Читать книгу La estructura tensiva - Claude Zilberberg - Страница 17
2.2.2 De la correlación a la implicación
ОглавлениеLa legitimidad del arco que une las dos regiones en contraste del espacio tensivo es indirecta. Supone la autoridad de un principio de constancia que regula esa cantidad no numérica que asedia a la diferencia. Esa característica no numérica de la cantidad semiótica de ninguna manera impide efectuar algunas operaciones elementales. Como ya se ha indicado, la operación decisiva es sin duda esta: si se multiplica mentalmente la cifra de la intensidad por la de la extensidad, el producto actualizado sería tendencialmente constante. Sea simplemente: [i × e = k].
Para ilustrarlo, acudiremos a las reflexiones de Baudelaire sobre el juego y el trabajo, que figuran en Fusées [Bengalas]. Veamos el pequeño corpus siguiente:
El trabajo, fuerza progresiva y acumulativa, conlleva intereses como el capital, en las facultades como en los resultados.
El juego, incluso dirigido por la ciencia, fuerza intermitente, será vencido, por fructuoso que sea, por el trabajo, por pequeño que sea, si es continuo22.
Un poco de trabajo, repetido trescientas sesenta y cinco veces, da trescientas sesenta y cinco veces un poco de dinero, es decir, una suma enorme. Al mismo tiempo, se adquiere gloria.
De igual manera, una multitud de pequeños goces constituyen el bienestar23.
El trabajo no es el único que conserva las almas momificadas24.
La vida solo tiene un encanto verdadero: es el encanto del Juego25.
Es claro que el antagonismo vivencial del trabajo y del juego pertenece al resorte de la gramática tensiva: (i) el juego, bajo el ángulo de la intensidad, es fuerte, pero desde el ángulo de la extensidad, intermitente, es decir, concentrado en algunos momentos; (ii) de manera simétrica e inversa, el producto del trabajo, en relación con la intensidad, es del orden de la “pequeñez”, pero en relación con la extensidad: cotidiano. Así:
Lo que se esboza aquí es una gramática predicativa, es decir, una regulación de la predicación. De la predicación ordinaria, aceptando que está trunca, y que, por lo mismo, es incierta; no controlada, no dependiente, la predicación está fuera de sistema y no remite más que a la alternancia básica de «o… o…». Volvamos a nuestro esquema e inscribamos en el arco de las equivalencias: [S1] definido en el eje de la intensidad por [s1] y en el eje de la extensidad por [no s2], y [S2] definido en el eje de la intensidad por [no s1] y en el eje de la extensidad por [s2]. Así:
La lógica de este dispositivo simple no es la del «o… o…», sino más bien la del «si… entonces», es decir, la lógica de la implicación. Lo que define [S1] es la exigencia actual: si [s1], entonces [no s2] y otro tanto vale para [S2]. La problemática cambia de contenido puesto que ahora tiene por objeto la pregunta: ¿cómo se pasa de [S1] a [S2]? Nuestra respuesta es la siguiente: tal es precisamente la función esencial del evento, puesto que, según Valéry: «La sorpresa es siempre posible»26. Es, por lo demás, una de las aporías propias de la noción de evento: es a la vez singular y serial. Radicalmente improbable, el evento hace pasar sin transición, es decir, concesivamente, de una primera implicación a una segunda implicación:
La semiótica del evento no es una semiótica de la oposición, sino una semiótica de la interdependencia, de la solidaridad y de la inconciliación que le está asociada:
Todo acontecimiento brusco afecta al todo.
Lo brusco es un modo de propagación27.
Un ejemplo tomado de Balzac nos convencerá fácilmente. En Ilusiones perdidas, Balzac ha captado los efectos tímicos repentinos del descubrimiento de la inmensidad del número por Lucien de Rubempré:
Sorprendido por esta muchedumbre en la cual se sentía extraño, este hombre de imaginación, experimentó como una inmensa disminución de sí mismo. Las personas que gozaban en la provincia de alguna consideración, y que encontraban allí a cada paso una prueba de su importancia, no se acostumbran a esa pérdida total y súbita de su valor. Ser alguien en su tierra y no ser nadie en París, son dos estados que necesitan transiciones; y aquellos que pasan demasiado bruscamente de uno a otro, caen en una especie de aniquilación28.
La primera observación que se impone concierne al hecho de que el análisis de Balzac se encuentra con el de Valéry en el sentido de que la magnitud que decide el contenido de las magnitudes es en ambos casos el tempo, la prevalencia del tempo, a saber, la irrupción de eso «brusco» que Balzac con toda pertinencia acopla a la «transición», es decir, a la lentitud y a la progresión que ella autoriza. No necesitamos añadir nada a estos análisis magistrales. El análisis tensivo se contenta con ubicar adecuadamente las magnitudes reconocidas en el espacio tensivo.
Este luminoso texto de Balzac comparte otra enseñanza relativa a la autoridad del tempo. La búsqueda del sentido se presenta como la travesía de tal paradigma por el sujeto, la cual puede hacerse paso a paso o de una sola vez. En el primer caso, el trámite proporciona al sujeto una satisfacción que reposa en el control del proceso por el sujeto; en el segundo caso, un éxtasis, eventualmente negativo como es el caso descrito por Balzac. La conmutación vivida por Lucien de Rubempré puede ser analizada así:
Una segunda enseñanza puede extraerse del análisis de Balzac a partir de la pregunta: ¿cómo se obtiene este «no ser nadie»?; ¿cuál es la receta de ese «no ser nadie» si extendemos la noción de receta más allá de sus límites habituales? El principio de constancia que suponemos propone una hipótesis: si planteamos-evaluamos el quantum imaginario de carga tímica, de foria, es en Angulema divisible por «uno», admitiendo que Mme. de Bargeton lo concentra, lo resume en su sola persona; por «n» si designamos así el número restringido de personas que admite en su salón. Esa carga tímica, cuyo recuerdo acompaña a Lucien, es divisible en París por «∞», puesto que la «multitud» es, por el hecho de su renovación, si no de derecho al menos de hecho, infinita. Entonces:
Espíritu eminentemente concesivo, Baudelaire, en el poema en prosa Les foules, procede a la inversión de los términos de esa estructura tensiva:
Multitud, soledad: términos iguales y convertibles por el poeta activo y fecundo. Quien no sabe poblar su soledad tampoco sabe estar solo entre una multitud agitada29.
La calificación «no ser nadie» se presenta ahora como el cociente de la carga tímica por el número atribuido a la extensidad. Por sí misma, esta estructura es trascendente, de donde la pregunta: ¿cómo accede esa estructura al discurso? Por la modalidad, aquí, del no poder no ser, de tal manera que esa reconversión modal instala en inmanencia, es decir, al alcance del sujeto, dicha estructura.
Los dos ejemplos analizados muestran los límites de la noción de oposición. Lo que está en cuestión es el desarrollo sintagmático de una doble concesión. A propósito del valor respectivo del trabajo y del juego para Baudelaire: aunque «pequeño», el trabajo produce, repetido día tras día, una «suma enorme», mientras que el juego, aunque «fructífero», «será vencido por el trabajo». Lo mismo ocurre con la notoriedad personal, según Balzac; varía en razón inversa del número de sujetos; disminuye cuando el efectivo de sujetos crece: