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El adoctrinamiento falaz (las falacias sociales)

¿Quién dijo y por qué le creímos tantas cosas que damos por verdades de manera «consciente»? y ¿cuántas más creemos de manera inconsciente?

Hace tiempo me encontraba en el automóvil de mi buen amigo Orlando Aguayo, y, mientras él se disponía a comprar bebidas espirituosas en una tienda de barrio, me quedé en el auto esperando junto a su hijo Diego, de cuatro años.

Sin vacilar y con una inocencia muy sabia, Diego me comentó:

—¿Oye, eres feliz?

A lo que yo respondí:

—Claro. —Dentro de mí, me dije: «Creo que sí».

—Sí, se nota que tú y mi papá son felices. Parece que hacen lo que quieren y se divierten.

Le respondí:

—¿Ah, sí? Qué bueno. ¿Y tú eres feliz, Diego?

—Sí, claro. Los niños somos felices, pero cuando crecemos dejamos de ser felices.

Le pregunté:

—¿Entonces tú vas a dejar de ser feliz cuando crezcas?

—Yo creo que sí, es lo que siempre pasa, ya que dejamos de hacer lo que nos gusta y nos dejamos de divertir, dejamos de disfrutar. Hacemos caso a lo que nos dicen y creemos cosas tontas. Yo, por ejemplo, puedo estar jugando ahorita y no pasa nada, a nadie le importa, a mí me gusta, me estoy divirtiendo y soy feliz.

Esta plática me dejó reflexionando mucho y sobre todo me dejó mudo en ese momento. La verdad, me dio primero un poco de risa, pero después me dije: «¿Pues con quién estoy hablando?, ¿en realidad me pregunto regularmente si soy feliz?».

Creemos que la adultez conlleva inherentemente conocimiento, sabiduría; pero no hay nada más alejado de la realidad. Muchas veces, cuando niños, guardamos una visión de la realidad menos velada, menos adoctrinada en creencias heredadas, en falacias sociales. Somos más sabios.

Estamos rodeados en todo momento de falacias que nuestros contextos y constructos sociales nos hacen tomar y aceptar como ciertas, y olvidamos el valioso ejercicio y disciplina de dudar de lo aprendido. Falacias como «tienes que ser el mejor en todo», «la vida es dura», «tienes que hacer bien a todos», «tienes que ser reconocido», «es necesario ser exitoso en la vida y la fórmula es tal o tal», «esto o aquello es la felicidad», «el paso que sigue en tu vida es este o aquel»; en fin, una infinidad de dogmas sociales que parecen infranqueables desde la no introspección y desde la comodidad de no cuestionar nada. Aquí no hay nada bueno o malo, pero las preguntas son: ¿me sirve esa creencia?, ¿me construye o me impide construirme?, ¿me ayuda en mi camino?

Diviértete si te es posible

Pareciera algo tan simple y a la vez necesita mucho trabajo interior. No siempre es sencillo y, sobre todo, no siempre es posible.

Divertirse parece sinónimo de disfrutar, de quitar velos en nuestra mirada y ponernos unos lentes que nos ayuden ver más y mejor, siempre en la dirección que nos sirva y nos construya goce. Divertirse es la capacidad de autodeterminarse y elegir la actitud con la cual tomamos las circunstancias que experimentamos. Es parte de nuestra gran libertad.

Divertirse es balance, es disfrutar el camino y el recorrido. Es estar abiertos a la espontaneidad y al asombro. Es sabernos ingenuos e ignorantes, es abrirnos a lo nuevo, a la broma y al juego. Es abrirse a la risa y a la complicidad en la vida.

¿Nos podemos divertir en la adversidad, en la confusión, en la ceguera?, ¿podemos, con nuestra metaconsciencia, darnos la habilidad, la oportunidad y el privilegio de disfrutar de jugar en nuestro videojuego, aunque supongamos que va perdiendo en el camino?

Nuestra perspectiva de la realidad que experimentamos siempre se encuentra velada y limitada por nuestros sesgos, por nuestro proceso y por el tiempo. Entonces lo que creemos que es, muchas veces solamente es una parte de lo que en realidad es.

Curioso el camino de buscar diversión en todo, ya que pareciera más una consecuencia de los sutiles efectos del trabajo interior que hemos realizado en nosotros mismos.

Si puedes, diviértete. Así, como un niño al que no le importa la sobriedad normalizada del momento y que no le interesa entender la sofisticación de la sociedad, ni le interesa qué piensen de él. Emborráchate diariamente de inocencia. Las creencias sociales y los modelos del consciente e inconsciente colectivo caducan y evolucionan en todo momento.

Si puedes, diviértete. Así, sin entender por qué, sin buscar pretextos o excusas, sin justificar el motivo de la diversión. Si puedes, exprésate y manifiesta diversión en todo. No te aburras, y, si te aburres, que sea para imaginar y crear, que parece que hace mucho tiempo que se nos olvidó ser como esos niños que jugaban en la tierra.

TransformArte: El viaje del Pez

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