Читать книгу Al otro lado - Cristina G. - Страница 8

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* 3 * Fiesta de bienvenida


Para mi suerte, nada me sucedió durante la noche que estuve sola para necesitar la ayuda urgente de mis queridos vecinos. Y más suerte todavía, Daniel estaba demasiado agotado cuando llegó a casa como para despertarme con su irritante humor mañanero.

Pero toda esa dicha no me haría olvidar el suceso que se avecinaba a mi apacible vida: una fiesta de bienvenida. Una fiesta que nunca pedí y menos aún deseé. Además iba a ser estupenda, no, maravillosa, porque conocería al resto de vecinos de enfrente. Y eso no me hacía la más mínima ilusión, más si significaba tener a Liam en mi casa después de rechazarle deliberadamente la noche anterior, si es que eso se podía llamar rechazo, y a Kyle. A ese menos todavía tenía ganas de verle.

Estuve dando vueltas en la cama hasta que me dormí, incapaz de dejar de pensar en esos dos chicos que habían irrumpido en mi vida sin permiso. Liam era jodidamente adorable, pero no tuve valor de dejarle entrar en mi casa e invitarle a un piscolabis. ¿Por qué era tan cagada? Y Kyle… bueno, después de verle con su estúpida y sensual sonrisa mirándome desde la ventana cerré de un portazo y ya no pude sacármela de la cabeza. Me mantuvo cabreada pensando que no quería cruzarme con ese egocéntrico chico nunca más. Aun y así su imagen aparecía en mi mente atormentada.

¿No podría haber tenido unos vecinos normales? ¿Una pareja de ancianos o unos calvos solterones? Daniel debería haberme avisado de esto. Sí, todo era por su culpa.

Después de dejar a Daniel durmiendo en su cuarto —a pesar de que pensé en asesinarlo—, me decidí a ir a una biblioteca cercana. Qué puedo decir, me gustaban más los libros que a un niño un caramelo. Cuando salí los nervios se instalaron en mi cuerpo pensando que, por estas del destino, podría toparme con alguno de mis vecinos. Me escabullí con rapidez del edificio y por suerte, no fue así.

Cogí el bus esperando no equivocarme de parada y acabar en el peor barrio de la ciudad. Llegué a la biblioteca después de caminar por la misma calle en la que se encontraba tres veces sin verla. Me quedé impresionada cuando entré. Era mucho más grande que a la que estaba acostumbrada en mi zona de Phoenix.

Me acerqué a la sección de novela histórica. Siempre tuve pasión por las historias ambientadas en siglos pasados, historias de amor imposibles entre miembros de clases diferentes, las guerras, las cambiantes situaciones políticas y económicas, etc. Desde que era pequeña mi madre me había leído cuentos de todo tipo, me enseñó el amor por la lectura, y me empujó a leer esos libros históricos que ella tenía en su haber. Cuando devoré todo lo que había en casa no pude más que pasar media vida en la biblioteca y en las librerías para crear mi propia colección. Gran peso con el que contaba mi maleta se debía a mis libros.

Mientras ojeaba en la estantería que se encontraba más cerca del mostrador, divisé algo que me hizo clavar los pies en el suelo. Kyle estaba en el dichoso mostrador, con un brazo apoyado casualmente en él mientras hablaba con la bibliotecaria con una sonrisilla de suficiencia en la cara. ¿Tenía que estar precisamente en esta biblioteca a la misma hora que yo? Mierda y más mierda. Le observé de reojo comprobando que no había notado mi presencia. Oh, no. ¿Estaba ligando con esa mujer? Si no era eso, básicamente se la estaba metiendo en el bolsillo. Podía escuchar brevemente su tono seductor, y encima ella se retorcía de vergüenza. Por Dios, podría ser su madre. Rodé los ojos y dejé con cuidado el libro que sostenía en su sitio. No quería que me viera, pero tampoco podía huir. ¿O sí?

—¿Novela histórica, eh?

Su voz prácticamente en mi oído derecho me hizo pegar un respingo y por poco logró que me diera un infarto.

Me había quedado embobada y ni me había dado cuenta de que se había acercado. Me giré para encontrarlo de frente. Era la primera vez que me hablaba directamente. Kyle bajó la mirada para encontrarse con la mía. Sus ojos eran preciosos. Además, olía genial.

Rayos.

—Sí —respondí, simulando que no me importaba tenerlo tan cerca—. Solo estaba echando un vistazo.

Kyle alargó el brazo y extrajo uno de los libros de la estantería. Era La catedral del mar. Lo abrió y pasó las primeras páginas.

—Esto parece un poco aburrido.

—No lo es, pero quizás ese sea demasiado. Hay lecturas más ligeras.

Él me miró como si fuera un extraterrestre bajado a la Tierra. Me contuve de hacer un mohín.

—Lo que tú digas. —Lo dejó en su sitio y elevó una ceja de manera juguetona—. Prefiero la película.

¿Entonces qué narices hacía en una maldita biblioteca?

—Al parecer vamos a vernos esta noche —añadió de pronto. Mis pulsaciones se incrementaron.

—Sí, eso parece —murmuré—. Daniel es… En fin, se empeñó.

—¿Tienes ganas?

¿Esa pregunta tenía doble sentido?

—No soy mucho de fiestas —contesté. No podía decir que no les quería en mi casa, eso sonaría grosero. Kyle se rio haciendo que me estremeciera.

Que alguien me ayude.

—Yo creo que estará bien —dijo con un tono seductor. Su voz era grave y algo rasgada. Se acercó un poco más a mí, y yo me quedé congelada en el sitio. Como una estatua—. Nos vemos más tarde.

—Vale —respondí automáticamente.

Kyle sonrió una última vez y se alejó por el pasillo. Observé su silueta, su espalda ancha ocupándolo casi todo, con esa forma grácil de caminar. Una vez le perdí de vista, suspiré. Parecía otra persona diferente. Primero se burló de mí, después, el día que nos presentaron me ignoró como si no existiera siquiera, y ahora esto. Me había hablado como si siempre lo hubiera hecho.

A lo mejor mis vecinos sí que estaban locos.

Cogí rápidamente el libro que había estado hojeando y me dirigí al mostrador. La bibliotecaria no era simpática con todo el mundo al parecer. O simplemente le decepcionaba que no fuera su querido Kyle. Pasó mi libro con desgana y me despidió. Antes de salir miré por encima de mi hombro. Él ya no estaba por ninguna parte.

***

—¿Qué es todo esto? —pregunté horrorizada a mi primo mientras sacaba botellas y botellas de las bolsas.

—Alcohol, querida Emma. —Sonrió con malicia.

—Eso ya lo sé. ¿Pero por qué narices has comprado tanto? ¿Es que quieres que acaben en el hospital?

—Pelirroja, relájate. Es una fiesta, ya sabes. Beberemos hasta que alguien baile encima de la mesa. Bueno no, no pienso dejar que pisen mi preciosa mesa.

Rodé los ojos.

Estaba demente. No tenía suficiente con una casa llena de vecinos jóvenes y guapos, sino que tendría una casa llena de jóvenes, guapos y borrachos vecinos. Genial. Estupendo.

Faltaban tan solo un par de horas para que todos vinieran a casa y empezaba a estar nerviosa. Las fiestas no eran lo mío. Yo era una persona tranquila, además no me entusiasmaba el alcohol. Tan solo recordaba haber ido a dos de ellas en toda mi vida.

Mientras Daniel se encargaba de preparar todo yo fui a arreglarme. Me decidí por un vestido azul ajustado y unos zapatos planos negros. Tampoco hacía falta más. Cuando salí, Daniel ya había colocado aperitivos, vasos desechables, había enchufado la wii y tenía los bafles dispuestos para resonar. Solo esperaba no molestar al resto de vecinos del edificio con eso.

—Oh, qué sexy te me has puesto, primita. ¿Pretendes impresionar a alguien? —comentó mirándome de arriba abajo.

—No te hagas ilusiones.

—Ya, ya. Escucha, se me ha olvidado la coca-cola. ¿Puedes mover tu culo a su casa y decirles que traigan?

—¿A casa de los vecinos? —pregunté con temor.

—¿A dónde si no? —Puso los ojos en blanco—. Vamos, vamos —añadió moviendo la mano para que me fuera.

Lo tenía claro. Mi primo Daniel no sobreviviría muchas noches más si seguía metiéndome en esas cosas. Podría haber ido él perfectamente, o enviarles un mensaje, pero nooo, tenía que mandarme a mí. Lo hacía a propósito.

Le fulminé con la mirada antes de abrir la puerta y salir. Llegué a casa de los chicos y me paré frente a la puerta. Mis manos se habían puesto a sudar y me las sequé en la parte trasera del vestido.

Vamos, relájate, no es para tanto.

Toqué el timbre y esperé. Se abrió de golpe haciendo que pegara un respingo y un chico apareció en el umbral. Tuve que usar toda mi fuerza de voluntad para no salir corriendo y mantener mis pies en el sitio. Su expresión parecía decirme poco sutilmente que quería comerse a mis hijos. Su piel blanca destacaba con su pelo oscuro y caído sobre los ojos. Dos grandes ojeras enmarcaban su mirada, una mirada que me ponía los pelos de punta. Era guapo, sí, lo era. Pero a mí me dio un poco de mal rollo.

Me miró con curiosidad y obligué a mi boca a abrirse para hablar.

—Hola —dije de forma automática—. Soy Emma, la vecina que va a dar la fiesta. Esto…

No me dejó acabar, sonrió tímidamente y me hizo un gesto para que entrara. Espera, esa sonrisa no es lo que me esperaba.

—Claro, pasa. Soy Tayler —dijo con voz inocente cuando entramos.

¿Qué? Un chico con cara de asesino y voz dulce. Eso no tenía sentido en mi cabeza. Le miré sorprendida y luego me las ingenié para sonreírle. Tayler. El que trabajaba en una tienda de música si no recordaba mal.

—Es un placer. —Recordé por qué había ido—. Mi primo ha olvidado la coca-cola, quiere que vosotros llevéis.

Antes de que pudiera responderme escuché mi nombre. Era Liam, que se acercó a nosotros. Estaba tan guapo como siempre, pero instantáneamente me sentí inquieta recordando por qué no quería toparme con él esa mañana.

—La fiesta es en tu casa. ¿Lo sabías? —Se jactó con una encantadora sonrisa.

—Eh… Sí, claro. Pero es que nos falta coca-cola. Se lo estaba diciendo a… esto… Tayler.

—Oh, está bien. Voy a la cocina y cogeré un par de botellas —anunció mientras se daba la vuelta. Parecía un poco nervioso. Ya éramos dos.

—Entra y bueno… Siéntate dónde quieras —me ofreció Tayler. Ese chico seguía siendo un enigma para mí.

Fue entonces cuando me percaté de dónde estaba y guie mis ojos alrededor del piso. La verdad, no estaba tan desordenado como me había imaginado en un principio. Pensé que habría cosas tiradas por todas partes, latas vacías de cerveza en el suelo, pósters de mujeres desnudas y todo eso. ¿Lo normal, no? En cambio, tan solo había algunos montones de ropa en un sillón y paquetes vacíos de snacks en una mesita central. Parecía limpio y no olía a orgía. Me senté con cuidado en el sofá y esperé quietecita.

—¡Kyle, te he dicho que no dejes los calzoncillos tirados! —gritó una voz que me sobresaltó.

Un chico algo bajito de estatura salió de lo que parecía el cuarto de baño con el ceño fruncido. Tenía los ojos tan grandes que parecía un búho, pero era de alguna forma adorable. Un momento, ¿había dicho que Kyle dejaba los calzoncillos tirados? El susodicho apareció sin camisa haciendo que mis ojos se abrieran de asombro ante su atractivo y alarmantemente bronceado torso desnudo. Tuve que pegarme a mí misma una bofetada mental para cerrar la boca.

—Lo iba a recoger —replicó, divertido.

—Ahora, venga —ordenó el Búho. No sabía cómo se llamaba.

Ese chico parecía ejercer de madre del grupo. Kyle puso una camiseta sobre su pecho ignorando que yo estaba allí. Caminó hacia el salón, entonces sus ojos negros se encontraron con los míos y algo de sorpresa pasó por su rostro para después dibujar una sonrisa seductora.

—¿No podías esperar? —preguntó pícaramente. Le dediqué una sonrisa falsa.

—Recoge tus calzoncillos.

Él se rio y se dirigió hacia el baño. Uff, maldita sea, esos chicos me llevaban de cabeza.

—¿Eres Emma? —inquirió Búho acercándose a mí. Al fin me había visto.

—Sí. —Sonreí.

—Soy Damon. Perdona el desastre, estos tíos son unos guarros.

—Tranquilo… —llegué a decir antes de que Liam apareciera de nuevo en la sala.

—Estaba buscando algo que llevar. He cogido algunos aperitivos y unas cervezas también —me explicó con las manos llenas.

—Oh, no te preocupes. Mi primo ya se ha asegurado del alcohol.

Liam me miró algo aturdido y sonrió, vacilante. No supe si la idea del alcohol le gustaba o le aterrorizaba. Le ayudé con el peso de cosas cogiéndole algunas, y alguien me quitó una botella de las manos. Kyle estaba junto a mí.

—Vamos, yo ya estoy. Dejemos esto allí —dijo.

En ese momento Scott apareció con… ¿una chica? Vestía como un chico y tenía el pelo corto, pero su carita era demasiado dulce y perfecta. Tenía mis dudas. ¿Sería su novia?

—¿Ella también viene? —le pregunté en voz baja a Liam. Él frunció el ceño.

—¿Ella? —Miró en la misma dirección que yo.

—Ella en realidad es él —aclaró Kyle sonriendo con suficiencia.

Oh, mierda.

Los dos se acercaron y Scott me saludó con la cabeza. Ni siquiera se sorprendió de verme allí. El recién descubierto chico a su lado sonrió dulcemente haciendo que se formaran dos hoyuelos en sus mejillas. Dios mío. ¿Cómo podía ese rostro de muñeca ser de un chico? Encima tenía la piel muy blanca y el pelo del color del caramelo. Daban ganas de meterlo en una caja y ponerlo en una estantería.

—Hola, soy Luke —se presentó.

—Emma. La vecina de enfrente, ya sabes.

—Creía que eras una chica —soltó Kyle.

Me puse roja al instante y giré la cabeza rápidamente para fulminarle con la mirada. ¿Cómo podía ser tan capullo? Miré a Luke, que había fruncido el ceño. ¿Se había cabreado?

—Lo siento, es que no te había visto bien —mentí. De cerca incluso parecía más chica. O eso o un niño pequeñito y adorable.

—No pasa nada —dijo con un tono algo cortante. Intentaba disimular que le había molestado.

Tierra, trágame.

Kyle rio de nuevo con esa risita seductora. Le empezaba a odiar.

—Imbécil —mascullé.

—¿Ya están todos? —preguntó Liam.

—Creo que sí. Bueno, Christian lo dudo, ya sabes cómo es —dijo Luke.

En ese momento un chico aparentemente muy entusiasmado apareció en el salón. Sus orejas tenían un tamaño considerable y su sonrisa era tan inmensa que daba miedo. Cuando me vio se acercó alegremente.

—¡Hola! Soy Charlie. Tienes que ser Emma. ¿Verdad?

—Sí —respondí con una sonrisa. A pesar de todo, parecía muy simpático—. He venido a robaros algunas provisiones —bromeé y él se rio.

Ya había conocido a siete chicos. Tan solo me faltaba uno. Bueno, no había sido para tanto. Eran un grupo bastante variopinto, pero parecían agradables. Excepto Kyle, claro.

No tardé mucho en completar la lista de vecinos. Un chico salió por el pasillo pasándose una mano seductoramente por el pelo rubio. Se acercó lentamente como un puma a su presa, y cuando puso sus ojos en mí, sus labios tiraron hacia arriba en una media sonrisa. Su mirada era tan intensa que hacía parecer que estaba intentando cautivarte todo el tiempo. Y por su forma de moverse, debía de creer que era el hombre más atractivo del universo.

—Hola —saludó engatusadoramente.

Tuve el impulso de levantar una ceja, pero me contuve. Era un conquistador nato y conmigo tenía poco que hacer.

—¿Qué tal? —contesté de manera casual.

—Bueno, ahora sí. Vámonos —intervino Kyle.

Le miré y me di cuenta de que estaba lanzando una misteriosa mirada de advertencia a Christian. ¿Por qué hacía eso? ¿Por qué intentaba ligar conmigo?

Al final nos pusimos de acuerdo y todos caminamos hasta mi apartamento. Daniel se sorprendió al verme con aquellos ocho chicos.

—Y eso que solo te pedí las coca-colas —dijo.

***

La esperada fiesta comenzó. Daniel puso la música bastante alta para nosotros, pero las paredes eran buenas así que intenté no preocuparme por molestar. Me dediqué a beber refresco de naranja mientras veía a los chicos jugar a juegos estúpidos en la wii. Hablamos de miles de tonterías sin sentido y reímos. No estaba yendo tan mal la fiesta.

Mi primo me hizo beber algo de cerveza y me alegré de que no estuviera muy amarga. En cambio, ellos no tenían ningún reparo en ingerir alcohol. Kyle reía más de lo normal y empezaba a decir cosas extrañas, sin embargo me resultó divertido verle así. Liam era uno de los que menos bebía, junto con Damon. Todavía sentía vergüenza en su presencia y al parecer él también, porque estaba intentando no acercarse demasiado a mí. Christian probó a seducirme alguna que otra vez sin conseguir nada. No me resultó molesto, más bien cómico. No se le daba especialmente bien cortejar a las mujeres.

Scott parecía divertirse, aunque su cara no mostrara mucho por el momento, pero la cerveza le estaba ayudando a abrirse. Luke y Tayler continuaban intrigándome. Charlie era el que más me hablaba. Estudiaba la carrera de Arte, y me contó secretos de los cuadros más famosos. Era realmente entusiasta y divertido.

Todo parecía ir bien hasta que mi primo tuvo una genial idea. Una horrible genial idea.

—¡Eh! ¿Por qué no jugamos a algo? —sugirió arrastrando las palabras cual borracho emocionado.

—¿A qué? —preguntó Kyle.

—Verdad o atrevimiento —dijo poniendo un tono de misterio.

¿Verdad o atrevimiento? Vale, eso no me hacía mucha gracia. Estaba en una casa sola con nueve hombres, ¿e iba a jugar a «verdad o atrevimiento»? Eso no podía albergar nada bueno. Maldito Daniel y sus ideas de borracho. Mas no pude hacer nada, todos estuvieron de acuerdo. Cómo no.

Nos sentamos en el suelo del salón haciendo una especie de círculo. A un lado tenía a mi primo y al otro a Damon. Justo en frente de mí estaba Liam y dos lugares más hacia allá, Kyle. Tragué saliva con nerviosismo. Tenía un mal presentimiento.

Por suerte, mi primo no empezó por mí. Le preguntó a Scott con cuántas chicas se había acostado y él prefirió el atrevimiento que consistía en ser pateado en el culo por Luke. No supe por qué no quiso decir la verdad. ¿Serían tantas que ni lo recordaba o es que era virgen? De todos modos, fue divertido de ver.

—Te ha tocado, primita —anunció Daniel pasando un brazo sobre mis hombros. Me tensé en el sitio. Mierda. Conociendo a mi primo podría hacerme cualquier cosa—. ¿Verdad o atrevimiento?

—Verdad —murmuré. Pensé que sería mejor que cualquier locura que planeara hacerme.

—Muy bien. Allá va. —Tragué saliva de nuevo—. ¿Te acostarías con Liam?

Joder. ¿Qué pregunta era esa?

Todos estallaron en silbidos. Liam me observó con los ojos abiertos y su cara pasó por todos los tonos de rojo, al igual que la mía seguramente. Dios mío. No podía contestar. Liam me atraía, pero eso estaba muy lejos de decir a los cuatro vientos algo semejante. ¿Cuál era la verdad? ¿Quería hacerlo? Si decía que sí, sería demasiado violento para seguir viviendo y si decía que no también lo sería. La única opción era huir.

—Prefiero el atrevimiento —balbuceé. Daniel soltó una carcajada y Liam bajó la cabeza, avergonzado. Me quería morir.

—Está bien. Entonces dale un beso a Kyle. Un beso de verdad —puntualizó.

¿Qué? ¡¿QUÉ?! ¿Cómo podía ser alguien tan capullo? ¿Besar a Kyle? ¿En serio? No podía hacer eso. No podía. ¡Qué vergüenza!

Miré a mi primo con todo el odio que pude albergar en mis ojos, advirtiéndole una muerte segura. Me las pagaría.

—Eres un cabrón.

—El juego es así, Em. Venga.

¿No podía decir que no? Esto era demasiado.

—No lo hará —se pronunció Kyle, divertido.

Le miré por primera vez, estaba contemplándome con una sonrisa socarrona y egocéntrica plantada en su bonita cara, sentado con evidente tranquilidad. Él estaba seguro de que me acobardaría. Se creía que era una niña inexperta y aburrida. Me dio rabia. Me dio mucha rabia. Y eso fue suficiente impulso.

Me levanté de mi sitio y me acerqué a él. La cara de sorpresa que intentó disimular me hizo tener ganas de reír. Me senté a su lado cuando Luke me dejó espacio. No dejé de mirarle a los ojos, desafiante. Él parecía perplejo, sin embargo, se las arregló para sonreír de manera triunfante. ¿Quién se creía que era? Le besaría y callaría su estúpida boca.

Kyle esperó inmóvil y yo me acerqué lentamente mientras sentía las miradas emocionadas de todos puestas en mí. No estaba siendo tan fácil. Su cercanía era demasiado abrumadora. Olía tan bien. Cuando estuve a milímetros de él me detuve. El corazón parecía querer salirse de mi pecho y de repente tenía mucho calor. Desvié la vista a sus labios. Eran tan carnosos y aparentemente suaves.

—¿Vas a hacerlo? —susurró envolviéndome con su cálido aliento. Le miré a los ojos y vi que tenía la vista clavada en mis labios. Ay, Dios—. Porque si no, lo haré yo.

Cerré los ojos en el instante en que cogía suavemente mi cabeza y me acercaba a su boca. Cuando sentí sus labios sobre los míos me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo. Eran irresistiblemente suaves y deliciosos. Al principio fue vacilante y lento, pero pronto abrió la boca para intensificarlo. Ya no sabía dónde estaba. No había nadie alrededor. Era como si hubiera creado una burbuja. Y eso no debía de ser nada bueno. No podía darme el lote así rodeada de todos. Intenté alejarme de él a regañadientes cuando mordió mi labio inferior juguetonamente y se apartó. Abrimos los ojos y nos quedamos mirando en silencio. En ese momento no sabía si quería salir corriendo o volverle a besar.

Al fin los aplausos exaltados de mi primo y las carcajadas y voces de los chicos nos devolvieron al mundo real. Me separé rápidamente de él y volví a mi sitio. Daniel me dio unas palmaditas en la espalda y continuó con su torturador juego. Atisbé a Kyle disimuladamente y algo se revolvió dentro de mí cuando vi que me observaba.

Joder.

Me acababa de enrollar con Kyle. Y lo peor era… que me había gustado.

Al otro lado

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