Читать книгу A tu lado - Cristina G. - Страница 10
Оглавление5 EMMA
Me pegué a la pared del pasillo una vez sentí que me había alejado lo suficiente. Respiré agitada, nerviosa e inquieta. Reposé la cabeza y cerré los ojos. No me podía creer que hubiera salido corriendo. ¡Dios, qué vergüenza! Pero… él estaba allí, en mi hospital, herido en aquella camilla. Y para colmo era mi paciente. ¡Mío! Como si no hubiera más malditos internos en el maldito hospital.
Después de haber estado tan intranquila esa noche, pensando una y otra vez en Kyle sin mi consentimiento, intentando sacarlo a la fuerza de mi mente, me lo encontraba de aquella manera. Nunca imaginé que podríamos reencontrarnos así. El golpe de la sorpresa fue demasiado para mí, no supe qué hacer, no supe qué decir, tan solo pude huir. Me reprendí a mí misma por haber vuelto a aquella actitud asustada e inmadura. Pensé que lo había superado… pero el maldito de Kyle consiguió derribar todas mis barreras en un solo instante, en una sola mirada.
Eres estúpida, Emma.
Resoplé y mi sangre se congeló cuando escuché su voz.
—¿Se puede saber qué estás haciendo?
Abrí los ojos de golpe para encontrarme con Jase, observándome con los brazos cruzados y una expresión de profundo hastío.
Mierda. Lo que faltaba.
—Me han dicho que te has largado y has dejado al paciente que tenías que atender. —Me miró expectante, esperando una explicación, pero yo no supe qué decirle—. ¿Tienes algo que decir?
Me retorcí totalmente avergonzada. Estaba enfadado, eso estaba claro, y supongo que con razón. Pero ¿cómo iba a explicárselo? «Es que es mi novio de la adolescencia, al cual dejé y no veo desde hace años, ¿sabes? Ha sido una sorpresa demasiado grande y he decidido salir corriendo.» Quedaría como una completa imbécil.
—Lo siento —fue lo único que consiguió salir de mis labios.
Él me miró con desaprobación y yo me sentía cada vez más pequeña. Maldición, tan solo estaba demostrando que era una inútil en mi trabajo, y eso me enfureció muchísimo. Jase me entregó con un fuerte movimiento la carpeta del historial de Kyle, casi con desprecio. Me contempló con sus ojos claros y calculadores, y yo le mantuve la mirada en silencio.
—En vez de tener que estar disculpándote, ve a hacer tu trabajo —escupió—, no me importa si tienes algún asunto pendiente con el paciente. Separa tu vida personal del hospital o te va a ir muy mal.
Apreté la carpeta en mi mano y me esforcé por contener la rabia y las palabras dentro de mí. Jase me echó una última mirada y se marchó, dejándome en el pasillo. Cuando me vi sola solté un gruñido de frustración. Genial. Me había comportado como una niña inmadura y encima ahora era más inepta si cabe a los ojos de mi instructor. Agh, estúpido Jase. Bufé, me recoloqué la bata y caminé de nuevo hasta la sala de urgencias.
No había estudiado tantísimo durante años, ni me había esforzado sobremanera para llegar a donde estaba, solo para tirarlo por la borda a causa de mi pasado. No podía dejar que mis sentimientos interfirieran nunca más en mi trabajo. Iría, haría lo que tenía que hacer, como cualquier otro interno, y fin de la historia. Kyle era solo un paciente más de la lista. Alcé mis barreras de nuevo y crucé la sala de urgencias.
Después de tramitar todas las pruebas de Kyle, decidí pasar por el vestuario, limpiar mi cara con agua fría y beber un poco. Abrí mi taquilla y saqué mi teléfono móvil, me sorprendí al ver varias llamadas perdidas. La mayoría de Luke, Liam, y mi primo. Abrí un mensaje de Luke.
Luke: Kyle ha tenido un accidente en el espectáculo, ¡lo han llevado a tu hospital! Estamos en la sala de espera.
Maldije internamente. Ese mensaje me habría venido muy bien una hora antes. Escribí una respuesta con la indignación corriendo por mis venas.
Yo: Sí. Ha sido un paciente muy molesto.
Antes siquiera de poder guardar el teléfono, llegó una respuesta.
Luke: ¡¿Lo has atendido tú?! ¿QUÉ HA PASADO? CUÉNTAMELO TODO.
Su excesivo y nada disimulado interés me hizo dibujar una pequeña sonrisa. Sin embargo, no contesté. Sería difícil describir lo que había pasado. Kyle había detectado rápidamente la coraza que llevaba puesta nada más entré para reconocerle. Era consciente de lo extraño que habría sido para él que yo ignorara fácilmente el hecho de que nos habíamos reencontrado después de años, y no hiciera ningún comentario al respecto. Tuve que tragarme mi preocupación por su estado y fingir que no me incumbía. Pero ver lo que le había ocurrido, de algún modo, provocaba una presión en mi pecho. Rayos, jamás un reconocimiento habitual me había resultado tan difícil. Tocarle después de tanto tiempo, con su mirada inquisitiva clavada en mi rostro, casi hizo que saliera corriendo de nuevo. Maldito Kyle, no estaba cooperando. Además, cualquiera diría que el tiempo no había pasado para él, seguía siendo el mismo, con su pelo oscuro alborotado y piel bronceada. Aunque ahora era un hombre y Dios, qué hombre. ¿Cómo era posible que estuviera igual o más guapo que cuando se fue? Me daba rabia incluso admitirlo en mi mente. Pero no podía demostrar nada de eso. Kyle continuaba siendo parte del pasado, una persona ahora desconocida para mí, y necesitaba continuar así, no estaba preparada para tener una conversación casual, ni de ningún tipo, con Kyle. La relación médico-paciente era la única que íbamos a tener.
Al salir del vestuario alguien me abordó, cogiéndome por los brazos como si hubiera encontrado un tesoro. Miré a Daniel a la cara, confundida.
—Al fin te encuentro —suspiró—. Me tenían secuestrado en la planta de ingresados y la bruta de la jefa de enfermeras no me dejaba ni irme un segundo.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Kyle está aquí —dijo serio, esperando mi reacción.
Pero mi única reacción fue… ninguna. Me mantuve impasible y asentí.
—Ya lo sé. Está en observación de urgencias.
Él me miró sorprendido.
—¿Lo sabías? ¿Y qué…? —Supongo que no sabía qué debía preguntar.
Me encogí de hombros e intenté no reír por la preocupación de todos.
—Es mi paciente ahora.
Daniel abrió los ojos como platos y se pasó una mano por el pelo, silbando.
—Madre mía, tu mala suerte no conoce límites, ¿eh? —Se quedó pensativo—. O puede que sea buena suerte.
Era mala. ¡Malísima!
—Como sea. —Hice un gesto de desdén con la mano.
—¿Y cómo está?
—Bueno, tiene un brazo roto, y en la pierna puede que un esguince, no está claro. Algunos cortes aquí y allá por el cristal del foco.
Mi primo asintió lentamente.
—¿Y tú qué… tal?
Sabía que lo preguntaría, pero yo preferí ignorarlo. No me sentía con fuerzas para hablar sobre ello.
—Parece que los chicos están en la sala de espera, iba a ir. ¿Vienes? Creo que necesito apoyo moral.
—Claro, ellos me avisaron de lo que había pasado ya que yo estaba aquí currando. Pero quise buscarte a ti primero.
Los dos cruzamos el hospital hasta llegar a la sala de espera. Mierda, estaba nerviosa. Sabía perfectamente que me abordarían con miles de preguntas y no tenía ganas de enfrentarme a eso, la verdad. Al pasar por la puerta, Luke se levantó rápidamente de su asiento y corrió hacia nosotros. Eché un vistazo, y vi a Scott, Damon, y Christian. Liam no estaba, a pesar de que pensé que lo estaría. Todos se acercaron, y al verme rodeada de sus miradas inquisitivas me sentí abrumada. ¡Atrás! ¡Un poco de relax!
—¡Emma! —Luke me abrazó y yo le respondí. Se le notaba realmente preocupado—. ¿Cómo está? ¿Qué ha pasado? —preguntó, alterado.
—Tranquilo, está bien. No es nada grave, solo un brazo roto. Ahora le estarán haciendo pruebas.
Luke suspiró, aliviado. Me explicaron cómo había ocurrido todo, cómo el foco cayó de sus riendas y le dio a Kyle, dejándolo incluso inconsciente. Cómo lo trajeron aquí y los chicos, que habían ido a ver su espectáculo, le habían seguido hasta el hospital. Cuando intentaba tranquilizarles reparé en un chico sentado casi en el borde de la silla, escuchando la conversación sin ningún tipo de disimulo. Fruncí el ceño, ¿quién era? Al ver que le miraba, se frotó las manos en la pernera del pantalón y se levantó. Luke se giró siguiendo mi mirada.
—Ah, Eric, ven —le dijo.
¿Eric?
El chico se acercó, era muy alto y fuerte. Bronceado, pero no tanto como Kyle, cabello rubio oscuro. Su mirada de un tono muy claro se clavó en mí de una forma extraña, como si me estudiara. Llegó a nosotros e hizo un asentimiento con la cabeza a modo de saludo.
—Es un compañero de trabajo de Kyle. Estaba actuando con él cuando pasó.
Entiendo.
—Hola, soy la interna Parks. Atiendo a Kyle —le tendí la mano. Al menos sería educada, pero él la ignoró. Le miré confundida.
—Sé quién eres —dijo, mirándome fijamente.
Vaya.
Alcé una ceja y entonces entendí que, si era amigo de Kyle, seguramente él le había contado todo lo que ocurrió entre nosotros. Y por lo visto no me había dejado en muy buen lugar. Ese imbécil, le haría daño cuando le curara a propósito. Aparté la vista, dispuesta a dejarlo pasar y me giré hacia Luke. Yo ni siquiera debería estar dándoles un informe sin las pruebas finales, y menos sin un diagnóstico de Jase, de modo que no le debía nada a ese rubio idiota.
—¿Entonces él está bien? —preguntó el rubio fornido.
Le miré mal sin cortarme un pelo, aunque me relajé al ver la expresión preocupada y recelosa de su rostro. Suspiré.
—Sí. Podréis verle cuando le suban a una habitación.
Me despedí de los chicos y Daniel y yo volvimos al trabajo. Debía ir a ver a Kyle. Odiaba que ese fuera mi trabajo. Cuando corrí la cortina, él estaba dormido en la camilla. Los analgésicos que le habían puesto le habían dejado KO. Caminé hasta estar a su lado y comencé a preparar en la mesita de metal lo que necesitaba. Al terminar levanté la mano para despertarle, pero la dejé en el aire. Sería mejor si le curaba estando inconsciente, haciendo un esfuerzo por dejar de lado mi malvada venganza. Además, estaba demasiado… tierno, dormido allí.
Mierda, Emma, pero ¿qué estás pensando? Ni tierno ni nada.
Con una nueva determinación cogí su brazo y lo coloqué como necesitaba, dejando a mi vista los cortes. Agarré el desinfectante, y al echar un chorrito diminuto sobre la herida, Kyle pegó un respingo y se despertó de golpe.
—¡¿Qué pasa?! —exclamó, mirando alrededor. Me vio, sobre su brazo, con el bote quieto y mirándole sorprendida—. Joder, ¿sabes cómo escuece eso?
—Me hago una idea —respondí, devolviendo la vista a su brazo.
—¿No me vas a poner anestesia o algo de eso?
Elevé una ceja en su dirección. Seguía siendo tan quejica como siempre.
—¿Para esto? Calla y estate quieto, no es para tanto.
Kyle bufó y apoyó resignado la cabeza en la almohada. Intenté ocultar una sonrisa de malicia. Me resultaba extraño estar hablando con Kyle después de tanto tiempo, y continuaba sintiéndome incómoda.
—Voy a ponerte unos puntos en la herida del brazo. No te muevas —le dije.
Él solo asintió, sin mirarme. Continué curándole y ambos estuvimos en silencio. Lo agradecí enormemente. Cuando terminé, pasé a su cara. Cogí su rostro por la barbilla y lo giré hacia mí. Con un algodón en una pinza di pequeños toques en un corte en su frente. Empecé a ponerme nerviosa cuando él decidió clavar su mirada mí. Maldita sea, a la próxima iba a ponerle una venda en los ojos.
—Sigues siendo poco cariñosa curando —dijo.
Y un calcetín en la boca.
—No tengo por qué serlo —respondí evitando sus ojos y centrada en su corte.
—Cuánta frialdad.
Le ignoré consiguiendo que él fijara su vista en otra parte. Descargué la tensión de mis hombros. Conocía a Kyle, y sabía que estaba jugando conmigo, viendo hasta dónde podía llegar. Pero no pensaba amedrentarme, ¡me mantendría firme!
Le coloqué unas tiras en la herida de la frente y por fin terminé. Estaba deseando salir de allí, aunque fuera un momento. Me levanté, y Kyle se giró rápidamente hacia mí.
—¿Ya está? —preguntó.
—No. Tengo que ver las placas y ponerte la escayola en el brazo.
Recogí las cosas y le miré, parecía que quería decir algo, pero no lo hizo. Apartó la mirada. Me tragué mis sensaciones y salí cerrando la cortina.
Más tarde tuve que hacer acopio de toda mi paciencia para aguantar las quejas del pesado de Kyle mientras le ponía la férula de yeso, ya que como sospechaba tenía el brazo roto. Dios, había olvidado que era un enfermo insufrible.
—Deja de quejarte, me estás poniendo nerviosa —le dije mientras vendaba su pierna, que finalmente tenía una contractura.
—Si no fueras tan bruta no lo haría.
Una sonrisa arrogante se dibujó en su rostro y yo le taladré con la mirada. Para él todo aquello era muy divertido, solo lo hacía para hacerme rabiar, no había madurado un ápice. Apreté con fuerza la venda, consiguiendo que soltara un gemido. Bien.
—Yo no soy bruta, tú no paras de moverte y me obligas a hacer fuerza —le dije.
—Seguro. Te estás vengando de mí.
Presioné los labios para no sonreír. Bueno, puede que un poquito, por muchas más cosas de las que él se imaginaba. Le di una palmada en la pierna cuando terminé de vendarle, él me fulminó con la mirada.
—Cuando te suban a una habitación, el médico irá a verte.
Cuando me junté con Jase para explicarle el historial de Kyle y su caso, estaba tan rígida como un palo de escoba. Estaba todavía avergonzada por la escenita anterior que él me había reprendido, pero para mi sorpresa, no hizo ningún comentario al respecto, y tan solo observó las pruebas y asintió. Le seguí hasta la habitación que le habían dado a Kyle, que tendría que estar ingresado unos días. Al abrir la puerta, Jase entró primero, pero Kyle solo me miró a mí, provocando que quisiera desaparecer en ese momento. Recé internamente para que no dijera nada que pudiera dejarme en evidencia.
Jase se presentó como su doctor y le explicó lo que le ocurría. Kyle le miraba en silencio, asintiendo, como si ya supiera su historial de memoria. Yo me mantuve al lado de Jase sin decir nada, aprendiendo de su forma de comunicarse, pero podía notar perfectamente las miradas furtivas que el dichoso de Kyle me lanzaba.
—El brazo sanará sin ningún problema, pero tendrá que quedarse ingresado para ver cómo evoluciona. Sin embargo, la contractura de su pierna derecha puede ser más grave de lo que parece a simple vista, ya que sufrió un accidente hace unos años fracturándose esa misma extremidad —comentó impasible Jase—. Si no se trata adecuadamente puede traerle problemas en el futuro… —Bajó la vista al informe, y yo me giré para mirarle asustada. No me había dicho nada de eso.
—¿Eso qué significa? —preguntó Kyle, claramente intentando ocultar su miedo.
—Su oficio es el baile, ¿cierto? —Kyle asintió—. Si la contractura se vuelve crónica, es posible que no pueda volver a subirse a un escenario.
Abrí los ojos como platos. Observé a Kyle, pálido como una hoja de papel. Aquello fue una sorpresa horrible para los dos.