Читать книгу Miss Tacuarembó - Dani Umpi - Страница 5
Tres
ОглавлениеTú has venido a la orilla
no has buscado a sabios ni a ricos
tan sólo quieres que yo te siga
Señor
me has mirado a los ojos
sonriendo has dicho mi nombre
en la arena he dejado mi barca
junto a Ti buscaré otro mar
Abrí los ojos y le agradecí casi sin lágrimas. Cristo me sonrió dulcemente y me dejó ir. Prometí hacerle un acto de bien para retribuir su amor y me ofrecí voluntariamente a ayudar a mi madre en la feria de postres de la parroquia.
El salón parroquial estaba hecho un desastre. Mi madre había llevado una escoba porque la de la parroquia siempre la robaban las chicas que estudiaban dactilografía, unas alocadas. Yo estaba acostumbrada a lidiar con el polvo y la mugre de los pisos de mi casa, pero aquello era demasiado y mis medias nuevas eran demasiado blancas. Todo era demasiado. Bajo el polvo, el piso relucía como recién encerado y mi madre le desnudó el brillo con sólo pasarle un trapo húmedo luego de un par de barridas. Yo sabía barrer, no era como esas gemelas pálidas y de trenzas duras, hijas de la catequista amiga de mi madre. Yo era mucho más despierta, mucho más simpática y mucho más inteligente que esos dos merengues. Yo era muy activa, sobre todo en mi casa y en sitios como la parroquia. Yo también sabía cómo sacar brillo con un manotazo húmedo.
Guardamos las sillas que sobraban en la piecita del fondo y colocamos dos manteles nuestros sobre un par de caballetes con una tabla torcida. Lo hicimos solas y mis medias no se ensuciaron tanto. Cuando todo quedó como mi madre había pensado, nos sentamos frente a la mesa vacía, rodeadas de olor a lavandina y cuadros de santos lánguidos. Me di cuenta de que sentía una especie de alivio latiendo acompasadamente en mi pecho. Mi madre intentó no mostrarse emocionada ante mi acto de amor, pero lloró.
—Gracias —dijo de corazón.
No le respondí. No tenía nada que agradecerme. No lo hice por ella. No lo hice por la feria de postres. No lo hice por la parroquia. No lo hice por Dios. Lo hice por mi televisor resplandeciente y por mi Cristo risueño clavado en una cruz, siempre dispuesto a concederme deseos.