Читать книгу Al otro lado - Cristina G. - Страница 13
Оглавление* 8 * Maldita lista
Volví a mirar de nuevo por la ventana y dejé escapar un largo suspiro. Incluso mi reflejo en el cristal se burlaba de mí. Huir de esa manera de la academia como si Kyle tuviera la peste conformaba una de las diez cosas más estúpidas que había hecho en mi vida. Aunque quizás en adelante tendría que aumentar el número del ránking. Había salido corriendo y había cogido el primer autobús que me llevaba a mi casa.
Me había quedado claro que tenía una especie de miedo extraño e irracional a estar cerca de Kyle y todo lo que eso implicaba. La cuestión era: ¿por qué? ¿Por qué tenerle miedo a alguien como Kyle? ¿Qué era lo que temía que pudiera pasarme?
Una persona se sentó a mi lado haciendo que saliera de mis pensamientos. Me giré hacia ella descubriendo con sorpresa que conocía a aquel chico rubio de semblante despistado. Scott. Mi querido vecino Scott. ¿Por qué mis vecinos me perseguían —sin quererlo, espero— a todas partes? Alcé ambas cejas al ver que él no se había percatado de mi presencia. Simplemente miraba hacia delante sin ninguna expresión mientras un sonido parecido a la música retumbaba en sus pobres —y posiblemente pronto sordos— oídos a través de unos auriculares.
—Hey —dije, pero no hubo respuesta.
«Normal», pensé. Tampoco se enteraría si le hablara con un megáfono. Me encogí de hombros y me incliné un poco hacia él, después pegué una fuerte palmada en su rostro. Scott pegó un salto y se giró hacia mí fulminándome con la mirada. Le dediqué una carita de ángel inocente. Al darse cuenta de quién era, relajó su expresión y se quitó los auriculares.
—Hola —dijo—. No te había visto.
—Eso está claro. —Sonreí.
Silencio. Incómodo, maldito y largo silencio.
Carraspeé y me acomodé en mi asiento. Establecer una conversación con ese chico no podía ir más lejos de compartir opiniones sobre el tiempo. Estaba segura de eso.
—¿Vuelves a casa? —pregunté.
Bravo. Gran pregunta.
Scott asintió. Me mordí el labio y miré fugazmente por la ventana.
—¿Y tú? —inquirió, sorprendiéndome.
—Eh… Sí. Paramos en el mismo sitio.
Intenté sonreír mientras una yo diminuta me aplaudía con sarcasmo en mi mente. Scott no dijo nada más. Supuse que seguramente estaba deseando no haberse sentado a mi lado para poder ponerse de nuevo sus auriculares e ignorar al resto del universo. Suspiré y giré mi vista a la ventana otra vez. Pensé en Kyle y una pregunta se formuló en mi cabeza. Miré rápidamente a Scott y él me observó de reojo visiblemente desconfiado.
—Sé que es muy raro lo que voy a decir y estás en tu derecho de no contestar. De hecho, no me conoces realmente de nada, pero… —Hice una pausa y mordí de nuevo mi labio inferior mientras Scott me miraba extrañado—. ¿Puedo fiarme de Kyle?
Scott me observó como si hubiera preguntado una de las cosas más raras del mundo. ¿De verdad era tan raro? Él le conocía, eran amigos, vivían juntos. Debía de conocerle muy bien y yo solo quería una garantía. Solo quería deshacerme un poco de mi miedo hacia Kyle.
Se movió algo incómodo en su asiento y me arrepentí de haberle metido en mis líos mentales.
—Bueno, no sé a qué te refieres exactamente. ¿Me preguntas si es un mentiroso? ¿Un aprovechado?
Lo sopesé un poco y finalmente asentí. Eran muchas cosas al parecer a las que les tenía miedo y una de ellas era que Kyle estuviera jugando conmigo. Mintiéndome con esa sensual y maldita voz mientras decía que sentía algo por mí.
Scott se pasó una mano por el pelo, pensativo.
—Pues un poco. —Elevé una ceja. ¿En serio? Mis sospechas parecían ser ciertas—. Pero depende de lo que sea. —Me miró y se encogió de hombros—. Le gusta molestar a la gente, pero tampoco es para desconfiar de él. Es un tío honrado, no se aprovecharía de ti.
Me quedé pensativa. No podía contarle todo lo que había pasado con Kyle, ni por qué creía que debía desconfiar de él.
—Ok, gracias —contesté.
—¿Por qué me preguntas eso?
—Eh… Es que me parece un poco idiota, solo quería saber si puedo confiar para ser su amiga.
Bofetada mental. ¿Qué tontería acababa de decir? Primero, le había llamado «idiota» delante de su amigo; y segundo, ¿ser su amiga? Hasta mi yo interior se rio de mí.
No se desea besar a los amigos, Emma.
Scott esbozó una breve sonrisa ante mi respuesta, haciéndole parecer mucho más guapo. Y antes de darme cuenta habíamos llegado a nuestra parada. Bajamos del autobús y caminamos en silencio hacia el apartamento. Una vez dentro subimos al ascensor. Más silencio.
Silencio. Silencio. Silencio.
Dios, qué desesperante era ir a algún lugar con ese chico. Me dieron ganas de apretar el botón de emergencia solo para que dijera algo. Llegamos a nuestro piso y él se quedó frente a mí como si no supiera si debía ignorarme e irse a su casa o despedirse de alguna manera. Sonreí. Eso le hizo parecer adorable.
—Gracias por la ayuda. Ya sabes —le dije.
—No es nada. Eh… Bueno, yo me voy. —Se giró y le detuve con el brazo.
—Oye, Scott. ¿Tú tienes novia?
Quise morderme la lengua, pegarme un bocado a mí misma hasta sangrar. ¿Por qué narices le había preguntado eso? Mi estúpida curiosidad de saber si un chico tan retraído tendría novia.
En un segundo sus mejillas tomaron un tono rojizo y me sorprendí ante la reacción. Rápidamente negué con la cabeza y las manos a la vez.
—Lo siento, lo siento. No sé por qué te he preguntado eso.
—No tengo —confesó. Le miré desconcertada—. De hecho, yo….
Se calló de repente. Y no supe como acababa esa frase.
—¿Sabes algún remedio para el miedo? —pregunté, intentando desviar el tema y llenar el silencio que se había instalado. Otra vez.
Fuera como fuese necesitaba ayuda de alguien. Un consejo. Algo. Que me ayudase con la bola mental que el señorito Kyle había puesto en mi cerebro.
—¿Contra el miedo? Pues… —Pensó un momento—. Se supone que escribir sobre lo que sientes es una buena terapia. Sacarlo de tu cabeza puede hacer más fácil admitirlo, verlo con perspectiva y quizás buscar una solución. Podrías empezar por ahí.
Vaya, vaya, vaya. Vaya. Oh, vaya. Sorpresivamente, Scott era bueno dando consejos sobre la vida. El chico pasota e introvertido que tenía delante había conseguido darme una idea. Quizás era una buena manera de saber qué era a lo que le tenía miedo respecto a Kyle. Y bueno, respecto a Liam.
Dejándole de piedra, me acerqué a él sin pensarlo y le di un beso en la mejilla. Después de darme cuenta me sonrojé y le pedí perdón.
—Vale, puedes irte. Dejaré de interrogarte. Me has ayudado, de verdad.
—Está bien.
Negó con la cabeza y oh, sonrió de verdad. Dijo adiós y se alejó hacia su casa. Yo me fui corriendo a la mía, literalmente.
Cuando entré vi que Daniel no había llegado todavía del trabajo así que fui a la cocina, me serví un vaso de zumo y me metí en mi cuarto. Me senté en el escritorio y saqué un folio en blanco. Mordí el bolígrafo entre mis dientes mientras pensaba.
Veamos, por qué le tengo miedo a Kyle, por qué le tengo miedo a Kyle. Bueno, la primera razón parecía ser obvia. Escribí sobre la hoja.
Kyle es egocéntrico, sensual —para mi desgracia—, grosero, engreído y un completo idiota. Un chico así no puede hacer más que molestarte. Y muy posiblemente acabar haciéndote daño.
Sí. Definitivamente era una de las razones. Su personalidad arrolladora me asustaba. Como si no pudiera negarme a él y eso no me gustaba nada. No era el tipo de chico que me convendría.
¿Y si yo era de tantas chicas que se había ligado? Y luego acababa en una lista interminable de «ligues de Kyle», «Mujeres que han caído a mis pies». O algo parecido.
Mordí nuevamente el bolígrafo. Daniel me había comentado que Kyle era un poco, digamos, ¿mujeriego? ¿Ligón? ¿Que le gustaba todo lo que llevaba falda? Bueno, quizás no tan exagerado, pero no iba mal encaminado. Tan solo hacía falta ver la soltura con la que me hablaba de esa manera tan seductora. Y eso me daba miedo. Si yo caía en sus redes, sería una nueva víctima de su precioso rostro. Una más. Tan solo eso. Y cuando se cansara de mí pasaría a una nueva presa. Hice una mueca y continué escribiendo.
Puede que me esté mintiendo. Que simplemente quiera burlarse de mí y esté fingiendo que le gusto cuando en realidad no es nada parecido a eso. Y se ría de mí cuando estúpidamente yo acceda.
Vale. Eso no era tan probable. Tendría que ser bastante —demasiado— cínico para estar montando esa mentira. Debería estar tremendamente aburrido para fingir estar detrás de mí. Pero si era así, se arrepentiría de haber nacido.
Miedo a estar con él. Si finalmente de verdad siente algo por mí, me asusta empezar algo con Kyle. No estoy preparada.
Mis relaciones no habían sido especialmente estupendas. Los únicos dos chicos con los que había estado tenían una competencia por cuál era más idiota. No quería más idiotas en mi vida. Y tenía miedo de que me hicieran daño de nuevo. De que no saliera bien y tener que comer kilos de helado mientras veía Sexo en Nueva York. Como decía, no estaba preparada para estar con alguien.
No quiero hacerle daño a Liam.
Leí la frase un par de veces convenciéndome de lo que había escrito. Bien. Aunque no tuviera mucho que ver con Kyle, era una de las razones. Mi instinto de mujer precavida me decía que Liam era mucho más apropiado para mí. Él no parecía ser el típico imbécil y por lo que había podido notar, sí que se sentía algo atraído por mí. O eso quería pensar yo. Algo me decía que, si me inclinaba por Kyle, Liam saldría herido. Y me daba miedo acabar equivocándome de chico.
Bufé, exasperada. Realmente, ¿era mejor ir por el camino fácil y correcto o arriesgarse por el que da miedo?
Cuando escuché la puerta de casa abrirse, cogí la hoja y la metí rápidamente en un libro que había encima de mi escritorio.
—Enanaaaaa —canturreó Daniel.
Rodé los ojos y salí de la habitación. Mi primo y yo comimos lo que se puede considerar tranquilamente mientras él destripaba a una compañera que le quitaba todos los trabajos buenos. Me debatí sobre contarle lo de Kyle, pero rápidamente deseché la idea. Era muy estúpida.
Después de un rato, cuando me encontraba fregando los platos, sonó el timbre. Daniel fue a regañadientes hacia la puerta. Escuché su voz y la de otro chico. Sería uno de nuestros adorados y acosadores vecinos de enfrente. Continué con lo mío mientras intentaba no hacer mucho ruido para escuchar lo que ocurría. Daniel pareció ir a algún lado y volvió a la puerta. Le oí despedirse y regresar a la cocina.
—Tu novio número dos te envía saludos —dijo tranquilamente. Le miré alzando una ceja.
—¿Novio número dos?
—Liam, vino a por un libro que me prestó.
—Ah. —Continué fregando. Un momento. Me giré de nuevo—. ¿Quién es el número uno?
Daniel sonrió con suficiencia.
—Kyle, claramente.
Saqué una mano del fregadero y le lancé agua en la cara. Maldito Daniel y sus conjeturas extrañas sobre mi estado sentimental con los vecinos. Preferí no preguntarle por qué Kyle era el uno y Liam el dos.
Cuando acabé volví a mi cuarto y me quedé de piedra al ver algo ausente en mi escritorio.
El libro.
No estaba.
El libro donde guardé la hoja con las razones de mi miedo a Kyle.
Oh, no. Mierda.
Salí corriendo y volví a la cocina, sorprendiendo a Daniel mientras chupaba con nada de clase un helado.
—Dime que el libro que había en mi escritorio no era el que te prestó Liam —inquirí con desesperación.
—Lo era —respondió.
Maldita sea mi suerte. ¡Maldita sea mi suerte!
—Vale, vale, vale. —Empecé a alucinar.
¿Qué pasaba si Liam lo veía? ¡Y lo leía! Dios mío.
—¿Qué te pasa, loca? —Mi primo me miró extrañado—. ¿Pasa algo con ese libro?
No podía contarle a Daniel lo que pasaba. Ni de coña. Intenté adoptar una postura tranquila.
—No pasa nada. Es solo que no pude acabármelo.
—Pues se siente. Ha dicho que lo necesitaba hoy.
Muy bien. Perfecto.
Salí de la cocina cual rayo dispuesta a ir a casa de los vecinos y rogar que Liam me devolviera el libro. Solo tenía que decir que había olvidado una nota dentro y todo hecho. Salí de la casa y me dirigí a su puerta. Toqué al timbre unas tres veces. Fue Christian quien me abrió. Me miró de arriba abajo sensualmente sin cortarse un pelo y yo elevé una ceja esperando a que acabara el escáner visual.
—Qué bonita sorpresa —dijo con un tono meloso—. ¿Qué te trae por aquí, Emma?
Rodé los ojos internamente. Ese chico nunca cesaría en intentar ligar conmigo. Aunque bueno, igual lo hacía con todas las mujeres.
—Hola, ¿está Liam?
—No, se ha ido hace nada.
Mierda. Me removí incómoda.
—¿Sabes cuándo volverá?
—Supongo que bastante tarde, o incluso puede que mañana. Ha ido a ver a su madre, creo —dijo, encogiéndose de hombros.
—Ah. Es que me he dejado algo en un libro que ha venido a recoger a mi casa. ¿Podría pasar y cogerlo?
—Claro, por qué no.
Christian se apartó y me dejó pasar. Me señaló la habitación de Liam y me encaminé hacia allí. Cuando entré me quedé paralizada en la puerta. Kyle estaba tumbado en la cama de abajo de una de las literas, con la vista fija en una videoconsola. La verdad, no esperaba encontrármelo. Cuando se percató de mi presencia, alzó la vista y pude ver la sorpresa en su rostro al descubrirme allí plantada como una idiota.
—Hola —saludé con un nudo en la garganta.
Kyle me fulminó con la mirada. Sí, me fulminó con la mirada y volvió la vista a su consola, ignorándome deliberadamente. Estaba enfadado conmigo y se notaba a kilómetros. Pero no podía culparle, había huido como una estúpida cobarde de él. Dejándole con la palabra en la boca, solo y rechazado. Mordí mi labio inferior con nerviosismo mientras pensaba qué podía hacer. ¿Debía pedirle disculpas? ¿Debía explicarle por qué había hecho aquello?
—Oye, eh…
No supe cómo continuar. Era más difícil de lo que parecía. Los ojos negros de Kyle se habían posado en mí con desinterés y eso solo propiciaba el ponerme más inquieta. Me miraba de una manera tan diferente a aquella mañana que no pude evitar sentirme mal conmigo misma. Suspiré. Lo más seguro era que no tenía mucho que hacer y lo primero era encontrar aquel estúpido libro.
Entré en la habitación y comencé a buscar con la mirada. Recorrí el escritorio, las estanterías, las camas, incluso el suelo y debajo de ellas. Nada. No había rastro del dichoso libro. Durante todo el acto pude ver que Kyle seguía mis movimientos por el rabillo del ojo y su ceño se iba frunciendo más y más. Debía pensar que me había vuelto loca, pero estaba tan decidido a ignorarme que ni siquiera preguntaba qué estaba haciendo.
—Mierda —murmuré cuando hube agotado todos los sitios donde buscar.
Kyle se levantó de la cama y me sorprendió poniéndose enfrente de mí. Alcé un poco la vista para mirarle a la cara porque me sacaba como una cabeza.
—¿Qué coño estás buscando? —preguntó molesto. Al fin.
—Nada. —Alzó una ceja, disconforme. Aparté la vista y bufé—. Un libro que nos prestó Liam.
—Pues parece que no está, así que…
Dirigió su mirada a la puerta invitándome poco amablemente a que me marchara. Genial. Ahora se convertía en un borde. ¿Era para tanto lo que yo había hecho como para que me tratara así? Le lancé una mirada de rencor y me dirigí a la puerta, pero antes de llegar me giré.
—¿Sabes? En realidad, siento haber huido de esa manera antes y entiendo que estés enfadado, pero te estás comportando como un idiota —espeté. Y me arrepentí nada más decirlo.
Kyle me miró, incrédulo a mis palabras, se acercó a mí y me acorraló contra la puerta, colocando su mano a un lado de mi cabeza. Atisbé de reojo cómo los músculos de su brazo se tensaban. Contuve la respiración. Tan solo unos centímetros nos separaban y recé para que alguien nos interrumpiera. La intensidad de sus ojos me provocaba un revoltijo en el estómago.
—¿Cómo te atreves a insultarme cuando tú ni siquiera eres capaz de enfrentarte a las cosas? Solo huyes como si lo demás no importase —siseó, molesto.
Sonaba cabreado, y algo más. Algo que no pude identificar.
—Sí —exclamé—. Soy una cobarde. ¿Contento?
Bajó su vista a mis labios un segundo y yo me estremecí.
—No hasta que dejes de serlo.
Kyle se apartó de mí y haciéndose a un lado abrió la puerta. Señaló hacia fuera con la cabeza. Muy bien. A pesar de que su actitud me dolió un poco, cuadré mis hombros con orgullo y salí de la habitación con paso firme. Intenté recuperar el aliento una vez me alejé.
—¿Lo has encontrado? —me preguntó Christian desde el sofá al verme salir.
—No. Volveré para pedírselo a Liam.
—Ok.
Christian sonrió sensualmente e intenté devolvérsela, mas solo pude mostrar los dientes en una sonrisa falsa. No tenía ganas de sonreír.
Salí de la casa de mis vecinos y volví a mi apartamento. Tendría que volver a por el libro sin la garantía de que Liam no hubiese leído la estúpida hoja. Tendría que buscar alguna forma de deshacerme de mis miedos. Tendría que enfrentarme a Kyle. ¿Debía?
Maldita lista de los miedos. Maldito libro de Liam. Maldito Kyle y su manera de atraerme. Iban a volverme loca.