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2.2.1 Los valores como producto

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Esa asimetría introduce la singularidad del espacio tensivo. La correlación inversa tiene por sintaxis íntima un principio de constancia que se puede formular así: si la intensidad y la extensidad varían en razón inversa la una de la otra, entonces, el producto de las valencias respectivas de dos valores distintos será tendencialmente constante y su norealización eventual, evenemencial, sería para el (los) sujeto(s) como un objetivo que realizar. Como puede apreciarse en el diagrama siguiente:


Este razonable principio de constancia del que acabamos de hacer la hipótesis significa que los productos «místicos» [V1 = i1 x e 1] y [V2 = i2 x e2] tienden hacia una constante virtual reguladora. En la dimensión de la intensidad, las valencias se distinguen unas de otras o como aumentos o como disminuciones; en la dimensión de la extensidad, como selecciones o como mezclas. La hipótesis del principio de constancia autoriza un paso suplementario hacia la singularidad del espacio tensivo: si el producto de las valencias /i/ y /e/ tiende a una constante, entonces, /i/ se convierte también en el cociente de dividir / V1/ por el divisor /e/. Si /e/ aumenta, /i/ disminuye, de suerte que /e/ funciona ahora como divisor e /i/ como un cociente. Según la terminología propuesta en Éléments de grammaire tensive [en español: Semiótica tensiva], un repunte en la dimensión de la extensidad tiene por correlato inmediato o próximo una atenuación en la dimensión de la intensidad. La medida intensiva y el número extensivo varían en razón inversa la una del otro, como muestra el siguiente ejemplo tomado de Rousseau y que debemos a D. Bertrand:

Durante mis cortas prosperidades muchas personas recurrieron a mí, y jamás en todos los servicios que pude hacerles ninguno de ellos fue desatendido. Pero de esos primeros favores hechos con afecto y con efusión del corazón fueron naciendo cadenas de compromisos sucesivos que yo no había previsto y de los cuales no podía ya liberarme18.

Este análisis de Rousseau ofrece un doble interés: (i) muestra la dependencia de un estado de ánimo, aquí «efusión del corazón» del destinador respecto de un estado de cosas, el número de ocurrencias del don; (ii) «hace ver» cómo una multiplicación en una dimensión se convierte «concesivamente» en división para el valor; así, esquemáticamente para el texto de Rousseau:


Los aumentos y las disminuciones intensivos vividos, que conmueven, en cuanto manifestantes, el campo de presencia, tienen por manifestado el juego reglado, la regulación actualizada de las dimensiones: por una parte, el sujeto formula el valor como el producto de las valencias que conjunta; por otra parte, por homogeneidad o circularidad virtuosa, formula la medida íntima, propioceptiva, del afecto como el cociente del valor dividido por el número actual del campo de presencia. La interdefinición, que es una exigencia epistemológica no negociable para Hjelmslev, remite aquí más bien a la densidad de la red relacional subyacente. De este trabajo de ajuste, de esta búsqueda de una exactitud cuantificable pero no contable, H. Michaux presenta en el bello texto titulado Dessiner l’écoulement du temps [Dibujar el fluir del tiempo] un análisis ejemplar centrado en la precisión del tiempo:

Cada cual trata, sin que nadie se lo indique, de conservar su tempo… (…) Por un balance sabio y constante entre las incitaciones que uno acepta y las incitaciones que uno rechaza; por un equilibrio complejo donde las pequeñas ralentizaciones y las pequeñas aceleraciones se encuentran ingeniosamente compensadas19.

Por ese juego de remisiones, la divergencia subjetal de la medida y del número, el principio de constancia y la formulación del valor intensivo como cociente, singularizan el espacio tensivo.

La hipótesis de la «intersección» como producto exige aun otros dos motivos: (i) la afirmación corriente según la cual el todo es superior a la suma de las partes es cierta, sin duda, ¿pero cómo fundarla? Eso no está dicho. Sin pretender agotar la cuestión, podemos decir por medio de metáforas que el tempo y la tonicidad son los ingredientes, y la hipótesis del producto, la receta; (ii) existe el misterio del «acento», de los «picos» de la intensidad, de los estados paroxísticos, y más generalmente, puesto que hemos reconocido en la medida una «intersección»: «Se trata de hallar la construcción (oculta) que identifique un mecanismo de producción con una percepción dada»20, es de esperar que «en alguna parte» surja un principio de desmesura. No andamos lejos de la retórica y nos movemos en torno a la hipérbole, que Fontanier aborda en los siguientes términos:

La Hipérbole aumenta o disminuye las cosas con exceso, y las presenta bien por encima o bien por debajo de lo que son, con vistas, no a engañar, sino a acercar a la verdad misma, a fijar, por lo que dice de increíble, lo que hay realmente que creer21.

Frente a todas las problemáticas que mantienen alguna conexidad entre sí, tenemos que anticipar: la hipérbole se encuentra en la intersección de dos sintaxis; por una parte, la sintaxis intensiva, que procede por aumentos y por disminuciones, y por otra parte, la sintaxis juntiva, la cual procede, según el caso, por implicación o por concesión. El mérito de Fontanier es raro y singular, ya que procede a realizar la catálisis del rasgo concesivo de la hipérbole.

La estructura tensiva

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