Читать книгу El Dogok y las guerras Noxxis - Danilo Járlaz - Страница 17
ОглавлениеCapítulo 6
Radabat y Kashimir
Radabat es el dios de la fuerza, la sobrevivencia y la astucia.
Kashimir es el dios de las bestias tenebrosas y las maldiciones.
Los ojos de Radabat veían de lejos la destrucción que provocaba la gran fuerza de Kebos con su Maza de Acadio, mientras con la boca arrancaba a mordiscos un pedazo de carne de mozono, el terrible oso que habita en las Montañas Tenebrosas.
—Por eso ese hijo de perra quería saber de nuestros poderes —dijo Kashimir, observando la hecatombe lejana que ocurría a lo lejos, estando a poca distancia de donde se encontraba su compañero, Radabat. Ambos comían la carne del mozono con la mano.
—No son nuestros estos poderes, Kashimir, sino de los saráfiels oscuros del pasado —respondió Radabat, tragando un pedazo de carne.
—¿Por qué están destruyendo las montañas? —preguntó Kashimir.
—Mandato de la Presencia Oscura deben estar cumpliendo —respondió Radabat, tirando el hueso que mordía ya sin carne. Se puso de pie y se volteó camino montaña abajo. Kashimir vio cómo se alejaba.
Se encontraban en lo alto de un desfiladero, desde donde se podía ver a lo lejos una modesta aldea.
—¿Te vas, Radabat? Aún no hemos comido toda la carne de mozono—dijo Kashimir.
—Deja comida para las aves de rapiña, donde vamos no te faltará carne qué comer —respondió Radabat. Kashimir dejó entonces lo que comía y le siguió. Al instante, las carnaurias, buitres negros de tres ojos bajaron sobre la carne que Kashimir había dejado sin comer.
La lluvia se desató sobre las Montañas Tenebrosas, mientras caminaban a la aldea que habían divisado. Dos días estuvieron avanzando hacia dicha aldea, sin probar bocado alguno. No durmieron para para no retrasar su viaje. Por esto, Kashimir estaba de muy mal humor, a diferencia de Radabat que era más paciente y no hablaba palabra alguna para salvaguardar fuerzas.
Y encontraron de camino a varios aldeanos que buscaban extraer los minerales nimrod para comerciar y vender. Desataron sobre ellos sus poderes y les dieron muerte a todos. Kashimir al hacerlo, sintió que su humor mejoró. Sin embargo, Radabat a pesar de haber matado sin misericordia, tenía un peso en el alma cada vez mayor.
Se refugiaron de la lluvia en una cueva gigantesca. Radabat tomó dos rocas enormes e impactándolas entre sí, formó una fogata y alimentó su fulgor con una sustancia negra y volátil que salía de la palma de su mano: un poder que le había otorgado el colgante de rocanagra dado por la Presencia Oscura. Rápidamente el fuego se tornó oscuro y no desprendía calor, sino que un frío insaciable parecía devorar toda la poca calidez que había dentro de la cueva.
—¿Qué es lo que haces?—dijo Kashimir molesto.
—¡Shhh! —le ordenó callar Radabat, poniendo el dedo índice de su mano sobre la boca, sin sacar los ojos del fuego.
Radabat…
Comenzó a decir una voz siniestra desde el fuego, Kashimir se asustó de inmediato y se precipitó, pero Radabat le contuvo:
—No te muevas —dijo a su compañero, mirándole muy serio.
Radabat…
Volvió a llamar la voz espectral. Kashimir sintió miedo.
—Te… te están llamando a ti… —dijo Kashimir con un hilo de voz, como si él no tuviera nada que ver con el asunto, entonces Radabat negó con la cabeza muy despacio, al instante, desde la flama oscura se escuchó la misma voz, pero esta vez diciendo:
Kashimir… Kashimir…
Insistía la tenebrosa llamada, Kashimir sacó la vista de los ojos de Radabat y miró durante un instante la fogata de fuego negro, luego volvió a mirar a Radabat, pero en sus ojos ya no estaban sus pupilas, sino que la misma flama negra ahora estaba dentro de los ojos de su compañero.
Kashimir retrocedió asustado y vio caer a Radabat en un éxtasis y convulsionar en el suelo.
—¿Qué demonios sucede? ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué es lo que quieren? ¡Qué es lo que quieren! —gritaba Kashimir, mientras Radabat se retorcía en el suelo, hablando cosas ininteligibles en lengua tenebrae, con la mirada perdida, los ojos negros y tirando espuma por la boca. Entonces la flama negra se agitó con violencia y metiéndose dentro de Kashimir por los ojos y la boca, lo hizo caer al suelo en el mismo estado que Radabat.
Radabat y Kashimir vieron lenguas de fuego negro a su alrededor y salieron de la dimensión en la que estaban. Todo daba vueltas en una espiral interminable y desconocida, jamás antes habían experimentado semejante sensación. Resplandores se encendían y apagaban intermitentes mientras el fuego negro que los rodeaba rugía como un monstruo malhumorado.
Agua oscura.
Radabat vio el reflejo de un agua negra que era agitada suavemente por una mano muy huesuda… y podrida.
El agua se agitaba a medida que la mano de la Presencia Oscura la acariciaba. Vio a continuación ocho espíritus que susurraban secretos entre sí. Entonces, dos de ellos se apartaron del resto, uno comenzó en el aire a diseñar con una extraña y espesa sustancia negra la forma de lo que al parecer eran ocho bestias.
Y la Presencia Oscura habló al que diseñaba y le dijo:
—Radabat, haz estandartes a mis hijos, los daraflame —y los siete espíritus reverenciaron a la Presencia Oscura y posteriormente a Radabat.
—No somos tus hijos —respondió Radabat con molestia.
La Presencia Oscura se limitó a mirarlo a los ojos a través de su escalofriante máscara, entonces puso uno de sus puntiagudos y podridos dedos sobre la boca de Radabat y le dijo:
—¡Shh! Solo haz lo que te ordeno —susurró la Presencia Oscura.
Radabat se puso frente al primer espíritu y con la sustancia negra que le salía de la mano iba a dibujar algo, pero entonces…
—Mi nombre es Ogtus, dios supremo de la muerte —le dijo el primer espíritu —no hay un regalo que puedas ofrecerme —añadió el espíritu. Radabat miró a la Presencia Oscura quien le dio a entender que no debía insistir.
Ogtus reverenció a Radabat.
La muerte fue complacida.
Fue Radabat entonces hasta el segundo espíritu y puso frente a él, con su sustancia negra, un monstruo de cuatro brazos y dos patas, con una puntiaguda cola, espinas azules y negras le salían por todas partes, su boca no se veía debido a las espinas en su rostro, tenía dos ojos agudos y saltones que desprendían desde su interior un vapor color azul oscuro.
—¿Cuál es tu nombre, espíritu de las tinieblas?—preguntó Radabat.
—Mi nombre es Kebos, señor de la venganza y el poder —contestó.
—Recibe el áncora, el espectro de espinas venenosas que dejará sordos a tus enemigos con su chillido, el veneno en su cola y en sus púas no tiene antídoto alguno —le dijo Radabat.
Kebos reverenció a Radabat.
La muerte volvió a ser complacida.
Fue Radabat hasta el tercer espíritu y puso frente a él un enorme pulpo de cuatro ojos con cuatro tentáculos largos y otros cuatro tentáculos más cortos, el monstruo giraba lentamente sobre sí mismo y parecía como si fuera dos bestias iguales fundidas por la cabeza en un solo cuerpo.
—¿Cuál es tu nombre, espíritu de las tinieblas? —preguntó Radabat.
—Mi nombre es Oseres, sostenedor del equilibrio y creador de la existencia —contestó.
—Recibe el ulmo, un pulpo anfibio, de su boca crea ilimitados tentáculos para que tus enemigos jamás escapen y al mismo tiempo consigas todo lo que tu corazón anhela —le dijo Radabat.
Oseres reverenció a Radabat.
La muerte volvió a ser complacida.
Fue Radabat hasta el cuarto espíritu y puso frente a él la forma de lo que parecía ser un enorme puma sin cabeza, con una cola muy larga con dos puntiagudos ojos negros, similar a la cola de un alacrán. El puma tenía tres garras rojas en cada pata y una boca con filosos colmillos sobre sus patas delanteras.
—¿Cuál es tu nombre, espíritu de las tinieblas? —preguntó Radabat.
—Mi nombre es Toter, señor del conocimiento y la clarividencia oculta —contestó.
—Recibe al áprochen, el puma de las tinieblas, intrépido con la fuerza de mil entederis, sus garras y colmillos envenenarán a tus enemigos y curarán tus heridas —le dijo Radabat.
Toter reverenció a Radabat.
La muerte volvió a ser complacida.
Fue Radabat hasta el quinto espíritu y con su sustancia negra formó una atractiva criatura pelirroja con la forma corpórea de una mujer de ojos plateados.
—¿Cuál es tu nombre, espíritu de las tinieblas? —preguntó Radabat.
—Mi nombre es Azuruma, señora del placer, los deseos ocultos y la lujuria —contestó.
—Recibe a la éfilis, la engañadora de las tinieblas, se alimentará de la piel de tus enemigos haciendo uso de sus afilados dientes que cambian de forma en un parpadear. No posee lengua, pero entiende todos los lenguajes de Ádama, su chillido aturdirá a los que huyan. Solo podrá morir si se le decapita; otras heridas se regenerarán en ella rápidamente debido a la piel de reserva que engulle de sus víctimas —le dijo Radabat.
Azuruma reverenció a Radabat.
La muerte volvió a ser complacida.
Fue Radabat hasta el sexto espíritu y con su sustancia negra formó a una serpiente negra con ojos y franjas rojas en su piel. La imagen cambiaba de tamaño constantemente.
—¿Cuál es tu nombre, espíritu de las tinieblas? —preguntó Radabat.
—Mi nombre es Atizedrel, señora de la prosperidad, la fortuna y la belleza oculta —contestó.
—Recibe a la serpiente de yawfen, hecha del más puro mineral de las sombras, puede cambiar de tamaño gradualmente al que sea ordenado por su dueño. Su fuerza es sin igual y su hambre no cesará hasta que su dueño le ordene dejar de comer. Susurra a la mente de sus víctimas sus errores del pasado, sus miedos y sus tragedias —le dijo Radabat.
Atizedrel reverenció a Radabat.
La muerte volvió a ser complacida
Fue Radabat hasta el séptimo espíritu, pero este no le dejó hablar y parándose frente a los seis diseños de Radabat, dijo a la Presencia Oscura:
—Ninguno de estas bestias vendrá a la existencia sin mi poder.
—Di tu nombre, espíritu de las tinieblas —le respondió la Presencia Oscura.
—Mi nombre es Kashimir, señor de las bestias tenebrosas y de las maldiciones —contestó.
Y la Presencia Oscura sonrió al ver a Kashimir y le entregó desde lo profundo del Mundo de las Sombras un secreto para liberar a la mayor de las bestias tenebrosas.
—Complace a la muerte, Kashimir, señor de las bestias tenebrosas y de las maldiciones —le contestó la Presencia Oscura.
Entonces Kashimir dio forma y existencia a todo lo que Radabat había creado y diseñado delante de los seis espíritus de las tinieblas, y las bestias tenebrosas tomaron carne y forma desde los poderes de Kashimir y los seis espíritus que habían recibido a las seis bestias se maravillaron de lo que veían.
Entonces Radabat se enfureció contra Kashimir y le dijo:
—¡¿Qué es lo que has hecho, Kashimir?! ¡Eran espectros! ¡No bestias!
—Son mis bestias ahora —respondió Kashimir.
Entonces Kashimir tomó desde el abismo su propia sustancia oscura y hablándole en lengua tenebrae, creó desde la sustancia que había tomado al rálag, la bestia rinoceronte-cocodrilo, la cual tenía una impresionante musculatura y tamaño, con incrustaciones del metal-sombra ekerexin en su piel. La imponente bestia se puso entre Kashimir y Radabat, mostrándole su poderosa dentadura a este último.
—¡No puedes montarlo! ¡Necio! ¡Sigues siendo solo un espectro! —contestó Radabat.
—¡No voy a montarlo, Radabat! —dijo Kashimir.
Al instante el espíritu de Kashimir se introdujo en el rálag que había creado, y al hacerlo, el cuerpo de la bestia pareció hacerse más grande todavía y su rugido más ensordecedor, sus ojos y su boca emanaban un vapor oscuro y siniestro.
—¡La carne no puede dañar a un espíritu de las tinieblas, Kashimir!
—respondió Radabat confiado, aunque al ver en el rostro del rálag un vestigio de la sonrisa triunfante y malvada de Kashimir, temió.
—¿Eso cree el señor de los espectros? —respondió el rálag con una voz distorsionada y grave.
La bestia de Kashimir se abalanzó sobre Radabat y de un zarpazo extrajo y absorbió parte de la esencia de su espíritu. Radabat sintió un dolor tan intenso al recibir el ataque, que ni aun en la carne volvería a experimentar cosa semejante.
La Presencia Oscura rió y se desvaneció entre ellos.
Entonces los otros cinco espíritus atacaron al rálag para defender a Radabat que comenzaba a desmaterializarse como si una brisa le arrancara su cuerpo volátil.
Pero el rálag de Kashimir era invencible para todas las otras bestias que habían recibido los espíritus y luego de vencerlos y luchar contra todos ellos al mismo tiempo, los devoró a todos uno a uno.
Entonces Radabat invocó con sus últimas fuerzas al fuego oscuro y los minerales de kuru comenzaron a formar una enorme criatura cuadrúpeda con una impresionante armadura protegiendo casi todo su cuerpo.
Pero el rálag no solo quería acabar con las bestias tenebrosas de los espíritus de las tinieblas, sino que también quiso devorarlos a ellos mismos, pero Radabat ya había invocado a la séptima bestia tenebrosa: el egatrón.
Entonces no solo Radabat, sino que los otros cinco espíritus también entraron en la bestia que había invocado Radabat, y se volvieron hacia el rálag que poseía Kashimir y le enfrentaron.
—¡Ustedes no pueden vencerme! —rugió el rálag abalanzándose sobre el egatrón, pero este solo abrió su hocico para liberar una enorme descarga de fuego negro que cubrió por completo al rálag de Kashimir dejándolo reducido a una gigantesca estatua de dara, el mineral del fuego negro.
Al instante, todos los espíritus de las tinieblas salieron del egatrón de Radabat y huyeron de ese lugar en diferentes direcciones, temiendo que el rálag de Kashimir volviera a despertar y los devorara.
Pero Radabat se quedó ante la estatua y la contempló por largo tiempo a través de los ojos del egatrón, antes de irse.
Y la bestia de kuru llamada egatrón, la que había petrificado al rálag con su fulgor oscuro, le siguió hasta lo profundo del Valle Negro donde viven los nimrod.
Todo pareció desvanecerse en la dimensión en la que habían entrado.
Todo lo que pudo ver fue oscuridad.
Y la muerte se preparó para la guerra, porque supo que vendrían a cazarla.
Fhin.