Читать книгу A tu lado - Cristina G. - Страница 14

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9 EMMA

Cuando Kyle rozó mi rostro con su mano, una sensación electrizante logró que mi estómago subiera a mi garganta, mi piel se erizara y me quedara sin palabras. Pude sentir a la perfección el famoso aleteo martirizante e imprevisible de las mariposas en mi vientre.

Y tuve miedo.

Tuve miedo al igual que lo tuve cuando la enfermera, nerviosa y enrojecida, apareció en la sala.

—El… el paciente… el paciente de la 302 —exclamó, inquieta. Levanté la vista de mis papeles— … no está.

—¿Cómo que no está? —pregunté, encendiendo todas mis alarmas.

—No estaba en la habitación cuando he ido a cambiarle el gotero, he mirado en el baño, en los pasillos, ¡en todas partes! No sé dónde está.

Mi primera reacción fue preocuparme, enloquecer más bien. Kyle estaba impedido, con un brazo roto, una pierna mala y un cerebro inútil. Eso era, ¡un inútil! ¿Dónde narices había podido ir ese idiota? Porque dudaba que alguien hubiera ido a secuestrarle o le hubiera hecho desaparecer con la capa mágica de Harry Potter. Debía de estar en algún lado, y yo iba a encontrarle y a sacarle de las orejas.

—Vamos —le dije a la enfermera.

Las dos caminamos por los pasillos en busca de Kyle, miramos de nuevo en su habitación, en las cercanas, preguntamos a los pacientes que andaban despiertos, a la de recepción por si hubiera salido del hospital. No sería capaz, ¿verdad? ¿No habría sido capaz de largarse del hospital con lo puesto, hecho una mierda? Dios, ya ni siquiera sabía qué esperarme de ese hombre. Le buscamos hasta que la desesperación me consumió, en tan solo diez minutos.

Alterada, de pronto recordé su afición por subir a las azoteas. Recordé aquel mensaje, que años atrás, Luke me envió para encontrar a Kyle después de que Liam me besara. Como estuviera allí, pensaba mientras subía los escalones, como estuviera le iba a matar y trocear. Al llegar lo que vi hizo que se me parase el corazón por un momento: una silla de ruedas al pie de los escalones que llevaban a la azotea, y la puerta de esta abierta.

No puede ser.

Fue un pensamiento rápido e inconsciente, pero me pregunté si no se le habría ocurrido hacer una locura. Mi mente rememoró su rostro afligido cuando Jase le dijo que era posible que no pudiera volver a bailar. Él mismo lo había confirmado: «Bailar es lo único que sé, lo único que le da un sentido a mi vida ahora mismo». Realmente, ¿Kyle acabaría con todo por eso? ¿Terminaría con su vida por no poder bailar?

Un amargor acudió a mi garganta tan solo de pensarlo. No podía seguir divagando, si era o no era, ¡debía hacer algo! Corrí escaleras arriba y aparté la puerta de un manotazo. Sin aliento por la prisa y el nerviosismo, me quedé mirando a Kyle de espaldas a mí, mientras él contemplaba la ciudad cerca de la reja. Tan solo estaba ahí, tranquilamente, y de pie, como si el resto no importara. Noté como la inquietud comenzaba a transformarse en ira, y explotó saliendo de mi pecho como un grito:

—¡Kyle!

Después de lo preocupada que había estado, después de estar buscándole hasta en la basura y llegar a pensar la peor de las peores opciones, sentirme como una mierda imaginando que Kyle podría estar sufriendo, ¡él solo estaba relajándose! Pasando un estupendo rato sin pararse a pensar en su condición física, ni en las recomendaciones del médico, ni en mí, ¡ni en nada!

Sin embargo, acabé tumbándome en el suelo áspero y congelado de la azotea con él, sin siquiera una bufandita. ¿Cómo fue posible? Ni yo misma lo supe. Me atrajo con su locura, con su estúpido humor sarcástico que tan bien recordaba, y para colmo, me reí. Me reí a carcajada limpia, como hacía tiempo que no me reía.

Estaba claro que cada palabra y cada acto nos iba a llevar a esa situación incómoda de su mano sobre mi rostro. Y yo, paralizada por el miedo que experimenté de estar sintiendo algo, no me moví. Pero Kyle apartó su mano, pensativo, con sus ojos oscuros clavados en mí, y yo aproveché para alejarme e intentar encender de nuevo mi cerebro.

—Debería irme, deberíamos irnos. Tengo que trabajar y tú… descansar —dije, incorporándome.

Kyle se levantó también, y cojeó un poco. Miré su pierna y desvié la vista, sacudiendo mi bata con las manos. Dios, era incapaz de mirarle a la cara. Estaba tan avergonzada, tan asustada, me sentía incluso tímida. No me podía creer que hubiera sentido aquello, ese retortijón en la boca del estómago, mientras le miraba a los ojos. Fuera lo que fuese, no quería saberlo, y no podía continuar.

—Oye, lo de antes no… —empezó Kyle, parecía compungido, desvió la vista del suelo a mí—. Olvídalo. Vamos.

Tragué saliva. La línea que dibujamos entre los dos años atrás estaba muy clara frente a mí en ese momento. Había ocurrido algo, algo extraño, pero que a ambos había conseguido hacernos sentir. ¿Por qué? ¿Por qué después de tanto tiempo? ¿Era tan solo nostalgia? No podía ser otra cosa, tenía que quedarse como un sentimiento normal después de que dos personas se reencuentren. Porque de lo contrario, era un error. Y los dos lo sabíamos.

Caminamos hasta la entrada, y Kyle se apoyó en mí para bajar cojeando las escaleras. Una vez abajo le senté en la silla de ruedas y avancé hasta el ascensor. El viaje hacia su planta fue en completo silencio. Me sentía mal, estaba frustrada y entristecida por algún motivo. Procuraba no mirar a Kyle, pero era imposible, y hacerlo no era mejor opción porque verle con esa expresión tan fría me hacía sentir peor. Al llegar a su planta, le conduje hasta su habitación y de nuevo, cogiéndose de mi brazo, le deposité con cuidado en la cama.

Kyle ni siquiera me miraba. Desde que llegó, siempre había sido yo la que alzaba su muralla, dejando a Kyle al otro lado. Me había alejado todo lo posible los últimos días, intentando el menor contacto posible, porque sabía, en algún rincón de mi mente, que algo así podía pasar. Sin embargo, ahora que era Kyle el que me rehuía, se había formado un maldito nudo en mi garganta.

—¿Tienes frío? —pregunté.

Kyle cogió un extremo de la manta e intentó subirla sobre su cuerpo con una sola mano, pero no surtía efecto. Me acerqué y terminé de estirarla, dejándole bien arropado.

—Puedes irte, Emma, estoy bien —dijo.

Sentí un pinchazo en el pecho.

—Prométeme que no volverás a subir allí.

—Lo prometo —confirmó, sin dejar de mirar a otra parte.

—Le diré a la enfermera que venga a cambiarte el gotero. Buenas noches.

—Igualmente.

Bajé la mirada y me marché. Cuando salí de la habitación y cerré la puerta tras de mí, suspiré profundamente. Bueno, supongo que así tenía que ser.

Al día siguiente no me sentía espectacularmente mejor. Solo había visitado una vez a Kyle y él se comportó como si hubiera entrado una mosca en la habitación, quizás peor todavía, porque a ellas se les presta atención. Lo más gracioso era que me lo merecía, eso y mucho más, ya que yo misma me había comportado de esa forma anteriormente. Aunque todavía no había logrado definir el motivo por el que Kyle me estaba ignorando, pero supongo que estaba resultando una ayuda al final: me ponía las cosas más fáciles para evitar el contacto con él.

Cuando me disponía a irme del hospital me topé con Clare, la madre de Kyle. Maldije para mis adentros porque no existía lugar físico en el que pudiera esconderme, venía directa hacia mí. En la semana que Kyle había estado ingresado la había visto alguna vez por los pasillos, pero siempre la rehuía, tenía demasiada vergüenza de encontrarme con ella después de todo lo que pasó. Seguro que me odiaba.

Bajé la cabeza y continué caminando, rezando en mi interior por que no me reconociera. Pero no tuve tanta suerte.

—Emma —me llamó.

Cuando levanté la vista me encontré con su sonrisa encantadora, y no era precisamente lo que me esperaba.

—O doctora Parks, como te guste más —añadió.

—No, no, Emma está bien. Llámeme como quiera —contesté, totalmente nerviosa.

—Por fin te veo por aquí, pensaba que nunca coincidiríamos.

Sí, qué cosas, ¿verdad?

—Ya sabes, una no puede estar parada.

Clare me miró a los ojos y pude entrever algo de cariño, mezclado con tristeza. Si no lo era, resultaba muy parecida.

—¿Qué tal estás? Ha pasado mucho tiempo —preguntó.

—Sí. Estoy bien, sigo en la misma casa, con mi trabajo de matasanos.

Clare se rio dulcemente.

—Espero que eso no sea cierto, confío en que cuidas bien de Kyle.

Lo dijo sin ningún tipo de maldad, realmente poniendo la seguridad de Kyle en mis manos, pero solo el hecho de que lo nombrase hizo reaparecer el malestar.

—Si no fuera tan cabezota, sería más fácil —bromeé, recordando su excursión a la azotea.

—Por suerte no le tendrás que aguantar mucho más —me guiñó un ojo de forma cómplice—, el médico dijo que podrían darle el alta en un par de días.

—Me alegro mucho.

Yo lo sabía, Jase me lo comentó. Sin embargo, la forma en que Clare lo dijo me dio a entender que realmente aquello sería un descanso para los dos. Kyle se marcharía cuando tuviera el alta, y todo volvería a la normalidad.

Nos despedimos cordialmente y yo pude irme del hospital.

Hice marcha hasta una cafetería donde Liam y yo habíamos quedado. Después de aquel mensaje en el que me pedía hablar, tan solo pude hacerlo por teléfono y él ni siquiera me contó algo extraordinario, como había sospechado, me dijo que pasó aquella noche en casa de un amigo, y que se enteró bastante tarde de lo que sucedió con Kyle. Sabía que yo era su doctora, pero no hablamos nada al respecto. Sin embargo, a mí algo me decía que no me estaba contando toda la verdad.

Cuando llegué a la cafetería, Liam ya estaba sentado, excesivamente puntual, como siempre. Me saludó con la mano y yo sonreí, caminando hacia él para sentarme en la silla frente a la suya.

—¿Qué tal la jornada de trabajo? —preguntó.

Suspiré.

—Tener horarios tan dispares está destruyendo mi reloj biológico, me duermo por la mañana y me desvelo por la noche, como los vampiros.

Liam rio muy flojo. Parecía de buen humor, pero solo eso, parecía.

—Mi sangre no te haría ningún bien, no la quieren ni los mosquitos.

—¿Qué tal tus clases?

—Bien, hay un niño que tiene predilección por tirar del pelo a las niñas y ya no sé qué hacer con él.

—Tráemelo, verás como con una agujita de vacuna aprende.

Liam sonrió, pero borró la sonrisa en un instante.

—Ayer pasé por tu hospital —dijo.

Oh.

—¿Viniste a verme? ¿O es que te encontrabas mal?

Liam negó con la cabeza y me miró a los ojos. Entonces sospeché lo que estaba a punto de decir.

—Fui a ver a Kyle.

Bebí de mi café, aunque no era una gran ayuda para calmar los rápidos latidos de mi corazón. ¿Habrían peleado? ¿Habrían hablado de mí? No se habían visto en años después de aquella discusión.

—¿Y qué pasó? —inquirí, totalmente curiosa.

Liam se encogió de hombros y dio vueltas a su café con la cuchara.

—Le pedí perdón por lo que pasó en aquella fiesta.

—Bueno, él te pegó así que… —comenté.

—Pero yo le provoqué. —Levantó la mirada fija hasta mí—. Estaba celoso, ¿sabes? Te abandonó durante meses y vino reclamándote. Sentía que no te merecía tanto…

—¿Cómo tú? —terminé por él.

¿Por qué abres la boca, Emma? Estás alimentando una conversación peligrosa. Me removí en mi asiento. Que Liam aceptara que tuvo celos en aquel momento explicaba muchas cosas.

—Algo así —concluyó, desviando la vista hacia otro lado.

—Pero… tú estabas con Rachel, ¿no?

Algo atravesó el rostro de Liam. Ese nombre estaba claro que le provocaba un doloroso sentimiento. ¿Qué fue lo que ocurrió realmente entre ellos? Me moría de curiosidad, pero conocía lo suficiente a Liam para saber que no me lo contaría.

—Sí y no —respondió—. Era complicado.

Normal, si todavía tenía sentimientos por mí, en contra de lo que él me dijo. Me compadecí de Rachel, debió de ser muy duro para ella. Se me removía la conciencia, tenía que preguntarlo, tenía que haberlo preguntado hacía mucho tiempo, si no me iba a salir un sarpullido:

—¿Lo dejasteis por mi culpa?

Liam me miró entre sorprendido y extrañado.

—¿Por tu culpa? No, claro que no. Tú no hiciste nada.

—Ya sabes a lo que me refiero.

Liam lo comprendía, pero se afanó en intentar ocultarlo.

—No.

Su seca respuesta me dio el aviso de que debía desviar el tema. Carraspeé, estaba empezando a sentirme incómoda.

—¿Y… qué dijo Kyle?

—Ya sabes cómo es. Me dijo que estaba olvidado. —Asentí—. ¿Cómo te va a ti con él?

Su pregunta tenía mucho trasfondo, el cual no estaba dispuesta a vislumbrar ni a contestar. Liam me observó apremiante y yo me encogí de hombros, recordando con amargura cómo nos estábamos rechazando el uno al otro.

—Es un paciente más —murmuré.

Lo era, o al menos tenía que serlo. Todo estaba olvidado, para ellos quizás sí, pero para Kyle y para mí… El pasado estaba saliendo a flote, y no me gustaba nada.

—Supongo que así es mejor —respondió Liam.

Sentí una punzada en el pecho sin saber por qué. Tenía que cambiar de tema, otra vez.

—Oye, ¿cómo va la convivencia con ese Eric?

Liam bufó.

—Es muy simpático con Chris y Damon, no tanto conmigo. Es un poco engreído.

Aproveché la oportunidad para darle la razón y criticar a ese amiguito de Kyle, que me miraba con desprecio cada vez que nos cruzábamos en el edificio. De ese modo, nuestra conversación se hizo más amena. Al terminar fuimos a casa y yo me acosté a dormir pues estaba agotadísima.

Pasaron un par de días, y mientras caminaba por los pasillos del hospital en mi turno me encontré de sopetón con Alex, aquel auxiliar sexy de la ambulancia con el que tuve una cita, que no acabó demasiado bien. Renegué en mi interior por tener que toparme con él, después de lo que pasó era muy violento hablarle. Se interpuso en mi camino con una deslumbrante sonrisa.

—Hey, buenos días —saludó.

—Hola, Alex.

—¿Qué tal estás? ¿Mejor? Me pareció que andabas un poco nerviosa —señaló.

Vaya, muy audaz por su parte.

—Oye, Alex, siento… lo que pasó.

—No te preocupes, seguro que fue culpa de que no me callaba, me lo dicen mucho ¿sabes? —No me digas—. Pero vengo dispuesto a solucionarlo, y había pensado que como se acerca ese día… Ese día romanticón.

Comenzó a reír y yo alcé ambas cejas. No sabía de qué narices me estaba hablando.

—No sé…

—San Valentín, mujer. —Se rio—. ¿Te gustaría cenar conmigo esa noche?

Mierda.

¿Qué podía decirle para no quedar mal? Me sentía una desalmada rechazándole tal cual después del desplante que le hice. Pero no tenía ninguna intención de celebrar ese día, y menos todavía con él.

—Bueno… me lo pensaré. Te diré algo, ¿vale?

Él pareció satisfecho y sonrió como si le hubiera dicho que sí. Se despidió con una reverencia, como si yo fuera una dama del siglo xviii y continuó su camino.

Suspiré. Daniel me interrogó más tarde, pues el tal Alex le había comentado que me lo pediría. Le reprendí por no detenerle de hacerlo.

Cuando tocó mi visita a Kyle iba con la idea de que me ignoraría de nuevo, y así fue. Él estaba de pie, había estado paseándose por la habitación. Cuando terminé, se apoyó en el filo de la cama. Me miró y cruzó su brazo bueno por debajo del escayolado, dubitativo, como si pensase si debía decirme lo que fuera que rondaba por su cabeza. Le oteé curiosa.

—¿Vas a quedar con ese auxiliar? —preguntó, y no con un tono de simple curiosidad.

Extrañada, le miré sin responder. ¿A qué venía aquello? ¿Alguien le había dicho lo de Alex? Pensé en Daniel y deseé estrangularle.

—¿Cómo sabes tú eso?

Él se encogió de hombros.

—Os escuché mientras estaba paseando antes.

—¿Me estabas espiando?

—Lo escuché por casualidad —respondió, molesto.

Seguro. ¿Qué le pasaba? ¿No se supone que me estaba ignorando?

—Pues no lo sé —contesté, altanera—. Puede que sí —mentí.

No sé por qué dije una mentira como aquella, pero algo en el tono de voz de Kyle me impulsó a hacerlo. Estaba molesta, ¿por qué tenía que meterse en mi vida de esa forma? Yo no me metía en la suya.

Kyle me miró fijamente.

—Se ve a leguas que es idiota, no sé cómo piensas…

—Pero ¿y a ti qué te importa? —salté—. Me ignoras desde lo de la azotea y ahora de repente esto. ¿Es que acaso estás celoso?

Él me observó sorprendido.

—¿Qué? ¿Celoso? —preguntó, incrédulo. La estupefacción de su voz me hizo sentir una estúpida.

—Lo parece.

—No digas tonterías. Hace mucho tiempo que no hay nada entre nosotros, Emma. No tengo motivo para estar celoso, me da igual lo que hagas. Solo tenía curiosidad, y a cualquiera le impresionaría que salgas con un tío como él.

Sus palabras me molestaron más de lo que habría imaginado. Sentí el incómodo nudo en la boca del estómago. Era tonta, él tenía razón. ¿Cómo iba a estar celoso? Nosotros no éramos nada.

—Saldré con quien me dé la santa gana —escupí—, pienses tú lo que pienses de él. Y como bien dices que te da igual lo que haga, no te metas donde no te llaman.

Kyle me observó con seriedad, apretando la mandíbula. Le mandé una mirada fulminante y salí de la habitación.

Ese imbécil. ¿Quién se había creído que era para estar dictando con quién podía quedar? Podía meterse sus consejos por donde le cupieran. Se acabó, al día siguiente le daban el alta, ignoraría lo mal que me había sentido con sus palabras y todo continuaría como si él nunca hubiese vuelto a mi vida.

A tu lado

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