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ОглавлениеCAPÍTULO IV
Implantación y organización de un huerto
La elección del terreno
No siempre podemos elegir el emplazamiento de nuestro huerto, pero en la medida de lo posible tendremos en cuenta los siguientes factores:
• La distancia respecto a la vivienda. Evidentemente es muy deseable que el huerto esté lo más próximo posible a la vivienda. Resulta preferible tener un pequeño huerto cerca, que un gran huerto demasiado lejos.
También podemos adoptar una fórmula mixta: un pequeño huerto contiguo a la casa para las hortalizas que requieren una vigilancia o una cosecha muy frecuentes, o exigen ser consumidas muy frescas, como rábanos, lechugas, tomates, judías verdes, perejil, hierbas condimentadas, etc.; y un gran huerto para los cultivos que necesitan menos cuidados o se conservan más tiempo.
• La superficie del huerto depende del número de personas a alimentar, del régimen alimenticio de la familia, de la variedad de hortalizas que deseemos cultivar y del tiempo que podamos dedicarle.
Se pueden dar, a título indicativo, unas cifras que son válidas para un huerto con buena tierra (ver la tabla de la página siguiente).
Estas cifras, lógicamente, sólo indican órdenes de magnitud. Podrán variar según la calidad de la tierra —y bastante más— según la competencia del hortelano.
• La orientación y la pendiente. Los terrenos llanos o con pendientes muy ligeras son los más fáciles de cultivar. Si el terreno está en pendiente, deberá ser orientado al sur; la orientación al norte debe excluirse.
El establecimiento de un huerto sobre un terreno con fuerte pendiente es posible cuando no se tenga otra alternativa, pero exige ciertas precauciones y hay que saber que el trabajo será siempre más difícil, sobre todo si utilizamos un motocultor, y más fatigoso que en terreno llano.
Si la pendiente es muy fuerte es indispensable cultivar en terrazas, lo que supone mucho trabajo si las terrazas no están ya construidas.
En el caso de una pendiente mediana, las parcelas se dispondrán siempre siguiendo las curvas del nivel, es decir perpendicularmente a la pendiente, con el fin de limitar los riesgos de erosión.
• El medio. El huerto deberá, en la medida de lo posible:
— estar protegido de los vientos fríos, generalmente del norte y del este;
— no estar rodeado por árboles demasiado grandes;
— estar apartado 100 m. como mínimo de carreteras de mucha circulación, a causa del riesgo de contaminación por los gases de los tubos de escape;
— estar apartado de fábricas contaminantes;
— no estar rodeado de tierras cultivadas químicamente.
Si no es posible satisfacer esta última condición, se protegerá con setos.
• La naturaleza de la tierra. Vale más tener un huerto pequeño con buena tierra, que otro grande con tierra mediocre.
Si embargo, es posible hacer horticultura incluso sobre una tierra muy mala, siempre con la condición de ser paciente y estar dispuesto a gastar el dinero y sobre todo la energía necesarios para su mejora. No obstante, hay dos tipos de tierras que debemos evitar dentro de lo posible:
– las demasiado poco profundas, es decir formadas por una capa delgada sobre un subsuelo jocoso;
– las hondonadas difíciles o imposibles de drenar.
Sea cual fuere la tierra, será conveniente realizar un análisis químico y biológico completo, sobre todo si vemos que las hortalizas crecen mal o están invadidas por parásitos.
Las mejores tierras son aquellas que tienen un contenido medio en arcilla y un buen contenido en humus, y que son profundas y tienen buen drenaje.
• Las posibilidades de riego. Evidentemente es interesante disponer de una toma de agua próxima al huerto. En climas mediterráneos ello es indispensable, sin embargo en climas atlánticos se puede cultivar con buenos resultados con muy poca agua, justo la necesaria para regar las plantas durante el trasplante y algunas siempre delicadas.
La organización del huerto
El plano que detallamos es un ejemplo de huerto-tipo de 500 m2 de superficie total, de los cuales cerca de 400 m2 están cultivados realmente. Las calles permanentes, en clima húmedo están sembradas de hierba que se siega regularmente, proporcionando materia verde para el acolchado.
El huerto está dividido en parcelas de 1,20 m. de anchura y aproximadamente 9 m. de longitud. Los pasillos entre las parcelas tienen 35 cm. de anchura, la anchura de un rastrillo, para facilitar su mantenimiento. Para un huerto más pequeño, de 200 a 250 m2 cultivados, reduciremos la longitud de las parcelas a unos 5 m., siendo siempre la anchuira de 1,2 m.
En huertos muy grandes, de 1.000 m2 o más, cultivados con la ayuda de un motocultor y de herramientas del tipo de la sembradora de rueda y la azada de rueda, será interesante alargar las líneas de cultivo a 20 ó 30 m. y suprimir la división del terreno en parcelas de 1,20 m., sembrándose las líneas con su separación normal, una tras otra, sin dejar pasillos. La función principal de los pasillos es no compactar la tierra de las parcelas durnte la siembra y las labores de cultivo, pero si se trabaja con la sembradora de rueda y la azada de rueda, es necesario de todas formas caminar entre las hileras para sembrar y escardar. Por otro lado el número de pasadas, especialmente para la siembra, es menos elevado que en un huerto pequeño, lo que reduce los inconvenientes del pisoteo.
PLANO TIPO DE UN HUERTO DE 500 m2. de los que están cultivados 400
Ocupación del terreno a principios de agosto.
Dimensión entre el muro y los setos: 20 × 25 m.
La ocupación de las parcelas detallada en el plano corresponde a finales de julio o principios de agosto. Faltan los cultivos tempranos recolectados antes de finales de julio, como ajo, zanahorias tempranas, lechugas, coles de primavera, espinacas, habas, guisantes, patatas tempranas y abonos verdes de primavera. También faltan los cultivos tardíos sembrados o trasplantados a finales de verano, como achicorias y escarolas de otoño, espinacas, valerianela, cebollas blancas, nabos, lechugas y abonos verdes de otoño.
Claro está, no se trata nada más que de un esquema-tipo que cada cual puede modificar según sus necesidades y experiencia.
Sobre los tres lados Este, Oeste y Norte del huerto se podrán plantar árboles frutales en la parte exterior de las calles permanentes.
¿Cuánto tiempo es necesario para cuidar un huerto? Es preferible, también en este caso, cultivar bien un huerto pequeño que querer cultivar una gran extensión que luego no se podrá atender debidamente.
Para un huerto familiar, los dos meses más atareados son abril y mayo. Durante este período es necesario disponer, para un huerto de 400 m2 cultivados, de al menos 12 a 15 horas semanales. El resto del año, salvo el período de noviembre a febrero, durante el cual los trabajos son muy reducidos, basta de 8 a 10 horas semanales. Un horticultor principiante o mal equipado deberá calcular tiempos sensiblemente superiores.
¿Cómo transformar en huerto una tierra inculta?
Una tierra sin cultivar durante numerosos años no se transforma de la noche a la mañana en un huerto fértil. Pero la transformación puede hacerse rápidamente y sin demasiado esfuerzo si sabemos cómo hacerla.
Si se trata de un antiguo huerto abandonado, podrá cultivarse de nuevo sin dificultad. El único problema será el de las malas hierbas, de las que nos desharemos rápidamente si la tierra es rica en humus.
Si se trata de una tierra pobre en humus, no fertilizada desde hace mucho tiempo o habiendo recibido fuertes dosis de abonos químicos, la transformación será más difícil.
El mejor período para comenzar la roturación (o la transformación) es el otoño.
• Si partimos de una vieja pradera o de un baldío, actuaremos de la forma siguiente:
En otoño
Si se cultiva a mano:
— segar la hierba lo más cerca posible del suelo;
— destruir la vegetación con la azada y recoger la más gruesa;
— mullir la tierra con la laya clásica o la laya de doble mango (ver el capítulo V);
— aportar abonos minerales naturales, según las indicaciones del análisis de tierra, y compost;
— mezclar con el garfio los abonos minerales y el compost con la capa superficial de la tierra;
— si el desbroce se ha efectuado antes de medidados de octubre, y si la tierra no debe ser sembrada temprano en primavera, entonces sembrar un abono verde;
— si la tierra es ligera y si no se siembra, acolcharla.
Si se poseen máquinas:
— pasar la segadora de césped o la desbrozadora;
— recoger la vegetación cortada si es muy abundante; o dejarla secar al sol si no lo es;
— destruir la vegetación con pasadas de la fresa sucesivas, a poca profundidad;
— cuando la vegetación está prácticamente descompuesta, al cabo de 2 a 3 semanas, aportar abonos minerales naturales y compost;
— realizar una última pasada con el motocultor, a mayor profundidad que las precedentes y con la fresa o con el arado;
— sembrar eventualmente un abono verde o acolcharla si la tierra es ligera, como para el cultivo manual.
En primavera
— destruir el abono verde (ver el capítulo VIII);
— retirar todos los materiales orgánicos no descompuestos, como el acolchado o las malas hierbas;
— mullir de nuevo la tierra, con el garfio si está bastante mullido, con la laya de doble mango, la clásica o el motocultor;
— preparar la tierra para la siembra;
— si el terreno está muy invadido por hierbas, no sembrar plantas fácilmente invadibles como zanahorias o cebollas;
— si el desbroce se ha empezado tarde en el otoño y si la vegetación antigua no está todavía completamente descompuesta, abstenerse de sembrar o trasplantar plantas demasiado exigentes o demasiado sensibles a la presencia de materia orgánica mal descompuesta, como sobre todo apio, coliflor, salsifí, lechuga o zanahoria;
— si no se cultiva toda la superficie el primer año, sembrar una mezcla a base de trébol —por ejemplo violeta y ray-grass— si hemos previsto dejar el abono verde todo el año; o bien una mezcla a base de veza —por ejemplo con avena— si se quiere utilizar la superficie para una siembra o un trasplante durante el verano.
• Si la tierra que queremos transformar en huerto era cultivada antes de forma química, procederemos básicamente de la misma forma, pero se aportará mayor cantidad de compost, ya que estas tierras son generalmente pobres en humus. En la medida de lo posible, se hará un segundo aporte de compost en primavera. Si la tierra es arcillosa, aportaremos el compost bien descompuesto.
Lógicamente, no podemos esperar obtener ya desde el primer año cosechas muy abundantes y libres de parásitos, sobre todo si partimos de una tierra pobre en humus por las malas técnicas de cultivo.