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Capítulo 4

Oseres y Toter

Oseres es el dios del fuego negro. Para los nimrod es el sostenedor del equilibrio y creador de la existencia.

Toter es el señor del conocimiento y la clarividencia oculta.

Oseres y Toter cruzaron el río Hidekel y se establecieron al otro lado de lo que los topógrafos llaman “El Ombligo”. Había allí un pueblo llamado Polcura, donde vivían draker pacíficos. Era gente que labraba la tierra y cuidaban de los animales y las bestias del campo. A diferencia de los draker que habían atacado a Ogtus y a Kebos en Askal, los draker de Polcura acostumbraban ser muy amigables con los forasteros extranjeros, les gustaba la comunión con el entorno natural y la meditación. Por ende recibieron y acogieron a Oseres y a Toter sin mayores reparos.

Oseres y Toter, a diferencia de Ogtus y Kebos, no eran violentos, pero compartían su ambición por el poder y por la diligencia de agradar a sus dioses.

Ambos daraflame estuvieron muchos días en Polcura y aprendieron el poder ixin, el cual profesaban e investigaban los draker de Polcura que servía tanto para el combate como para sanar, pero Oseres se sentía insatisfecho con este poder y transcribía sus frustraciones en un libro. Toter lo contenía diciéndole que pronto encontrarían la razón por la cual habían llegado hasta los draker de Polcura, porque sabían que la Presencia Oscura les había enviado ahí por una razón.

Aprendieron mucho del poder ixin, pero ambos preferían usar el poder del fuego negro para entrenarse, que era un fulgor frío de las tinieblas. Pero el sifu de Polcura, un líder de la aldea, les rogó que por favor no ocuparan ese poder tenebroso cuando estuvieran presentes otros drakers, puesto que perturbaba la paz de la aldea. Los drakers, aunque eran muy respetuosos de otras creencias, no querían conocer este poder oscuro. Oseres, no queriendo contrariarlos, obedeció.

Sin embargo, la inquietud respecto a lo que vivía parecía devorarle el alma cada vez más al daraflame. Entonces, una noche, Oseres despertó debido a que el colgante de rocanagra que le había dado Presencia Oscura parecía tirarle del cuello, levitando, como si quisiera llevarle hacia algún lugar específico. Se levantó de la cama, se vistió y se alejó de Polcura. Toter, viendo que su compañero se había levantado en mitad de la noche, también se levantó y comenzó a seguirle.

Toter usaba el colgante encima de un brazalete de cuero de mozono (oso muy violento que habita en las Montañas Tenebrosas) en el antebrazo derecho, muy cerca de su hombro. Entonces Oseres le dijo al verle:

—Pon tus dedos sobre el colgante de rocanagra.

Y Toter así lo hizo. Al instante una flama fría se posó en la palma de su mano abierta. Era fuego negro. Toter lanzó la flama hacia adelante. Esta dio dos vueltas en el aire, alrededor de ellos, dibujando círculos y luego salió disparada hacia los roqueríos.

—¡Sigámosle! —dijo Oseres.

El fuego negro los guió hasta quedar frente a una gruta. La flama negra ingresó a la caverna primero, luego los dos daraflame. El fuego los hacía introducirse cada vez más en la oscuridad, llevándolos a un punto donde ya no podían ver nada, pero entonces sus ojos se encendieron en un rojo ardiente y lograban ver en la oscuridad como si estuvieran a plena luz del día.

Entonces la llama de fuego se detuvo en una gruta cavernosa. Era un lugar abierto, que desde arriba formaba un gran triángulo. Al momento, una figura sombría se apareció ante Oseres, junto con seis espíritus más y le hablaron diciendo:

—Nosotros, espíritus de antaño, creamos el mundo y tu existencia

—afirmó uno de los espíritus —tu corazón no entrará en el reposo, hasta que comprendas tu génesis.

—¿Quién eres tú? —preguntó Oseres.

—Yo soy Oseres, sostenedor del equilibrio y creador de la existencia.

Oseres se perturbó en sobremanera al escucharle:

—No… no es posible, ese nombre lo he inventado yo, luego de que la muerte me diera el…

—¿El colgante de rocanagra? —le interrumpió el espíritu.

—¿Cómo sabes eso? —dijo Oseres, aterrado.

—No has inventado nada, mortal. El poder de la gema de rocanagra ha traído los pensamientos a tu mente y te ha revelado mi nombre. Has sido escogido para que vuelva a reencarnar en el mundo visible, pero aún no puedo usar tu cuerpo —afirmó el espíritu.

—¿Por qué no? —quiso saber Oseres.

—Tu poder es limitado e inferior. Tus ideas infantiles de la existencia, el mundo, la vida y la muerte mortifican tu carne —contestó el espíritu.

—¿Qué puedo hacer yo para que puedas liberarme de estas cosas? —le dijo Oseres en un tono suplicante.

—Sé un verdadero hijo del fuego negro, mata a los draker de Polcura y con su sangre, ofréceme sacrificios en esta gruta que hemos preparado para beber la sangre, entonces el fuego negro se apoderará de ti y mi poder será completamente tuyo —dijo el espíritu, flotando alrededor de Oseres.

—¿Cómo he de darte la sangre de todos ellos? Pues poderosos son los drakers, aunque pacíficos, usan el poder del ixin. No podremos vencerles a todos —dijo Oseres.

—Ya te han sido otorgados algunos de mis poderes, Oseres. Úsalos y completarás tu poder y el triángulo de sangre —contestó el espíritu.

Entonces otro espíritu habló con Toter y le dijo:

—Yo soy el señor del conocimiento y la clarividencia oculta. Ayuda, pues, a Oseres a traer la sangre de los draker de Polcura y mi poder se completará en ti, porque también te fue otorgada una gema de rocanagra —dijo el espíritu.

Entonces Toter, que impresionado contemplaba a los espíritus moverse por todas partes dentro de la gruta, se arrodilló delante de ellos y dijo:

—Más al Oeste, mi señor, están las tribus libres de los sáfiels ¿es posible tomar la sangre de ellos en vez de los…?

Pero Toter no terminó lo que decía y el espíritu con el que hablaba le interrumpió diciendo:

—¡La sangre sáfiel no nos sirve! ¡Debe ser tomada de un draker o un entederi!

Oseres y Toter intercambiaron miradas preocupantes, ya que solo ellos conocían sus orígenes antes de conocer a la Presencia Oscura.

Y los espíritus les mostraron una cuenca en la se había secado un lago subterráneo; la flama negra, que les había guiado hasta allí, estaba en el interior, dibujando círculos.

—¡Sed! ¡Tenemos sed! Dennos de beber la sangre de los draker de Polcura y nosotros les daremos nuestro poder completo, el cual se perfeccionará en sus carnes —susurraron todos los espíritus, haciendo que la gruta temblara.

El fuego negro rodeó a los dos daraflames y un frío les entumeció hasta los huesos. Sus colgantes de rocanagra despedían rayos negros, como si fuesen a explotar desde su interior.

Regresaron a Polcura, avanzada ya la noche. Los ojos de Oseres y Toter destellaban un color rojo maligno, parecían absortos de sí mismos. El poder que anhelaban para convertirse en dioses los había consumido por completo.

Entonces uno de los agricultores draker se les acercó, extrañado de verlos a esas horas de la noche en pie, pero Toter no lo dejó siquiera hablar. Utilizando un cuchillo que le entregó uno de los espíritus de la caverna, le cortó la garganta de un rápido movimiento. El granjero cayó con la garganta abierta aferrándose a las piernas de Oseres, como si le pidiera ayuda, mientras se ahogaba en su propia sangre. Pero el daraflame se limitó a ver cómo moría lentamente, como si disfrutara de ello.

Oseres durmió a los centinelas de la guardia nocturna y Toter les cortó la garganta. Y comenzaron a avanzar sigilosamente por varias casas y Oseres los hacía entrar en un sueño de muerte y Toter los degollaba, liberando la sangre que anhelaban beber los espíritus de la caverna. Y ponía Toter debajo de donde se derramaba la sangre un portal dimensional muy diminuto que conectaba hacia la grieta donde los espíritus se les habían presentado y la sangre de los que mataban caía en los portales y era llevada hacia la gruta.

Entonces el sifu de los draker sintió que los suyos estaban siendo asesinados en sigilo. Él, junto a otros siete, se enfurecieron y se transformaron en enormes dragones, pero a diferencia de los drakers comunes que Oseres y Toter habían visto, estos no destruían todo a su paso, ni tampoco eran bestias torpes sin control, sino que sin destruir ningún edificio de la aldea, los dragones tomaron con sus garras a Toter y Oseres y los arrojaron a los campos exteriores, lejos del pueblo y allí, los rodearon.

Oseres intentaba paralizarlos y dormirlos con sus brujerías, pero los drakers, transformados en dragones, eran inmunes a sus poderes. Entonces el sifu, con una voz escalofriante y monstruosa dijo:

—¿Qué mal domina sus mentes para que lleven a cabo esta atrocidad, extranjeros?

Oseres con sus ropas salpicadas en sangre de draker, respondió, aún con ese maligno fulgor rojo en sus ojos:

—Oseres, sustentador del equilibrio y creador de la existencia, demanda beber de vuestra sangre ¡Ríndanse ante él! —exclamó Oseres con seguridad.

—¿Y por qué no mejor derramas tu propia sangre para tu dios? ¡Te dimos asilo, comida y te enseñamos nuestra cultura! ¿Y así nos pagas? ¡Matándonos en el silencio de la noche! ¡Como un cobarde! ¡Nosotros no conocemos a tu dios sanguinario, no le servimos, ni le seguiremos! —respondió el sifu.

—¡Precisamente por eso debes morir! —respondió Toter.

Entonces los draker se enfurecieron y rugieron, abalanzándose contra ellos, e hirieron a Toter en las piernas, en el pecho y en la espalda; era tal el dolor de los zarpazos de los dragones, que Toter se revolcaba en la hierba, mientras gritaba desesperado, arrancándose él mismo el pelo de la cabeza y pedazos de carne de su cuerpo con las uñas.

Lo mismo quisieron hacer con Oseres, pero este, invocando los poderes oscuros aumentó su tamaño y forma, rodeándose de fuego negro, se transformó en un gigante con gruesos brazos y piernas de fuego negro, su rostro solo tenía dos ojos que ardían en un fulgor rojo.

Y los draker intentaban hacerle daño con sus garras y colas, hasta trataron de devorarlo con sus hocicos, pero todo fue en vano. Comenzaron a escupir contra él fuego de sus vientres, pero ¿qué fuego podría hacer daño al fulgor oscuro?

Oseres avanzó hacia ellos, haciendo retumbar sus pasos en el campo abierto, la tierra se partía por donde pisaba. Tomó uno de los dragones que le acechaban y resistiéndolo con las manos, le arrancó la cabeza provocando un sonido desgarrador.

Los otros dragones, al ver lo que había hecho, se enfurecieron aún más y se lanzaron contra él, pero el poder del daraflame era tal que pudo resistirlos a todos, estirando sus cuellos hasta arrancárselos del cuerpo.

Entonces Oseres vio a Toter herido y de su mano le lanzó una descarga de fuego negro. El cuerpo de Toter comenzó a convulsionar y la misma transformación que había sufrido Oseres previamente, ahora le estaba ocurriendo a Toter. Se puso de pie, convertido en un gigante de fuego negro, idéntico al que ahora era Oseres. Los dragones volvieron a atacarle, mas él tomándoles, les arrancaba las alas, la cabeza, les metía las manos en el vientre y les arrancaba las vísceras sin piedad alguna.

Todos los dragones cayeron ante el terrible poder de ambos daraflame. Antes de acabar con el derrotado sifu, al cual Oseres le había arrancado las alas, dejando los huesos y los cartílagos al aire, le tomó del cuello, levantándole, quemando sus escamas con el fuego negro de sus manos. El sifu de Polcura gritó de dolor al sentir el frío y doloroso fulgor y con un hilo de voz le dijo a Oseres:

—¿Qué te hicimos, forastero, para merecer este mal que nos has hecho? —quiso saber el sifu sabiendo que su destino final estaba cerca.

Oseres le miró con desprecio durante un momento, antes de responder. Podía ver cómo bajo la herida carne del dragón, sus pulmones hacían los últimos esfuerzos por respirar:

—Existir. Eso es lo que has hecho —contestó Oseres con una voz titánica. Pero el sifu no entendió lo que dijo, pues Oseres le había hablado en lengua tenebrae. Dicho esto, le arrancó la cabeza en ese mismo momento y tiró el cuerpo muerto sobre la hierba como si fuese basura.

Sin perder su transformación, los daraflame regresaron a la aldea de Polcura e invocaron un gran portal encima de la aldea y todos en Polcura ya habían despertado y lloraban a sus muertos y se enfurecían con el mal que les habían hecho los daraflame. Ya todos sabían que esos gigantes de fuego negro eran los extranjeros a los que habían ayudado.

Una vez más, varios draker intentaron atacar a Oseres y a Toter, pero ni aun transformándose en dragones, lograron siquiera tocarlos, pues Oseres levantó ambos brazos y con una fuerza maligna comenzó a extraer la sangre de todos los draker en Polcura, la cual salía de ellos por sus ojos, nariz y boca; incluso de los que no habían muerto aún. Las grandes cantidades de sangre se elevaban hasta un portal inmenso que Toter había abierto en el cielo, el cual desembocaba en la gruta donde los espíritus antiguos les habían hablado.

Y gritaban los draker al sentir que su sangre era drenada de una forma tan espantosa y caían hechos huesos y carne suelta. Ni una gota de sangre quedó dentro de ellos.

Sin embargo, hubo una familia que pudo huir aquella noche de muerte en Polcura y aunque los daraflame intentaron matarlos, ni Toter ni Oseres pudieron hacerles daño alguno, pues un poder superior al de ellos les protegía. Era la familia Nix-Hui de los draker de Polcura, los únicos que lograron escapar de la muerte aquella noche.

Quedó Polcura en silencio después de lo ocurrido. Los gritos cesaron, el movimiento y el ajetreo que había desatado la muerte, ahora se había reducido a cadáveres de dragones muertos por todas partes, junto a cuerpos de niños, hombres, mujeres y ancianos, esparcidos por toda la aldea.

Oseres y Toter volvieron a su apariencia normal, pero a pesar de su transformación, las heridas de Toter no se habían sanado, por lo que Oseres tuvo que cargarle de vuelta a la gruta.

Una vez allí, vieron cómo los espíritus antiguos se agitaban inquietos sobre la superficie de la laguna de sangre que habían llenado los daraflame para ellos. Al llegar, llevando encima solo los colgantes de rocanagra, Oseres y Toter se arrodillaron ante los espíritus:

—Hemos hecho vuestra voluntad, ahora cumplan lo que han dicho, completen su poder en nosotros —dijo Oseres.

—¡Sí! —susurró la voz tenebrosa desde lo profundo de la gruta —Vengan y naden en la sangre que han derramado, beban, porque la hemos embrujado con nuestro poder ¡Este será vuestro bautismo! —dijo la voz tenebrosa.

Entonces Oseres arrojó a Toter dentro de la laguna de sangre para posteriormente sumergirse él mismo. Al hacerlo, comenzó a tener visiones de los espiritus antiguos de las tinieblas, formando Ádama y todo lo que en ella había. Oseres veía pasar todo esto frente a sus ojos y sintió que un gran poder tomaba control de todo su cuerpo, entonces aún sumergido en la sangre, escuchó:

—¡Aún hay más sangre que debes traerme, Oseres, hijo de las tinieblas!

—¡Haré todo lo que me ordenes! —respondió Oseres, nadando en la profundidad del lago de sangre.

—Tráeme la sangre de los hijos de Ivi, la entederi, porque su legado planea traer a un rey de gloria que no podremos destruir ni con todos nuestros poderes combinados… y debemos devorarlo, antes que salga del vientre…

Entonces Oseres abrió los ojos y vio al espíritu con el que hablaba frente a él, cara a cara, casi encima de su rostro, sus manos amorfas, con dedos alargados le acariciaban el rostro, sus ojos rojos y perversos estaban sobre los suyos. Entonces el espíritu siguió hablándole:

—Tráeme sangre entederi… dame a beber la sangre de los hijos de Ivi… y nuestro poder podrá reinar por siempre en toda Ádama…—agregó el espíritu.

Oseres sonrió complacido, pensó que si ya había matado a toda una aldea de drakers, utilizando solo una muestra del poder oscuro, ahora que sus poderes habían sido completados ¿por qué no podría también acabar con todos los entederi?

Entonces la sombra le besó en la boca y de esta forma se apoderó de su cuerpo totalmente.

Y la muerte fue complacida.

El Dogok y las guerras Noxxis

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