso nos puede hacer tiranos de los demás y de nosotros mismos. La pregunta podría ser más bien: ¿Me trae bienestar y a todos los que me rodean?

Creo que es muy necesario que en nuestro proceso de desarrollo expandamos nuestros límites, seamos incluyentes con nuestro enfoque y que cuidemos que nuestra confianza no se torne arrogancia.

TransformArte: El viaje del Pez

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