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Cambiazo y escapazo

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La experiencia indica que existen varias acciones delictivas conocidas como cuentos. Su denominador común es la simulación de un acto aparentemente real, por un sujeto activo-participativo (delincuente), ante un sujeto pasivo (víctima) que se ve envuelto en la trama que, por su propia codicia, ingenuidad o confianza, es conducido al error (engaño, estafa). Estos elementos, “simulación y error[,] componen el desdoblamiento del engaño, ya que el primero crea una falsa representación de la realidad y el segundo es una consecuencia de la actividad desplegada para simular” (Erazo et al., 1995, p. 3).

Más allá de la escueta definición del Diccionario de la Lengua Española (RAE y Asale) que define cuento como “relación, de palabra o por escrito, de un suceso falso o de pura invención”, el cuento se puede configurar desde distintas figuras delictivas. Sus distintos matices moldean formas diferentes del engaño, según la relación entre el sujeto activo, el pasivo y sus resultados. Cuando el cuentero, por ejemplo, simula la condición de empleado para acceder maliciosamente a una casa y sustraer especies de propiedad ajena, fingiendo ser carabinero, empleado de teléfonos o de una corporación de caridad, se trata de “usurpación de funciones” (Cavada, 1934b); cuando el cuentero ofrece a su víctima una especie o bien mueble de ciertas características y en último momento lo cambia por otro de menor cuantía, se habla del “cambiazo”, con su consiguiente “escapazo” cuando se aleja raudamente de la víctima para no ser apresado; cuando el criminal ofrece el envío de una encomienda tras el depósito del monto asociado a la venta, sin cumplir lo pactado o cumpliendo a medias con el trato, se trata de una modalidad de “estafa”.

La variante a considerar en estos relatos se asocia al fraude que se comete mediante el engaño. A precisar, según el cuerpo normativo vigente, toda estafa es una especie de engaño, pero no todo engaño es una estafa. De hecho, el título respectivo del Código Penal se intitula “estafa y otros engaños”. Dicho término se asocia al timo, que para Julio Vicuña (1910) “es sinónimo de robo y estafa, nombre con que en el caló jergal se designa el cuento del tío” (p. 138).

Al mirar concienzudamente el cuento para su análisis policial, se logra identificar cuatro elementos. La citada simulación, que se da cuando el engañador hace aparecer un hecho como real cuando en realidad no lo es. Este embuste no basta para construir una simulación, pues esta debe ir acompañada de artificios o falsas apariencias externas que induzcan a la víctima a formarse, por sí misma, una representación o juicio de la realidad que no corresponde con ella.

El otro elemento es el ya mencionado error, considerado como una falsa representación en la que se ve inducido un sujeto pasivo ante el amplio panorama de apariencias que ejecuta el sujeto activo, como consecuencia de la dinámica entre ambos. La disposición patrimonial es otro elemento del cuento, que constituye el acto de voluntad por el cual la víctima provoca una disminución de su patrimonio, ya sea mediante la entrega directa de dinero o de cosas, la adquisición o renuncia de un crédito o de una simple omisión, como el no reclamar un derecho dentro de un plazo legal.

Y el cuarto elemento es el perjuicio, menoscabo en el patrimonio del sujeto pasivo en relación directa con la disposición patrimonial. Existe por tanto una relación de causalidad entre los elementos de simulación que inducen al error, provocando la disposición patrimonial que ocasiona perjuicio (Erazo et al., 1995, p. 5).

El cuento, por tanto, es un fraude que en la legislación chilena se circunscribe a lo expresado en los artículos 467, 468 y 469 del Código Penal, por cuanto el que defraudare a otro en la sustancia, cantidad o cualidad de las cosas que le entregare en virtud de un título obligatorio, será penado con diferentes tipos de presidio. Se incluye quien defraudare a otro usando nombre fingido, atribuyéndose poder, influencia o crédito supuestos, aparentando bienes, crédito, comisión, empresa o negociación imaginarios, o valiéndose de cualquier otro engaño semejante.

Macabros 2

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