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CAPÍTULO II


Las hortalizas y sus exigencias

Las grandes familias de hortalizas

Es útil saber a qué familia botánica pertenece cada hortaliza, para establecer las rotaciones (ver el capítulo XI) y también porque las hortalizas que pertenecen a una misma familia tienen a menudo características comunes.



Las necesidades nutritivas de las plantas

Las plantas encuentran los elementos que necesitan en el aire y en la tierra.

El aire proporciona el oxígeno, el carbono y a las leguminosas el nitrógeno.

La tierra proporciona los demás elementos: nitrógeno, fósforo, potasio, magnesio, calcio, hierro, azufre y oligoelementos.

En la práctica, el agricultor no tiene que preocuparse del carbono y el oxígeno, pues están presentes en cantidad suficiente en el aire en forma de dióxido de carbono o anhídrido carbónico (durante el día las plantas enriquecen el aire con oxígeno mientras absorben dióxido de carbono). Por el contrario, debe vigilar que las plantas sean alimentadas correctamente en lo que respecta al nitrógeno y a otros elementos.

La alimentación de la planta con nitrógeno

Todos los agricultores —y la mayoría de los horticultores— saben que es principalmente el nitrógeno el elemento que hace crecer las plantas, y por esto, para tener productos más tempranos en la temporada o rendimientos más elevados se ven tentados a aumentar sus aportaciones de este elemento.

Las plantas absorben la mayor parte del nitrógeno que necesitan en forma de nitratos (NO3) y una pequeña parte en forma de compuestos amoniacales (NH4) y de sustancias orgánicas complejas.


Los abonos químicos aportan el nitrógeno en forma nítrica, directamente asimilable, o amoniacal, rápidamente asimilable a través del proceso de la nitrificación.

Principalmente cuando los aportes de abonos son fuertes, esta fertilización conduce a excesos de nitrógeno en la tierra, lo que presenta múltiples inconvenientes: exceso de nitratos, mala conservación, mayor sensibilidad a las plagas, mayor contenido en agua y menor valor nutritivo de las hortalizas.

En horticultura biológica el nitrógeno es suministrado únicamente mediante la materia orgánica y la fijación bacteriana del que está presente en el aire.

• El nitrógeno suministrado por los materiales orgánicos de la tierra proviene de su mineralización, es decir de la transformación, bajo la influencia de los microorganismos de la tierra, de los componentes nitrogenados orgánicos en compuestos amoniacales y después en nitratos.

Esta mineralización afecta por una parte al humus, el cual se mineraliza a razón de aproximadamente el 2% cada año, y por otra a la materia orgánica fresca, como residuos de cosechas, abonos verdes, estiércol, compost, acolchado, abonos orgánicos, etc., de la cual una parte se mineraliza y otra se transforma en humus.

La materia orgánica rica en carbono y pobre en nitrógeno, como la paja, ramas, serrín, etc., proporciona mucho humus y poco nitrógeno; por el contrario, la materia pobre en carbono y rica en nitrógeno, como la procedente de plantas jóvenes, deyecciones animales o abonos orgánicos comerciales, proporciona poco humus a la tierra pero mucho nitrógeno para las plantas.

• La segunda fuente de nitrógeno para los horticultores biológicos es la fijación biótica del nitrógeno del aire, ya sea por bacterias libres como el Azotobacter, o por simbióticas con las leguminosas (ver el capítulo I).

En la práctica, si el horticultor quiere proporcionar nitrógeno a las plantas, deberá:

— aumentar los aportes de los materiales orgánicos ricoa en nitrógeno;

— practicar el cultivo de abonos verdes a base de leguminosas;

— a más largo plazo, enriquecer la tierra en humus.

Pero debe tener cuidado con el exceso de nitrógeno, que puede conducir, a causa de un abonado orgánico excesivo, a los mismos inconvenientees que los abonos químicos.

La alimentación de las plantas con otros elementos

Fósforo, potasio, calcio, magnesio, azufre, hierro y oligoelementos, a diferencia del nitrógeno, presente únicamente en la materia orgánica, se encuentran además en los minerales de la tierra y del subsuelo. La mayor parte se encuentra bajo forma insoluble, no directamente asimilable por las plantas, las cuales sólo pueden utilizar los elementos en forma de iones, es decir, en la práctica, en forma de sales solubles. Por ejemplo encontramos potasio en numerosas rocas, pero se halla en forma de silicatos (compuestos a base de sílice) insolubles. Para que se vuelvan asimilables, los silicatos deben descomponerse y el potasio pasar a la forma de sal como cloruro, sulfato, etc.; proceso que se produce lentamente en la tierra y es de naturaleza físico-química y biológica. En agricultura y horticultura «química», los elementos minerales se aportan bajo forma de sales directamente asimilables por las plantas. En agricultura biológica, los elementos minerales son proporcionados a las plantas:

— por los materiales orgánicos;

— por la solubilización de los minerales presentes en la tierra;

— por las aportaciones de minerales triturados como fosfatos naturales, rocas silíceas, algas calcáreas, etc.

En un huerto abonado regular y abundantemente con materia orgánica, los complementos minerales raramente son necesarios.

Las sustancias orgánicas complejas

Al contrario de lo que se ha enseñado durante largo tiempo en la agronomía clásica, las plantas son capaces de absorber, no sólo las sales, sino también moléculas orgánicas complejas, sobre todo aminoácidos, antibióticos e incluso moléculas de ácidos húmicos. Estas sustancias, cuyo papel en la nutrición de las plantas es todavía mal conocido, sólo están presentes en la tierra en cantidades suficientes si ésta tiene una buena actividad biótica.

Las necesidades de las plantas de luz, calor y agua

La luz

El crecimiento de las plantas, y en nuestro caso las hortalizas, está condicionado por el proceso fundamental del reino vegetal: la fotosíntesis, por la cual las plantas son capaces de sintetizar los glúcidos o hidratos de carbono (compuestos orgánicos formados por carbono, oxígeno e hidrógeno, como el azúcar, el almidón y la celulosa) a partir del dióxido de carbono presente en el aire, utilizando como fuente de energía la luz del sol. Este proceso también se denomina función clorofílica, pues es en la clorofila —sustancia verde presente en las hojas— donde tiene lugar la fotosíntesis.

El crecimiento de las plantas está por lo tanto ligado a la cantidad de luz que reciben, y por ello en un lugar oscuro las plantas se marchitan y pierden su color verde.

Esto explica por qué incluso en un invernadero con calefacción el crecimiento de las plantas disminuye en invierno, y por qué sus hortalizas son mucho más ricas en nitratos que las hortalizas de temporada, pues la síntesis de proteínas a partir de los nitratos absorbidos por las raíces disminuye ya que está ligada a la fotosíntesis.

Otro efecto importante ligado a la iluminación es el fotoperiodismo. Para llegar a la madurez ciertas plantas tienen necesidad de días largos; otras están mejor adaptadas a días cortos, y finalmente otras son indiferentes a la longitud del día.

El calor

Las plantas crecen tanto más rápidamente cuanto más elevada es la temperatura, aunque cierto límite, en general de 25 a 30 °C. Esta tempratura límite es evidentemente más elevada para las plantas originarias de los países cálidos. Pero para el horticultor tiene más importancia el límite inferior, es decir, la temperatura por debajo de la cual no germinan las semillas, o el crecimiento de las plantas se detiene o disminuye notablemente. Esta temperatura permite determinar las épocas de siembra y de plantación, así como la eventual utilización de camas calientes o de un invernadero.

Las hortalizas se pueden clasificar en dos grandes categorías: las que necesitan calor y las que, por el contrario, les afectan negativamente los calores fuertes. Las primeras obtienen siempre dificultades para crecer en las regiones frías y es necesario reservarles los emplazamientos mejor expuestos y las tierras más ligeras; también es necesario saber esperar que las condiciones climáticas sean favorables para su desarrollo, ya que si se siembran demasiado temprano vegetan y son frecuentemente presa de plagas y enfermedades.

Hortalizas que necesitan calorHortalizas que soportan mal los calores fuertes
AlbahacaMelónBerenjenaPepinoCalabazaPimientoGarbanzoSandíaJudíaSojaMaízTomateAchicoriaLechugaEscarolaNaboEspinacaRábanoGuisanteValerianelaHaba

El agua

Todas las plantas necesitan agua, pero en cantidades muy variables según las especies. Por ejemplo, el maíz neceesita unos 340 litros para fabricar 1 kg. de materia seca, 570 el tomate, 700 el calabacín y 800 litros el pimiento.

Si consideramos el volumen de agua necesario por superficie cultivada, hemos de tener en cuenta que la cantidad de materia seca producida por m2 es mucho mayor de 6 a 8 toneladas de materia seca por hectárea, que para la lechuga, que sólo produce 1 ó 2 toneladas.

La necesidad de agua de una planta durante un período dado depende también de su velocidad de crecimiento. Las plantas d edesarrollo rápido, como el maíz, durante los meses de verano necesitan mucha más agua que las plantas de desarrollo lento, como el puerro o la zanahoria.

La resistencia de las plantas a la sequía está por último ligada a la profundidad de su enraizamiento. Las hortalizas con raíz pivotante, como la zanahoria, la chirivía o el salsifí, sufren menos a causa de una sequía momentánea que las hortalizas de enraizamiento superficial como las lechugas, las cucurbitáceas o el tomate.

El huerto biológico

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