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4. LOS CÓDIGOS VITALES VERSUS LOS CÓDIGOS TEATRALES

La vida no es como sucede, sino como la cuentas.

G.G.M.

Hay quienes consideran que con tener los testimonios es suficiente: solo los transcriben y ya tienen una obra de teatro. Yo creo que no basta con tener una historia, es necesario darle un tratamiento, pulirla, separar las pequeñas piedras que la rodean para llegar a la diminuta semilla de oro.

Creo que los tiempos del teatro y los tiempos de la vida son distintos. En la vida real tenemos tiempo para escuchar, en el teatro, los tiempos del espectador suelen estar acotados. Siempre advierto que no es suficiente con tener el testimonio, hay que pensar en la estructura con la que vamos a contar la historia. ¿Cuál es el cielo que sostiene la historia que contamos? ¿Cuál es el universo en el que se mueven esos personajes? Creo que los testimonios deben estar atravesados por el hilo de la ficción, y paradójicamente la ficción acerca a nuestros espectadores.

En los últimos tiempos hemos sido bombardeados con el tema de “la verdad”; los productores descubrieron que si al inicio de la película ponen la leyenda “inspirada en un hecho real” la película se vende más. El ejemplo más claro es La bruja de Blair, que horrorizó a millones de espectadores cuando dijeron que lo que veíamos en pantalla eran las grabaciones reales de un grupo de exploradores desaparecidos. Años después explicaron que fue mentira, un mero truco publicitario.

He entendido que la verdad es un elemento más, pero no necesariamente el más importante. Me gusta torcer los testimonios a favor de la ficción, no me importa si la gente cree la historia completa o no, me interesa encontrar la manera de contarla, de transformarla, de volverla código teatral. Cuando hice una obra biográfica en la que contaba sobre el alcoholismo de mi padre y la violencia que viví de niña, mucha gente decía que los personajes de la obra eran completamente inventados. En particular uno de ellos apodado “el Pulpo”; un tipo que había perdido ambos brazos y manejaba un vehículo con sus muñones. Yo sabía dónde vivía él, me obsesioné en demostrar que lo había conocido. Quería demostrar que era verdad, tenía que conseguir una fotografía de “el Pulpo” para que el público creyera mi historia.

En ese tiempo yo daba taller en el penal de Mérida. Mis alumnas me contaron que la esposa de “el Pulpo” llegó a dar una charla y les contó que su marido había muerto recientemente y ella estaba muy deprimida. Pensé que sería imprudente ir a verla si estaba tan mal. Además, sería de muy mal gusto pedirle la foto. Dejé pasar el tiempo y fui a verla, me atendió uno de sus hijos, le dije que era columnista de un periódico local y que quería hacer una nota sobre su padre. El joven me miró con desconfianza y me dijo que no. Me cerró la reja en la cara, una voz se escuchó desde dentro. “¿Quién es?” el joven le explicó y la señora, la viuda, me dejó pasar. Me contó la historia de amor entre ella y el señor Javier Pat “el Pulpo”. La historia tremenda de sobrevivencia de este hombre, su inteligencia, su fortaleza. Sin conocimientos de mecánica diseñó su propio vehículo para manejarlo con los muñones. Sin duda la ausencia calaba hondo en su familia. Su viuda se conmovió hasta las lágrimas al recordarlo. No tuve corazón para pedirle la fotografía. Estaba por salir a la calle cuando la señora me dijo: “¿No quiere una foto?” La tomé, escribí el artículo e incluí la imagen al final de mi nota.

A nadie le importó, nadie creyó que era verdad, incluso hay quienes dicen que es una foto truqueada. Por eso no doy a la verdad el valor más importante; porque “La verdad siempre tiene las orillas despedazadas”. Por cierto que “el Pulpo” tenía una frase que sus hijos recordaban como un tesoro. “Tú haz como yo, todos los días me pongo mi traje de rinoceronte y embisto la vida”. Dicen que nombre es destino, el Pulpo, el Rinoceronte, don Javier Pat no es la excepción. Pat es un apellido Maya que significa: constructor. El Pulpo fue un gran constructor de su vida.

Ejercicio iv | Los SOBRENOMBRES

¿Tienes apodos?

¿Quién te los puso y por qué?

Haz una lista de ellos.

Juega con todos los significados de tu nombre.

Escribe un texto con tu nombre.

“En inglés mi nombre quiere decir esperanza. En español tiene muchas letras. Quiere decir tristeza, espera. Es como el número nueve, como un color lodoso. Es los discos mexicanos que toca mi padre los domingos en la mañana cuando se rasura: canciones como sollozos. Era el nombre de mi bisabuela y ahora es mío. Una mujer caballo nacida como yo en el año chino del caballo —que se supone es de mala suerte si naces mujer— pero creo que esa es una mentira china, porque a los chinos, como a los mexicanos, no les gusta que sus mujeres sean fuertes. Me habría gustado conocer a mi bisabuela, un caballo salvaje de mujer, tan salvaje que no se casó sino hasta que mi bisabuelo la echó de cabeza a un costal y así se la llevó nomás, como si fuera un candelabro elegante, así lo hizo.

“Dice la historia que ella jamás lo perdonó. Toda su vida miró por la ventana hacia afuera, del mismo modo en que muchas mujeres apoyan su tristeza en el codo. Yo me pregunto si ella hizo lo mejor que pudo con lo que le tocó o si estaba arrepentida porque no fue todas las cosas que quiso ser. Esperanza. Heredé su nombre, pero no quiero heredar su lugar junto a la ventana. En la escuela pronuncian raro mi nombre, como si las sílabas estuvieran hechas de hojalata y lastimaran el techo de la boca. Pero en español mi nombre está hecho de algo más suave, como la plata, no tan grueso como el de mi hermanita —Magdalena— que es más feo que el mío. Magdalena, que por lo menos puede llegar a casa y hacerse Nenny. Pero yo soy siempre Esperanza. Me gustaría bautizarme yo misma con un nombre nuevo, un nombre más parecido a mí, a la de a de veras, a la que nadie ve. Esperanza como Lisandra o Maritza o Zezé la X. Sí, algo así como Zezé la X estaría bien”.

Sandra Cisneros. La casa en Mango Street

La nostalgia de los sentidos

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