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II.4 LA TENSIVIDAD
ОглавлениеSi las teorías progresan, lo hacen como los cangrejos: avanzan con paso lento hacia sus premisas o, más precisamente, hacia la explicitación de sus premisas. La semiótica no opera de manera diferente: le ha tomado tiempo integrar la foria y la estesia que la mide como categorías rectoras de primer rango. De modo que, lejos de limitarnos a aceptar a regañadientes la afectividad y de restringirla a la modesta función de complemento circunstancial de modo, la integramos plenamente, bajo el nombre de intensidad, como magnitud rectora de la pareja que se deriva de la escisión inaugural:
Esa bifurcación exige algunas precisiones: (i) la tensividad es el lugar imaginario en el que se reúnen la intensidad —es decir, los estados de ánimo, lo sensible— y la extensidad —los estados de cosas, lo inteligible—; (ii) esa junción indestructible define un espacio tensivo de acogida y de calificación para todas las magnitudes que ingresan en el campo de presencia: al entrar en ese espacio, toda magnitud discursiva se ve calificada primero por la intensidad y por la extensidad, y luego, por las sub-dimensiones que la intensidad y la extensidad controlan; (iii) en consonancia con las enseñanzas de Hjelmslev, una desigualdad creadora liga la extensidad a la intensidad: los estados de cosas dependen de los estados de ánimo. Ese predominio de lo sensible sobre lo inteligible, evidente ya en el epígrafe de este libro, se apoya —como hemos visto en II.1— en lo que Cassirer llama “fenómeno de expresión”. Las determinaciones intensivas y extensivas se denominan valencias,31 término usual en las ciencias humanas; por su parte, el valor surge de la asociación de una valencia intensiva con una valencia extensiva, asociación cuyo tenor precisaremos más adelante. El garante global, la tensividad, y el garante local, el valor, participan ambos de la complejidad de desarrollo, examinada en I.1.3.
Dado que el análisis es como un “desplegable” (Hjelmslev), conviene considerar los funtivos de cada una de las dos dimensiones:
(i) en el caso de la intensidad, los funtivos están constituidos por la pareja:
[estallante vs débil]
(ii) en el caso de la extensidad, por la pareja:
[concentrado vs difuso]
Esas parejas controlan el acceso al campo de presencia: una magnitud penetra en el campo de presencia de acuerdo con el quantum de estallido y de eventualidad que concentra. Como el estallido (o brillo) reclama esquemáticamente la persistencia, la magnitud en cuestión es referida a sí misma según los modelos de variabilidad examinados en II.2. Por lo que se refiere a la extensidad, se trata de apreciar, a partir de selecciones y de mezclas admitidas o prohibidas, el grado de composición o de exclusividad que la magnitud admite: ¿constituye una clase por sí sola? ¿O forma parte “amigable” de otras clases? Recordemos que la problemática social, o societal, como se la prefiere designar ahora, es de orden extensivo: desde el momento en que el sujeto procede por selecciones y mezclas, recíprocas unas de otras, está en la obligación de incluir a los excluidos, unas veces, y otras, de excluir a los incluidos.32
Como el hecho semiótico es complejo, damos por supuesto, si atendemos a los discursos, que entre la intensidad y la extensidad se produce una correlación inversa “implacable”, una especie de “ley de bronce” que agrupa, por un lado lo estallante y lo concentrado, y por otro, lo débil y lo difuso. Todo ocurre como si el estallido adviniese a costa de la difusión, y recíprocamente; como si la multiplicación, en cuanto principio de lo difuso, se cambiara en división como apoyo del estallido. De acuerdo con esa disposición estructural, el redoblamiento del brillo (estallido) “aristocrático” o “monárquico” se obtiene a costa de la “democrática” difusión:
Hemos colocado en el extremo superior derecho el lugar de la utopía, de eso que Baudelaire llama en “Invitación al viaje”, el “verdadero país de Jauja”, aquel que desconoce la escasez y por tanto el “horror económico”.