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3. LAS ENTREVISTAS

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Hay personas que tienen dudas sobre mis entrevistas, sobre lo que pregunto y si siempre grabo o apunto, incluso me comparten sus preguntas para que les diga si están bien o mal. Personalmente creo que hay que tener mucho cuidado, el material que nos confían es muy delicado, es la vida de alguien que se verá expuesta, es la Caja de Pandora que se abre ante el teatro y yo a eso le tengo mucho respeto. Cuando la obra que voy a escribir es sobre la vida de otra persona, cuido mucho el espacio de conversación entre nosotros.

En mis entrevistas:

1. No hago preguntas, tengo conversaciones.

2. Siempre voy sola. Cuando algún amigo o teatrista pide acompañarme a la entrevista no me ha funcionado: interrumpen la plática, les suena el teléfono, si es en un restaurante piden hielos o comida y cortan el hilo de la conversación. Es importante que si alguien me comparte su vida, lo menos que puedo hacer es brindarle toda mi atención durante el lapso de nuestra charla; por principio de cuentas, yo no voy a comer sino a dedicar mi tiempo a una persona.

3. Nunca entro de lleno al tema que nos convoca, escucho, acompaño y cuando surge el tema, si es prudente y no interfiere con el hilo de la conversación, hago un comentario que pueda ampliar la plática.

4. Casi siempre grabo notas de voz desde mi teléfono, he notado que la cámara o el micrófono predisponen.

5. Si entrevisto gente en la calle que está vendiendo algo, casi siempre compro lo que venden (fruta, comida, hierbas, bordados, zapatos), algunas veces incluyo esos materiales en la escena.

6. No hago cuestionarios. Me parece de mal gusto llegar con una libreta, como si la persona que está frente a mí tuviera que llenar requisitos o responder un formulario.

7. No invado a las personas. Si el tema es sensible y aún mueve cosas en quien me comparte su vida y su tiempo, procuro dar espacio para que la otra persona se abra en el plazo adecuado.

8. Nunca juzgo lo que me comentan. En ese intercambio la persona que está frente a mí tiene mi fe absoluta. En el proceso de escritura, en los recursos teatrales viene el discernimiento.

9. Siempre conduzco la entrevista en el medio ambiente de mi entrevistado, es él quien propone el lugar: en su casa, acostado en su hamaca, en el comedor de la cárcel, en el hospital, en el lugar que me indique, yo voy con mucho gusto.

10. Nunca tengo prisa, si la conversación se extiende o cambia de tema o llega más gente o la charla se transforma, yo estoy ahí. Nunca hago sentir a la gente que tengo prisa o que me cansa la charla ni nada de eso. Generalmente dispongo un día entero para mis entrevistas.

11. Trato de empaparme lo más posible del tema, saber a quién voy a entrevistar y tener conciencia del asunto ayuda mucho.

El antropólogo Christian Rasmunssen hizo un libro a partir de una serie de entrevistas realizadas a prostitutas. Su mecánica fue ir a una zona de prostitución muy conocida en Mérida, contactar a las sexoservidoras, pagarles “el turno” y el cuarto de hotel y usar el tiempo que dura ese turno para realizarlas. Christian es un hombre muy cercano al arte, particularmente al teatro.

Un recuerdo de Christian Rasmunssen:

“En una ocasión viajamos a Xocén, ahí conocimos al comisario Gaspar Canul. Él nos contó de las denuncias que le hacían, muchas relacionadas con el misticismo de Yucatán. Un hombre denunciaba a su esposa porque se convertía en gata en las noches y salía a la calle. Decía que si no dejaba de convertirse en gata la iba a machetear porque él se había casado con una mujer, no con un animal. Le dijimos al comisario que escribiera un diario con todas las denuncias que le llegaban. Un diario es algo íntimo, no se debe publicar, pero como el texto eran tan poderoso, decidimos publicarlo cambiando los nombres y apellidos de las personas reales. El libro lleva como título: El diario del comisario.

Un recuerdo sobre Christian Rasmussen:

Habíamos terminado una función de Mestiza Power cuando un tipo muy alto, rubio, de ojos azules, se acercó abruptamente a mí. Me dijo que yo podía hacer una obra de teatro adaptada de su libro El diario del comisario. Me pareció imprudente su manera de acercarse, yo tenía mis propios proyectos, pero el libro me encantó e hice la obra. Nos fue muy mal, creo que no le gustó ni a Christian. De cualquier modo, ese encuentro significó un afecto que ha perdurado por años. Tanto le gustó el teatro a Christian que llegué a verlo de actor en una obra.

Cuando lo vi entrar a escena de la misma forma abrupta en la que me abordó, chocando con la escenografía y sin saber por dónde salir me reí mucho. Entendí que ese hombre no tenía límites y que el teatro lo había hechizado. Después de la función lo esperé para saludarlo. Pensé que se sentiría apenado por los accidentes que tuvo en el escenario, pero él estaba feliz de haber estado ahí. Me abrazó con fuerza y me dio tremendas palmadas en la espalda. Sí, mi amigo Christian tiene un lugar en la escena, estoy segura de que sería un clown magnífico, construido a prueba de error.

La nostalgia de los sentidos

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