Читать книгу Al otro lado - Cristina G. - Страница 11

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* 6 * Las mentiras tienen las patas cortas


Unos hombros anchos, músculos poco marcados pero excitantes con esa piel tostada y aparentemente suave. Las caderas que cincelaban la forma triangular de su torso llevaban a… a…

¿Pero qué estaba mirando? ¡Por Dios!

Me tapé de nuevo los ojos con las manos para escapar de la horrible y tentadora visión del cuerpo desnudo de Kyle. Todavía no podía comprender por qué extraño motivo había aparecido de esa guisa en el ascensor, delante de mí.

Le señalé con nerviosismo con una mano mientras seguía tapándome —a medias— los ojos con la otra.

—¡Tápate! —chillé casi en un graznido de gallina.

Él se encogió de hombros, un tanto indiferente a mi dramatización. Por suerte, seguía tapándose la parte más inquietante de su cuerpo.

—No tengo con qué.

—¡¿Pero por qué estás desnudo?! —continué con mis alaridos.

—Es una larga historia.

Inconscientemente y adquiriendo valor, no sé de dónde, quité la mano que cubría mi vista para mirarle con irritación. Él me observó divertido y una sonrisa torcida comenzó a dibujarse en su rostro. Oh, genial. Encima le hacía gracia.

—¿Te divierte? —pregunté indignada. Kyle rio entre dientes.

—Un poco.

Consternada, me deshice de la sudadera azul marino que llevaba puesta y se la tiré a la cabeza. Él levantó los brazos para cogerla dejando a mi vista a su amigo, solté un grito ahogado y me giré rápidamente hacia la pared. Me coloqué un mechón de pelo detrás de la oreja con nerviosismo mientras escuchaba como Kyle hacía algo con mi sudadera.

—Puedes girarte. Creo que no te comerá —dijo.

Me di la vuelta y le miré frunciendo el ceño a sabiendas de quién o qué creía que no me comería. Maldije para mis adentros cuando vi cómo había amarrado la sudadera a su cintura, cubriendo lo esencial a modo de taparrabos.

Kyle sonrió al ver cómo miraba con horror mi querida prenda de ropa rozando su zona íntima.

—Te la devolveré. —Contuvo la risa cuando dibujé una mueca—. Limpia —aclaró.

—Puedes quedártela.

Levantó las manos, indefenso.

—Como quieras.

Le lancé una mirada asesina en el momento en que el ascensor hizo un ruido sordo y abrió sus puertas. Me quedé parada ante la imagen que estaba frente a nosotros y no supe si asustarme o echarme a reír por el suelo. Kyle levantó una mano señalando al individuo.

—El jodido fantasma —exclamó.

—¡Tú sí que eres un fantasma, idiota! —bramó el individuo.

Allí plantada como una imbécil sin hacer ni decir nada, acabé percatándome de que aquel individuo delante de nosotros era un chico con mascarilla facial de color verde —que le daba un aspecto aterrador—, redecilla en el pelo y un batín que estaba muy lejos de ser masculino.

—¿Luke? —pregunté, extrañada ante este hecho.

—Sí —respondió con un deje de soberbia.

De acuerdo. Todo empezaba a encajar. Kyle parecía haberse asustado, no sin razón, de la inusual figura de Luke, el vecino que parecía una chica y había salido huyendo. Aunque todo eso no explicaba por qué me secuestró en el ascensor y más que eso, por qué narices estaba desnudo.

—¿Por qué leches has salido corriendo después de verme? —inquirió Luke, visiblemente molesto.

—Joder, ¿es que no te has visto? Me has asustado de muerte con esas pintas.

—¡Es algo muy normal! Me gusta estar arreglado.

—Ya, claro —murmuró Kyle.

Luke frunció el ceño y entonces reparó en mi sudadera atada en la cintura de su amigo y mi expresión no más que perpleja.

—Y has venido hasta aquí en pelotas. Seguro que tú has asustado más a la pobre Emma.

Los labios de Kyle se elevaron en una sonrisa divertida mientras me miraba. Maldito sea. Le iba a matar.

—¿Se puede saber por qué va desnudo? —inquirí. Perdónenme, pero no era muy normal.

—Duerme así —respondió Luke con desdén.

—Sí —reafirmó Kyle. Le miré alzando ambas cejas.

—Duermes desnudo —repetí. Él asintió con la cabeza aguantando de nuevo la risa—. Y has salido tal cual de tu casa al ver a Luke, pensando que era una aparición. ¿Lo he entendido bien?

—Perfectamente.

—¿Y por qué me has abordado como un violador en el ascensor? —pregunté de la manera más enojada que pude.

Luke lanzó una mirada severa a Kyle, no muy de acuerdo con su comportamiento. Él se encogió de hombros.

—Surgió así —respondió simplemente.

—Genial. Estás loco —dije saliendo del ascensor—. Me largo.

—¡Lo siento, Emma! —exclamó Luke mientras me alejaba.

Caminé a grandes zancadas hasta mi apartamento, abrí y cerré la puerta con furia. Maldita sea la estampa de Kyle y su cuerpo bronceado y desnudo. ¿Cómo podía ser tan idiota? «Surgió así», repetí en mi mente con un tono de burla. Estaba loco de atar.

Daniel, que estaba tirado en el sofá como un saco de patatas viendo un partido de fútbol, me miró extrañado.

—¿Qué ha pasado, fierecilla?

—¿Recuerdas cuando me dijiste que los vecinos estaban locos?

—Sí.

—Lo están. Tenías toda la maldita razón.

Dicho esto, me tiré en el sofá de un culazo cabreado. Daniel me observó un segundo y después comenzó a reír. Él también estaba loco de atar. Estupendo, había ido a vivir a un jodido manicomio.

—¿Qué te han hecho esta vez? —preguntó algo más calmado. Yo bufé exasperada.

Le conté la escenita del ascensor mientras él elevaba las cejas y se tapaba la boca para aguantar la risa.

—Me hubiera gustado estar ahí. Memorable.

—Sí, muy memorable —escupí.

—Kyle acabará cayéndote bien, ya verás. —Se metió una palomita de maíz en la boca.

—Lo dudo mucho.

Pasada una hora aproximadamente me había quedado frita en el sofá. Estaba tan cansada que a pesar de las veces que Daniel pateó mi pierna para que me levantara me había quedado allí, abandonada por él. El timbre de la casa sonó y me desperté de un respingo. ¿Qué hora era? Enfoqué mi vista hacia el reloj sobre la mesa de la TV. Las 2 am. ¿Qué clase de degenerado tocaba a casa a esas horas?

Me arrastré del sofá y me dirigí a la puerta restregándome los ojos. Cuando la abrí comprendí la clase de degenerado que tocaba a las casas a las dos de la madrugada: Kyle.

Le recorrí con la mirada, aún somnolienta. Estaba al otro lado de la puerta con las manos metidas en los bolsillos de un pantalón de chándal negro a conjunto con una camiseta del mismo color, que bajo mi punto de vista le hacía parecer más moreno. Elevé una ceja cuando mis ojos llegaron a su rostro.

—Oh, ropa. Qué sorpresa —observé.

—A veces debo parecer civilizado.

Aunque intenté evitarlo, me hizo gracia su comentario y mis labios formaron una leve sonrisa que borré inmediatamente. Ya estaba lo suficientemente despierta para arremeter contra él.

—¿Qué quieres? —salté, cruzándome de brazos. Kyle suspiró.

—El fantasma y el enano me han obligado a venir.

No sabía a quién se refería con «enano» pero supuse que era Damon, el más bajito de los vecinos y el que ejercía de madre de todos. Le observé con altanería y esperé a que dijera el motivo. Me miró entrecerrando sus ojos negros, pero no dijo nada.

—¿Y bien? —inquirí.

Kyle se rascó la cabeza, provocando que los mechones oscuros y ondulados de su cabello se movieran en todas direcciones, después profirió una maldición para sí mismo. ¿Qué era lo que quería? Empezaba a exasperarme. Tomó aire y metió de nuevo la mano en el bolsillo.

—Siento lo de antes —dijo, con tono cansado.

Vaya. El señorito que nunca da explicaciones me estaba pidiendo disculpas. Obligado por sus amigos por supuesto, y eso solo hacía la disculpa menos creíble.

—Seguro —repliqué. Él me lanzó una mirada hostil—. ¿Qué es lo que sientes? ¿Atraparme en el ascensor estando desnudo, burlarte de mí o ser idiota?

—¿Idiota? —Kyle soltó una risa cínica—. Mira, pelirroja, ya te he pedido disculpas. He cumplido con mi parte. Si no las aceptas no es mi problema.

Ignoré el cosquilleo que me hizo sentir su apodo y abrí un poco los labios, entornando los ojos ante su descarada actitud. Era un caradura. ¿Creía que esa era la manera adecuada de disculparse con alguien?

—Por supuesto. No es tu problema. Puedes largarte.

Cogí la puerta dispuesta a cerrársela en las narices, pero Kyle puso su mano en ella, bloqueándola.

—¿Qué haces? —gruñí. Empezaba a estar muy cabreada.

—Se me olvidaba. Gracias por la sudadera.

Sonrió de medio lado y unas ganas incontrolables de pegarle una bofetada inundaron mi cuerpo. Solté un gemido irritado y él arqueó las cejas.

—Cada segundo eres más insoportable —espeté.

—Admite que te has divertido.

—Claro, muchísimo.

Kyle dio un paso hacia mí y mi cuerpo se tensó. La cercanía de ese chico era extrañamente inquietante y atractiva.

—Me gustaría haberme quedado en ese ascensor más tiempo —dijo.

¿Estaba burlándose de mí otra vez? Puse una mano entre nuestros cuerpos para crear un poco de distancia, no porque la quisiera, sino porque me perturbaba y me ponía realmente nerviosa tenerle tan cerca.

—¿Para seguir riéndote de mí?

Él dibujó una media sonrisa juguetona. No podía apartar la mirada de esos ojos oscuros y penetrantes. Y sus labios… Esos que me dieron uno de los mejores besos de mi vida.

—No exactamente —respondió—. Esta vez te gustaría.

Me observó fijamente y yo sentí que me derretía por dentro. No. Ese tipo era un fanfarrón, arrogante y egocéntrico. ¿Qué se había creído? Que no pudiera sacarlo de mi mente últimamente no significaba absolutamente nada. ¿O sí? Maldije internamente por el hecho de que ese idiota había empezado a gustarme. Pero no permitiría bajo ningún concepto que él lo supiera.

—Oye, no sé qué te estás imaginando, pero se aleja mucho de la realidad. No quiero hacer nada contigo, ni siquiera estar en un ascensor —dije intentando mostrarme orgullosa.

—¿De verdad? —inquirió elevando una ceja. Yo fruncí el ceño—. A mí me parece que te sientes atraída.

—¿Por ti? —Asintió. Me reí, incrédula. Maldito sea, había dado en el blanco—. ¡Ni en tus sueños!

Me di cuenta de que había soltado un pequeño grito, inquieta y amenazada por la verdad. Ese tono juguetón suyo me inquietaba. Lo prefería cuando parecía pasar olímpicamente de todo.

—Pelirroja, las mentiras tienen las patas cortas.

—¿Estás de broma?

—No. Eres como un libro abierto, se nota enseguida cuando mientes, cuando estás nerviosa o enfadada. Tus ojos son muy expresivos.

Me quedé observándole en silencio, aturdida. ¿De dónde salía todo aquello?

—¿Y te has dado cuenta de todo eso en dos días?

Kyle simplemente encogió un hombro.

—Soy una persona observadora. —Hizo una pausa, pensativo—. También sé que has quedado hoy con Liam.

¿A qué venía eso? ¿Qué tenía que ver Liam en aquella conversación? Me puse nerviosa al instante, sin comprender. La expresión de Kyle había cambiado, ya no tenía ese brillo jovial en los ojos.

—¿Y qué pasa? —pregunté alzando el mentón.

Él dio un paso atrás, con intención de empezar a marcharse. Cuando estuve a punto de cogerle del brazo para que no lo hiciera me miró a los ojos.

—No te engañes. Sentiste algo en la fiesta al igual que yo —afirmó, señalándonos. Observó mi reacción, que fue quedarme de piedra—. En realidad, de verdad siento haberte asustado en el ascensor. Buenas noches.

Dicho esto, dio media vuelta y se fue.

Me costó unos segundos recomponerme y poner mi cerebro en marcha para cerrar la puerta y entrar en casa. Me metí en la cama y cerré los ojos con fuerza. Después los abrí de golpe. ¡Un momento! ¿Kyle había dicho que sentía algo por mí? La imagen de Liam apareció en mi mente juntándose con la de Kyle. ¿Qué iba a hacer con esos dos?

Esperé largo y tendido hasta que Morfeo se dignó a llevarme consigo al mundo de los sueños.

Al otro lado

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