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Ocho

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—Cuéntenos, Haydée, cuándo fue que usted comenzó a sentir un poco de distancia con su hija. Se sabe que llegado el momento los hijos crean sus propios espacios, pero ¿qué fue lo patológico en su comportamiento?

—No sé… muchas cosas. No quiero decirlas porque no me gustaría que sonaran como reproches.

—Dígalas, por favor, Haydée.

—Hace muchos años, cuando ella comenzó a ir a la escuela, más o menos, solía coleccionar estampitas. Yo se las conseguía en la parroquia o se las pedía a las hermanas que venían cada tanto. Tenía una colección grande, con casi todas las santas, y las guardaba en una caja. Un día, mientras yo limpiaba los pisos de la parroquia, las encontré rotas dentro de uno de los jarrones del Santísimo. Entonces se las pegué con cinta adhesiva y sin decir una sola palabra se las regresé al cajón de su mesa de luz, donde las guardaba.

—¿Ella reaccionó de alguna manera especial ante su gesto?

—Sí. Las volvió a romper y nuevamente las encontré en el jarrón.

Miss Tacuarembó

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