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Prólogo
ОглавлениеLa investigación criminal se ha ido transformando cada vez más en un tema de alto interés ciudadano. No solo ya como atención consuetudinaria a las noticias que siempre destacan los aspectos más sensacionalistas de los diversos hechos criminales, sino ya como un atavismo asociado al propósito de construir una mejor vida en sociedad. Con el increíble desarrollo de los sistemas de información y con las nuevas tecnologías comunicacionales, existen hoy en día muchos más medios para informarse en forma directa y relevante sobre hechos que en el pasado se diluían en la memoria social, rodeados de un limitado conocimiento público. Hoy las acciones criminales interesan mucho más por su generalizada incidencia y los riesgos evidentes que representan para cada ciudadano, y por la generalizada conciencia acerca del negativo impacto en la vida social que se asocia a su práctica creciente y generalizada. Por ello, el seguimiento de las investigaciones criminales, dotado con mucho mejores y adecuados medios informativos, se convierte en un legítimo interés y un derecho irrenunciable para el hombre y la mujer medios.
Como un conjunto de saberes interdisciplinarios y acciones sistemáticas integradas para conocer una verdad relacionada con el fenómeno delictivo, la investigación criminal ha ido cobrando creciente importancia en la sociedad. Esta aspira a protegerse adecuadamente de la incidencia del crimen, comprendiendo aquí no solo el crimen violento que envuelve maltrato y hasta el asesinato, sino que también el crimen “intelectual” basado en el engaño y el uso de artimañas de todo tipo para timar a las víctimas y hacerse parte de sus recursos. La investigación criminal comprende el manejo de estrategias que contextualizan el papel de la víctima, del delincuente y del delito como tal, reconstruyendo los acontecimientos y dejando siempre una enseñanza en materia de prevención, como asimismo también en cuanto al debido castigo. Por esa razón, la atención a la investigación criminal ha ido creciendo, puesto que de ella emanan lecciones en el campo de la prevención y control del delito.
Vicente Lago Montejo, en su obra La práctica de la investigación criminal. Inspección técnico-ocular (ITO)1, sostiene que los orígenes de la investigación criminal se remontan al primer fratricidio en la historia de la humanidad, así consignado en la Biblia. El asesinato ocurre por mano de Caín sobre su hermano Abel, y la investigación del hecho, sostiene el autor, se refiere al cuestionamiento hecho por Dios: “¿Dónde está Abel tu hermano?”. Caín mintió y dijo: “No sé. ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?”. Luego de lo cual el Señor dijo: “¿Qué has hecho? La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la Tierra”.
Esto puede ser considerado solamente una descripción admonitoria sobre la diferencia entre el bien y el mal; pero, más allá, puede leerse como un paradigma de lo que ha sido la investigación criminal a lo largo de la historia humana: la búsqueda del o los responsables por hechos delictivos y que se basa, antes que nada, en el cuestionamiento a los sospechosos, además de la recolección de piezas de evidencia. En el caso bíblico no se menciona al sitio del suceso ni la investigación de evidencias, pero lo que debe recogerse del caso es la investigación emprendida por Dios, para atribuir responsabilidad al implicado principal. Hay que observar este caso como un anuncio de lo que ha sido un factor que ha acompañado siempre al desarrollo humano: la actividad criminal.
Necesitamos aprender más del criminal, de su mentalidad y de los problemas que seguramente, en muchos casos, explican conductas patológicas que causan inmenso daño a los demás. La criminalidad ha acompañado a la civilización y al progreso de la humanidad todo el tiempo, haciéndose siempre más sofisticada y maligna. Varias disciplinas, incluyendo la sociología, la antropología social, la economía y, por cierto, la sicología, han venido uniendo las fuerzas emanadas de sus respectivos campos de conocimiento, para buscar la verdad y tener explicaciones que ayuden a entender la raíz del delito y la imposición del debido castigo, así como en la prevención y tratamiento de la falta. El enorme desarrollo que ha experimentado la criminología, con todos los ingredientes que hoy le proporciona la ciencia y la tecnología, ha ido además constituyendo una batería de mayores fuerzas y conocimientos para buscar la verdad y prevenir. Como lo plantea Lago Montejo, la investigación criminal orienta su esfuerzo a establecer la verdad de los hechos y la responsabilidad sobre los mismos. Por otra parte, la Criminalística estudia un hecho sometido a investigación criminal, con el objetivo de descubrir o comprobar científicamente el delito e identificar al delincuente. El aparato jurídico, por su parte, es el encargado de penar los delitos, para así poder corregir las conductas y castigar a los infractores, una labor que a menudo se cumple con dificultades. Pero todo esto envuelve un sistema aumentado y enriquecido a lo largo del tiempo, casi al mismo tiempo que el crimen ha crecido en todas sus manifestaciones, como producto de la mayor riqueza existente en la humanidad, pero también como resultado de las enfermedades que distorsionan la mente de muchos seres. Dentro de ellas, sin lugar a dudas, figura la violencia que siempre ha existido pero que hoy se practica quizás de un modo más desproporcionado y generalizado.
César Biernay Arriagada nos ofrece en este texto siete relatos sobre hechos policiales chilenos investigados y cerrados de acuerdo a los protocolos policiales y judiciales. Relatos que nos transportan al mundo criminal, con todas sus lógicas y en la plenitud de sus estilos de vida. Muchos de ellos obedecen a crudas descripciones de crímenes cometidos en la siempre esperada impunidad por parte del delincuente, actos que sobrepasan la comprensión de la gente normal y que llevan envuelta decisiones violentas destinadas a arrebatar la vida o causar el mayor daño físico posible. No se intenta en estos relatos desmenuzar los hechos sobre la base de alguna teoría contrafactual. El texto nos refiere los hechos acaecidos y su posterior interpretación sobre la base de la investigación criminal acometida, en el marco de una causa formalmente establecida. De ese modo, el autor describe el escenario y los antecedentes de los hechos punibles. Al contarse con los siete relatos, el lector tiene la oportunidad de establecer comparaciones sobre hechos en esencia similares, pero que se distinguen rotundamente por las características del hechor (o hechores) y las circunstancias propias de la relación entre víctima(s) y victimario(s).
En una descripción que goza de vasta pulcritud literaria, cuidado por los detalles envueltos y respeto por los hechos principales y situaciones circundantes, Biernay nos introduce en cada caso de manera muy apropiada. Es cuidadoso en dar a conocer los antecedentes de las personas envueltas, como asimismo familiariza al lector con el carácter de vida de los personajes, como asimismo respecto a su recorrido laboral o personal. Además, nos sitúa bien en la época correspondiente y en las circunstancias en que la misma colabora a la descripción del caso delictivo. Los personajes son descritos por medio de un destacable estilo literario, al punto de que muchas veces el lector considerará que se trata de entes ficticios salidos de la mente del autor, más que de personas que actuaron en el mundo real y en un país como el nuestro, aunque en distintas circunstancias de tiempo y espacio. Biernay describe el escenario de los hechos y los antecedentes de los principales protagonistas con cuidado y celo descriptivo, para así envolver al lector en la trama de los hechos. Y su relato, novelado y bien escrito como es, coloca al lector en una situación de juez respecto a los hechos y su desenlace.
En la obra de Biernay se incluye un relato que no versa sobre un crimen físico, como el asesinato y/o descuartizamiento que sí se contienen en los otros seis relatos incluidos. Se trata del primer cuento: “El balurdo de los Cuenteros Moyano”, que lleva como subtítulo “El cuento del tío (1946)”. Es destacable, porque ello probablemente constituye la acción criminal más corriente en nuestro medio: el engaño, la mentira y la obtención de ganancias indebidas sobre la base de la buena fe de la víctima. En el pasado lo fue el “paquete chileno”, que se hizo popular más allá de nuestras fronteras y que, como todo este tipo de engaño, radica en buscar a personas confiadas y un tanto cándidas. También típicos actos como la recepción de una inexistente herencia que otra persona se ofrece para cobrarla, obteniendo así ciertos recursos para efectuar los trámites. O como la ya tradicional historia de la venta del cerro Santa Lucía, u otros espacios públicos, a desprevenidos acaudalados visitantes de regiones principalmente. El autor sí nos previene acerca de que este mismo tipo de engaño —superado, porque hay más información y las personas cuentan con un mayor bagaje educativo— tiene ahora versiones más sofisticadas y vinculadas a la moderna tecnología comunicacional. Pero, en el fondo, es el mismo fundamento: personas confiadas que aspiran a obtener una suculenta ganancia de capital producto de una “oportunidad” a la que accede de manera gentil por medio de interpósita persona.
En este trabajo se destaca a lo largo de todos sus capítulos, de manera muy justa y pertinente, la calidad del trabajo detectivesco llevado a cabo por oficiales de la PDI. En todas estas historias los detectives a cargo se destacan por su empeño y gran profesionalismo para encontrar la verdad de los hechos. Eso domina todos los casos descritos, que en realidad obedecen a una selección formulada por el autor sobre la base de un total de casos registrados y debidamente cerrados. Lo importante de destacar es que siempre el empeño policial lleva a la verdad sobre el caso en particular, y que el compromiso casi personal de los oficiales a cargo lleva a resultados que innegablemente son irrefutables y reproducen una lógica investigativa siempre impecable. Junto con aprender el lector que el crimen nunca paga y que el criminal debe afrontar penas ejemplares para así educar duramente a los miembros de la sociedad, también asimila que hay un profesionalismo y un compromiso de los investigadores que llevarán irrefutablemente a la verdad. Todo esto es aún más digno se ser mencionado cuando, en los días presentes, el salto científico y tecnológico de la investigación criminal ha adquirido mucha importancia y notorio desarrollo en nuestro medio.
El trabajo de César Biernay es meritorio. Joven profesional funcionario de la Escuela de Investigaciones, ha llevado adelante un trabajo de búsqueda muy intenso, puesto que los casos envuelven gran cantidad de antecedentes, en base a los cuales ha también ha obtenido información adicional para así completar convenientemente su relato. Con eso ha logrado una obra convincente que se constituye en un segundo aporte en la misma línea de relato, contando con su anterior publicación: Macabros.Esta línea de publicaciones enriquece convenientemente la información que precisa el ciudadano, y se constituye en un claro insumo educativo sobre el crimen y su debido castigo, mediante una sólida y profesional investigación criminal, además de constituir material de importancia para la formación de los nuevos detectives. Además, y como se ha dicho, esta línea editorial también pone de relieve la jerarquía del trabajo policial que se lleva a cabo en Chile, con el aporte decidido de la Policía de Investigaciones de Chile (PDI), y que nos asegura que el delito se investiga con los mejores estándares profesionales, para así dar paso a los procesos judiciales que correspondan sobre la base de los antecedentes elaborados con excelencia profesional. Esta publicación sirve de relevante testimonio a este respecto.
Prof. Luis A. Riveros
Miembro de Número de la Academia Chilena
de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile
Ex rector de la Universidad de Chile
Santiago, 15 de julio de 2021