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Conócete a ti mismo

En la antigua Grecia, en Fócida, existía un gran sitio sagrado ubicado en el valle del Pleisto, cerca del valle de Delfos. Este gran recinto sagrado consagrado al dios Apolo (hijo de Zeus y Leto, una de las principales deidades de la mitología griega y uno de los dioses olímpicos más significativos, descrito como el dios de las artes e identificado como la luz de la verdad) era el oráculo de Delfos, el más conocido, símbolo de inspiración profética y artística. Un oráculo en general es la respuesta dada por un dios a una pregunta sobre el futuro, es decir, la mántica.

Apolo es temido por otros dioses, ya que solamente su padre y su madre lo pueden contener. Es el dios del infortunio, pero también del remedio y la protección. Es el dios de la belleza, la perfección, del equilibrio y de la razón. Conectado íntimamente con la naturaleza, el dios Apolo hace a las personas conscientes y es agente de purificación. Se le reconoce también como jefe de las musas.

El oráculo de Delfos contaba con un aforismo en el pronaos del templo que decía:

Te advierto, quienquiera que fueres tú, que deseas sondear los arcanos de la naturaleza, que, si no hallas dentro de ti mismo aquello que buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se halla oculto el Tesoro de los Tesoros. Hombre, conócete a ti mismo y conocerás el universo y a los dioses.

Estas palabras inscritas en oro eran una exhortación y una advertencia, y es que la tarea, la voluntad, el esfuerzo y el trabajo que el autoconocimiento requiere es lo que nos abre las puertas al conocimiento de los demás y del universo.

Si pretendes saber qué te depara en el futuro, es imprescindible que comiences por hacer un viaje al interior de ti mismo para empezar a cuestionarte, a conocerte. El primer camino para conocer es aprender a ver, y para ver es necesario que nos conozcamos a nosotros mismos y reconozcamos la luz en nuestro interior.

El autoconocimiento no es un objetivo o una meta, es un camino. Es el sendero de la reflexión y de la autoconsciencia. Es un estado mental, un estado de atención constante. Solo a través del autoconocimiento la verdad podrá llegar a nosotros.

Quien es capaz de conocerse a sí mismo, conocerá la correspondencia, la vibración, la polaridad, el ritmo, las causas y los efectos, el género, así como el orden y las leyes naturales que rigen nuestra experiencia y realidad.

Enfoque

Pareciera que nuestro enfoque determina en gran medida nuestra experiencia y desarrollo en lo que somos y vivimos; nuestra atención en lo que nos rodea y en nosotros mismos.

Creo que es muy importante dilucidar que la calidad de nuestra vida esta mayormente determinada por cómo nos llevamos y autodirigimos, por cómo nos conducimos en la vida. Esta máquina biológica que gozamos es muy compleja y es nuestra tarea conocer en el camino cómo dirigirla, conociendo la ubicación de los botones, cuáles son los comandos y dónde se encuentran los timones.

Nuestra máquina, nuestro cuerpo, es una nave sofisticada y sensible que tenemos que aprender a manejar no burdamente, ya que, si no lo hacemos, la paz, el equilibrio y el balance nos parecerán muy difíciles.

Conocimiento de anaquel

¿De qué nos puede servir tener una herramienta si no la utilizamos?, ¿de qué nos sirve conocernos si nos ignoramos?, ¿de qué sirve tener un mapa si no lo utilizamos?

En ocasiones nos pudiéramos topar con esto en nuestro proceso de desarrollo personal: acumulamos información, datos, conocimiento, pero cuando deberíamos de recurrir a ellos solo los tenemos de adorno, como una bella presea para enseñar. A veces, por no saber donde se encuentran; otras veces, por incongruencia, y otras veces, quizás, por no saber ponerlos en práctica. Tener información no es conocer, conocer no es saber.

Si la información no se transforma en conocimiento práctico, es como un libro que nos estorba para poder abrir la puerta. Mejor no saber nada.

Pareciera que en la praxis siempre está la clave y la llave. ¿De qué nos podría servir tener el conocimiento sobre cómo utilizar un destornillador si en la práctica no lo tenemos o no lo utilizamos? ¿O si, por otro lado, pretendemos seguir usando un martillo?

Recuerdo que, en alguna entrevista a Eduardo Galeano, él comentaba:

Yo no soy un líder de nada, gran sabio o intelectual. Además, entre nosotros te confieso, los intelectuales me rompen las bolas, yo no quiero ser un intelectual. Cuando me dicen «un distinguido intelectual», yo digo «No, yo no soy un intelectual». Los intelectuales son los que divorcian la cabeza del cuerpo. Yo no quiero ser una cabeza que rueda por los caminos. Yo soy una persona (…), pero no un intelectual, un abominable personaje. Ya lo decía Goya: «La razón genera monstruos». Cuidado con los que solamente razonan porque nos pueden llevar al fin de la existencia. Yo creo en esa fusión contradictoria, difícil pero necesaria, entre lo que se siente y lo que se piensa. Las cabezas que solo piensan son peligrosas.

El intelecto es un gran aliado y es una de las facultades más poderosas del ser humano, pero de la misma manera se encuentra muy y pudiera llevarnos a laberintos sin salida, o de los cuales no es posible salir con el intelecto ni con la razón.

Como sociedad, premiamos tanto el intelecto y la racionalidad, que nos coartamos. Es como si mutiláramos nuestra multidimensionalidad para que sea más digerible y más fácilmente medible y comprobable. Al cerebro no le gusta no saber, no le gusta no entender, no poder explicar, no ver. Preferimos cortar la figura para que quepa en nuestra caja. Pero pareciera que el conocimiento solo puede ser racional, que solo se puede aprender y actuar intelectualmente. ¿Será acaso así?, ¿conocimiento es consciencia?, ¿consciencia es solo conocimiento?, ¿solo se conoce y se aprende por la razón?

El conocimiento aplicado es balance, es equilibrio entre lo que se siente y lo que se piensa. La consciencia es praxeológica.

Busquemos en nuestra mochila de herramientas y veamos con qué contamos y usemos con balance a nuestro favor las herramientas para construirnos realidades que nos ayuden a crecer como sociedad y como personas. No tenemos nada de adorno, ya que todo nos sirve. Hagámonos conscientes.

TransformArte: El viaje del Pez

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