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RECUERDO DE UN CLOWN

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“Me encantan los clowns. Seres paradójicos: frágiles y poderosos por igual, encarnaciones de la vulnerabilidad y de la magia, metáforas vivientes de la pureza humana, niños eternos, guardianes de la risa, consuelo de la humanidad, luces en la noche del mundo. Me conmueve hondamente que existan seres humanos que dediquen su vida a perfeccionar el error. Mientras que todas las personas rehuimos el fracaso, los clowns nos muestran que no es tan grave. Pueden querer levantar algo que se les cae una y otra vez hasta que lo logran… o no. Pero sea cual sea el resultado no se rinden. Falla tras falla ellos siguen adelante. Encarnaciones también de la voluntad y la esperanza.

“En una época muy triste de mi vida iba cada fin de semana a ver a un clown en un espectáculo suyo. Sentí que me fue curando poco a poco. Le escribí para compartirle mi experiencia y me contó sobre su creación. Esta había surgido de la partida de un amor que siempre viviría en él. Agregó que quizá esa era la razón por la cual me había conectado, porque ese espectáculo conservaba aquel lúgubre estado de soledad del que son presa todos a quienes les llega el final de una relación en donde habrían deseado permanecer para siempre. Con su dolor me había curado. Con su tristeza había creado un espacio para la risa y el asombro. Es una de las obras más entrañables que jamás vi. De tantas veces que estuve entre los espectadores, aún puedo regresar ahí; solo con cerrar los ojos puedo volver a experimentar la música, las atmósferas, los aromas, los gestos… Recordar es una forma de viajar en el tiempo.

“Desde entonces me surgieron algunas dudas: los clowns, ¿son almas atormentadas que ofrendan su sufrimiento para sacar un poco de luz desde las profundidades del abismo? ¿Seres a quienes les duele la vida y en vez de expresar el absurdo existencial como tragedia lo exponen como comedia? Clowns, ¿mártires del mundo?

“Gracias a esto aprendí que en lo recóndito del dolor siempre persiste un poco de esperanza, y que la alegría que alguien te regala permanece más allá de cualquier tristeza. Ya no recuerdo qué era aquello por lo que estuve tan mal en esa época, de esos tiempos solo me quedan risas”.

Ricardo Ruiz Lezama. Dramaturgo.

La nostalgia de los sentidos

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