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MADRID, DE NUEVO
ОглавлениеA finales de marzo de 1931, Corpus se une al grupo de redactores que abandona El Sol cuando en el Consejo de Administración entran personas que quieren romper a la desesperada una lanza por la monarquía. Como refuerzo de Abc y de El Debate, periódicos empeñados en demostrar que España estaba inmunizada contra toda sacudida revolucionaria, el Gobierno, ayudado por el conde de Gamazo y por Félix de Lequerica, había conseguido la compra de la mayoría de acciones de El Sol por capitalistas de derecha, para privar de esta tribuna a los republicanos.
Corpus, que defendió siempre este diario, «cuya importancia histórica en el advenimiento de la República y en la transformación espiritual de España no la puede negar ya ni la ceguera espiritual de la pasión»28, mostrará su despecho ante el comportamiento poco solidario de muchos de sus compañeros:
«Yo estaba entonces en Berlín; estábamos en Berlín algunos colaboradores de El Sol, y recuerdo nuestra desesperación, nuestra primera desilusión, cuando supimos que, a poco de proclamarse la República, en El Sol, que era monárquico, se celebraba un banquete en honor de los que se habían quedado o habían entrado después de nuestra separación en el periódico y habían obtenido algunos cargos en la República. A ese banquete asistieron algunos ministros, por lo menos uno de ellos socialista […]. Asistió un ministro socialista a este banquete, porque su subsecretario, don Luis Araquistáin, había vuelto a ingresar en El Sol, monárquico después de nuestra salida»29.
Sin embargo, rápidamente, apenas terminada la operación que lo había despojado de El Sol y de La Voz, se puso en marcha la capacidad organizativa de Nicolás Urgoiti. La fórmula elegida para sustituirlos fue una revisa trisemanal, Crisol, cuyo primer número apareció el 4 de abril de 1931, y en cuyas gestiones preparatorias tuvo una participación activísima Ortega y Gasset. El 6 de enero de 1932 salía el último número de este periódico: «El presente número es el último de Crisol por ahora. Mañana aparecerá Luz, nuestro nuevo periódico. Nos despedimos de nuestros lectores para reanudar la relación con ellos mañana mismo, bajo otra forma, pero con el mismo espíritu».
Corpus colaboró asiduamente en ambas publicaciones con unos artículos de corta extensión, de gran concentración conceptual y expresiva, y en los que, con un apasionamiento desconocido, pasaba revista a la actualidad nacional. Desde el advenimiento de la República se había establecido en Madrid, donde La Nación lo había nombrado director de su agencia en España.
En enero de 1933 cesan sus colaboraciones en Luz «porque el entonces director, Luis Bello, no me dejaba disentir de él»30. Meses más tarde, vuelve a este diario como director. Jesús Izcaray comentará:
«El director de Luz es Corpus Barga. Yo le conocía tan sólo por sus crónicas de años anteriores en El Sol, páginas de estilo muy trabajado, montadas frecuentemente sobre temas inactuales; finas siempre y en ocasiones agudas […]. Corpus es un cordobés [sic] grave y llano, de una cordialidad algo distante. Largo, aguileño, tiene unos extraños ojos sin color, en los que, fijándose bien, se ve chispear una ironía indulgente. Aunque en edad me lleva bastantes palmos y muchos más todavía en nombre, me ha acogido como a un viejo compañero, me ha felicitado por mi juventud, que no creía tan temprana, y ha tenido la elegancia de no darme consejos, como si yo no tuviera menester de ninguno. Si algún día necesito consultarle algo, me ha dicho, no tengo más que entrar en su despacho»31.
Esta nueva ocupación le permite satisfacer viejas inclinaciones:
«Nunca me he podido acostumbrar a la sala o los despachos de redacción o de dirección; siempre me han parecido detestables; en cambio, las imprentas de los periódicos, desde la primera en que entré, han sido una de mis delicias, me gusta todo en ellas; el ruido, el olor, ese olor a tinta de imprenta, el sofoco de la suciedad, el desorden aparente, tantas cosas desagradables producen una embriaguez de energía y dinamismo. Como en Luz era el director y podía andar por el periódico y estar donde quisiera, me pasaba el día en la imprenta, hacía yo también, como los obreros, el periódico en ella»32.
Luz desapareció el 7 de noviembre de 1934. Para sustituirlo salió el Diario de Madrid, de vida bastante azarosa, que sucumbió en diciembre de 1935. En él colaboró Corpus junto con otros periodistas notables.
Mientras era director de Luz, Corpus planeó y dirigió un semanario con el título de Diablo Mundo, cuyo primer número apareció el 18 de abril de 1934. En él figuran las firmas habituales de Luz, desde José Bergamín y Guillermo de Torre hasta José María Quiroga Pla y Gustavo Pittaluga.
Aunque Diablo Mundo suponía el intento de difundir un tipo de revista de corte europeo, no logró mantenerse a flote y dejó de publicarse poco después (el número 9 y último salió el 23 de junio de 1934)33.
Corpus colabora también en la revista Oasis (marzo y septiembre de 1935) con dos artículos en los que vuelve a evocar su citado viaje de 1930 en el zepelín, y en el número 2 (15-v-1933), dedicado en gran parte a Ortega y Gasset, de Cruz y Raya. Después de los elogios de María Zambrano y de Salvador Lissarrague, Corpus, en un texto más irónicamente reservado («Las siete vidas frustradas de José Ortega y Gasset»), reconocía la deuda de los españoles con un hombre que, según afirmaba, «se ha negado a falsificar su vida».
La lógica efervescencia política, con los explicables enfrentamientos entre los diferentes grupos, que se produce a la caída de la monarquía, la vitalidad desconocida en la vida española, las crisis que se suceden y el peligro que suponen los miedos, reservas y dudas de algunos son temas obsesivos en la mayor parte de sus escritos de estos años, sin que sus firmes convicciones republicanas excluyan la crítica, lúcida siempre, de muchos graves errores de unos y de otros.
El entusiasmo ante la España nueva que surgía el 14 de abril de 1931 está presente en varios de sus escritos:
«España se ha desencantado, se ha despertado, se ha buscado y se ha encontrado. ¿Dónde está España?, ha sido la pregunta que durante un siglo se han legado, como testamento espiritual, unos a otros, los algunos españoles que la buscaban. España está ya en todas partes. No digamos que haya en toda España una solidaridad de los problemas (la España perdida, abandonada, amodorrada, encantada está en vías de desaparecer)»34.
España, después del aislamiento tan perjudicial en que vivió durante la Dictadura, se ha incorporado a la marcha del mundo y con ello a la crisis, económica y política en apariencia, pero en el fondo y originariamente moral, en que han venido viviendo los pueblos rectores de Europa. El miedo y la desmoralización de muchos españoles se ponen de relieve en acontecimientos aparentemente tan graves como los ocurridos en Asturias en 1934 y que, sin embargo, para Corpus, hay que encuadrar en un contexto mucho más general:
«Surge la revolución en Asturias, no más fuerte que las contemporáneas en otras naciones, y los antirrevolucionarios propagan, deformándolas y exagerándolas, las atrocidades revolucionarias; se domina la revolución, no más fuertemente que en nuestros días la han dominado otras naciones, y los revolucionarios, también deformándolas y exagerándolas, propagan las atrocidades contrarrevolucionarias. Unos y otros son todos uno. Son españoles desmoralizados. Como son así cuando se desmoralizan los franceses y los alemanes y los ingleses»35.
A comienzos de 1936, Corpus muestra su entusiasmo ante el triunfo del Frente Popular y, sobre todo, ante un pueblo, fiel a sus derechos, a sus organizaciones, a la defensa de sus auténticos derechos, que no se ha dejado sobornar por el despliegue propagandístico de la CEDA. Para él, el pueblo español es insobornable políticamente y nunca ha sucumbido a presiones externas36.
El 21 de abril de 1936, Corpus asiste al banquete en honor de Luis Cernuda, por la publicación de La realidad y el deseo, en el café de la calle de Botoneras de Madrid. Poco después emprende un nuevo viaje por diversas ciudades europeas y vuelve a colaborar en El Sol. Este diario informaba así el día 28 de abril:
«Emprende ahora este escritor una serie de viajes por el mundo. Sus primeras visitas han de ser para los países de la vieja Europa, que él supo interpretar de manera tan certera. De cada uno de los puntos por que pase en su larga peregrinación enviará, reflejadas en tantas otras crónicas, sus impresiones a nuestros lectores».
Hasta el mes de julio envía artículos desde París, Viena, Budapest, Bucarest y, finalmente, Rusia, pero el viaje se ve interrumpido por el estallido de la guerra.