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Primeros años en un París revolucionario
ОглавлениеEl 4 de julio de 1776 fue el día de la proclamación de la independencia de Estados Unidos. Francia había sido derrotada poco antes por los británicos en la guerra de los Siete Años, así que, tras la Declaración de Independencia, el movimiento separatista estadounidense fue bien recibido en Francia. Aunque el soporte del pueblo llano podría pensarse como más natural, no deja de ser paradójico que la aristocracia, en un grave error de cálculo que posiblemente le costaría la vida a muchos de sus miembros, también lo apoyara. Naturalmente, desde Estados Unidos, la alianza con una nación poderosa como Francia fue considerada una prioridad y así Benjamin Franklin (1706-1790), uno de los padres fundadores de Estados Unidos, fue nombrado embajador en París al final de ese mismo año. Pero un poco antes, durante la primavera de 1776, había llegado ayuda material y financiera a los rebeldes desde el otro lado del Atlántico. En definitiva, y en ello radica el error de cálculo de la aristocracia francesa, la revolución americana sirvió como un estímulo a las propias aspiraciones de los descontentos con el régimen imperante en Francia y fue uno de los principios de los acontecimientos que acaecerían trece años después.
Durante la primavera de 1776, más concretamente el 1 de abril, nacía Marie-Sophie Germain, la segunda hija de Ambroise-François Germain y Marie-Madelaine. El padre de Sophie era un comerciante de sedas y otros tejidos, aunque algunas fuentes lo señalan también como joyero, y poseía un establecimiento en la Rue Saint Denis, cerca del cruce con la Rue des Lombards. La Rue Saint Denis, aunque en esa época era la calle que usaban los reyes para entrar triunfalmente en la ciudad, desde la Edad Media hasta nuestros días se ha caracterizado por albergar toda forma de negocio relacionado con el sexo, por lo que no podía ser considerada una zona totalmente noble, aunque sí muy céntrica y propicia para los comercios. En el mismo edificio en el que tenía Ambroise su tienda vivía la familia, entonces compuesta por el matrimonio y la mayor de las hermanas de Sophie, nacida el 20 de mayo de 1770 y llamada Marie-Madelaine igual que su madre. Tres años después del nacimiento de Sophie vino al mundo la última de las hermanas, Angelique-Ambroise.
Así pues, Sophie Germain nació en el ámbito de una familia de la burguesía acomodada y culta, clase social que desempeñó un papel protagonista en la historia de Francia durante toda la vida de la matemática. Además, aunque había una cierta diferencia de edad entre las tres hermanas, se puede afirmar que la vida más o menos convencional de las otras dos permitió a Sophie dedicarse en cuerpo y alma a su gran pasión: las matemáticas. Debido a que los matrimonios de sus hermanas mejoraron la economía familiar, que nunca fue mala, Sophie no tuvo necesidad de trabajar. La hermana mayor, Marie-Madelaine, se casó con el notario Charles Lherbette. Fruto de este matrimonio nació Armand, el 16 de septiembre de 1791, quien estuvo muy ligado con su tía Sophie. La menor de las hermanas, Angelique-Ambroise, tuvo dos matrimonios, ambos con doctores. Su primer marido, René-Claude Geoffroy, tenía una amplia y selecta clientela y ello hizo que disfrutaran de una posición muy acomodada que, junto con la situación de su hermana mayor, repercutió en la de sus padres y en Sophie. Así, en 1798 la familia se trasladó al número 23 de la Rue Sainte-Croix de la Bretonnerie, a una casa muy cercana a la anterior aunque todavía relativamente modesta, pero más amplia y en una calle más tranquila. Finalmente Sophie y sus padres tuvieron otra mudanza y en 1816 se instalaron en la gran mansión en la que vivían Angelique-Ambroise y su familia, en el número 4 de la Rue de Braque.
DESCUBRIMIENTO DE LAS MATEMÁTICAS
Todos estos cambios tuvieron lugar cuando Sophie ya era adulta, así que su niñez y su juventud se desarrollaron en el ambiente mucho más modesto del piso situado encima de la tienda de su padre, quien tenía una gran pasión por todo lo que significara la cultura, como tantos de los de su clase. La razón de esa fascinación hay que localizarla en la Enciclopedia del matemático Jean le Rond D’Alembert (1717-1783) y el filósofo Denis Diderot (1713-1754). Esta obra, que empezó a aparecer en 1751 y se concluyó en 1772, ejerció una influencia tremenda sobre la burguesía francesa ya que su propósito fue reunir y difundir los frutos del conocimiento acumulados hasta entonces y, además, exponer la ideología laicista, pragmática y materialista que sentaría la base ideológica de la Revolución. Uno de los editores principales de la Enciclopedia fue D’Alembert, que era uno de los matemáticos más destacados de su época, por lo cual esa disciplina se consideraba parte fundamental del bagaje cultural en toda familia burguesa. Así, es sabido que en la biblioteca de Ambroise-François Germain había varios textos matemáticos y entre ellos destacaban el Cours de mathématiques à l’usage des gardes du pavillon et de la marine (Cursos de matemáticas para el uso de la los guardias del pabellón y de la marina) de Étienne Bézout (1730-1783), publicado a partir de 1766 e Histoire des mathématiques de Jean-Étienne Montucla (1725-1799), que se editó en 1758. El primero de ellos fue el producto del nombramiento de Bézout como profesor del cuerpo de artillería y constaba de varios tomos que contenían buena parte del conocimiento matemático de la época. Tanto es así que se llegó a convertir en el principal libro de referencia para los candidatos a ingresar en la prestigiosa Escuela Politécnica. Pero no menos interesante era el libro de Montucla, que era una de las obras más notables del siglo XVIII por la amplitud y profundidad de los temas tratados, así como por la claridad y la precisión con la que eran discutidos, tanto las aplicaciones como la partes más abstractas.
Parece ser que en el libro de Montucla, Sophie leyó una de las historias que más profunda huella le dejaría, la de Arquímedes de Siracusa, que se relata de este modo:
Tal era la pasión de Arquímedes por estas ciencias (matemáticas y mecánica) que se olvidaría de la comida y la bebida, sus siervos tendrían que recordárselas y casi tendrían que obligarlo a satisfacer estas necesidades humanas. Ni siquiera la confusión de la invasión romana de Siracusa podía distraerlo de sus estudios favoritos. Todo ello le ocasionó la muerte, ya que un soldado romano no atendió las órdenes de proteger su vida cuando Arquímedes fue insolente con él, abstraído como estaba, con unos cálculos geométricos.
Se dice que Sophie, impresionada con esta historia, quiso aprender esa disciplina que había apasionado tanto a un gran hombre como Arquímedes hasta llevarlo a la muerte. La misma anécdota hizo temer a la matemática que Carl Friedrich Gauss (1777-1855) corriera la misma suerte cuando el ejército napoleónico invadió Prusia y ello motivó que usara sus influencias para tratar de preservar la integridad del ilustre matemático alemán.
IDENTIDAD DE BÉZOUT
Étienne Bézout fue un matemático prestigioso que legó para la posteridad varios resultados que aún se siguen utilizando, como la «identidad de Bézout», que figura en su Cours de mathématiques à l’usage des gardes du pavillon et de la marine, uno de los primeros libros que estudió Sophie. En dicho resultado se afirma que si a y b son números enteros diferentes de cero con máximo común divisor d, entonces existen enteros x e y tales que
ax + by = d.
Aunque la identidad toma el nombre de Étienne Bézout, este lo que hizo fue generalizar para polinomios en una variable dicho resultado que ya aparecía en la obra de otro matemático francés, Claude-Gaspard Bachet (1581–1638), más de un siglo antes. Sin embargo, la de Bézout no ha sido la última de las generalizaciones del resultado de Bachet y, por ejemplo, el llamado «teorema de los ceros de Hilbert» (Hilbertsche Nullstellensatz, en alemán), del prestigioso matemático David Hilbert (1862-1943), puede ser considerado también como una generalización a cualquier número de polinomios con varias indeterminadas del resultado de Bézout. Aunque el teorema de Hilbert suele ser enmarcado como una generalización del teorema fundamental del álgebra y de otro resultado de Bézout (conocido como «teorema de Bézout»), también es verdad que admite un enunciado (y demostración) que sustenta una afirmación que generaliza la identidad de Bézout. En particular, si se tienen n polinomios sin soluciones en común, el Nullstellensatz afirma que el 1 es un elemento de la estructura algebraica que genera dichos polinomios.
Sin embargo, parece ser que la familia de Sophie no aprobaba totalmente su entusiasmo por el estudio de las matemáticas. En una de las fuentes sobre su vida a las que más verosimilitud se da, un obituario escrito por el matemático italiano y amigo suyo Guglielmo Libri (1803-1869), se describe esta situación:
[...] superó todos los obstáculos con los que su familia trató primero de impedir un gusto tan extraordinario para su edad, no menos que para su sexo, levantándose por la noche en una habitación tan fría que la tinta a menudo se helaba en el tintero, trabajando cubierta de mantas bajo la luz de una lámpara, incluso cuando, para obligarla a descansar, sus padres habían apagado el fuego y le habían quitado su ropa y las velas de la habitación.
Todo ello se producía a pesar de que Sophie había nacido en el mejor de los ambientes posibles: una familia burguesa cultivada, con un padre liberal y en cuya casa se respiraba el ambiente de cambio debido al paso por ella de numerosos filósofos y economistas que departían con su padre.
REVOLUCIÓN FRANCESA
Un suceso que marcó completamente la vida de Sophie Germain fue la Revolución francesa. Los antecedentes ideológicos de dicho movimiento hay que buscarlos a partir de 1751 en un grupo de filósofos franceses, los «enciclopedistas», cuyos pensamientos y enseñanzas contribuyeron a minar los cimientos del Derecho Divino en el que se sustentaban los reyes. Ello motivó que la corriente de pensamiento que se impuso en Francia fuese «la Ilustración», cuyos principios se basaban en la razón, la igualdad y la libertad. Este movimiento había servido de impulso a las Trece Colonias norteamericanas para la independencia de su metrópolis europea coincidiendo con el nacimiento de Sophie. Tanto la influencia de la Ilustración como el ejemplo de Estados Unidos sirvieron de «trampolín» ideológico para el inicio de la revolución en Francia, que tuvo sus cimientos en la burguesía acomodada como Ambroise-François Germain, muy implicado políticamente. Por su casa pasaron algunos de los protagonistas de la época que impulsarían los cambios que iban a suceder.
Tanto se involucró su padre en política, que fue elegido miembro de la llamada «Asamblea Nacional» (en francés, Assemblée nationale). Esta fue una institución enmarcada en la Revolución francesa, justo previa a ella, que existió desde el 17 de junio de 1789 hasta el 9 de julio de ese mismo año. La toma de la Bastilla, usada como una prisión estatal por los reyes de Francia, fue el 14 de julio de 1789 y se considera la fecha clave de la Revolución. A pesar de su corta duración, se la considera un precedente fundamental de todo lo que vendría posteriormente, ya que por primera vez el pueblo, o buena parte de él, representado en la Asamblea Nacional plantó cara al rey. Cabe destacar el «juramento del juego de pelota», un compromiso en el que los miembros de la Asamblea prometieron no separarse y reunirse, cualesquiera que fueran las circunstancias, hasta que la Constitución del reino estuviera establecida y fundada sobre base firme. Fueron 576 diputados, entre los que se encontraba Ambroise-François Germain, los que firmaron el juramento, y solo uno rehusó hacerlo.
Posteriormente, el padre de Sophie volvería a ser elegido miembro del Parlamento, más concretamente de la «Convención Nacional» (en francés, Convention Nationale). Esta cámara, formada desde el 19 de septiembre de 1792 hasta el 30 de octubre de 1795, llegó a concentrar los poderes, tanto legislativo como ejecutivo, aunque este último pasó en septiembre de 1793 a manos del «Comité de Salvación Pública» (en francés, Comité de salut public, entendiendo «salut» en su significado latino de «salvación») que acabó implantando la época conocida como «el Terror». Dicho período se caracterizó por una brutal represión, la cual motivó cierta psicosis de peligro e incertidumbre entre gran parte de la población francesa y, más concretamente, la parisina.
Es evidente que la época que le tocó vivir a Sophie Germain marcó profundamente su vida, y existen tres factores que conviene destacar. Por una parte, ser miembro de una familia culta, burguesa y acomodada le permitió tener acceso a algunos de los textos más actualizados sobre matemática y física. Por otra parte, la misma Revolución que empezó cuando Sophie tenía trece años, pero sobre todo la época del Terror, cuando ella ya había cumplido los diecisiete, hicieron aconsejable una cierta reclusión en su casa que fomentó sus estudios. Y, por último, su condición de mujer supuso un freno terrible contra el que hubo de luchar toda su vida.
ESCUELA POLITÉCNICA Y MONSIEUR LE BLANC
Así pues, la formación de Sophie Germain fue totalmente autodidacta y tras la lectura de los libros de Bézout y Montucla, estudió otros textos. Entre ellos destaca Leçons de calcul différentiel et de calcul intégral (Lecciones de cálculo diferencial y de cálculo integral), del matemático Jacques Antoine Joseph Cousin (1739-1800). Este libro, al igual que ocurría con el de Bézout, es fruto del trabajo de Cousin como instructor en la Escuela Militar de París, donde ejercía de profesor de Matemáticas desde 1769. Posiblemente el padre de Sophie tuvo algún contacto con Cousin, que también estuvo involucrado en labores políticas y fue encarcelado durante la época del Terror. Esto significó que Cousin fuera uno de los primeros matemáticos con los que Sophie se encontró en persona, ya que se sabe que fue a visitarla a su casa para animarla a continuar con sus estudios.
Uno de los muchos ejemplos de la fuerza de voluntad y del afán de instruirse de Sophie Germain es que, después de leer los libros mencionados, se animó a aprender latín y griego, cosa que hizo también de forma autodidacta y en relativamente poco tiempo. Decidió estudiarlos porque estos idiomas, sobre todo el latín, eran los de difusión de la ciencia en su época. Una vez dominadas ambas lenguas, también afrontó la lectura de algunas obras de Isaac Newton (1643-1727) o Leonhard Euler (1707-1783). Ambos son considerados dos de las tres cumbres de las matemáticas, junto con Carl Friederich Gauss.
UN CALENDARIO PARA UNA REVOLUCIÓN
El calendario republicano francés (Calendrier républicain, en francés) es un calendario propuesto durante la Revolución francesa y empleado entre 1792 y 1806, hasta que Napoleón lo derogó. El diseño intentaba adaptar el calendario al sistema decimal y eliminar del mismo las referencias religiosas. Fue diseñado por el matemático Gilbert Romme, con la ayuda de los astrónomos Joseph Jerôme Lalande, Jean-Baptiste Joseph Delambre y Pierre-Simon Laplace, y del poeta Fabre d’Églantine, quien dio los nombres a los meses y los días. El año se dividía en 12 meses de 30 días más 5 o 6 días adicionales, para las fiestas republicanas: los Sansculottides. Los meses se llamaban, en otoño, «vendimiario», «brumario» y «frimario»; en invierno, «nivoso», «pluvioso» y «ventoso»; en primavera, «germinal», «floreal» y «pradial», y en verano, «mesidor», «termidor» y «fructidor».
Calendario republicano del año II. |
El siguiente paso en la formación de Sophie va asociado a la creación de la Escuela Politécnica de París, que debe su origen también a la Revolución de 1789, ya que fue creada para paliar el déficit de ingenieros. Dicha carencia motivó que la red de transportes del país, descuidada durante varios años por lo convulso de la situación política, necesitara importantes mejoras. El Comité de Salvación Pública creó una llamada «Comisión de Obras Públicas», a través del decreto del 21 de Ventoso del año II (11 de marzo de 1794). El propio Comité había suprimido el calendario gregoriano e impuesto el calendario revolucionario, en el que los nombres de los meses estaban asociados principalmente a la climatología o la agricultura. El ingeniero Jacques-Élie Lamblardie (1747-1797), el matemático Gaspard Monge (1746-1818) y el también matemático, físico y militar Lazare Carnot (1753-1823) recibieron la misión de organizar una nueva «Escuela Central de Obras Públicas». El 28 de septiembre de 1794 (el 7 de Vendimiario del año III, en el calendario revolucionario) se creó oficialmente esta escuela, que pasó a llamarse Escuela Politécnica un año más tarde.
La Escuela fue inaugurada el 21 de diciembre de 1794 ante 272 alumnos y numerosas personalidades como el químico Antoine-François Fourcroy (1755-1809) y Joseph-Louis Lagrange (1736-1813), uno de los matemáticos más importantes de la época y que pasó a formar parte del profesorado. Aunque en los primeros cursos hubo ciertas dificultades, pronto la Politécnica alcanzó un gran prestigio debido al estricto proceso de selección de los alumnos, a los métodos de enseñanza, a la calidad y exigencia del profesorado y a los puestos de élite que se alcanzaban en la administración tras pasar por sus aulas.
En un primer momento, la Escuela no admitió a mujeres entre sus aulas. Además, en 1805 Napoleón militarizó el centro y sus alumnos pasaron a ser considerados cadetes del ejército. Aunque fue dotada en 1970 de un estatus civil, aún hoy en día sigue manteniéndose ligada al Ministerio de Defensa, es dirigida por un general y los alumnos franceses poseen estatus militar. Por todo ello, la Politécnica no admitió a alumnas hasta 1972. Sin embargo, tal y como narra Libri en su obituario sobre Sophie Germain:
Con el establecimiento de la Escuela Normal y de la Escuela Politécnica, [Sophie] obtuvo para su propio uso los apuntes de las clases de diferentes profesores. La química de Fourcroy y el análisis [matemático] de Lagrange llamaron especialmente su atención. En ese momento, estos profesores, al final de sus cursos, empleaban la excelente práctica de exigir a sus alumnos que presentaran sus observaciones por escrito. Mademoiselle, usando el nombre de un estudiante de la Escuela Politécnica, envió las suyas a Lagrange.
Para enviar sus notas a Lagrange, Sophie usó el nombre de Monsieur Le Blanc. Se sabe que en la clase del primer año de la Escuela Politécnica estaba inscrito un estudiante con el nombre de Antoine-Auguste Le Blanc. Se conoce poco de Le Blanc, salvo que era un año mayor que Sophie, que había crecido en París y que tras su graduación fue admitido en la Escuela Nacional de Puentes y Caminos, una excelente institución cuyo currículo estaba orientado hacia la práctica de la ingeniería y que requería de un riguroso entrenamiento en matemáticas y ciencias para la entrada. Cómo llegaron a conocerse él y Sophie, si es que alguna vez lo hicieron, permanece incierto, pero no es difícil imaginar que en un París mucho más pequeño que el actual y dentro de una misma clase social no era raro cierto contacto. Sin querer calumniar a Antoine, que murió a la edad de veintidós años antes de poder asistir a la Escuela Nacional de Puentes y Caminos, es verosímil imaginar un arreglo amistoso por el que Le Blanc asistiera a las clases y Sophie se encargara de realizar algunas de las tareas asignadas por los profesores basándose en los apuntes que él le pasaba. Otras fuentes, sin embargo, señalan que, en realidad, Sophie y Antoine nunca llegaron a conocerse, sino que ella se enteró de que Le Blanc había dejado los estudios y, en algún sentido, usurpó su personalidad. Aunque es muy posible que Sophie fuera capaz de ello y de mucho más, dado su interés en aprender, esta versión parece más inverosímil puesto que no explica cómo le llegaban los apuntes de las clases y cómo hacía para entregar los trabajos asignados. Además, parece ser que, pese a las pequeñas trampas que se le están asignando, Le Blanc era un excelente alumno que había conseguido acceso primero a la Escuela Politécnica y, después, a la Escuela Nacional de Puentes y Caminos.
Sea como fuere, el caso es que a través de esos trabajos Sophie entró en contacto con el primero de los grandes matemáticos de su época, ya que Lagrange quedó impresionado con la profundidad y el rigor de los trabajos de Monsieur Le Blanc. Finalmente, Lagrange acabó descubriendo quién era realmente la autora de dichos trabajos, posiblemente el propio Le Blanc acabó confesando la realidad. Al saber que el alumno que más le había impresionado era, en realidad, una mujer, Lagrange no solo no se molestó, sino que se desplazó al hogar de los Germain para expresar su admiración por Sophie, aunque los detalles exactos de dicha visita no son conocidos, ni la respuesta de Sophie o de sus padres ante ella.
LA HISTORIA DE LAS FUNCIONES ELÍPTICAS
Joseph-Louis Lagrange nació en Turín y era de ascendencia francoitaliana. Son muchas las aportaciones que realizó a la matemática y la física, pero una de las más importantes la produjo siendo extremadamente joven. Cuando tenía tan solo diecinueve años envió una carta a Leonhard Euler, el matemático más prolífico y prestigioso del siglo XVIII y uno de los más grandes de la historia, en la que le proponía la resolución del «problema de la isoperimetría», que se venía discutiendo desde hacía más de cincuenta años. Dicho problema consiste en resolver cuál es la curva de menor longitud que encierra una misma área y Lagrange lo hizo con un método novedoso conocido como «cálculo de variaciones», técnica que sigue usándose hoy en día para la obtención de óptimos de funciones. Lagrange, atraído por el rey Federico II el Grande de Prusia, que quería «al matemático más grande para el rey más grande», vivió en Berlín durante veinte años. A la muerte del monarca, se trasladó a París, donde desarrollaría el resto de su carrera.
Joseph-Louis Lagrange. |
Lo que sí es evidente es que después del encuentro con Lagrange, Sophie pasó a ser más o menos conocida entre el activo círculo científico parisino. En este sentido, Libri comentó que:
La aparición de esta joven geómetra armó un gran revuelo y Mademoiselle Germain no tuvo que esperar mucho tiempo para ver a los científicos de mérito superior venir a ella. Sus conversaciones proveyeron de alimento a su mente.
No se conocen los nombres de todos esos «científicos de mérito superior», pero se conserva cierta correspondencia que atestigua el contacto con algunos. Por ejemplo, entre ellas se encuentra una carta de un tal «M. Bernard» dirigida a la madre de Sophie en nombre del anciano «ciudadano» Cousin, el autor de Leçons de calcul différentiel et de calcul intégral que Sophie había estudiado poco antes. En ella, solicitaba un encuentro entre el prestigioso profesor y Mademoiselle Germain y se ofrecía a poner a su disposición todos los recursos que poseía para la práctica y profesión de la ciencia, entre ellos su amplia biblioteca.
En cualquier caso, en esa época, a finales del siglo XVIII, comenzó el contacto epistolar de Sophie Germain con numerosos científicos, especialmente matemáticos, costumbre que no abandonaría el resto de su vida y gracias a la cual se ha podido reconstruir casi la totalidad de su legado matemático, ya que gran parte de él no fue publicado en vida de la matemática francesa. Sin embargo, no siempre esos contactos fueron fructíferos ya que se conserva una carta del afamado astrónomo Jérôme Lalande (1732-1807) que da que pensar en un más que conflictivo encuentro entre ambos y también que Sophie podía llegar a tener un carácter fuerte y difícil:
4 de noviembre de 1797
Señorita:
Sería difícil que alguien me hiciera sentir más la imprudencia de mi visita y la desaprobación de mis respetos de lo que usted me hizo ayer. Sin embargo, para mi habría sido difícil prever el resultado.
Todavía no puedo entender ni reconciliar lo que pasó con los talentos que mi amigo Cousin me contó [sobre usted]. Todo lo que me queda por hacer entonces es pedir disculpas por mi imprudencia. Uno aprende en cada edad, y las lecciones que uno aprende de una persona tan agradable y sabia como usted permanecen más duraderas que las de otros.
Me dijo que había leído el Système du Monde de Laplace y que no quería leer mi breve trabajo sobre astronomía. Dije que pensaba que no podía entender el uno sin el otro. Supongo que fue esta sugerencia la que causó su ira. Por ello me disculpo.
Atentamente.
Imaginarse a una joven de veintiún años en el siglo XVIII, por mucha revolución que hubiera transcurrido o por muy «ciudadanos» que fueran todos, iracunda ante las sugerencias de uno de los astrónomos más acreditados de la época y que contaba con sesenta y cinco años en ese momento, es significativo del difícil carácter y de la firmeza de las convicciones de Sophie Germain. Pero existe otro dato más en esta anécdota y que puede ser ilustrativo de algo más profundo en las ideas de Sophie: el libro de Lalande estaba escrito especialmente para mujeres. Este hecho, que hoy puede verse como un insulto, era tremendamente avanzado para la época, en la que muchos consideraban que la mujer no debía dedicarse a esas disciplinas, aunque fuera en una versión simplificada como la de Lalande. Pero es evidente que Sophie no se consideraba entre la potencial audiencia de ese libro y por ello le hizo ver que había leído el texto de Laplace, comentario que a buen seguro no entendió el anciano astrónomo, y con ello vendría el equívoco que desató la ira de la joven. Desde 1795 hasta su muerte en 1807, Lalande estuvo enemistado con Sophie, aunque tal vez sea más apropiado decir que ella lo estuvo con él.
En cualquier caso, está claro que desde entonces se desató una profunda enemistad entre ellos, como atestiguan varias cartas que se prolongan en el tiempo. Por ejemplo, en una invitación a una cena en 1800 en la que se asegura a Sophie que Lalande no estará presente. Además, se conservan otras cartas de 1802 en las que se menciona que Sophie está enemistada no solo con Lalande sino también con sus amigos. Estas últimas epístolas no dejan de ser curiosas en el sentido de que dan pistas sobre diferentes hechos notables. En primer lugar, la importancia que se le daba a Sophie Germain a principio del siglo XIX aunque no constara ningún trabajo suyo publicado; en segundo lugar, de nuevo el carácter determinado de una joven sin posición académica reconocida, y, por último, el importante papel que ejercía su madre entre ella y el resto de la sociedad, como una especie de intermediaria ya que, a veces diversas personalidades se dirigían a Madame Germain para solicitar una cita con la matemática o para hacerle destacar cierto punto que creían de su incumbencia. Concretamente, en 1802, el prestigioso helenista Jean-Baptiste-Gaspard d’Ansse de Villoison (1750-1805), que fue famoso por haber reconstruido La Iliada de Homero, quiso dedicar un poema con versiones en griego y latín a los científicos franceses más importantes de la época. Ansse de Villoison tuvo la mala idea de incluir en él tanto a Sophie Germain como a Lalande pero, precavidamente, avisó de sus intenciones a la joven cuando ya tenía concluidos los poemas y esperaba la imprenta. Se desconoce la respuesta exacta de ella, pero en la siguiente carta dirigida a su madre le aseguraba que había destruido ambos poemas tal y como era deseo de su hija, lo cual prueba también cuánto eran valorados los caprichos de alguien a quien se le estaba vetado entrar en algunas de las instituciones científicas de la época.
JÉRÔME LALANDE: EL «ENEMIGO» DE SOPHIE GERMAIN
Jérôme Lalande era hijo de una familia acomodada de una zona rural y sus padres lo enviaron a París para que estudiara leyes. Sin embargo, quiso el azar que se alojara en el Hotel Cluny, donde el astrónomo Joseph-Nicolas Delisle (1688-1768) tenía su observatorio, así que fue arrastrado a la astronomía y se convirtió en el discípulo celoso favorito tanto de Delisle como del atrónomo Pierre-Charles Le Monnier (1715-1799). Terminados sus estudios jurídicos, estaba a punto de regresar a su localidad natal para ejercer como abogado, pero Le Monnier obtuvo permiso para enviarlo a Berlín, para realizar observaciones sobre la paralaje lunar a la vez que el astrónomo Nicolas-Louis de Lacaille (1713-1762) hacía lo propio en el cabo de Buena Esperanza (Sudáfrica). Lo exitoso de sus mediciones, realizadas con veinte años, catapultó su fama y fue elegido miembro de la Academia de Ciencias Berlín y astrónomo adjunto de la Academia francesa.
Entre sus obras más destacadas se encuentran unas tablas planetarias que mejoraban los cálculos realizados por Edmond Halley (1656-1742), en las que se incluían precisiones sobre el paso del famoso cometa que lleva el nombre del astrónomo inglés.
Por lo tanto, a finales del siglo XVIII, Sophie Germain era una joven, aunque no tanto bajo los parámetros de su época, que no estaba casada ni comprometida, con lo cual su familia casi había renunciado a la máxima aspiración a la que anhelaba un matrimonio con tres hijas: que se casaran con alguien de buena posición. Afortunadamente para ella, a pesar de ciertas reticencias iniciales, su hogar era muy liberal para su tiempo y gozaba de una buena economía. Ambos hechos le permitieron dedicarse al estudio de las matemáticas que le apasionaban, aunque es muy posible que con su tesón lo hubiera conseguido aún en condiciones más adversas.