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Capítulo 5

Azuruma y Atizedrel

Azuruma es la diosa del placer, los deseos ocultos y la lujuria.

Atizedrel es la diosa de la prosperidad, la fortuna y la belleza oculta.

Las únicas dos daraflame femeninas viajaron al Oeste, vistiendo de púrpura y seda. Ambas eran muy hermosas. Decidieron que antes de seguir su viaje debían tomar un baño. Y así lo hicieron, escogieron una de las lagunas subterráneas que se pueden encontrar en los interminables caminos bajo las Montañas Tenebrosas, donde nace el río Hidekel. Allí se desnudaron las dos y tomaron un baño, sin desprenderse de los colgantes de rocanagra que les había dado la Presencia Oscura.

Y había un hombre allí que les miraba mientras se bañaban, pero Azuruma sintió su presencia y sin darle tiempo para escapar o reaccionar, lo hechizó. Luego se presentó frente a él, aún desnuda y le dijo:

—Harás todo lo que yo te diga que hagas, ya no te perteneces a ti mismo.

—Así será, mi dama, pero le ruego, deme el placer de vuestro cuerpo

—rogó el hombre.

—Si me haces tuya, mi esclavo serás para siempre ¿estás seguro? —dijo Azuruma.

—Pues no habrá esclavitud más dulce que esta, mi dama —respondió el hombre. Azuruma sonrió y dejó que lamiera sus pechos y que le tocara donde él quisiera y el hombre pareció enloquecer de lujuria, tanto, que sangraba por la nariz. Entonces, luego de yacer con él, Azuruma la embrujó:

—¿Cómo se llama la aldea de la que vienes?—preguntó Azuruma.

—Anzares —dijo el hombre.

—Regresa a tu aldea y di que has visto a las diosas —dijo Azuruma.

—¿Eres una diosa?

—¿Acaso lo pones en duda? —preguntó la daraflame sonriendo. Él se dispuso a hacer lo que le ordenaba.

Atizedrel vino hasta él y le hizo una armadura de roca y le dio una espada hecha de yawfen, el mineral sombra-puro.

—Tú serás de ahora en adelante Énodor, el vocero de los deseos de los daraflame —le nombró Atizedrel.

Énodor, vistiendo su nueva armadura y empuñando la espada otorgada, reverenció a las daraflame y volvió a Anzares. Una vez allí anunció a sus habitantes que dos hermosas diosas vendrían pronto a reinar en la aldea y todos se maravillaban al ver cómo vestía y cómo hablaba, ya que lo reconocían de antes. Incluso la esposa de Énodor se acercó a él con sus hijos y le decían:

—¿Qué es lo que haces? —pero Énodor, apartándolos con amenazas de espada, no los recordaba.

Y se llenaron de temor en Anzares, puesto que sabían de la noticia de que dos dioses habían llegado a una de las aldeas del Norte llamada Burán. Se contaba que les habían liberado de los drakers, que habían domado a un Dragon Krane como si fuera un dócil corcel e incluso le habían cambiado el nombre a la aldea, ahora se hacía llamar “Askal”, de la que había surgido un gran monte de la nada.

Por lo mismo, todos estuvieron de acuerdo en que un poder extraño había hechizado a Énodor y lo había cambiado por completo, incluso el nombre.

Entonces Azuruma se disfrazó de mujerzuela y se infiltró en Anzares. Visitó el prostíbulo de noche, el cual se encontraba muy vacío.

—Quiero trabajar —le dijo Azuruma a una mujer gorda que administraba el burdel. Esta le miró de pies a cabeza y respondió:

—Hermosa y joven eres, pero en este pueblo pocos clientes tenemos y todos los que están en edad del deseo, se han casado y esposas tienen —Entonces Azuruma sonrió e insistió diciendo:

—Eso no debería ser ningún problema. Deme el empleo y este lugar renacerá de su miseria y abandono —y tuvo temor la mujer del burdel al escucharle hablar con tanta seguridad.

—Tráeme tres clientes esta noche y atiéndelos tú y si ellos vienen aquí a felicitarte por tu trabajo, entonces el empleo será tuyo —dijo la mujer. Azuruma aceptó complacida.

Entonces Azuruma subió al cuarto piso del burdel y se cambió los ropajes que traía por uno más provocativo compuesto de telas transparentes. Hechizó los perfumes que usaba y cubrió solo sus partes íntimas, evocando el erotismo a simple vista. Se dejó en el cuello el colgante de rocanagra que le había regalado la Presencia Oscura y se maquilló el rostro, quedando mucho más hermosa de lo que ya era. No quiso usar zapatos. Descalza salió a la calle.

Y era Azuruma realmente bella, como ninguna otra mujer que hubiese estado antes en Anzares. Ni siquiera tuvo que entablar una conversación con algún hombre de la calle para conseguir lo que ella estaba buscando, pues al caminar entre ellos, les hechizaba las mentes y ponía fantasías con imágenes de ella desnuda, yaciendo con ellos, gimiendo encima de una cama. Y se alborotaron los hombres de Anzares en gran manera con su presencia, tanto los casados, como los solteros. Y llevó Azuruma a más de cien hombres al burdel aquella noche, como nunca antes había ocurrido. Y luego de que los hombres fornicaban con ella, venían a hablar con la encargada del burdel diciéndole:

—¡Esa mujer bella nos ha llevado al paraíso del deseo! —pero no sabían que Azuruma había hablado con las otras rameras diciéndoles:

—Desnúdense y usen mi perfume —e hicieron como ella les dijo. Y hechizó Azuruma las mentes de los hombres que caían en sus encantos, de manera que al ver ellos a las otras rameras en el burdel, vieran siempre a Azuruma, desnuda frente a ellos. Así todos se iban pensando que se habían acostado con Azuruma, a pesar de haber estado con diferentes rameras.

La dueña del burdel estaba impactada por lo que ocurría, pues las putas ya no daban abasto con tantos clientes.

Entonces se enfurecieron las mujeres de Anzares, pues sus esposos se acostaban una y otra vez con la ramera Azuruma y planearon como matarla, pero los hombres la protegieron y fortalecieron los muros del burdel, mandando a hacer remodelaciones, haciendo más habitaciones, ampliando el lugar hasta cien veces más grande de lo que ya era. Y todo esto fue organizado rápidamente por Énodor, el vocero de las daraflames, el cual les anunció a los hombres:

—¡Las diosas han llegado a Anzares!

Y a ninguno de los hombres de Anzares les cabía la menor duda. En pocas semanas, no quedó recuerdo alguno del burdel miserable y solitario que antes había. En vez de eso, un lujoso y espacioso edificio, muy bien decorado y agradable para estar se imponía en Anzares.

Sin embargo, la furia femenina insistía en pedir la cabeza de Azuruma la ramera. Se juntaron entonces las mujeres del pueblo y tomando grandes piedras de requenia, el más burdo e inútil de los minerales de las Montañas de Tenebrosas, se disponían a apedrear a Azuruma la ramera, pero Atizedrel, la daraflame que Azuruma había tomado por compañera, se puso una capucha color mostaza y caminando entre ellas, sin que se dieran cuentan, transformaba el requenia, en joyas preciosas hechas de yawfen y rognian, alhajas de alto valor que toda mujer añoraba tener. Y enloquecieron las mujeres con todo el lujo que caía a sus pies y se olvidaron con esto que deseaban matar a Azuruma la ramera.

Entonces Atizedrel viendo que ya habían caído en su hechizo, se quitó la túnica que le ocultaba y dijo a las mujeres que llenaban sus bolsos desesperadas, peleándose entre sí por las joyas:

—Escúchenme, hijas de Anzares. Ustedes son las más bellas de la tierra de Mádigan y vuestra belleza interior no es bien reflejada por su belleza exterior. Muchas de ustedes no gozan en las alcobas nupciales con vuestros hombres y ellos no las satisfacen como se debe, pero eso se ha terminado. Vayan con las alhajas abundantes que les he dado y esperen en sus casas, pónganse bellas y listas para el amor, pues Azuruma la diosa, no ha venido a robar a vuestros hombres, sino que a entrenarlos, a enseñarles cómo se debe dar placer a una mujer correctamente. Ahora tomad las piedras preciosas y regresad a vuestras moradas —dijo Atizedrel, con autoridad y convicción.

Entonces las mujeres se precipitaron de regreso a sus casas, con las joyas otorgadas por Atizedrel y se pusieron sus mejores trajes, se perfumaron y maquillaron.

Y las solteras también con sus bolsas llenas de joyas dijeron a Atizedrel:

—¿Y nosotras qué? Pues nuestros hombres matrimonio nos prometieron, y allí están en el lecho de Azuruma, y muchas de nosotras no hemos conocido varón, y algunas ni siquiera poseemos el amor de un hombre, ni conocemos el placer de las mujeres —dijeron apenadas.

Y Atizedrel respondió:

—Ustedes también vuelvan a sus casas, puesto que esta noche, la virilidad entrará en vosotras y serán saciadas con el placer de las mujeres en plenitud —afirmó.

Y las solteras al escucharle, se apresuraron en volver y alistarse para el amor. Y al igual que las casadas, se embellecieron con las joyas otorgadas y desesperadas se maquillaban para estar listas.

Mientras tanto, Azuruma reunió a los hombres en el burdel, a los cuales les exigía tomar un baño, perfumarse y vestir bien antes del sexo.

—Varones de Anzares, todo el placer que quieren aquí podrán obtenerlo y así seguirá siendo, pero para calmar la sed de líbido que poseen las mujeres insatisfechas de este pueblo, ahora vuelvan con sus esposas y hagan con ellas los placeres que hacen aquí conmigo y con mis concubinas. Dejen ahora que mis doncellas les enseñen cómo dar placer a una mujer, como besar sus labios, lamer sus pechos y gustar de la miel de su fruta ácida y deliciosa a vuestro paladar. Aprended el rito adecuado del placer y cómo debéis acariciar el cuerpo cálido de una dama y cuando hayan acabado y las dejen durmiendo, vayan también por las solteras, no importa si las conocen o no y hagan con ellas lo que les enseñaremos ahora. Luego vuelvan aquí y sigan haciendo con nosotras los placeres que a ustedes les gustan —y los hombres se dejaron enseñar por las rameras de Azuruma y les daban placer y las excitaban según ellas les indicaban. Grandes gemidos de placer se escucharon salir del burdel aquella tarde.

Al anochecer, todas las mujeres de Anzares ya estaban listas para el amor. Bellas y perfumadas, recibieron a los hombres que volvían a casa, tal como les había prometido Atizedrel y ellos les dieron placer a sus mujeres. Entonces se encendió en Anzares una gran lujuria, que llegó a niveles nunca antes vistos en la aldea. Los hombres no discriminaban en copular con otros hombres o mujeres, así como también las mujeres disfrutaban del goce sexual con otros de su género.

Y se armó una gran orgía en Anzares, tanto que el cielo se nubló y una tiniebla permanente cubrió la faz de la ciudad y nunca más vio la luz de los soles de Ádama. Desde ese día siempre fue de noche en Anzares. Entonces le cambiaron el nombre a la ciudad y la llamaron “Punón”, que en lengua tenebrae quiere decir “oscuridad”.

Y duró la gran orgía seis días y durante aquellos días todo el mundo anduvo desnudo por las calles y podían tener relaciones sexuales en la vía pública con quienes ellos quisieran, y nadie quería ni podía negarse. Este es el origen del Festival de Azuruma, que es celebrado hasta el día de hoy entre los nimrod que visitan la ciudad.

Y Azuruma junto con Atizedrel montaban grandes danzas con luces de fuegos chispeantes, música afrodisiaca, junto a mucha comida y bebida. Todos en Punón amaron estos espectáculos y levantaban monumentos y estatuillas de Azuruma y Atizedrel.

Y Azuruma se especializó en entrenar doncellas que supieran darle placer exacerbado a los hombres y también hombres que supieran darle placer las mujeres y en esto eran verdaderos expertos en Punón.

Sin embargo debido a la desbordante cantidad de relaciones sexuales, muchas mujeres quedaban embarazadas y daban a luz a muchos hijos e hijas y se multiplicaban en Punón en gran manera. Entonces Azuruma proclamó el decreto de libertad y unión social, la familia fue abolida, y cada cual simplemente pertenecía a Punón, que educaba y proveía alimentación para los recién nacidos, los cuáles eran iniciados sexualmente en los Templos de Azuruma en edad muy temprana.

Y muchos de ellos se especializaron también en orfebrería, arquitectura, el mercado de moneda y la comercialización de minerales naturales y elementales. Sin embargo, la prostitución era por mucho el servicio que más recursos generaba a la ciudad.

Pero pronto la sobrepoblación fue inevitable y la ciudad siendo ya gigantesca, no generaba los suficientes recursos para hacerla autosustentable para sus habitantes.

En esos días precisamente, Oseres el daraflame, luego del genocidio draker en Polcura, vistiendo una túnica de muchos triángulos rojos y negros, que se precipitaban entre sí, apareció en la ciudad con un cetro que en la punta llevaba el ojo intimidante de un draker. Era del sifu que había matado en Polcura.

Y le recibieron Azuruma y Atizedrel en el Burdel Supremo, y los sacerdotes de Azuruma le reconocieron como un daraflame del Fuego Negro.

Azuruma y Atizedrel reverenciaron a Oseres al estar frente a él y le ofrecieron un gran banquete y concubinas para que yaciera con ellas, pero él no quiso aceptar nada.

En cambio, les contó lo sucedido en Polcura y como los espíritus antiguos de los daraflames habían perfeccionado su poder en él y en Toter. Notaron entonces Atizedrel y Azuruma, que Oseres, si bien ahora era más adulto comparado a la última vez que lo habían visto, ya no envejecía más. Esta era una preocupación de las diosas daraflame, pues si bien era cierto, su belleza no tenía igual en Punón, su piel comenzaba a menguar poco a poco. Aunque envejecían más lento que el resto de las mujeres en Punón, estaban envejeciendo después de todo.

Y le tomaron las túnicas a Oseres y arrodillándose ante él le suplicaban con llantos diciendo:

—¡Dinos! ¿Cómo es que lo has hecho para no envejecer más?

Y Oseres sabiendo lo que ocurría con los bebes en Punón, conociendo el origen del pueblo, les dijo:

—Construyan dos estatuas hechas de rognian y yawfen, sus minerales más valiosos. Una con la imagen de Azuruma y otra con la imagen de Atizedrel y que estén ambas estatuas con los brazos extendidos hacia adelante, con las manos abiertas. Luego poned brasas bajo las estatuas y dejar hervir el metal por seis días, después reúnan a todo el pueblo e invoquen con sus colgantes de rocanagra a los espíritus antiguos de Atizedrel y Azuruma, pues ustedes son semblante de ellos. Y cuando los espíritus daraflame se manifiesten, se iluminarán los ojos de las estatuas, entonces pongan ahí a los recién nacidos que les sobren y arranquen del vientre de las mujeres los fetos que no desean, y pónganlos en sangre en las manos ardientes de las estatuas y ofrézcanlos como sacrificio a los dioses, pues los espíritus daraflame necesitan sangre, y al hacer como les he dicho, su poder se perfeccionará en ustedes y como recompensa ya no envejecerán más —dijo Oseres con mucha convicción.

Entonces Atizedrel y Azuruma mandaron a construir las estatuas ese mismo día, tal y como les había indicado Oseres y reunieron a todo el pueblo anunciándoles que la solución a la sobrepoblación había llegado de parte de los dioses, junto con su divino mensajero, Oseres.

Y sacrificaron a los recién nacidos no deseados, dejándolos hervir sobre las manos metálicas ardientes y gritaban los bebes de dolor al sentir la piel quemada, mas nadie se compadecía de ellos. En vez de eso, Azuruma ordenó hacer danzas y fiesta alrededor de los sacrificados y de las estatuas ardientes, mientras más orgías se llevaban a cabo. Y los sacerdotes de Azuruma, ofrecían a los fetos no deseados junto con los recién nacidos. E incluso niños ya nacidos, que nadie deseaba, eran sacrificados igual que los bebes.

Y Atizedrel y Azuruma efectivamente no envejecieron más debido al rito.

Y la muerte era complacida en estos ritos.

El Dogok y las guerras Noxxis

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