Читать книгу Estás para más - Daniela De Lucía - Страница 21
La vida es perfectamente imperfecta
ОглавлениеUna de las peores y más peligrosas trampas de la autoestima de cotillón es querer lograr la perfección. Para la autoestima de cotillón, nada es suficiente. Y como todo se lo toma personal, termina convenciéndonos de que no somos suficiente. Ahí comienza una bola de nieve que va creciendo entre exigencia, estrés, ansiedad y poca confianza en nosotros mismos. De más está decir que los resultados son pésimos y nos frustramos por no lograr lo que queremos, lo que agrava aún más la situación. Tal como decíamos hace unas páginas, la autoestima de cotillón se alimenta de lo externo y, si no lo logra, se amarga cayendo en el rulo loco: del enojo a la tristeza y de la tristeza al enojo.
El otro engaño de la perfección y la autoestima de cotillón es el caso de aquellas personas que, porque algo les sale bien o tienen una buena racha, se creen perfectas. Esa actitud de haber llegado a la cima y sentir que tocan el cielo con las manos no es amor propio, es solo un subidón de estímulo externo que tiene ese efecto por un rato. Como cuando un niño se come una bolsa llena de caramelos: al pasar ese shock energético y de energía exacerbada, llega el fastidio y el cansancio. El error que cometen las víctimas del “me creo mil por un rato” es desvalorizar todo a su alrededor sin darse cuenta de que todavía tienen mucho que aprender o crecer. La soberbia y la falta de humildad son características típicas de la autoestima de cotillón. En este caso tampoco faltan las selfies y el mostrar todo lo “bueno” de su vida a los demás. Pero esa perfección es insostenible a largo plazo, lo que lleva a estancarse o desmotivarse cuando el estímulo externo del logro no se materializa.
A medida que vamos creciendo, aprendemos los estándares de la “perfección” de nuestras familias, amigos, medios de comunicación y hoy más que nunca de las redes sociales. El cuerpo perfecto, el trabajo perfecto, la vida perfecta. Cuantas más dudas tengamos con respecto a nosotros mismos, esos mensajes de “perfección” calarán más hondo en nuestro ser, llegando al punto de querer ser otra persona para los estándares que nos imponen los demás.
Querer ser perfectos para los otros es una total falta de respeto para la persona que somos. Una de las dimensiones de la autoestima es el autorrespeto. Criticar tu cuerpo es faltarte el respeto, criticar tus decisiones es faltarte el respeto, criticar tu personalidad es faltarte el respeto. Y cuando hablo de crítica no me refiero a la mirada constructiva que podemos tener sobre nosotros mismos para aprender y hacer las cosas mejor en el futuro, me refiero al látigo mental y los insultos injustificados que nos lanzamos como dardos sin ningún tipo de piedad.
Cuando llegamos a cierto nivel de conciencia y amor propio, somos capaces de identificar personas tóxicas, esas que nos critican, que nos incomodan con comentarios negativos o que nos hacen sentir que “nunca es suficiente”. Pero el amor propio no termina en identificar la toxicidad de los demás, sino en empezar a mirar hacia adentro para identificar nuestras propias conductas tóxicas. Tenemos la capacidad de convertirnos en nuestros peores enemigos y poseemos mucha más fuerza y poder destructivo que aquellas personas tóxicas que tanto evitamos.
Lo que nos decimos a nosotros mismos en privado determina la calidad de nuestros resultados en público. #sorrynotsorry. Necesitamos convertirnos en nuestros aliados para potenciar los resultados positivos. Porque quien se ama a sí mismo va a lograr buenos resultados, y quien no se ame es muy probable que siempre sienta que le faltan “cinco para el peso”. Esto funciona así: si no te crees suficiente, no podrás alcanzar resultados que sean suficientes (y tal vez lo sean para el resto del mundo, pero no para ti).
¿Qué frase te dices al equivocarte? ¿Qué te dices cuando quieres empezar algo nuevo y no te animas? Si, luego de reflexionar en este punto, tomas consciencia de que te has estado diciendo algo destructivo, la buena noticia es que estás a tiempo de cambiarlo. No te pido que veas tu vida en “color de rosa”, pero sí que agradezcas lo bueno que tienes y vives a diario, y sobre todo, que eres. Porque ya eres perfecto a tu manera.