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LIMA
ОглавлениеCorpus se traslada a Lima en 1948, donde fue durante un tiempo catedrático de la Escuela de Periodismo. Al año siguiente, cuando esta escuela pasó a formar parte de la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos —era entonces rector Luis Alberto Sánchez—, fue nombrado director de la misma.
En una carta que dirige a la revista Ínsula, de Madrid, el 20 de junio de 1964, el escritor resume su visión de este nuevo lugar de residencia:
«Lima es una ciudad oscura, de luz siempre turbia, incluso cuando abrasa el sol tropical. Ahora, con la entrada del invierno y durante ocho meses, es la ciudad de la niebla del Pacífico. A mí me da asma. Pero se toma la carretera del interior y a los pocos kilómetros aparece el sol de pronto como una iluminación eléctrica que se enciende. En los Andes peruanos, como hay tres cadenas de montañas, hay muchos valles, muchas alturas, muchos climas, muchos soles. […] El Perú es un país para viajar de verdad, enajenándose, sufriendo incomodidades, corriendo riesgos»46.
Desde su llegada a esta ciudad mantiene estrechos contactos con diversos exiliados y con otros intelectuales residentes en ella.
Victorio Macho recordará que tenía la costumbre «de ir yo al café del Patio», instalado en un viejo convento limeño: «Allí teníamos una interesante tertulia, donde acudían Marcel Bataillon (famoso historiador francés), el escritor Sánchez Albornoz, el pensador García Bacca, Corpus Barga, Alejandro Micó-Quesada, Manuel Solari y otros hombres de gran personalidad».
Corpus asistió a la boda de Victorio Macho, que se celebró antes de que el escultor regresara a España: «Entre las personas que acudieron a la casa de Zoilita [la mujer de Victorio Macho], donde se celebró el ágape nupcial, se encontraba Corpus Barga, que me dijo con enojo: “Usted no debe volver a España”. “Quien no puede volver es usted”, le repliqué»47.
En 1955, Corpus realiza un viaje a la isla de Pascua, donde lo que más le sorprende es «hallar la mitad de la isla habitada por ovejas merinas, como las de mis abuelos […]. Las merinas de la isla de Pascua se crían selváticas, se las ve desperdigadas como las piedras volcánicas por entre las cuales huyen y corren en parejas o en tríos» (léanse al respecto los artículos que recogemos aquí).
Una visita a Francia en 1956 le sirve para unas agudas reflexiones sobre la Europa de la época y sobre el prestigio creciente de la ciencia y de los adelantos técnicos48.
En estos años, el escritor continúa con sus colaboraciones en la prensa hispanoamericana: La Nación, de nuevo, El Nacional de Caracas, El Tiempo, de Bogotá, y, sobre todo, en periódicos y revistas de Lima (El Comercio, Expreso, Visión del Perú, Mar del Sur, etc.). José Miguel Oviedo comentaba, a propósito de una entrevista que le hizo en 1973:
«Alguna vez afirmé que Corpus Barga era el más grande periodista que había escrito en el Perú, y lo sigo sosteniendo. En un medio donde la mediocridad abunda y la falta de imaginación suele faltar, él impuso un memorable estilo que combinaba la oportunidad con la rareza, la información con la quimera, la brevedad con la hondura y la gracia perdurables»49.
También dirigió Gaceta Sanmarquina, la revista de la Escuela de Periodismo, desde su fundación en mayo de 1964 (el primer número salió en junio de ese año). El 18 de julio de 1965, con motivo de la entrega del título de periodista a tres licenciados, Corpus «dio comienzo a la actuación, explicando en breves palabras la historia de la Escuela, hoy Departamento». Entre otras cosas, dijo que, a pesar de los escasos recursos con que contó desde su creación, «la obra realizada, que ha culminado con la publicación del Boletín de la Universidad, Gaceta Sanmarquina, cuyo éxito nacional e internacional se ha hecho patente, ha sido en síntesis satisfactoria»50.
Además, son notables sus escritos en la prensa española: Revista de Occidente, Papeles de Son Armadans e Ínsula.
En 1966, la muerte de su hijo Andrés, que era gerente de la compañía de aviación francesa UTA, y de su nuera Simone, en un accidente automovilístico en Colombo (Ceilán), pone «jirones de pena que me entraban en efecto como una cuña porque mi pena es de verdad, pues me parece que es la primera vez que tengo una pena […]. Sólo pienso de verdad, sangro, cuando pienso en vosotros, Andrés, Simone. Mi pensamiento de vosotros es verdadero aunque lo expreso en falso: literatura»51.
En octubre de 1967 Corpus se despide de la universidad con una conferencia sobre «Mis años de periodista: una autobiografía comprendida entre los años más cruciales del siglo (1914-1945)». En ella evocó el primer periódico que dirigió en Madrid, Menipo, los pormenores de sus entrevistas a grandes personajes del siglo xx (Bergson, Mussolini, etc.) y algunos hechos históricos acaecidos en las dos guerras mundiales, de los que fue testigo.
En este mismo acto, que tuvo lugar en la Ciudad Universitaria el «Día del periodista», se le rindió un cariñoso homenaje, en el que intervinieron José Miguel Vélez Picasso, profesor de Historia del Periodismo, y Flora Saldaña Menéndez, redactora de la Gaceta Sanmarquina. Por ella nos enteramos de una vuelta sentimental de Corpus a sus ya tan lejanos estudios científicos:
«Le gusta conversar con la juventud, pero más con el estudiante de Ciencias. Una vez, a uno que llegó repentinamente a la redacción y que estudiaba Matemáticas lo convirtió en periodista: así el primer trabajo científico («Teoría de los conjuntos») recogido por este joven fue publicado en Gaceta Sanmarquina. Es, Corpus Barga, un joven; por eso, entre nosotros, viajaba apiñado en los enormes ómnibus, con él hemos aprendido a ser jóvenes en nuestra juventud, y la juventud espiritual es tan importante en el periodismo y en la poesía como en la ciencia»52.
En carta del 5 de abril de 1968 al abogado Gregorio Coloma, amigo suyo y de su familia en Alcoy, comentaba:
«Me he jubilado en la Universidad; sigo perteneciendo al claustro de la Facultad de Letras, porque me han hecho catedrático emérito, siento perder el contacto con los estudiantes, tan jóvenes, con quienes hacía buenas amistades, pero ya me daba vergüenza seguir dando clase a los ochenta años. ¿Por qué no se jubila usted ya?, me dijo un día un chófer que me llevó a la Ciudad Universitaria; pensé que tenía razón. Echo ahora más de menos a Europa, siempre me había imaginado que daría clases hasta que me marchara del Perú».
Durante estos años, Corpus se dedica a redactar, a partir de 1957, sus memorias, Los pasos contados, su obra más conocida.
En mayo de 1975, la Asociación de Prensa de Madrid lo nombra periodista de honor. Un año antes se le había concedido a su relato Los galgos verdugos el Premio de la Crítica.
Hay que recordar que, mucho antes, Max Aub, que sin consultar a nadie decidió ingresar en la Real Academia Española dictando un memorable discurso, incluyó en la «Lista de los señores académicos de número en 1 de enero de 1957» a Corpus, que se habría hecho cargo de «su sillón» el 14 de enero de 1949. Antes habrían «ingresado» en esa institución Federico García Lorca, Ramón Gómez de la Serna, Juan Ramón Jiménez, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Rafael Alberti y Luis Cernuda, entre otros.
Del interés de Corpus por la marcha de la literatura en la España de posguerra hay abundantes testimonios.
José Agustín Goytisolo recibió inesperadamente, a finales de la década de los cincuenta, una carta suya a raíz de la aparición de uno de sus libros, Salmos al viento:
«Ya puede imaginarse —comenta el poeta—, como si el pasado viniese a descubrir el presente, una cosa extrañísima. En la carta, además, me hablaba de los escritores de aquí como si estuviese en España, cuando, en verdad, estaba en Lima desde la posguerra, exiliado como tantos. Citaba a Jaime [Gil de Biedma], a Valente, a Barral, a Ana María Matute, al Ferlosio, a mis hermanos, por no decir a los escritores madrileños»53.
Goytisolo comienza a cartearse con él, y en 1963, cuando Corpus visitó Barcelona, en su primera estancia en España después de la guerra, lo acompañó al dentista, y «continuamos hablando de las cosas y de la literatura de aquí, como podría hacer con quien nunca se ha movido de España y aún mejor, porque él sabía, como quien dice, todo».
En su segundo viaje a la Península, que tuvo mayor repercusión en la prensa, Corpus visita de nuevo Belalcázar. Acude a comprobar la ruina total de la Casa Grande, a enfrentarse con unas estancias, tan queridas por él, que se habían desplomado con la ausencia de vida en sus huecos. En vano busca la pervivencia de los seres con quienes convivió en otras fechas (véase, al final de esta antología, el final de Los galgos verdugos).
Unas declaraciones tardías, en las que se limitó a expresar, de pasada, su nostalgia de España, llevaron a Gonzalo de Bethencourt, en las postrimerías del franquismo, a orquestar, desde las páginas del diario Pueblo (9 y 21 de mayo de 1975), una campaña, en la que participó Camilo José Cela54, a favor de su retorno a nuestro país.
Ni Corpus, con sus casi ochenta y siete años, estaba para semejante aventura, ni la desahogada situación económica de su familia habría impedido el regreso, ni mucho menos aún su corazón había variado de rumbo en cuanto a ideas y creencias.
Poco después, el 8 de agosto de 1975, moría en Lima a consecuencia de una neumonía. A su lado estaban su hija Rafaela (Ninoche), su yerno Edmond Gabai y el resto de su familia (su mujer ya había fallecido).
María Zambrano escribirá unos años después de su desaparición:
«Yo le leía siempre encantada, dondequiera que apareciese. Ese dondequiera es un poco excesivo, pues él no se equivocaba de lugar, al tiempo que se daba poco a ver: una condición de buen periodista y, asimismo, de buen novelista. Más que darse él a ver, da a ver, da a sentir, da a situar, ordena. […]
Era un hombre que vivió mucho y que no lo parecía. Sin estar escondido, era dueño de sí mismo y, sin duda alguna, también lo era de muchos secretos de los que nunca presumía y a los que jamás hizo alusión. No he conocido a nadie como él. Así, con ese perfil tan puro, con esa elegancia, con esa capacidad para ver tanto lo real como lo posible»55.
A. R.