Читать книгу A tu lado - Cristina G. - Страница 12

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7 EMMA

¿Pero qué se había creído ese idiota? No tenía ni idea de a qué había venido ese numerito, exigiéndome que no mostrara pena por él. Había osado acusarme de estar fingiendo. ¡Yo, fingiendo tristeza por Kyle! Ni siquiera ganaría algo haciendo eso, ya que no tenía la necesidad de darle a entender que me preocupaba por él. No tenía ningún sentido.

Si había estado así simplemente fue porque me sentí culpable. Me sentí tan culpable y frustrada cuando Jase le dijo que existía la posibilidad de que no pudiera volver a bailar que no supe qué hacer, ni si debía decir algo. Bajé la vista al suelo porque no tenía el valor suficiente para mirar a Kyle a la cara. Aquel accidente lo causó mi propia madre, y Kyle cruzó la carretera porque estaba enfadado conmigo esa noche. Si para empezar yo hubiera hecho las cosas bien, todo esto no estaría pasando. No podía concebir a Kyle sin el baile. Ni tan siquiera me hacía una idea de lo mal que él lo estaría pasando, dándole vueltas a su futuro.

Al salir de la habitación después de aquella revelación, me despedí de Jase y me fui directa a otra parte del hospital. El coraje para ver a Kyle se había desvanecido por completo, no quería mirarle a los ojos y ver esa expresión vacía que se le había quedado. Me sorprendí a mí misma preocupándome por Kyle; después de tantos años, y del rencor que le guardaba por haberse ido y haberme dejado atrás, continuaba sintiendo una extraña conexión. Una sensación inquietante que me hacía sentir afligida por lo que le ocurría. Esa parte de mí que estaba anclada en el pasado, y que no quería que Kyle sufriera.

Cuando ya había amanecido tuve que visitar a Kyle, ya que debía darle el seguimiento a Jase antes de acabar mi turno. Primero asomé la cabeza, y le vi tumbado en la cama con los ojos cerrados. Suspiré profundamente, gracias al cielo estaba dormido. Entré con cuidado y me acerqué a un lado de la cama. Comprobé sus constantes, la medicación y sus vendajes sin que se enterara de nada, para después apuntarlo todo. Al terminar, no sé qué rayos pasó por mi cabeza, pero sentí la necesidad de sentarme un instante. Me coloqué en la butaca a su lado y observé a Kyle. Estaba plácidamente dormido, seguro las enfermeras le habían dado un buen chute de analgésicos, y aun así parecía cansado. Bajé la vista hasta la carpeta en mis manos y exhalé débilmente. Maldición, verle así no me gustaba nada.

Pero de pronto Kyle se despertó y me dio el susto de mi vida.

Después de la estúpida discusión que tuvimos estaba tan enfadada que no era capaz ni de pensar con claridad, suerte que mi turno terminaba en una hora. Los chicos hacía mucho que se habían marchado, y yo habría dado un brazo por que alguno me llevara a casa y no tener que coger el autobús. A esas alturas de mi vida todavía no había podido permitirme un coche, bueno, ni siquiera el carné. Los vehículos me daban demasiado miedo, y mi torpeza para cualquier actividad motora, más todavía. De todas formas, no tenía ganas de aguantar sus miradas y preguntas; por lo tanto, también esquivé a Daniel.

Me presenté en la sala donde Jase se encontraba y le di el informe. Él lo leyó, asintió y levantó la mirada hacia mí. No sé qué debió de ver, pero un rostro lleno de vitalidad seguro que no, ya que frunció el ceño y me observó con curiosidad. Abrió la boca para hablar, pero se quedó en ese movimiento. Apartó la vista, centrándola de nuevo en la hoja.

—Puedes irte a casa, tu turno ha terminado —dijo.

Sentí que realmente quería decir algo más que aquello, pero por algún motivo que no podía identificar, no lo hizo. Sinceramente no me importó. Sus palabras fueron como agua en el desierto, deseaba con toda mi alma irme del hospital, había tenido suficientes emociones por esa noche.

—Hasta mañana —murmuré, y salí de allí.

Mi amiga Verónica no perdió un minuto en abordarme en el vestuario sobre mi reencuentro con Kyle, pero me las apañé para contestarle con evasivas y huir del hospital.

Por poco me quedo dormida en el asiento del autobús, pero conseguí llegar a mi casa cuando eran casi las nueve y media de la mañana. Caminé como una zombi al salir del ascensor, los turnos de noche no acababan de acoplarse a mi cuerpo, y si además le sumábamos todo lo sucedido, estaba a punto de morir y tirarme al suelo como un despojo. Sin embargo, algo me hizo abrir los ojos como platos y despejar todo mi sueño.

Observé perpleja salir a Eric de la casa de mis vecinos. Parpadeé para asegurarme de que no estaba soñando despierta y teniendo una pesadilla. Pero no, continuaba allí después de restregarme los ojos con las manos. El compañero de trabajo de Kyle, alias «Eric el estúpido», caminó hacia mí sin darse cuenta de que estaba allí, ya que se encontraba debatiéndose con la bufanda que llevaba. Cuando levantó la vista y me vio, paró en seco. Me hizo un escáner de arriba abajo para terminar en mis ojos con una expresión nada amigable.

—Vaya, buenos días, doctora Parks —saludó, burlesco.

Tardé en reaccionar, ya que no entendía nada de nada, pero conseguí salir de mi letargo y fruncir el ceño.

—¿Qué haces tú aquí? —pregunté confusa.

Eric se encogió de hombros y dibujó una sonrisa ladeada.

—Qué saludo más poco cordial, doctora —puso énfasis en esa última palabra. En boca de él no sonaba nada bien—. Digamos que voy a ser tu vecino por unos días.

Elevé ambas cejas, atónita. Estaba de broma, ¿no?

—¿Que… qué? —balbuceé.

Entonces Chris y Damon salieron de la casa colocándose sus abrigos. Los miré a la desesperada buscando una explicación. Al llegar a nosotros sonrieron.

—Buenos días, Emma, ¿llegas ahora del trabajo? —preguntó Damon.

—Sí —contesté y señalé a Eric—. ¿Habéis alojado a est… a Eric?

Damon asintió.

—Es amigo de Kyle, por tanto, nuestro también. Quería estar aquí con él y como tenemos sitio le ofrecimos quedarse con nosotros hasta que Kyle saliera del hospital —aclaró Chris.

Oh, sí. Muy bonito por parte de mis vecinos, y muy tierno por parte de Eric para con su amigo. Sin embargo… esa noticia no mejoraba en absoluto mi día. Me sentí como cuando descubrí quién vivía frente a mí al mudarme a San Francisco. No me hacía ni pizca de gracia tener tan cerca a ese chico. Tan solo hacía horas que le conocía y ya me repateaba su sola presencia. Era evidente que tenía algo contra mí, pero decidí ignorarlo y hacer como si no me importara.

—Es genial —respondí en un vano intento de parecer alegre.

Eric me lanzó una mirada hostil, evidentemente nada convencido de mi actuación. Le miré con altanería.

—¿Cómo está Kyle? —preguntó Damon.

—Bien, estable. Y hasta arriba de calmantes todo el tiempo, pero irá mejorando —expliqué.

Los tres me contemplaron fijamente, como si estuvieran intentando penetrar en mi cerebro y descubrir mis pensamientos. Tosí y cambié el peso de un pie a otro. Entonces me acordé de alguien:

—¿Habéis visto a Liam? —inquirí.

Él me había llamado por la noche y yo no le había podido dar señales de vida todavía… o no había querido, más bien. ¿Sabría lo que había ocurrido con Kyle? ¿O me llamó por otra razón?

—No ha dormido en casa —Damon miró a Chris—. O eso creemos, pero nos ha dicho que está bien por mensaje.

¿No había dormido en casa? ¿Entonces dónde? ¿Qué había estado haciendo?

—Vale, después le llamaré… —contesté, pensativa.

Pude ver cómo Eric me observaba con suspicacia, yo aparté la vista de él.

—Nosotros vamos a ver a Kyle ahora —dijo Chris.

Mi oportunidad.

—Estupendo. Yo me voy a casa que estoy muerta, necesito dormir.

Asintieron y se despidieron de mí, por suerte pude escapar hacia mi casa, no sin antes llevarme una miradita malhumorada de Eric. Justo antes de entrar me giré para mirar la puerta de los vecinos, ¿debería llamar a Liam? Estaba demasiado agotada para mantener una conversación tensa con él respecto a lo sucedido por la noche con Kyle, pero me tenía preocupada, de modo que decidí enviarle un mensaje:

Yo: ¿Dónde estás? ¿Va todo bien?

Al entrar en casa suspiré y descargué toda la tensión de mi cuerpo. Parecía que siempre que Kyle llegaba a mi vida, iba unido a infinidad de problemas. Me metí en la cama tan solo quitándome los vaqueros y me dormí en menos de diez segundos.

A la tarde tenía que estar de nuevo en el hospital, aunque por suerte ese día terminaría de madrugada y no en pleno día. Recibí una respuesta de Liam varias horas después de haberle enviado mi mensaje:

Liam: Estoy en casa, lo siento si te he preocupado. ¿Tú estás bien? Me gustaría hablar contigo cuando puedas.

Yo: Ok. Tranquilo, estoy bien.

Contesté, y continué trabajando.

No me gustó nada cómo sonaba aquella petición de hablar después de todo lo sucedido. Algo me decía que no podía ser bueno.

Mis ánimos para pisar el hospital eran inexistentes, y más todavía si tenía que visitar a mi querido paciente: Kyle. Pasé toda la tarde evitando ese momento, fingiendo estar ocupada y sacando trabajo de donde no lo había con tal de quitarme el tiempo. Pero, al fin y al cabo, fue inevitable. Jase le había visitado por la mañana y me había comentado sus progresos, tan solo tenía que vigilar su medicación y sus vendajes. Parecía tarea fácil, pero no lo era. Volver a ver a Kyle después de la discusión que tuvimos me carcomía por dentro de vergüenza. No dejaba de recordar la frase que le dediqué, admitiendo que todavía me importaba de alguna manera. Mierda, ¿por qué tuve que decir nada? ¿Es que no podía estarme calladita? Estaba tan avergonzada, había perdido totalmente mi temple profesional en ese momento. No podía permitir que volviera a pasar.

Inhalé una gran bocanada de aire y abrí la puerta de su habitación. Kyle estaba despierto, por desgracia, sentado en la cama leyendo en una tablet. Estuve tentada de mandar a alguna enfermera que le pusiera dosis extra de analgésico o somnífero, cualquier cosa era mejor que enfrentarme a él. Caminé lentamente hasta estar dentro de la habitación, Kyle rápidamente alzó la vista y dejó la tablet en la cama a su lado. Maldije a lo que fuera que estuviera leyendo por no ser lo suficientemente interesante como para ignorarme. Me acerqué a él y carraspeé, intentando adoptar mi faceta profesional.

—Buenas tardes, ¿cómo te encuentras? —pregunté sin humor en mi voz.

La mirada intensa que Kyle me dedicó me mantuvo absorta durante un momento.

—Me siento mejor, ya no tengo tanto dolor de cabeza. El del brazo y la pierna todavía jode bastante, pero es soportable.

Asentí con la cabeza y anoté en su carpeta. Mi corazón latía rápido y eso me estaba poniendo de mal humor.

—Voy a comprobar cómo vas —le dije.

Levanté la sábana para dejar libre su pierna y palpé muy flojo guiándome de los quejidos de Kyle. Todavía estaba muy hinchada, pero no iba a tomármelo como una mala noticia. Tendría que ir poco a poco. El brazo parecía ir mejor, su mano no estaba tan morada como la noche anterior. La cogí para moverle los dedos suavemente. Cuando me di cuenta, tenía la mirada oscura de Kyle fija en mí, que me hizo sentir un escalofrío al notar una corriente eléctrica por nuestras manos. La solté y Kyle se quejó del dolor.

—Perdona —dije rápidamente.

—No —murmuró—. Eso no deberías decirlo tú.

Fruncí el ceño sin comprender.

—No has hecho nada, ha sido algo… Da igual.

Continué con lo mío intentando olvidar el tema, le miré los puntos y apunté lo último.

—Emma —me llamó. Le miré—. No hablo de eso.

—¿Y… entonces?

Kyle bajó la mirada unos segundos a sus dedos medianamente morados y los movió lentamente.

—Siento lo de esta mañana. —Levantó la vista hasta mí de nuevo y clavó sus ojos en mi rostro—. No sé qué me pasó, estaba enfadado y la pagué contigo. Fui un imbécil, lo siento.

Parpadeé. No sabía qué decir. No esperaba que se disculpase conmigo, y por alguna extraña razón me sentí aliviada. Tenía razón en que fue un imbécil, al menos sabía por qué se comportó de ese modo conmigo.

—¿Estabas enfadado por lo que dijo Jase… quiero decir, el médico?

Kyle asintió.

—Tú debes de saber mejor que nadie que me ha costado mucho llegar a donde estoy. —Algo se revolvió en mi estómago. Sí, lo sabía muy bien—. Cuando me dijo que quizás tendría que dejar de bailar se me vino el mundo abajo. Bailar es lo único que sé, lo único que le da un sentido a mi vida ahora mismo.

Sin saber por qué, esas palabras tan sinceras me produjeron una sensación amarga en el pecho. Puede que el baile siempre hubiera sido lo único importante en su vida, y yo nunca entré en ese puesto, por eso le resultó fácil irse y dejarme aquí. Desvié la vista a un punto cualquiera de la habitación e intenté deshacerme de los sentimientos molestos que me invadían.

—No te preocupes, te pondrás bien y no tendrás que dejarlo nunca —dije.

Era lo que se debía decir, ¿no? Era lo que yo realmente pensaba. Nunca quise que Kyle dejara el baile, por eso también decidí darle vía libre para que se marchara y alentarle a ello, ya que era su sueño. Entonces, ¿por qué me sentía tan insignificante en ese momento? ¿Qué más daba que yo ya no fuera nada en su vida? Era así desde hacía mucho tiempo.

Noté que Kyle me estaba contemplando fijamente, de modo que le mantuve la mirada. Estuve a punto de empezar a dejar salir todo lo que pensaba por mi boca, la necesidad de hacerle saber cómo me sentía y me había sentido, de gritárselo a la cara, era imperiosa. Pero conseguí mantener el control, y mantener mis labios sellados.

—¿De verdad lo crees? —preguntó.

—Claro. Estás progresando bien, y muy rápido.

Kyle dibujó una pequeña sonrisa.

—Gracias, doctora. —A pesar de todo, no pude evitar devolverle una parte de esa sonrisa, luego me maldije por ello—. Entonces, ¿estoy perdonado? —cuestionó con curiosidad.

Me crucé de brazos e intenté cambiar de tema, ya que no quería darle oportunidad en ninguna circunstancia de que sacara a colación lo que dije sobre que me importaba.

—Me lo pensaré cuando sepa qué le has contado a tu amiguito Eric para que me odie tanto.

Después de decirlo no estuve muy segura de querer saber la respuesta. Kyle chasqueó la lengua.

—Ese idiota —siseó—. Ignórale.

—Es un poco difícil cuando es mi nuevo vecino.

—Mierda, es verdad. No ha sido cosa mía, que conste.

Bufé. Eso qué más daba, la cuestión era que el problema estaba allí.

—No le dije nada malo de ti —afirmó Kyle—, simplemente… le conté lo que pasó.

Elevé una ceja.

—Y en tu historia seguro que yo era la mala de la película.

Kyle me observó con seriedad y yo me estremecí de pronto.

—Los dos fuimos el malo de esa película. —Supe de inmediato a qué quiso referirse realmente con esa frase, la culpa de todo aquello fue de los dos. ¿De verdad pensaba eso? Siempre creí que me odiaría por lo que pasó. Kyle se encogió de hombros—. Supongo que te tiene manía por lo mal que me vio pasarlo por ti tanto tiempo.

Me quedé muda, sumergida en los ojos oscuros de Kyle que me miraron sin parpadear. Mi pulso se aceleró. No volví a saber de Kyle después de que se marchara, siempre me pregunté si habría sufrido, si me habría echado en falta o habría llorado. Ahora que él mismo me confirmaba que fue doloroso mucho tiempo, no sabía qué pensar, ni cómo tenía que reaccionar.

—Yo… —empecé a decir.

¿Acaso tenía que decir que yo también sufrí? ¿Serviría de algo? Aunque, de todas formas, era el pasado. Ambos lo pasamos mal, supongo, pero eso ya había terminado. No quedaba nada de todo aquel dolor.

Una enfermera entró de pronto y se paró en la puerta al vernos allí mirándonos como idiotas. Parpadeé y me levanté rápidamente, acomodando mi bata y cogiendo mi carpeta. No le dije nada más a Kyle y me maldije a mí misma por haber bajado por un momento mis defensas. Debía dejar de dar pie a ese tipo de conversaciones. Mordí mi labio y salí de la habitación con el corazón en un puño.

A tu lado

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