Читать книгу Amor Fugaz - D. Peña. CV - Страница 12
Capítulo 6 Jéssica entró a mi habitación temprano. Traía una bandeja con el desayuno e intentó consolarme con palabras de aliento, lo que me pareció un lindo gesto.
Оглавление—Estoy bien, no te preocupes.
—¡Ni hablar! Me encargaré de que pague. Te lo dije antes, no permitiré que te lastimen.
—Por favor, no te entrometas. No vale la pena involucrarse en problemas ajenos.
Me miró con cierta suspicacia, pero accedió a regañadientes. Desayuné con calma: tomé el jugo de naranja y comí los sándwiches de jamón y queso, luego me levanté. Comencé a limpiar y ordenar mi habitación. Decidí faltar a la escuela, puesto que mi hermana se ofreció para acompañar a Rubén a su establecimiento, después de todo, ya tenía catorce años y le faltaba poco para cumplir los quince. Además, su colegio no estaba tan lejos debido al tamaño del pueblo.
Decidí preparar el almuerzo al recordar que mamá había salido temprano a trabajar. Cociné arroz con pollo al horno y dejé todo listo para cuando regresara mi familia. Dieron las seis de la tarde y fui directo al trabajo donde la señora Pilar, aunque no tenía ganas. Sin embargo, no podía faltar sin avisar con anticipación; debía ser responsable.
Durante las conversaciones con mis compañeros pude olvidar por un momento lo sucedido con Rosa. La señora Tania nos contó que uno de sus hijos había enfermado de gravedad y tuvieron que ingresarlo al hospital debido a una infección estomacal, ya que el día anterior su curso había ido de paseo a una zona costera y comieron todo tipo de mariscos que pudieron haber afectado su digestión. Por suerte le detectaron apendicitis y la operación fue a tiempo, ya que en su familia era costumbre el autodiagnóstico cuando sentían dolor y no acudían a controles oportunos. De no haber sido por la infección estomacal, quizás la historia hubiera sido distinta. La señora Tania dijo que le sirvió de experiencia para tomar en serio ciertos problemas que parecían muy comunes y normales, cuando en realidad podían ser lo contrario.
Aquel día hubo muchas ventas, cosa rara al ser miércoles y no un fin de semana. De todas formas, el flujo de clientes me ayudó a olvidar mis angustias, al menos por esa noche. Tuvimos tantos comensales que terminamos pasadas las tres de la mañana. El tiempo transcurrió rápido y no nos dimos cuenta, pero parecía que la señora Pilar esperaba esa magnitud de órdenes, ya que solicitó asar más pollo de lo habitual. Adicional a ello, compró más carbón, papas y ensaladas.
A la mañana siguiente volví a faltar al colegio debido al cansancio acumulado después de tan extenuante jornada. Mi madre no emitió juicios, pues creía que seguía triste por lo de mi exnovia.
Rato después descubrí que la noche anterior habían celebrado la Fiesta de la Vendimia y, como era costumbre, muchos iban a la Tinguiña. Era una festividad nocturna donde se bebía vino, pisco y un trago exótico llamado cachina, que era similar al vino, pero con textura más contundente. La ciudad de Ica entera salió a festejar y muchos gastaron su dinero en compras, tragos y comida. Sin embargo, eran muy pocos los que conocían la verdadera celebración del 5 de agosto en honor a la santísima Virgen de las Nieves. Comprendí entonces la razón de algunos clientes mareados incluso sin pedir bebestibles. De todas formas, el trabajo exhaustivo no fue en vano. La señora Pilar, muy considerada, nos dio un incentivo por el esfuerzo y las horas extras.
Comí solo ese día. Mi madre había dejado almuerzo listo antes de irse a trabajar. Jéssica y Rubén estaban en la escuela, aunque no faltaba mucho para que regresaran a casa, así que tomé la determinación de salir a dar una vuelta por el parque. Luego de una tarde relajante y en soledad bajo las sombras de árboles frondosos, seguí con mi rutina y volví a prepararme para ir a la pollería. Al encontrarme con Jessi en casa me contó que todos en la escuela hablaban de que Rosa había terminado conmigo, y la verdad era que ya no tenía ni el más mínimo interés en esos tontos rumores.
Esa noche el local no tuvo tanta clientela como la anterior. Lo cierto era que la Fiesta de la Vendimia duraba casi una semana, pero la celebración especial siempre se realizaba el 5 de agosto.
Al día siguiente me levanté temprano porque no podía darme el lujo de faltar tanto tiempo a la escuela. Era mi último año y no quería reprobar el curso, así que me apresuré en salir. Cuando llegué a mi salón me llevé una desagradable sorpresa. Felipe me contó sobre el rumor que me había hecho llegar Jéssica en la tarde del día anterior, pero agregó el horrible detalle de que, supuestamente, había intentado forzarla a tener sexo conmigo y por eso habíamos roto. Esa noticia me cayó como balde de agua fría y le expliqué de inmediato lo que había ocurrido en el centro comercial.
—Te creo —dijo Felipe—, te conozco y sé que no harías algo así, pero los demás no dirán lo mismo.
En el recreo fui a buscar a Rosa para aclarar los malentendidos, pero cuando llegué a su salón, sus amigas junto a otras chicas que con suerte había visto una que otra vez se levantaron para impedirme el paso hacia mi exnovia.
—¡Aléjate, acosador! —gritaron al unísono.
—¡Sabes que eso no es cierto, Rosa! —grité, frustrado—. Aclara esto y deja de mentir.
Salí con los humos por la cabeza. Fui en busca de Jéssica para preguntarle sobre los rumores, pero no sabía los pormenores.
—Escuché de mis amigos que Rosa terminó contigo, pero no contaron más.
No había razón de que siguiera con el mismo tema, pero muchos comenzaron a verme en forma extraña. Algunas chicas al observarme se alejaban y trataban de evitarme. Pronto llegó Jhordi y me preguntó si era cierto lo que decían a mis espaldas.
—¡Por supuesto que no! Terminamos porque la encontré besando a otro muchacho que tampoco sabía de mi existencia. Nos engañó a los dos y ahora está tratando de salirse con la suya escondiendo la verdad.
Pareció dudar de la veracidad de mis palabras a juzgar por la mirada incrédula que me entregó al conocer mi versión de los hechos.
—¿Estás seguro de eso?
Obviamente me enfadé con él. Lo empujé con cierto enojo y le pedí “con amabilidad” que se fuera al demonio. Regresé al salón de clases poco antes de que el recreo terminara y pasé el resto del día ensimismado.
Al salir de la escuela, Felipe quiso acompañarme a casa y de paso seguir hablando de lo que había ocurrido en el centro comercial. Nos juntamos con Jéssica y les pedí que no le dijeran sobre el asunto de la escuela a mi mamá para evitar más problemas.
—Será mejor que lo resuelvas cuanto antes, si no le diré a mamá —acusó mi hermana con rostro decidido.
Si había razones para admirarla era debido a su carácter temperamental y su capacidad de tomar el toro por las astas. Tal vez su actitud se debía a los juegos infantiles, rodeada de hombres bruscos, como en el fútbol y las peleas de puños. Esa infancia alejada de los estereotipos pudo haberla forjado ruda. Bueno, el asunto estaba en que debía buscar una manera de solucionar el problema en el que Rosa me había metido y evitar que me acusaran.
Pasaron los días y los rumores crecieron como espuma. En algún punto lograron salir de la escuela, pues en el trabajo la señora Pilar me preguntó sobre lo que comentaban los estudiantes. Sus hijos cursaban grado en la misma escuela, pero durante el segundo turno, razón que despertó mi sorpresa. Otra jornada sabía de semejante mentira y lo peor de todo es que ya me conocían. Era como si mi retrato estuviera en un cartel en la pared con la leyenda “se busca”.
—Ningún rumor sobre mi relación es cierto, señora Pilar. Le ruego no creer en lo que dicen los demás.
Me miró con cierta confusión, pues no parecía del todo convencida.
—Margarita, ¿puedes encargarte de las tareas de Diego un momento? Necesito conversar con él.
Nos sentamos lejos de los clientes y los demás trabajadores. Puso una de sus manos en mi hombro y me miró con los ojos cálidos, pero severos, de una madre.
—Tendrás que contarme todo para que pueda creerte.
No tuve más opción, así que le conté parte por parte, desde la celebración del cumpleaños de Rubén —razón por la que había pedido el día libre, en primer lugar—, hasta la pelea a golpes que tuve con el tipo.
—Cuando regresé a la escuela, dos días después del incidente, habían esparcido el rumor por todas las secciones.
—¿Ya iniciaste tu vida sexual?
Lo directa que fue provocó que me avergonzara.
—No… y le juro que, si la llego a iniciar, no será obligando a alguien a estar conmigo.
Tuve la impresión de que me despediría, pero después de un rato de conversación, me creyó, así que seguí trabajando con normalidad el resto de la semana.
El sábado salí de fiesta con mis amigos. El enojo con Jhordi se me pasó rápido, pues como cualquiera que hubiese escuchado el rumor, solo lo creyó sin pensar. Además, si yo no estuviera involucrado en el asunto, probablemente igual lo hubiera creído. Fuimos a la misma discoteca donde iba con Rosa. El guardia ya me conocía, así que no tuvo inconvenientes en dejarme pasar sin mostrar la credencial. De los tres, yo era el único que ganaba dinero, así que era de esperar que me tocase cubrir los gastos, pero no tenía problemas con eso. Después de estar dándolo todo por una chica que no había sabido valorar mi cariño, era tiempo de divertirme con mis verdaderos amigos. Aunque, como solía pasar con frecuencia en esa época, me llevé una gran sorpresa. Bueno, en realidad dos.
Me encontré con el tipo que andaba con mi exnovia en el centro comercial. Parecía que también había asistido a la discoteca con sus compinches. Decidí ignorarlo justo después de señalarles a Jhordi y Felipe que él era el amante de Rosa y con quien me había agarrado a golpes. Luego de alrededor de una hora en la fiesta sin conseguir chicas para bailar, fui a comprar dos cervezas más. El sujeto se acercó al reconocerme y lo primero que pensé fue que tenía intenciones de golpearme. No fue así. Lo supe cuando puso su brazo sobre mis hombros como si fuéramos buenos amigos.
—Espero que me disculpes. No tengo problemas contra ti, yo también fui engañado —me susurró cerca del oído con ese característico registro que emplean los borrachos al hablar.
—Olvídalo, no tiene caso seguir con ese tema.
—Llámame Anthony. —Sonrió como si todo estuviera arreglado.
—Soy Diego —respondí algo incómodo.
En ese momento, llegaron Felipe y Jhordi creyendo que el tipo buscaba pelea. Intentaron separarnos, pero les indiqué que todo estaba bien. Luego nos fuimos a una mesa aparte con las cervezas y comenzamos a beber. Pasó poco tiempo antes de que Anthony volviera junto a sus tres amigos a poner más cervezas para aligerar la noche. Al parecer ellos no sabían del suceso, ya que todos compartíamos como si fuéramos panas de toda la vida. Lo tomé con calma, porque no me interesaba revivir el pasado. Luego de una divertida hora entre risas y anécdotas, llegaron Rosa y sus amigas. Quedé sorprendido al verla del brazo de otro tipo, así como también Dina y Thalía venían acompañadas de los que parecían ser amigos del sujeto más grande. Se veían bastante mayores, como de veinticinco años o más.
Al principio Rosa no pareció percatarse de que estábamos allí. Estuvo besando a su nueva conquista por un buen rato, hasta que Anthony los vio. Estaba bastante enojado y sus amigos trataron de calmarlo, pero pronto se desató una riña. Fue a enfrentar a la nueva conquista de Rosa, pues estaba muy ebrio y, por un descuido de sus amigos, se escapó. Apenas capté que golpeaban a Anthony, decidí entrar a la pelea. Por absurdo que sonara, entré a defender al tipo que había estado con mi novia todo ese tiempo a escondidas. Felipe y Jhordi se metieron al percatarse de que el adulto joven tenía el respaldo de sus dos amigos. En un segundo parpadeo se metieron los camaradas de Anthony al ver que la pelea también lo involucraba. Fuimos siete contra tres y logramos ganar la contienda, pero los guardias tuvieron que sacarnos de la discoteca. Salí muy contento al lograr desahogar mi ira y partir victorioso del ring.
Anthony estaba muy borracho, así que sus acompañantes se lo llevaron a su casa. Nos despedimos como si fuésemos íntimos de mucho tiempo. Nosotros tres tomamos el taxi de regreso a casa. Era la primera vez que Jhordi y Felipe entraban a una discoteca y fue su primera pelea también. Sin embargo, algo de rabia seguía burbujeando en mí, pues había confirmado que Rosa era de esas personas que se aprovechan de los demás. Me propuse olvidarla para siempre, aunque el rumor hacía las cosas difíciles, sobre todo cuando comenzó a perjudicarme fuera de la escuela.