Читать книгу Al otro lado - Cristina G. - Страница 12

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* 7 * Miedo


Encontrarme con Kyle cuando pretendía pasar un rato tranquilo en la biblioteca no estaba dentro de mis planes. Pero allí estaba. ¿Es que acaso tenía un radar para saber a qué dichosa hora iba yo a la dichosa biblioteca? Parecía ensimismado con un libro, de pie frente a la estantería, y no pude evitar quedarme observando. Su cabello oscuro estaba despeinado, como frecuentemente; vestía un camiseta ancha y pantalón de chándal, ambos grises. Realmente, nunca le había visto enfundado en algo formal.

Me giré y decidí fingir que él no estaba allí, ya que no tenía las más mínimas ganas de que me viera. Todavía no podía hacer frente a lo que había dicho la última noche que le vi. Según él se sentía atraído por mí y creía que yo compartía ese sentimiento, que muy a mi pesar era cierto, pero no sabía con qué intenciones estaba actuando de esa manera. El asunto con Liam no estaba mucho más claro, nos habíamos mensajeado durante los últimos días y habíamos hablado de quedar otra vez, sin embargo, yo estaba confundida y lo único que mi cuerpo me pedía era huir.

Me acerqué sigilosamente hacia una estantería y fingiendo que miraba los libros con interés, atisbé de reojo en dirección a Kyle. Mierda. Se dirigía hacia donde yo me encontraba. Sin pensarlo dos veces, caminé rápidamente por el pasillo, giré y choqué con alguien. Menos mal que no caí al suelo.

—Perdona —le dije a quien fuera mientras miraba sobre mi hombro cómo Kyle se acercaba mirando las musarañas.

—Tranquila, parece que estabas en medio de una huida de chico guapo.

Esa extraña frase hizo que me diera la vuelta y centrara mi atención en la persona con la que había chocado. Era una chica. Era menuda y muy blanca de piel. Su pelo era de un rubio apagado y sus ojos parecían reflejar el verde del mar.

—¿Cómo has dicho? —pregunté.

—Ese chico —dijo señalándolo con la cabeza—. Parece que no quieres que te vea.

Volví a mirar hacia él. Maldición. Estaba demasiado cerca y no quería lidiar con él.

—Exacto —contesté.

Rápidamente cogí un libro grande de la estantería, me giré y lo puse delante de mi cara justo en el momento en que Kyle pasaba detrás de nosotras. El corazón se me aceleró, pero él siguió su camino sin decir ni hacer nada. Al parecer no se había percatado de que estaba allí haciendo la imbécil. Cuando dobló la esquina suspiré aliviada y dejé el libro en su sitio.

—Misión cumplida —afirmó la chica, que aún estaba a mi lado por alguna razón que no comprendía.

—Eh… sí —vacilé. Bueno, estaba siendo una maleducada—. Perdona por la escena.

—No importa. Pero es que quiero coger ese libro. —Señaló uno justo enfrente de mí.

—Oh, claro. —Me aparté. Ese era el motivo. No conocía a ninguna chica allí aún y ella no parecía muy antipática, quizás debería hacer migas—. Me llamo Emma. ¿Y tú?

Uff… No se me daba muy bien eso de relacionarme.

—Eveling. Bueno, Evy.

—Ok, Evy —repetí. Qué bien, debía de parecer más idiota de lo normal—. ¿Vienes a menudo?

—La verdad es que sí. Leer es una de las cosas que más me gustan.

Hasta ese momento no me había dado cuenta de que no ponía mucho énfasis en sus palabras. Sonaba tan relajada que me pareció bastante peculiar.

—A mí también —contesté—. En realidad, verás… Soy nueva en esta ciudad y no conozco prácticamente a nadie, y bueno… —Mierda, estaba sonando a desesperada sin amigos—. Olvídalo.

—Podemos charlar cuando nos encontremos por aquí —sugirió sin dejar de hojear el libro que sujetaba en sus manos. Luego me miró sin ningún tipo de expresión—. Es lo que estás pidiendo, ¿no?

Tocado y hundido. De repente me sentí como si estuviera en mis días de colegio, pidiéndole a una niña desconocida que fuera mi amiga por toda la eternidad. No tenía pelos en la lengua aquella chica. Sonreí forzadamente.

—Me has pillado, supongo. Sé que es extraño.

—No lo es. —Me sorprendí al ver cómo sonreía tímidamente, pero parecía sincera. Me sentí algo incómoda así que decidí dejar de molestarla por el momento.

—Bien, pues nos vemos. Encantada de conocerte. —Sonreí de nuevo, me la había contagiado.

Ella simplemente movió su mano a modo de despedida y volvió su vista al libro. Había sido, como mínimo, bizarro pero ya tenía alguien de mi mismo sexo con la que hablar. Aunque fuera un poco.

Cogí un libro y me deslicé en una de las mesas vacías para perderme en sus páginas. No tardé en sumergirme en mi mundo y casi ni me percaté cuando una persona se sentó frente a mí. Al notar su presencia levanté lentamente la cabeza y me encontré con los brillantes ojos de Kyle. Pestañeé. Él sonrió. ¡Maldición!

—¿Intentando evitarme? —preguntó con un tono divertido. Yo entorné los ojos y le miré con recelo.

—No te estoy evitando.

—Quién lo diría con la escena de «me escondo tras el libro y soy invisible» de antes. —Sonrió de medio lado.

Vaya, así que me había visto desde el principio. La palabra «estúpida» apareció en mi mente. Estaba dispuesto a incordiarme, eso lo tenía claro. Le lancé una mirada fulminante y volví la vista a mi libro fingiendo que le ignoraba olímpicamente. Nada más lejos de la realidad, mi corazón latía fuerte contra mi pecho. Cosa que solo me ponía de peor humor.

—¿Quién te ha dado permiso para sentarte? —inquirí sin quitar los ojos de las letras que danzaban sin sentido alguno delante de mí.

—No sabía que las sillas eran de tu propiedad.

—¿Por qué vienes a la biblioteca, para empezar? Ni siquiera creo que te guste leer.

—Bueno, hojeo libros de danza y cosas así. También leo cómics. —Se quedó en silencio, mirándome divertido—. ¿Tienes alguna otra objeción?

Fruncí los labios y negué con la cabeza, retornando a mi lectura. Al par de segundos, le miré de reojo con irritación y vi cómo colocaba la cabeza sobre una mano y pasaba las páginas de su libro con la otra. Sonreía. Intenté no estar pendiente del hecho de que él estaba allí y continuar con mi lectura, pero era imposible. Mis ojos perseguían sus movimientos, aunque no quisiera. Me quedé paralizada cuando levantó la cabeza y nuestras miradas se cruzaron. Mierda, me había descubierto observándolo como una acosadora en potencia. Tosí incómoda y me coloqué un mechón de pelo tras la oreja. Kyle no dejó de contemplarme.

—¿Por qué tienes miedo? —preguntó y una chica de la mesa de al lado le mandó callar con un sonido de sus labios. Fruncí el ceño.

—No sé de qué hablas —dije en un susurro.

—Parece que quieras huir de mí, como si te diera miedo. ¿Por qué?

Rayos. ¿A qué venía aquello? ¿Siempre tenía algo extraño que soltar de repente? Intenté pensar una respuesta coherente, mas lo único que salió fue una leve carcajada de mi boca.

—Qué tontería. Yo no estoy huyendo de ti. —Bufé—. Miedo dice…

Bien, me estaba haciendo la dama de hierro cuando en realidad sí que sentía algo de miedo. No sabía el motivo, sin embargo, sabía que era estúpido sentirme así. Quizás era solo que no me atrevía a enfrentarme a las situaciones, entendiendo como situación a lo que sentía o no por Kyle. Quizás era que él no conformaba precisamente el prototipo de chico en el que yo depositaría mi confianza. Pensé en Liam. ¿Era él más indicado para mí? Me gustaba su compañía. Quizás me gustaba Liam de verdad. O quizás simplemente era una cobarde que no sabía qué hacer con sus sentimientos.

Kyle acercó su mano y cerró mi libro sin preguntar.

—¿Qué haces? —salté, molesta.

La chica nos volvió mandar a callar. Kyle puso un dedo sobre sus labios en señal de silencio y yo me quedé observándolos como una idiota. Bajó su voz a un susurro.

—No te creo —dijo y sonrió de manera pícara.

—Me trae sin cuidado. —Le devolví la sonrisa.

Negó con la cabeza como si yo fuera un caso perdido. Tamborileó los dedos en la mesa y después cerró su libro con impaciencia.

—Me tengo que ir a la academia. Está aquí al lado —me dijo. Yo no moví un músculo y él se pasó una mano por el pelo, exasperado—. ¿Quieres venir conmigo? —añadió en un susurro.

Separé los labios inconscientemente. Me estaba invitando a verle bailar, cosa que había deseado hacer desde que supe que iba a esa academia. ¿Qué debía hacer? Una persistente parte de mí se negaba a darle alas a mis sentimientos. Así que lo único que se me ocurrió fue bajar la cabeza y susurrar:

—Lo siento. No puedo.

Le miré de reojo para ver su reacción, parecía molesto. Tenso la mandíbula, asintió y se levantó de la silla.

—Sí puedes, pelirroja, pero te niegas —espetó.

Lo vi alejarse de mí y me maldije a mí misma en ese mismo instante. ¿Por qué era tan estúpida? Realmente quería ir, pero no tenía el valor de hacerlo. Suspiré y estuve un rato intentando leer en vano. Irritada, cerré el libro y lo devolví a su sitio. Decidí irme de la biblioteca, el momento de paz que había ido buscando se había ido al traste. Salí del establecimiento y me quedé plantada en medio de la calle. ¿Era una mala idea? Probablemente lo era. Probablemente era una muy mala idea lo que iba a hacer cuando paré a un chico que pasaba tranquilamente por delante de mí.

—Perdona, ¿sabes si por aquí cerca hay una academia de baile?

—Oh, sí. Sí. Está pasando esa calle, creo —respondió, señalándola—. Al girar te toparás con ella.

—Gracias. —Sonreí.

A una velocidad más rápida de lo que pretendía seguí sus instrucciones y me paré en seco cuando divisé ante mí el cartel de la academia. Entré sintiéndome bastante avergonzada. ¿Para qué narices hacía aquello? Sacudí la cabeza y me dispuse a no darle más vueltas a la razón por la cual había metido mis pezuñas en la academia de Kyle. Ya estaba hecho. Además, ¿qué podía pasar? Solo iba a verle bailar. No tenía nada de malo.

Me paré frente a un mapa de las clases, pero me quedé igual. No tenía la menor idea de dónde podría estar Kyle. Tal vez si preguntaba por él en la recepción o a alguna persona que pasase. Suspiré y pensé que quizás lo más sensato sería irme de allí. No. No quería que fuera un viaje estúpido. Así que empecé a caminar por el pasillo dispuesta a llegar hasta el final de mi locura.

Ojeaba dentro de las salas, mas en ninguna estaba él. Recogí mi pelo en una coleta, como acto impulsivo por mis nervios. Estaba llegando al final del dichoso pasillo y nada. Genial. Estupendo. Empecé a maldecirme a mí misma cuando me di cuenta de que había una última sala. La puerta estaba entreabierta, de manera que me acerqué sin hacer ruido para echar un vistazo. No pude evitar que una sonrisa de satisfacción se dibujara en mi rostro cuando vi la silueta de Kyle moverse de un lado para otro.

Me quedé ensimismada observando cómo su cuerpo se movía y retorcía con soltura y elegancia a través de la sala, delante del espejo que cubría toda una pared. Era verdaderamente bueno. Me aproximé un poco más para verle mejor. No quería que me viera, tan solo quería observarle. Su pelo se desplazaba a medida que él giraba y su expresión de concentración era atrayente. Era como un hechizo.

De repente frenó e inclinándose, apoyó las manos en sus rodillas. Se miró en el espejo y sonrió. Vaya, que engreído. Aunque tuve que evitar el gesto de sonreír también.

—Puedes pasar, pequeña acosadora —habló a su reflejo.

¿A su reflejo? No. ¡Me estaba hablando a mí! Me sobresalté al darme cuenta de que mi figura medio escondida en la puerta se advertía desde el enorme espejo. Maldita sea. Carraspeé nerviosa y di un interminable paso hacia dentro de la sala. Kyle se giró hacia mí.

—Hola —saludé totalmente avergonzada.

—Dijiste que no podías. —Me retó con la mirada. Yo me rasqué el brazo, aunque no me picaba.

—Ya, pero era mentira. —Kyle alzó una ceja—. ¿Qué quieres? Solo tenía curiosidad así que me decidí a venir —solté, fastidiada.

Él comenzó a hacer estiramientos tranquilamente.

—Si no fueras tan cabezota y hubieras venido conmigo te habrías ahorrado tener que buscarme. Y ser pillada acosándome tras la puerta.

—No te estaba acosando, maldito engreído —gruñí.

Kyle dejó escapar una carcajada. ¿Se pensaba que porque había ido hasta allí estaba a sus pies? Qué más quisiera él. Definitivamente había sido una mala idea al final. Una mala y estúpida idea. Lo mejor era largarme de allí.

—Olvídalo. Me voy.

Me di media vuelta, pero Kyle acortó de dos zancadas la distancia que había entre nosotros hasta estar frente a mí. Me crucé de brazos dejando ver mi repentino enfado.

—Hey, está bien. Ya has llegado hasta aquí, no te vayas ahora.

Le miré a los ojos y una sensación cálida me recorrió de arriba abajo. ¿Por qué siempre me hacía sentir así? Como si él fuera un imán del cual no me podía apartar. Me mordí el labio inferior.

—Vale —murmuré resignada—. ¿Y qué hago? ¿Te miro y ya está?

Kyle sonrió con emoción. La sonrisa más sincera que le había visto esbozar hasta el momento.

—Soy un buen espectáculo.

Rodé los ojos mientras él se alejaba de espaldas y encendía de nuevo la música. Me quedé en un lado esperando con una pizca de anhelo en mi pecho que su cuerpo comenzara a moverse. La canción comenzó a sonar, era Bird set free de Sia. Kyle danzó por la pista, elaborando los pasos perfectos y limpios de la coreografía, permanecí embelesada por su baile hasta que él frenó un par de minutos después. Se pasó una mano por el pelo húmedo de sudor y yo sentí la repentina necesidad de saber más de él.

—¿Cuánto tiempo llevas viniendo aquí? —pregunté.

—Un par de años, desde que me mudé.

—¿Siempre te ha gustado bailar?

Me miró por encima del hombro con un brillo especial en sus ojos.

—Sí. Desde pequeño.

—¿Por qué me has pedido que viniera? ¿Simplemente querías que te viera bailar?

—Haces muchas preguntas, pelirroja.

Me mordí el labio inferior, mirándole avergonzada. Él pareció pensativo por un momento, después se acercó a mí y me tendió su mano. La miré y terminé por darle la mía algo desconfiada y con el corazón latiendo a mil por hora.

—Mejor que quedarte ahí mirando. —Me arrastró hacia el interior de la sala—. Te enseñaré a bailar.

Abrí los ojos de espanto. Ah, no. Eso sí que no. Yo era pésima bailando y por nada del mundo me dejaría en evidencia delante de Kyle. Negué frenéticamente con la cabeza.

—Ni hablar. Yo no sé bailar.

A él pareció divertirle mi comentario.

—Si supieras no podría enseñarte, ¿no crees? —Ay, mierda. ¿Quién le decía que no con esa cara?—. Mira, ponte aquí —ordenó poniéndome delante de él, frente al espejo.

Después se alejó y encendió de nuevo la música, que era más rápida que la que él había bailado. Empezaba a tener la consistencia de un flan. Mi corazón golpeaba con furia mi pobre pecho haciéndome difícil respirar. Cuando Kyle volvió a acercarse y se colocó detrás de mí, a escasos milímetros de mi cuerpo, mi corazón dio tres vueltas de campana. Me quedé estática mientras él colocaba sus manos sobre mis hombros.

—Estás muy tensa. Relájate —dijo demasiado cerca de mi oído, provocándome un escalofrío.

—Qué fácil es decirlo.

—Lo es. Solo cierra los ojos y escucha la música. Concéntrate en ella y libera tu cuerpo, como si fuera una ola suave que te mece en medio del mar.

Observé nuestro reflejo en el gran espejo y, suspirando, cerré los ojos. Madre mía. ¿Cómo podía dejarme llevar cuando estaba tan nerviosa que parecía un palo de escoba, totalmente rígida? El calor que transmitía el cuerpo de Kyle era agradable y a la vez abrumador. Procuré concentrarme en la música, en un vano intento debido a que Kyle comenzó a bajar sus manos por mis brazos, ayudándome a moverlos adecuadamente. Me estremecí por completo y deseé que él no lo notara.

Sin embargo, él debió percatarse de lo nerviosa que estaba, porque comenzó a hacer movimientos más rápidos, más ligeros, me hizo dar vueltas sobre mí misma, me lanzó con su brazo y bailó de forma graciosa delante de mí. Se me escapó la risa sin poder evitarlo. Cogió de nuevo mi mano, me llevó hasta él con un tirón y me dejó caer hacia atrás dramáticamente sujetándome por la espalda. Me dolía la tripa al reírme. No me esperaba algo así de Kyle. Su lado divertido me gustaba.

Me elevó de nuevo, la canción había terminado y había comenzado una más lenta, casi de forma premeditada. Kyle se quedó mirándome, yo tragué saliva y él me dio de nuevo una vuelta. Mi espalda quedó contra su pecho cuando regresé hacia su sitio. Rozó sus labios contra mi oreja, provocando que el aire se quedara parado en mis pulmones, y bajando por mi brazo en una suave caricia, me giró rítmicamente hacia él. Me quedé paralizada ante su rostro, sus ojos brillaban de intensidad.

—¿A esto lo llamas enseñar a bailar? —susurré.

—No había nada que hacer contigo. —Sonrió.

¿Qué pretendía? ¿Solo quería acercarse a mí? Lo cierto era que no me sentía preparada para eso, a pesar de que mi cuerpo me lo pedía, a pesar de que mi corazón me lo pedía. La mayor parte de mi mente me dirigía a una señal de stop.

Kyle acunó mi rostro con su mano, apartando mi pelo de la cara. Su pulgar recorrió con una dolorosa lentitud el contorno de mi mandíbula, ascendió por mi boca y repasó con la yema de su dedo mi labio inferior. No podía respirar. No podía apartar la vista de esa mirada profunda. Kyle se acercó, podía notar su cálido aliento sobre mí, mis pulsaciones se incrementaron y yo sabía lo que pensaba hacer. Lo que estaba anhelando que hiciera. Pero…

La señal de STOP.

Agaché la cabeza y puse una mano sobre su pecho, apartándole lentamente.

¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué lo hacía?

—Lo siento —siseé, separándome de él.

Me marché apresuradamente de la sala sin ni siquiera dejar hablar a Kyle. Caminé por el pasillo intentando no correr a pesar de que lo deseaba. ¿Qué narices estaba haciendo? ¿Qué me pasaba? El corazón seguía latiéndome fuerte contra las costillas. Salí de la academia y miré a mí alrededor.

Mierda. Ese idiota tenía razón. Yo estaba huyendo. Yo tenía miedo.

Al otro lado

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