Читать книгу Periodismo y literatura - Corpus Barga - Страница 7
REFLEJOS DE PARÍS
ОглавлениеCorpus se establece definitivamente en París, donde vivirá, si descontamos sus estancias en Berlín en 1930 y en España mientras duró la República, hasta 1948.
Desde ahí empieza a colaborar en la prensa española. A un primer artículo en El País («La mujer francesa», 22 de marzo de 1914), seguirán otras series en este mismo diario («París financiero», «París devorante», «París artístico») en las que se revela su inclinación, que se plasmará más tarde en cientos de artículos, a comentar, analizar e interpretar para los españoles la realidad francesa en sus más variados aspectos.
En 1916, La Correspondencia de España, en donde ya había aparecido un artículo suyo el año anterior15, lo nombra corresponsal en el extranjero y lo destina a Viena, pero Corpus se queda en París, suponiendo, con razón, que sería esta ciudad, en breve plazo, el centro de las noticias de la guerra. En este periódico colaborará asiduamente hasta mediados del año siguiente.
Poco después, en octubre de 1917, ya está embarcado, en Madrid, en la empresa de la botadura de un nuevo diario, El Sol, cuyo primer número aparecerá el 1 de diciembre, y del que será corresponsal en París durante muchos años.
En los numerosos artículos que publicará aquí y en otros periódicos y revistas, dominan, aunque nada le es ajeno, los asuntos políticos y literarios. En muchos de ellos confluyen o se alternan la naturalidad de Baroja, el afán de precisión azoriniano, el amor a lo barroco de Valle-Inclán, los juegos metafóricos y conceptuales de Ramón Gómez de la Serna y José Bergamín y el rigor intelectual y la vocación divulgadora de Ortega y Gasset16.
Juan Ramón Jiménez, en la semblanza que le dedicó en Españoles de tres mundos, precisaba:
«Directo, con la distancia menor y rápida. Su escritura tiene el vuelo de rectas y ángulos de una libélula.
… Parece que escribe con sarmientos, con yerbas, con agua, con carbón, con hormigas, con escoria, con rocío.
En ningún escritor español encuentro correspondencia como la suya a la estética jeneral de nuestro tiempo. Sin alarde ni manifiesto es un cubista verdadero y lejítimo.
Tiene todas las características de las vanguardias, pero sin disciplina. Parece más bien un centinela avanzado, ansioso y fuerte, por los bellos paisajes de lo actual, en cuyo ocaso alegre fulgura, casi en la mano, el futuro»17.
El pintor Ramón Gaya, que lo trató en París hacia 1927, destacará su vasta cultura y su capacidad para abordar los asuntos más dispares:
«Sí, allí lo conocí. Yo le había tenido siempre gran admiración, porque mi padre, lo primero que leía, cuando llegaba El Sol, era la columna de Corpus Barga, que era corresponsal en París. Cada día enviaba una prosa espléndida sobre algo muy vivo, muy inmediato. Hablaba, por ejemplo, de una exposición de Braque, y al día siguiente sobre unas máquinas de escribir que habían aparecido; sobre mil cosas, y siempre era una maravilla»18.
En noviembre de 1918, Corpus viaja a Bruselas para presenciar la entrada del rey Alberto al frente de sus tropas, después de la retirada de los alemanes. Un mes después, cuando la recuperación de la Alsacia y de la Lorena por los franceses, acude a Estrasburgo, con otros compañeros de diferentes diarios. Alberto Insúa, que nunca mostró excesiva simpatía por él, lo recuerda así:
«Por allí andaba, con gesto desdeñoso, Corpus Barga, el corresponsal de El Sol, que no había hecho más que fumar, sin beber una gota, porque —declaró— no tengo el fetichismo del champaña. Pues yo sí, y me gustaba el fetiche»19.
A finales de junio de 1919, con motivo de la firma del Tratado de Versalles, que ponía fin a la Primera Guerra Mundial, la Asociación de la Prensa de París decidió enviar por los aires un saludo de paz a las Asociaciones de la Prensa de otras capitales europeas. El mensajero había de ser un corresponsal en París del país al que se dirigía el mensaje. Los elegidos para venir a España fueron el teniente B. de Romaner, que pertenecía a una de las célebres escuadrillas francesas conocidas como «Las Cigüeñas», y Corpus Barga.
El recibimiento que se les tributó fue apoteósico y las recepciones y homenajes en Madrid menudearon. En el banquete que se celebró en su honor en el hotel Ritz, se aludió, en la mayor parte de los discursos que se sucedieron, a la trascendencia de ese viaje para la futura amistad hispano francesa y se exaltó la unión de las dos grandes fuerzas del siglo XX: la aviación y la prensa.
Corpus Barga dejará un valioso testimonio de esta aventura en varias crónicas publicadas en el diario El Sol en julio de ese mismo año, que serían recogidas más tarde por Juan Ramón Jiménez en un volumen (París-Madrid. Un viaje en el año 19). El 27 de julio, el poeta le escribía:
«Mi querido Corpus: varios amigos de usted y míos [esos amigos eran Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, José Moreno Villa, Enrique Díez-Canedo y Justo Gómez Ocerín], y yo, hemos pensado editarle, en un bello tomito, su Viaje […]. Se trata, como usted sabe, de demostrar a usted así —y contra algo indefinido— nuestra admiración y conformidad»20.
La edición iba precedida de dos cartas del autor: una a Enrique Díez-Canedo y otra «a los editores benévolos de este librito». En esta última, Corpus echaba mano, una vez más, del tópico referido al «rebelde, mezquino idioma», siempre reacio a dejarse doblegar e insuficiente para expresar emociones complejas y nuevas.
Sin embargo, Corpus tuvo que sentirse bastante satisfecho de estas crónicas. Prueba de ello es que dieciséis años más tarde vuelve a reproducirlas, aunque con algunas variantes, en La Nación de Buenos Aires21.
En estos años también colabora en otras publicaciones españolas y extranjeras. Su firma aparece con frecuencia en la revista España, fundada en 1915, y que ejerció notable influencia sobre los medios intelectuales ibéricos, y en la revista gráfica Nuevo Mundo, casi siempre en artículos sobre aspectos de la vida parisiense. En 1921, Juan Ramón Jiménez le pide, lo mismo que a Unamuno, a Ramón Pérez de Ayala y a otros escritores, su cooperación para la que será su revista Índice (Corpus escribió en tres de los cuatro números que salieron). Mayor trascendencia tendrán sus colaboraciones en la Revista de Occidente, desde la primera entrega (julio de 1923). Su firma aparece también en los primeros números de La Gaceta Literaria, en artículos, generalmente, sobre acontecimientos teatrales. Ernesto Giménez Caballero, el director de esta publicación, en la conferencia que dio el 17 de abril de 1928 en Ediciones Inchausti, de Madrid, con motivo de una Exposición de Carteles Literarios, incluyó a Corpus en la «verdadera lista, estrecha y relativamente completa, de los jóvenes nuevos, en la que no entran los falsificadores sino en mínimas influencias».
En 1929 comienza a escribir para La Nación de Buenos Aires y a ocuparse de las colaboraciones francesas, tan importantes siempre en este diario.
Desde sus primeros tiempos en París, Corpus se relaciona con algunos de los más importantes artistas y escritores del momento: Pedro Salinas, al que conoció en diciembre de 1914, Picasso, Maiakovski, Cocteau, Eric Satie, Kerensky, Zuloaga, Joan Miró, Diego Rivera, Mateo Hernández, Colette, Fabián de Castro, Thomas Mann y Modigliani, entre otros muchos (Ilia Ehrenburg, en Gente, años, vida22, lo recuerda entre los asiduos del famoso Café de la Rotonde).
También, durante la Primera Guerra Mundial entrevistó, para la revista España, a diversos personajes (Rodin, Bergson, Morel-Fatio, Léon Bonnat, etc.) que pudieran contribuir a inclinar la balanza española del lado de los aliados. Además, en esa época actúa de ejemplar anfitrión o acompañante de españoles —Valle-Inclán, Pío Baroja, Cipriano de Rivas Cherif, Azaña, Unamuno, Blasco-Ibáñez, Salvador de Madariaga, E. Díez-Canedo, Ramón Gómez de la Serna y José Gutiérrez Solana— que pasan por la capital francesa.
En 1934, a propósito de una estancia de Luigi Sturzo en Madrid, Corpus comentaba:
«Por deber profesional he contemplado en alguna hora de su triunfo a los tribunos más populares de nuestra época; a Jaurés, que parecía un vaciado de escultura más que un hombre de carne y hueso; a Guesde, con su bien cortada careta de apóstol; al simpático Marcel Sembat, a quien su mujer no pudo sobrevivir y que era tan querido de los obreros de París porque era tan parisiense como ellos; a Snowden, que se hace el antipático; a Trotski, el severo; a Mussolini, que siempre ha hablado desde su pedestal; a Hitler, a Goebbels, los ultrademagogos; y a los viejos tribunos españoles, a aquel Salmerón, pluscuamperfecto, más aplaudido cuanto menos se le comprendía. Ninguno de estos actores de vida pública ha podido tener jamás en el mitin un éxito mayor que el del abate siciliano [se refiere a Luigi Sturzo] cuando hablaba de la transformación social a la muchedumbre no ya italiana, napolitana, del año 20, fanatizada por la guerra y la revolución»23.
Corpus abandona en estos años con frecuencia París para realizar viajes a otros lugares. De ellos podríamos destacar sus paseos por Bretaña en 1923, por Alemania en 1927, por Holanda en 1929, y, sobre todo, sus dos estancias en Italia en 1920 y 192524.
Más frecuentes fueron sus visitas a nuestro país. «En ninguna parte del mundo donde he vivido me he sentido desterrado —recordará años más tarde—. Mi mujer es francesa, mis hijos también; tengo un nieto norteamericano y otros dos nietos y dos biznietos peruanos. Pero nunca he dejado de sentirme español. Todos los años iba a España y viajaba por España. La conozco casi toda. Sé, por ejemplo, que la mejor entrada es la antigua de los ingleses. Por Algeciras. La carretera de Algeciras a Málaga es la más bella de Europa»25.
En los numerosos artículos que originaron estos viajes pasará revista a diversos aspectos de la vida española y se detendrá, con particular delectación, en las transformaciones que observa en la capital de España26.
También, en estas escapadas, vuelve a frecuentar a los escritores de generaciones pasadas, inicia su amistad con los más jóvenes y asiste a veces a las tertulias de Pombo, de la Revista de Occidente y de la Cervecería La Española.
El 21 de marzo de 1929 pronuncia una conferencia con motivo de la exposición de pinturas y esculturas de españoles residentes en París, instalada en el Jardín Botánico de Madrid. Ese mismo año, como culminación de su oposición a la dictadura de Primo de Rivera, firma el manifiesto que un grupo de intelectuales dirige a Ortega y Gasset, «un hombre de excepcional mentalidad, pulcra historia, sin contaminaciones, con ningún pasado político y eficaz ideología porvenirista».
Su obra literaria es muy reducida en estos años. En 1920 trabajaba en dos libros, uno de poemas (Ofrenda a Santiago) y otro de relatos (La rosa de los cuentos), que no llegó a publicar, y de los que dio a conocer sendas muestras en la revista España (el poema «La mujer del camino» y el relato «La crueldad de los dioses»). También en esta época tradujo una novela de Léon Werth (Ivona y su amante) y el Orfeo de Cocteau.
En 1930 aparecen en un volumen dos interesantes relatos que había publicado años atrás en la Revista de Occidente. Apocalipsis en 1923 (julio-septiembre) y Pasión y muerte o Mary y los Altos Hornos en 1926 (XI, enero-marzo).