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Nuestra mente dimensional

Es curioso que pareciera que el sentido de nuestra mente no tiene solo una dimensionalidad, sino que fuera una suerte de matriz donde confluyen diferentes profundidades de lo que somos.

Nuestros cuerpos, el físico y el mental, tienen diferentes tipos de memoria y de inteligencia, y cuentan con facultades y potencias diferentes. Nuestro intelecto pareciera que es una herramienta superpoderosa, algo así como un muy afilado bisturí. Con él podemos conocer a profundidad las cosas, diseccionarlas, cortarlas para conocerlas; el problema es que en este proceso puede pasar que las desnaturalicemos y las matemos. Ese bisturí sumamente afilado que es el intelecto, muchas veces no sabemos cómo sostenerlo y nos podemos lastimar. Un bisturí o un cuchillo muy afilado, sin una mano firme, hará que nos cortemos por todas partes y nos causemos mucho daño.

Creo que la vida no se puede conocer ni vivir solo intelectualizándola. Tampoco se puede conocer destrozándola o cortándola en partes para entenderla. Las cosas sí, pero la vida no. Nuestro intelecto nos traerá conocimiento, pero no vida, y solo será útil dependiendo de qué lo sostiene o con qué se identifica, ya que pareciera que el intelecto solo funciona alrededor de la identidad con la cual trabaja. Cuan consciente y consistente haya sido creada nuestra identidad es lo que determinará la efectividad y servicio de nuestro intelecto a nosotros mismos.

Es importante hacernos conscientes y dejar de sufrir nuestra facultad del intelecto. Pareciera que no sabemos sostener el cuchillo adecuadamente y buscamos inadecuadamente reducir su filo para también reducir nuestro sufrimiento a través de escapes exógenos y, muchas veces, excesos, que ablandan nuestros modelos mentales y que parece que nos liberan.

Si duele no es porque esa sea la naturaleza del intelecto, sino porque no sabemos cómo sostenerlo y utilizarlo a nuestro favor.

La limitación de nuestros sentidos y de nuestro proceso (libre albedrío)

Pareciera que nuestra capacidad de determinarnos y de elegir, es decir, nuestra libertad en acción, se encontrara sostenida en la capacidad de percepción de nosotros mismos y, en consecuencia, de la realidad, que pudiéramos decir de manera un poco simplista que viene dada por nuestro proceso personal de autoconocimiento, consciencia y autoconsciencia. Es decir, la libertad pudiera determinarse por nuestra metaconsciencia o capacidad de observarnos a nosotros mismos y nuestros procesos de consciencia, impulsados y limitados en nuestra potencialidad de percibir el mundo y lo que llamamos realidad.

Bajo esta óptica, resulta curioso e interesante que nuestra realidad y nuestra libertad pasarían a ser una suerte de lente determinado por nuestras creencias, capacidad de percepción y de decodificar la información que percibimos, así como de observar y encauzar lo que sentimos.

Justamente podríamos decir que la realidad es mucho más grande que nuestra capacidad de percibirla, por lo cual nos es humanamente necesario inventarnos determinaciones que le den sentido a aquello que no alcanzamos a percibir y así determinar nuestra libertad. Es decir, la realidad es tan grande y los orificios por donde la observamos son tan pequeños, que necesitamos darle sentido y rellenar los espacios vacíos de lo observado. Nos inventamos sentido.

El ser humano es la única especie reconocida en este planeta que es capaz de darse cuenta y ser consciente de que va a morir. También es capaz de dar sentido y actitud a su vida con lo que tiene y es. Es un ser capaz de generarse su trascendencia en la consciencia de su existencia finita, y en esa experiencia determina su libertad.

Desde este ángulo, la razón en sí misma pudiera no existir como tal y solo ser una perspectiva racional justificable desde la determinación del que la realiza. Es decir, la realidad es tan grande que desde cada percepción todos podemos y tenemos razón.

En esta percepción de la realidad y la verdad tan limitada y determinada que podemos observar caben todas las razones posibles, aunque sean contrarias y contradictorias. El querer adaptar la realidad y la verdad a lo que entendemos y podemos ver es una forma de desnaturalización de la razón a lo experimentado.

Es curioso que este proceso de introspección nos puede llevar a cuestionar nuestro proceso perceptivo en varias profundidades, así como a evaluar nuestro sistema de creencias, ya que pareciera que siempre vemos, en la realidad y en nuestras verdades, lo que somos. Nuestros lentes se parecen mucho a nosotros mismos.

TransformArte: El viaje del Pez

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