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El proceso actualizante

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Desde la muerte de Rogers en 1987 se produjeron avances significativos en la teoría centrada en la persona. En este capítulo interrelacionaremos la teoría original de Rogers sobre la tendencia actualizante y la creación de trastornos (Rogers, 1951, 1959, 1963b) con los esfuerzos de Mearns por extender la teoría de Rogers (Mearns y Thorne, 2000, Mearns, 2002) y las contribuciones de Warner desde la teoría del desarrollo (Warner, 2000a, 2002a, 2006).

El punto de partida es el concepto de motivación de Rogers, la tendencia actualizante que él describe como:

(…) la tendencia del organismo a mantenerse, asimilar alimentos, de comportarse defensivamente ante una amenaza, lograr el objetivo del auto-mantenimiento aun cuando el camino usual hacia esa meta esté bloqueado. Estamos hablando de la tendencia del organismo a moverse en dirección a la maduración, tal como se define la maduración para cada especie. (1951: 488).

En su teoría de la personalidad la tendencia actualizante fue el único concepto motivacional de Rogers. Describió un impulso de los seres humanos a mantener, desarrollar y mejorar su funcionamiento. En un sentido es la “fuerza de vida” fundamental que no disminuye, sino que constantemente impulsa a la persona hacia el desarrollo. La tendencia actualizante impulsa a la persona a hacer lo mejor posible en sus circunstancias. Algunos críticos que no entienden el concepto lo ven como una evidencia del punto de vista ultra optimista de Rogers acerca de la naturaleza humana: la gente continúa desarrollándose de manera positiva. Sin embargo, este concepto, en realidad, no se relaciona con valores como “positivo” o “negativo”; es simplemente una fuerza que impulsa hacia el desarrollo continuo, que puede ser ratificada o anulada dependiendo de diferentes circunstancias. Tomemos como ejemplos a Sheila y Nigel.

SHEILA está inquieta en su relación con Maureen. La relación ha durado quince años a pesar de la considerable diferencia de edad (Sheila tiene 35 y Maureen 54). Pero durante los últimos dos años Sheila le otorga menos valor a la seguridad que la relación siempre le brindó y ansía un estilo de vida más emocionante.

NIGEL fue prisionero del abuso físico y emocional de su padre a lo largo de sus primeros catorce años de vida. Su padre lo ataba ritualmente y le pegaba una vez por semana con cualquier pretexto; la más leve desobediencia podía hacer que su padre sacara el cinturón. El maltrato no solo era físico, cuando Nigel mostraba señales de estar haciendo las cosas bien en el colegio recibía un torrente de insultos. Nigel sobrevivió como persona “pasando a la clandestinidad”. Ahora, a los 22 años, maneja una operación de drogas en la que participan cuarenta personas. Controla con mano firme su negocio y a las personas involucradas ejerciendo su autoridad a veces abiertamente con considerable crueldad en público. Logró la victoria en la guerra entre pandillas en parte mediante la violencia pero también gracias a su intelecto.

Ambos, Sheila y Nigel, muestran evidencia de la tendencia actualizante. Si bien en el pasado la seguridad era de primordial importancia en su relación con Maureen, ahora está buscando desarrollarse de otras maneras. Esto puede ser considerado “positivo” por Sheila y sus amigos, pero quizás no con tanto entusiasmo por Maureen, a menos que ella también esté buscando avanzar en otras direcciones. Nigel sobrevivió a su niñez, pero tuvo que “pasar a la clandestinidad” para lograrlo. Sin embargo, todavía muestra evidencias de la presión de la tendencia actualizante al lograr lo mejor que puede de sus, literalmente, tortuosas circunstancias. No se quedó en el lugar de “víctima” sino que usó su intelecto para encontrar formas de expresarse y desarrollarse, aunque sea dentro de los límites de su subcultura. Como dijo: “No hay muchas personas de mi escuela que se hicieron millonarios a los 22 años”. Muchos lectores se sentirán poco inclinados a considerar el desarrollo de Nigel como “positivo”. Pero la tendencia actualizante no está direccionada por los valores sociales. Tiene dirección sólo en el sentido de que impulsa a la persona a hacer lo mejor posible para sobrevivir, desarrollarse y progresar.

La tendencia actualizante, por supuesto, tampoco se detiene. Para Sheila era necesario lograr seguridad en una etapa anterior de su desarrollo, pero ahora ansía diversidad y más adelante estará impulsada por diferentes metas. La situación actual de Nigel representa un éxito de desarrollo, al menos en el sentido psicológico, aunque no lo sea en el social. Pero seguirá siendo impulsado por su tendencia actualizante hacia la continuación de ese desarrollo. Esa presión no necesariamente da como resultado un desarrollo inmediato; quizás Nigel se quede estancado por un tiempo, incapaz de continuar en una dirección que considere como “hacia adelante”. A veces, la frustración y la depresión son una motivación secundaria. (Ver el sexto “postulado” teórico de Rogers, 1951: 492-4). Quizás el desarrollo continuo de Nigel hará que aplique sus habilidades intelectuales y de gerenciamiento a emprendimientos legales, o quizás se convierta en un criminal aún más efectivo.

Rogers publicó tres escritos teóricos principales sobre su teoría de la personalidad. (1951: 481-533, 1959, 1963b). En su versión de 1951 y 1959 su concepto de la tendencia actualizante en relación con la creación de trastornos era, en términos generales, consistente. Sin embargo, hubo un marcado cambio en su escrito menos conocido de 1963, tal como él reconoce:

Gradualmente he llegado a ver esta disociación, ruptura, distanciamiento (entre la estructura del sí mismo y la experiencia) como algo aprendido, una canalización perversa de parte de la tendencia actualizante hacia comportamientos que no actualizan… con respecto a esto mi pensamiento ha cambiado durante la última década. Hace diez años yo estaba empeñado en explicar la ruptura entre el sí mismo y la experiencia, entre las metas conscientes y las direcciones organísmicas, como algo natural y necesario, si bien desafortunado. Ahora creo que los individuos están culturalmente condicionados, recompensados, reforzados, por comportamientos que son, en realidad, deformaciones de las direcciones naturales de la tendencia actualizante. (1963a: 19-20).

Esto representa un cambio de perspectiva sustancial en relación con sus escritos anteriores. Ahora, introduce un juicio de valor negativo con respecto a las fuerzas sociales que pueden obrar en contra de la expresión de la tendencia actualizante. En 1963, cuando publicó su artículo, Rogers estaba terminando un período de su vida que había dedicado a la psicoterapia. Había realizado la mayor parte de ese trabajo en Chicago, con un grupo de personas al que tanto él como Bill Couson (1987) describían como “los neuróticos de Chicago”.1 En un desorden “neurótico” típico a la tendencia actualizante se opondrían poderosos mandatos de los padres, por ejemplo: no confíes en tus sentimientos; expresar lo que sientes y lo que piensas es peligroso; mejor ser cuidadoso que espontáneo; y otros similares. Con respecto al grupo de personas con las que trabajaba, es comprensible el juicio de Rogers con respecto a las fuerzas que limitan la tendencia actualizante. Pero tiene el efecto desafortunado de calificar como negativas a todas las influencias que desafíen la tendencia actualizante. No hay lugar para la restricción “normal” de la sociedad: cualquier limitación impuesta por la sociedad es considerada una influencia negativa. A su vez, este cambio en la forma en que Rogers encuadraba su teoría fue lo que le dio un gran atractivo popular, caracterizado por su mudanza a California. Se convirtió en un adalid de la contracultura de los años ‘60 que desafió las restricciones a la libre expresión que habían enfatizado las generaciones anteriores.

Un crítico de la nueva posición valorativa de Rogers fue Bill Coulson (1987). En varios artículos puede encontrarse una descripción más detallada de esta crítica (Mearns y Thorne, 2000: 179-80), pero, en síntesis, Coulson sugirió que muchas de las restricciones sociales son en verdad “normales” y representan una razonable adaptación entre la persona y su mundo social. El desafío de Coulson, al provenir de alguien tan cercano dentro del movimiento (trabajó con Rogers en Wisconsin y se trasladó con él a California), fue considerado como una herejía por muchos de los colegas de Rogers, aunque no así, según Coulson, por el mismo Rogers. (Coulson, 2000). Desde el punto de vista simplista de sus oponentes, Coulson sólo estaba representando las fuerzas represivas de los padres en la socialización. Esta respuesta representa una posición comprensiblemente defensiva de parte del nuevo movimiento, pero actualmente podemos reconsiderarlo como un punto de vista limitado. Para Coulson, los contextos sociales, especialmente la familia, no representan una fuerza inhibidora sino lo contrario. Ofrecen un medio rico para el desarrollo y la expresión de sí mismo. Estar atentos al diálogo con los otros en el mundo social sirve principalmente para ampliar las oportunidades de actualización de la persona.

La inmersión de Rogers en el proceso de socialización “neurótica” había restringido su perspectiva acerca del medio social. Sus observaciones sobre los efectos perjudiciales de la socialización fueron importantes y útiles, pero el efecto a corto plazo fue el de ayudar al péndulo a alejarse mucho en la dirección contraria llegando al extremo de rechazar toda influencia social. Es interesante ver cómo este mismo proceso se repite en los consultantes en proceso de counseling. Una vez que escapan de las limitaciones de la sociedad que los incapacitan, por un tiempo suelen irse al otro extremo y resulta “imposible vivir con ellos”, ya que rechazan hasta la influencia normal de la sociedad. Afortunadamente, a su debido tiempo, el péndulo logra un equilibrio más realista.

Sin embargo, en términos de la teoría de Rogers, la posición defensiva y sentenciosa con respecto a la influencia de la sociedad impidió su desarrollo y su potencial aplicación a otras culturas y sistemas de creencias en los cuales se considera al individuo inserto en su ambiente social e inseparable de él, en donde la noción de actualización sólo tiene sentido en el contexto de esa inserción. Un ejemplo de esto puede ser la cultura japonesa de hoy en día. Aunque la sociedad está muy “occidentalizada”, prevalece el sentido fundamental de la importancia de la comunidad que está entretejido con las estructuras modernas. Entonces, por ejemplo, el counselor escolar del enfoque centrado en la persona en la universidad Kyusyu Sangyo, en Fukuoka, buscará trabajar no sólo con el estudiante, sino que también irá a la casa a hablar con su madre y con su abuela antes de volver a la escuela para conocer a su docente y quizás a sus amigos. En muchas otras partes del mundo, los counselors escolares podrían alarmarse ante esta manera de trabajar con límites tan amplios y estarían preocupados por la confidencialidad. Pero su forma de trabajar con límites tan estrechos no es ni mejor ni peor, es simplemente diferente, de una manera que refleja su propia cultura. En Japón, el consultante-estudiante esperaría que su counselor trabaje con toda su comunidad, porque como persona no sólo es parte de su comunidad, sino que su comunidad es parte de él. (Ide, Hirai y Murayama, 2006; Morita, Kimura, Hirai y Murayama, 2006). Hoy en día se presentan muchas oportunidades y desafíos similares para que el enfoque centrado en la persona se aplique a diversas culturas y subculturas. (Balmforth, 2006; Boyles, 2006; Chantler, 2006, Khurana, 2006; Lago, 2006; Lago y Haugh; 2006; Sembi, 2006; Shoaib, 2006). También somos testigos de sorprendentes intentos de diálogo como, por ejemplo, la articulación del concepto islámico del sí mismo en relación con las teorías psicológicas de Inayat (2005). Estos cambios muestran que la teoría, hasta donde Rogers la desarrolló, necesita ajustes y modificaciones para llevarla desde la California de la década de 1960 hacia la perspectiva del mundo moderno.

Cuando Rogers estaba escribiendo acerca de la tendencia actualizante dijo: “Finalmente la auto actualización del organismo parece ser en la dirección de la socialización, definida en términos generales”. (1951; 488). Esta concesión a la dimensión social es insuficiente y no refleja la experiencia clínica de trabajar con una amplia gama de consultantes con diversas formas de trastorno, ni tampoco la de trabajar con una amplia gama de culturas en el mundo. Los seres humanos son animales profundamente sociales y la mayoría de sus caminos de desarrollo son de naturaleza social. Nuestras relaciones con amigos, colegas, parejas e hijos representan la mayoría de los contextos potenciales para nuestro propio crecimiento y desarrollo. Por lo tanto, en uno de los aspectos de la teoría de Rogers introducimos la noción de mediación social (Mearns, 2002; Mearns y Thorne, 2000: 182-3) como intermediaria de la tendencia actualizante. Además del impulso hacia el mantenimiento y el desarrollo (la tendencia actualizante), planteamos como hipótesis que hay una fuerza restrictiva, también dentro de la persona, que busca articularse con su contexto social. En otras palabras, la fuerza hacia el crecimiento no tiene permiso para promover su propia mejora sin algún tipo de chequeo o “mediación”. Por medio de este mecanismo la persona no sólo promueve su propio desarrollo sino que, además, conserva suficientes contextos sociales los cuales, a su vez, le proporcionan las bases para un futuro crecimiento. Utilizamos la expresión proceso actualizante para describir esta articulación entre las fuerzas de la tendencia actualizante y la mediación social. En otra parte decimos:

En esta revisión de la teoría el concepto central resulta ser el proceso actualizante que describimos en términos de homeostasis entre los imperativos de la tendencia actualizante y la mediación social en diferentes áreas del ámbito de la vida social de la persona, y la reconfiguración de la homeostasis para responder a las circunstancias cambiantes. (Mearns y Thorne, 2000: 184).

En otras palabras, en el curso de su propio mantenimiento y desarrollo la persona toma en cuenta a las otras personas en su vida. En su época, Rogers podría haber visto con recelo este tipo de afirmación porque muchos clientes con los que él y sus colegas trabajaban en Chicago mostraban una valoración neurótica de los deseos de los otros hacia sus propias necesidades. De acuerdo con la nueva teoría, su proceso actualizante había perdido el equilibrio y en consecuencia había un énfasis exagerado en las fuerzas de la mediación social y una infravaloración del impulso de la tendencia actualizante. Es frecuente encontrar este tipo de consultante en la práctica del counseling. Desarrolló su desequilibrio como una forma de adaptarse a la disonancia entre la experiencia que tiene de sí mismo y la visión que los otros tienen de él y para él. Como describimos en el capítulo 1, perdió contacto y confianza en su proceso de valoración organísmica y conforma su concepto de sí mismo, no a través del diálogo entre sus propias experiencias del sí mismo y la visión de los otros, sino casi por completo internalizando los puntos de vista de los otros con respecto a quién es él, como muestra el ejemplo de Rachel, que recién empieza a cuestionar la carrera de maestra de escuela primaria en el último año de su entrenamiento.

De pronto, me di cuenta de que la razón por la cual me estoy metiendo en más problemas en la práctica de la enseñanza es que no amo a los niños. Quizás ésa fue una manera de seguir en el rol de cuidadora de niños que desempeñé con mis cuatro hermanos y hermanas menores. Era una buena definición para aceptarme, me daba una manera fácil de verme y de obtener aprobación; lamentablemente, esa definición persistió y desperdicié estos últimos cuatro años. Tener que verme todo el tiempo como alguien que ama a los niños es una “mentira” difícil de mantener en la realidad de las escuelas. Además, no se me ocurre qué sentiría realmente por los niños si no tuviera que amarlos.

El concepto de sí misma de Rachel, en relación con el área específica de su amor por los niños, se distorsionó para reflejar más la visión de otros que sus propias experiencias, pero esa distorsión se puede extender a todo el concepto de sí mismo, contaminándolo. Entonces, la persona se vuelve vulnerable en general, incapaz de confiar en su propia experiencia y en su juicio. A veces, no puede ni siquiera confiar en la vivencia de sus emociones. Su experiencia interna de tristeza puede haber sido inaceptable para unos padres que consideraban que sentirse triste era un signo de “debilidad”. Si él experienciaba lo que sentía como enojo, y lo expresaba, también se metía en dificultades, pero eran dificultades “varoniles” más aceptables. De igual modo, en la mayoría de las culturas occidentales, la experiencia interna de enojo puede ser redefinida y expresada como tristeza. Gradualmente, el locus de evaluación de la persona, al que antes nos referimos, se vuelve más externalizado al ir cediendo su autoridad sobre sí misma y aceptando la autoridad de otros como fuente para autodefinirse.

Rogers estudió en detalle esta dirección de desequilibrio en el proceso actualizante, pero es sólo una parte de la historia en lo que hace a la creación de trastornos. Cuando la persona pierde confianza en su experiencia de mediación social se produce otra dirección de desequilibrio. En lugar de darse un diálogo entre el impulso de la tendencia actualizante y las advertencias de su imperativo de mediación social, pasa a confiar solamente en su vivencia de sí mismo. Como resultado, su concepto de sí mismo no tiene la oportunidad de desarrollarse de manera socialmente articulada; se pierde el diálogo que lo posibilita y su concepto de sí mismo queda basado en su necesidad de autoprotección. Todo queda centrado alrededor del “yo” en un esfuerzo de autopreservación. Su proceso está “centrado en el yo”: sólo se permite entender su mundo social desde la perspectiva egocéntrica, razón por la cual Mearns (2006a) tomó prestada la expresión psicológica de proceso egosintónico para denominar a este patrón de ser. Esta expresión merece una detallada elaboración.

Counseling centrado en la persona

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