Читать книгу Al otro lado - Cristina G. - Страница 7
Оглавление* 2 * Conociendo a los vecinos
Esa noche tuve un sueño realmente extraño y terrorífico, en el cual una panda de tíos psicópatas querían matarme y me perseguían por todo el edificio. Claro, yo no podía correr —cosas agradables que pasan en las pesadillas— y terminaba cayendo por el hueco entre apartamentos hasta el patio.
Algo ligeramente pesado cayó encima de mi cabeza haciéndome despertar de un salto. Daniel me había lanzado un cojín amablemente. Nótese mi ironía.
—Levanta el culo de la cama, vaga —espetó.
—Que te den, Daniel —repliqué y puse la almohada sobre mi cabeza.
Mi insensible primo no comprendía por el trance que acababa de pasar. Y sí, estaba segura de que ese sueño venía patrocinado por todas las tonterías que él me dijo sobre nuestros abundantes, jóvenes y sexys vecinos. Daniel salió de la habitación riendo con sus estruendosas carcajadas habituales. Levanté la cabeza y miré el despertador con los ojos llenos de legañas. Eran las nueve de la mañana. ¿No se iba a trabajar el muy pesado?
—Vamos, pequeña, que se te enfría la leche que con tanto cariño te he preparado —chilló Daniel desde la cocina.
Maldecí en mis adentros y me levanté a regañadientes. Caminé arrastrando mis pantunflas a mi paso hasta la cocina.
—¿No trabajas? —le pregunté restregándome los ojos.
—Hoy tengo turno de noche.
Se apoyó con la cadera en la encimera y me entregó el vaso de leche.
—¿Me vas a dejar sola la segunda noche? —Entré en un pequeño estado de pánico.
—¿De qué tienes miedo? Ya eres mayorcita.
—Sí, pero…
Realmente no sabía de qué tenía miedo. O quizá sí. Inconscientemente miré hacia la ventana por la que se podía ver la del piso de enfrente. Daniel siguió mi mirada.
—Oooh, ¿te dan cague los vecinos? —inquirió con una media sonrisa.
—¿Qué? No digas tonterías —dije frunciendo el ceño.
No es que pensara que me fueran a hacer algo, simplemente me sentía extraña de estar sola en una casa nueva, en un lugar desconocido y flanqueada por ocho chicos. Y ese tío… el que se rio de mí el día anterior, no ayudaba a sentirme más segura. También era muy probable que el miedo solo fuera vergüenza.
—Tranquila, estarás bien. —Me miró con recelo—. Y si tienes miedo puedes pedirle a alguno que venga a hacerte compañía.
—Cállate. Tú sí que estás loco.
—Quizás alguien llamado Lia… —empezó con su cantinela.
—Ya basta —le corté esforzándome por ocultar una sonrisa.
—Vale, vale. Venga, vístete que tenemos cosas que comprar —dijo dejando su vaso en el fregadero.
Le lancé una mirada de odio fingida y acabé mi desayuno. Mi primo y sus insinuaciones de que me gustaba Liam. Vale, era guapo y encantador, pero solo lo había visto una vez y durante dos escasos minutos.
Ya listos, salimos hacia los ascensores cuando divisé un chico que salía del piso de enfrente. Cogí rápidamente a Daniel del brazo y lo acerqué a mí.
—Es él —le susurré.
—¿Qué? ¿Quién?
—Ese, el que se acerca, es el chico que se rio anoche de mi pijama.
Daniel miró en su dirección.
—¿Ese? Pero si es Kyle. ¡Eh, Kyle! —lo saludó levantando la mano y yo me erguí velozmente.
Kyle levantó la cabeza, aludido, y dibujó una sensual media sonrisa. Iba vestido como si se fuera a hacer deporte, camiseta negra de manga corta y pantalones de chándal, cabello despeinado, una locura de ondulaciones oscuras que tiraban en todas direcciones sin control.
Se acercó a nosotros y chocó la mano con mi primo. Me lanzó una rápida mirada de arriba abajo, a lo que yo arqueé una ceja sin poder evitarlo. Daniel me miró entonces, y me sonrió de manera cómplice.
—Esta es Emma, mi prima —le dijo señalándome.
—Ah, sí. Lo sé. —Su mirada me puso la piel de gallina, como si intentara decirme algo secreto con ella. Recordé la noche anterior y me ruboricé—. Liam nos lo comentó —añadió con desdén.
Vaya, cuanta efusividad. ¿Dónde está el «es un placer», «encantado» y demás cordialidades? Y un momento, ¿Liam les había hablado de mí? Entonces ya todos sabían de mi repentina existencia.
—¿A dónde vas tan temprano? —le preguntó Daniel ignorando que no pusiera ningún interés en mí.
—A la academia. Necesitaban la sala esta tarde así que me han cambiado la hora.
—Ah, suerte pues. Nosotros vamos a hacer unas compras. —Kyle me miró de nuevo y yo le mantuve la mirada. Sus ojos negros eran hipnotizantes. Joder, ¿por qué era tan guapo?
—Ok —respondió vagamente.
Se despidió con un asentimiento de cabeza y comenzó a bajar por las escaleras. No pude evitar atisbar su silueta marcharse antes de que el codo de Daniel aterrizase en mi brazo.
—Au —me quejé.
— ¿A ti no te gustaba Liam?
—Y dale. Que no me gusta Liam, si no le conozco —dije poniendo los ojos en blanco.
—Hablamos de físico, querida prima.
Le miré con suspicacia.
—Creo que si tienes ojos puedes ver que los dos son guapos —respondí encogiéndome de hombros.
—Ay, mi pobre pelirroja, debatiéndose entre dos hombres.
El tono de su voz adquirió un tono dramático, y me apretó contra su cuerpo con un brazo.
—Eres irritante.
—Pues prepárate, que aún te quedan seis por conocer —me recordó mientras salíamos del ascensor.
Él no sabía que había visto a un tercero mientras bajaba la basura el día anterior. El chico rubio. Aunque solo le vi de espaldas. Seis chicos más. Ojalá tuviera la suerte de que no fueran todos tan atractivos como Liam y Kyle.
Daniel y yo hicimos algunas compras para la casa, comida, papel higiénico, lo normal. Cuando nos acercamos a la caja había alguien conocido en la cola. Y como no podía ser de otra manera, era uno de mis nuevos vecinos, en este caso Liam. Daniel hizo ademán de robarle uno de los productos de su compra —zumo de naranja específicamente— y se rio al ver la expresión de sorpresa del chico. No pude evitar que una sonrisa se dibujara en mi estúpida cara al ver la de Liam.
—Esperaba ver condones en vuestra compra —soltó mi oportuno primo. Pude ver cómo la cajera se esforzaba por no sonreír.
—Hola, Daniel —saludó, ignorando su estúpida frase. Después se inclinó para verme a mí—. Hola, Emma.
—Hey.
¿Hey? ¿En serio, Emma?
—¿Has venido solito? —preguntó Daniel.
—No, Scott está fuera. —Quería saber quién era Scott—. Es el único que no se queja si le arrastro a la compra —dijo riendo.
Su risa me resultó extrañamente melodiosa. Miré sobre mi hombro para ver fuera y cotillear quien era el tal Scott; no me sorprendí al ver la figura delgada y el pelo rubio del chico que chocó conmigo la noche anterior. Ahora por lo menos podía ponerle nombre.
Cuando terminamos de pagar y salimos, procedimos a lo mismo de siempre: presentaciones. Aunque esta vez fue Liam quien lo hizo. Scott simple y llanamente asintió sin mostrar atisbo de emoción alguna en su rostro. Me resultó curioso, parecía ese tipo de persona que vive completamente en su mundo particular. Además, para mi desgracia, sí, también era guapo. Tenía la cara si cabe más angelical que Liam, a pesar de su seriedad. Su cabello era tan rubio que bien podía pasar por blanco, y sus ojos claros albergaban un brillo acerado que dejaba sin ninguna duda que era mejor no meterte con él.
De este modo, caminamos los cuatro cual amigos inseparables hasta el apartamento. Puede que ya estuviera condenada a cruzarme a mis vecinos en todas partes. Los chicos hablaron de todo y de nada en el trayecto mientras yo me mantenía más o menos al margen. Tenía vergüenza. No sabía de qué hablar o cómo contribuir a la conversación.
—Emma aún tiene que conocer al resto de chicos —le dijo Daniel a Liam cuando llegamos a nuestro apartamento.
¿Qué pretendía con ese comentario?
—Se lo dije a los chicos, pero es verdad que solo nos conoce a nosotros —respondió con su dulce voz echando una mirada a Scott.
—Y a Kyle —añadió Daniel. Liam me miró algo sorprendido.
—Sí, bueno… Ha sido esta mañana, aunque en realidad ya le vi anoche, tampoco es que me haya dicho mucha cosa…
Emma, cállate.
Me callé.
—Es verdad —se rio mi primo—, anoche la vio y se rio de su pijama más sexy.
Genial.
—No es mi pijama más sexy —protesté, irritada, pegándole en el hombro. Liam tuvo el descaro de reírse entre dientes.
—¿En serio? —Se aguantó la sonrisilla al ver mi sombría expresión—. No le hagas caso, él es así. No es que se quiera burlar de ti.
No era por ser desconfiada, pero no me creía ni una palabra. Daniel repentinamente chasqueó los dedos como si hubiera recordado algo.
—¡Ya lo tengo! —exclamó con expresión emocionada.
—¿El qué? —inquirí con sospecha.
—Te haremos una fiesta de bienvenida.
—¿Qué?
—Eso estaría bien —contribuyó Liam.
Daniel miró a Scott esperando que le apoyara.
No lo hagas. No lo hagas.
—¿Por qué no? —Se encogió de hombros de manera totalmente desinteresada.
—No hace falta… —me apresuré a decir.
—Todos los recién llegados necesitan una fiesta de bienvenida —me interrumpió mi primo—. Mañana por la noche. Invitaremos a los chicos y a quien quieras. Así irás conociendo a la gente.
—Pero…
—No admito un no por respuesta, pelirroja. No seas sosa.
Maldito Daniel.
—Será divertido —intentó animarme Liam con una de sus sonrisas encantadoras.
Suspiré profunda y dramáticamente, y terminé por asentir con la cabeza. ¿Cómo podía decirles que no?
***
Una fiesta de bienvenida. Con los chicos. Liam, Scott y los demás. Y Kyle. No estaba segura de querer invitar a semejante personaje, aunque por culpa de los códigos sociales que nadie estableció, no tenía más remedio. Kyle no me resultaba muy simpático que digamos. Sin embargo, había una cosa que se me había olvidado preguntarle a Daniel después de encontrarnos con el susodicho, me distrajo con sus insinuaciones románticas o lo que su cabeza desquiciada inventase.
—¿A qué va Kyle a la academia? —pregunté sin precedente, bebiendo a morro del zumo de piña.
—Oye guarra, coge un vaso —me riñó mientras fregaba los platos. Yo le ignoré y me apoyé con la cadera en la encimera de la cocina, a su lado—. Pues va a bailar.
—¿A bailar?
—Sí, es una academia de baile. Da clases de street dance, hip hop, ese tipo de cosas. De hecho, está en la carrera de Danza.
Vaya.
Me resultaba muy extraño imaginar a Kyle bailando. Puede que no le conociera de nada realmente, pero ese tipo de afición no encajaba con él en mi cabeza. Y sin ninguna razón aparente, un gran deseo de verle bailar se apoderó de mí. Curiosidad, solo era curiosidad.
—Así que danza…
—Podemos decirle que baile en la fiesta —sugirió Daniel.
—¿Lo haría? —pregunté entre sorprendida y emocionada.
—Lo dudo. Es bastante reacio a mostrarse delante de los amigos con eso.
Mi ilusión se desvaneció como humo que sale por la chimenea. Quizás algún día consiguiera ver a aquel espécimen en plena acción.
—¿Cuánto hace que los conoces? —cuestioné, curiosa.
—Pues depende, no todos aparecieron al mismo tiempo. Liam fue de los últimos, por ejemplo. A Kyle desde hace casi dos años, más o menos, desde que se mudó aquí para entrar en la universidad.
Permanecí pensativa. Eso era bastante tiempo, parecían llevarse muy bien. Mi primo y yo siempre tuvimos una relación estrecha, de pequeños nos criamos juntos y éramos poco más que inseparables, sin embargo cuando crecimos y Daniel se mudó, la cosa se enfrió un tanto, como es normal. Hablábamos a menudo y estaba al tanto de su vida, pero nunca mencionó su amistad con sus ocho vecinos de enfrente.
—¿Son todos universitarios?
—La mayoría. Liam lo es, este será su segundo año. Aunque Tayler trabaja en una tienda de música, por ejemplo, y Damon en el negocio de sus padres, regentan una cadena de pastelerías.
Parpadeé. No tenía ni idea de quién me hablaba, esperaba descubrirlo pronto.
—¿Por qué tantas preguntas? —dijo alzando una ceja juguetonamente.
—Tengo que saber con qué clase de personas convivo. Imagina que fueran psicópatas.
Daniel soltó un par de carcajadas y se secó las manos con un paño de cocina.
—Están locos, pero son buenos tíos.
Me mordí el interior de la mejilla. Bueno, quién sabe, quizás al final de todo pudiera hacer buenas migas con esos chicos.
***
Después de que Daniel se fuera a su turno de noche en el hospital, me recosté en el sofá tranquilamente para ver una película. Mi primo me había especificado que no destrozara nada, ni quemara o inundara la casa y que si me traía a algún chico de enfrente usara protección. Era mucho más probable que incendiara la casa que su última opción.
De pronto tocaron al timbre. Me levanté a abrir pensando que quizás Daniel había olvidado algo, mas mi primo había cambiado mucho pues había adquirido la cara de Liam. Liam estaba al otro lado de la puerta a las once de la noche. Y me puse nerviosa al instante.
—Hola —saludé, notando cómo se me aceleraba el corazón. Esperé a que dijera a qué había venido.
—Esto… Hola —dijo. Parecía avergonzado. Se rascó la nuca—. Tu primo ha venido antes y me ha dicho que estarías sola esta noche porque tenía que trabajar, y me ha pedido que viniera a ver si estabas bien —explicó con cautela.
Iba a matar a Daniel.
Liam me observó un instante por debajo de sus largas pestañas, pero lo único que encontró fue que abrí ligeramente la boca, puesto que no me lo esperaba. Me pregunté cuál sería la mejor arma para asesinar a mi primo. Quizás lo ahogara en la cama con la almohada.
—Pues ya ves, estoy perfectamente —contesté con demasiada efusividad. Me sentí ridícula un segundo después.
—Ya veo. —Desvió la mirada—. Bueno, ya sabes, estamos enfrente si necesitas algo —dijo mostrando de nuevo su sonrisa, aunque se le notaba tenso.
Sentía que le estaba rechazando. ¿Debería hacerle pasar? ¿Y luego qué? No estaba segura y mi cerebro paralizado y mi corazón golpeando mi pecho como un poseso no ayudaban demasiado en la situación.
—Claro, gracias.
Le sonreí. Él me la devolvió.
—Buenas noches, Emma —se despidió y dio media vuelta.
—Buenas noches.
Lo observé alejarse hacia su apartamento, y cuando fui a cerrar, vi a alguien en la ventana de su casa, al otro lado. Era Kyle, para variar. ¿Había estado contemplándonos? Me sonrió, y yo airada, cerré la puerta con fuerza.